jueves, 25 de junio de 2020

“Las palabras proféticas necesitan sabiduría profética”



Por Jennifer Eivaz

“Te levantaré como líder, un líder para los profetas, para los videntes y para los que interpretan”. Oí estas palabras en mi corazón una y otra vez, a lo largo de los años. En pocas palabras, muchas personas oyen la voz de Dios, pero oyen su voz de una manera diferente. Algunos oyen su voz más como una palabra definida o una frase, otros ven una serie de varios tipos de visiones y sueños. Otros pueden sentir o percibir su voz en sus propias emociones, aunque esto sea más abstracto y desconcertante para los que no están informados sobre esta posibilidad.

Desafortunadamente, aquellos que mencioné aquí sintieron un cierto nivel de rechazo en la Iglesia de Dios terrenal, especialmente los que son propensos a ver o discernir la palabra profética del Señor. Comunicar efectivamente las palabras de una manera comprensible, ya es un desafío, pero los que tienen experiencias proféticas más místicas, invitan a un escrutinio mayor. Sin embargo, mi confirmación llegó en un retiro apostólico, cuando un pastor y profeta reconocido me habló por la unción del Espíritu Santo. En resumen, me dijo: “Liderarás a los videntes y los llevarás desde la revelación a la intercesión. Los equiparás y cerrarás la brecha que experimentaron con la Iglesia”.

Esto que oí en mi propio corazón y fue confirmado por otro profeta, quedaría categorizado como una palabra profética direccional. Una palabra profética direccional es una profecía que nos dirige en la dirección establecida por Dios para nuestro futuro. Solo para dejarlo claro, una palabra profética se puede definir como una comunicación del Espíritu Santo directa hacia una persona o desde una persona hacia otra. Una palabra profética surgirá de manera sobrenatural cuando el don de profecía está operando. Este don es uno de los nueve dones sobrenaturales del Espíritu Santo que vemos mencionados en 1 Corintios 12:7-10.

La naturaleza de las palabras proféticas
Hablando en general, la naturaleza de una palabra profética es esta:

1)  Es reveladora en su naturaleza.
2)  Revela lo oculto.
3)  Declara el futuro.

Aun así, existen diferentes tipos de palabras proféticas. Algunas serán altamente reconfortantes y alentadoras, tratando las áreas más desanimadas y quebradas de nuestros corazones. 1 Corintios 14:3 dice: “En cambio, el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos”.

Otras palabras proféticas podrían llegar como una advertencia sobre el futuro. Hechos 11:28 dice: “Uno de ellos, llamado Ágabo, se puso de pie y predijo por medio del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el mundo, lo cual sucedió durante el reinado de Claudio”.

Luego hay palabras proféticas que nos dirigen hacia el futuro diseñado por Dios. Hechos 16:9-10 dice: “Durante la noche Pablo tuvo una visión en la que un hombre de Macedonia, puesto de pie, le rogaba: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Después de que Pablo tuvo la visión, en seguida nos preparamos para partir hacia Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado a anunciar el evangelio a los macedonios”.

Este fue el tipo de palabra profética que recibí. Me dirigió de manera sobrenatural hacia mi futuro, concretamente para ayudar a redimir una expresión profética que necesitaba validación e instrucción fuerte, para volver a ser recibida por el Cuerpo de Cristo.   

Las palabras proféticas necesitan sabiduría profética
Una palabra profética, especialmente cuando es direccional, necesita sabiduría profética para que se pueda cumplir. ¿Alguna vez recibió una palabra profética donde sabía, sin duda, que venía de Dios? Luego de recibirla, ¿ocurrió todo lo opuesto o a veces no pasó nada? El apóstol Pablo nos entrega una revelación clara sobre esto. Leemos su instrucción firme hacia Timoteo, cuando le dijo: “Timoteo, hijo mío, te doy este encargo porque tengo en cuenta las profecías que antes se hicieron acerca de ti. Deseo que, apoyado en ellas, pelees la buena batalla…” (1 Timoteo 1:18).

Note cómo conecta la habilidad de Timoteo para pelear la buena batalla, usando las profecías de una manera efectiva. Aparentemente usted puede tener una palabra profética, una comunicación clara como el cristal del Espíritu Santo sobre algo en el futuro, pero aun así perderá lo que Dios quiere hacer con usted si no utiliza sus profecías. Esto revela nuestra comunión íntima con el Espíritu Santo. Él le entrega una palabra profética a usted, pero su respuesta a la profecía determinará el resultado final. Por esto necesitamos sabiduría profética. La sabiduría profética involucra los pasos y las estrategias que nos acompañan a lo largo del proceso que acompaña a una palabra profética. Claramente este tipo de sabiduría no tiene un origen humano, sino una sabiduría sobrenatural que viene del Espíritu Santo.

Cuando Abram recibió una palabra profética de Dios sobre su futuro, donde sus numerosos descendientes poseerían como herencia la tierra hacia dónde Dios los estaba guiando, necesitó que la sabiduría profética lo guiara. La promesa de Dios era claramente imposible. A Él y a su esposa Sarai, que tenían 75 y 65 años respectivamente, Dios les dijo que iban a tener un hijo. Dios se lo aseguró en estos términos: “Luego el Señor lo llevó afuera y le dijo: Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia!” (Génesis 15:5).

Pasaron diez años y seguían sin concebir un hijo. Entonces Sarai tomó control y creó su propia solución. Génesis 16:2 dice: “Sarai le dijo a Abram: El Señor me ha hecho estéril. Por lo tanto, ve y acuéstate con mi esclava Agar. Tal vez por medio de ella podré tener hijos. Abram aceptó la propuesta que le hizo Sarai”. Entonces ella le entregó a su sierva Agar, para que Abram concibiera con ella un hijo y lo llamó Ismael. Sin embargo, esto no fue sabiduría profética. Fue sabiduría humana y este tipo de sabiduría tiene sus consecuencias.

Cuando llegó el tiempo del cumplimiento de la palabra profética, Dios dejó en claro que Abram y Sarai tendrían al hijo del destino, sin tener que subrogar. Para probar su punto, Dios les cambió el nombre de Abram y Sarai, padre y madre de multitudes, por Abraham y Sara, padre y madre de naciones. Todo lo que Dios les habló a Abraham y Sara se cumplió. Juntos dieron a luz a su hijo Isaac a las edades asombrosas de 100 y 90.

Las consecuencias de la sabiduría humana surgieron cuando Ismael trató a su hermano menor Isaac con desprecio y forzó a Sara a echarlo de la casa junto con su madre Agar. Muchos sugirieron que los descendientes de Ismael (la mayoría de los árabes y los habitantes del Medio Oriente) continuaron despreciando a los israelitas, los descendientes de Isaac, a lo largo de los siglos hasta estos días.

La historia de Abraham y Sara ilustran cómo una palabra profética clara de Dios sobre el futuro, necesita ser conformada y cumplirse con sabiduría profética. Lo bueno es que Dios prometió darnos su sabiduría. El apóstol Santiago nos dice: “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie” (Santiago 1:5).

Dios no retiene su sabiduría, pero estipuló que necesitamos pedírsela. Ahora armados con este entendimiento, cuando recibimos una palabra profética genuina, también deberíamos pedirla. Necesitamos orar como el apóstol Pablo por los Efesios, para recibir el “… Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón…” (Efesios 1:17-18).

Comencé este artículo compartiendo cómo recibí una palabra profética direccional sobre liderar profetas, videntes e intérpretes, y ayudarlos a cerrar la brecha que tienen con el Cuerpo de Cristo. Esta palabra profética requeriría sabiduría profética para que esto ocurra. Mientras buscaba al Señor por su sabiduría, el Espíritu Santo me impulsó a crear un lenguaje común para este tipo de expresiones proféticas que no solo validaría las experiencias únicas y las luchas de esta comunidad, también aportaría al mismo tiempo una instrucción bíblica sólida. Comencé de una manera muy simple en las redes sociales, luego pasé a los libros, videos, institutos, mentoreos y más. Si hay un testimonio que oí una y otra vez, es este: “¡Gracias por su enseñanza! ¡Finalmente me siento normal y no un loco! Después de todo, escucho a Dios”.

Esta es mi oración por usted: Espíritu Santo, Tú prometiste que nos mostrarías las cosas que vendrán. Te pido que entregues palabras proféticas personales y direccionales a los corazones y las vidas de los que están leyendo esto ahora. Al mismo tiempo, te pido que también proveas sabiduría profética. Espíritu Santo, muéstrales cómo asociarse contigo para que puedan entrar por completo en el futuro que diseñaste para ellos. En el poderoso nombre de Jesús, amén.

Jennifer Eivaz


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