Por Demontae Edmonds
Dios prepara a su pueblo
Históricamente, en
la tierra hubo temporadas de hambruna, depresión económica y calamidad. Muchos
en el mundo temen estas estaciones. En su misercordia, Dios siempre prepara a
su pueblo. Dios no solo prepara a su pueblo para tiempos como estos, puede
usarlos para prosperar en tiempos de prueba. Dios nos entrega una promesa que
no ocurrirán eventos mayores en la tierra, sin revelárselos primero a sus
profetas.
Amós 3:7 dice: “En
verdad, nada hace el Señor omnipotente sin antes revelar sus designios a sus
siervos los profetas”. Dios no solo se adhiere a este protocolo profético por causa de la
revelación que viene.
El profeta Amós
comparte el protocolo profético que Dios estableció como parte de su sistema de
advertencia temprana. Cuando las cosas ocurren en la tierra, Dios no solo se
las revela de antemano a alguien, tuvo a muchos orando durante años por
anticipado por su vía de escape o para que florezca durante la hambruna. Los
obstáculos pueden aparecer en su camino, pero Dios ya fue delante de nosotros a
través de las oraciones para tratar con ellos. Isaías
45:2 dice: “Marcharé al frente de ti, y
allanaré las montañas; haré pedazos las puertas de bronce y cortaré los
cerrojos de hierro”.
Un ejemplo del Nuevo Testamento
Vemos un ejemplo
de esta promesa profética cumpliéndose en la Iglesia temprana en el Libro de
los Hechos. Hechos 11:27-28 dice: “Por aquel tiempo unos profetas bajaron de Jerusalén a
Antioquía. Uno de ellos, llamado Ágabo, se puso de pie y predijo por medio del
Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el mundo, lo cual sucedió
durante el reinado de Claudio”. Varios
historiadores mencionan esta hambruna que afectó al Imperio Romano y el Medio
Oriente. Muchos murieron de hambre en toda la región de Siria e Israel.
Antes de esta
crisis, Dios le advirtió a su pueblo y lo preparó para el corto período de
dificultades que vendría sobre su región. La Iglesia no fue impactada por esta
tragedia debido a la revelación profética que le había entregado. Hechos 11:29 dice: “Entonces
decidieron que cada uno de los discípulos, según los recursos de cada cual,
enviaría ayuda a los hermanos que vivían en Judea”. Dios ya había previsto el esfuerzo para
aliviarlos por las obras de los creyentes, antes que los golpeara la hambruna.
La unción de José
Una de las
personas más intrigantes y profundas en la Biblia es el patriarca José. Este
hombre operó en una unción profética poderosa. Tenía la habilidad profunda para
interpretar sueños y visiones. Pero más grande que su habilidad para interpretar
sueños, fue su habilidad para ejercer la sabiduría sobrenatural como respuesta
a la revelación de Dios. La unción que Dios depositó sobre José lo
capacitó para salvar la prosperidad de toda una nación: Israel. Necesitamos
este tipo de unción en nuestro tiempo actual para preservar y prosperar las
familias, las congregaciones y las comunidades, por la gracia divina.
La tribu de Isacar
simboliza la unción que recibió José, pero no sobre una persona, sino sobre un
grupo corporativo. 1 Crónicas 12:32 dice: “De Isacar: doscientos jefes y todos sus parientes bajo
sus órdenes. Eran hombres expertos en el conocimiento de los tiempos, que
sabían lo que Israel tenía que hacer”. En
esta hora creo que Dios está deseando impartir esta unción sobre todo el Cuerpo
de Cristo y no sobre una persona o un grupo selecto.
Un Gosén espiritual
La tierra de Gosén
es una región adyacente a Egipto, donde José estableció a la nación de Israel
durante el tiempo de la gran hambruna. Era un refugio natural seguro, porque
era adecuado para los cultivos y la ganadería en la región. Dios los nutrió
durante los últimos cinco años de la hambruna global (Génesis 45). Gosén era el
lugar desde donde Moisés lideró a los hijos de Israel en su salida de Egipto
hacia Sucot, durante el Éxodo. Fue una ubicación privilegiada donde los hijos
de Israel estuvieron protegidos de las diez plagas contra Egipto.
Como creyentes del
Nuevo Testamento, no debemos preocuparnos sobre vivir en la región física de
Gosén, tenemos que vivir en la “realidad
espiritual” de Gosén. Por la fe podemos acceder a las promesas
divinas de Dios que pertenecen a la salud, la prosperidad, la seguridad, la paz
y la protección.
2 Pedro 1:3 dice: “Su
divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia
gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir
como Dios manda”.
Mientras crecemos
en el conocimiento de Él (el Señor Jesús), aprendemos a vivir en Él. Jesús se
convierte en nuestro Gosén espiritual. Se convierte en nuestro refugio de
seguridad, sanidad, protección y paz. Hechos
17:28 dice: “… puesto que en él vivimos, nos
movemos y existimos. Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: ‘De
él somos descendientes’”. Gosén
dejó de ser una localización geográfica para los creyentes, para convertirse en
una realidad espiritual. Tenemos una Gosén real “en” y “con” nosotros, sin importar donde habitamos, cuando
aprendemos a vivir en Cristo y operar bajo la unción de José.
Un pasaje clave
Puede venir la
prueba sobre el mundo, pero Dios siempre tiene una vía de escape para los
santos. 1 Corintios 10:13 dice: “Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea
común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean
tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la
tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir”.
Oraciones
Señor, gracias por los profetas, los videntes, los
intercesores y los atalayas que ungiste especialmente para ser parte de tu
sistema de alerta temprana para los creyentes. Padre,
fortalécelos y destruye las obras de las tinieblas enviadas para desviarnos. Padre, ayúdanos a discernir las verdaderas
voces proféticas que operan en auténtica revelación e inspiración espiritual,
para que podamos estar preparados para enfrentar cada prueba y sacar ventaja de
cada oportunidad divina para prosperar. Padre,
danos una unción de José para que podamos operar correctamente y con sabiduría
profética, para habitar en la Gosén espiritual, en el nombre de Jesús. Amén.
Demontae Edmonds
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