Por Nathan Shaw
El 2020 es un año donde ocurrirá una transición importante. Durante la
Pascua del 2020, el mundo estuvo cerrado ampliamente debido al temor. Durante
la Pascua los discípulos vivieron en gran temor, se escaparon cuando las
autoridades arrestaron a Jesús y se mantuvieron ocultos luego de la
resurrección de Jesús (Juan 20:19, 26).
Cincuenta días
después de la Pascua llegó la fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo invadió
a los 120 creyentes que estaban orando en un aposento alto. La Iglesia naciente
fue llena de poder y una gran osadía, a pesar de la fuerte oposición. Asimismo,
en el 2020 nos estamos moviendo desde el temor y la incertidumbre de la Pascua,
hacia la fe y la certeza de Pentecostés. El Pentecostés
de 2020 es un punto de demarcación significativo para la Iglesia.
Profecía, visiones y sueños: La conexión con los profetas ungidos
Algunas de las
manifestaciones del derramar de Pentecostés fueron visiones, sueños y profecías
(Hechos 2:17-18). Esto es importante para comprender la mentalidad judía. La
profecía, las visiones y los sueños eran competencia de los profetas. Por medio
de sus decretos impartían palabras que corregían ciudades y naciones. Ahora,
esta unción que solo se derramó sobre un pequeño grupo selecto, ahora se derramaría
sobre todos los que quisieran recibirla. Incluso a los siervos y las siervas se
les confiaría esta autoridad única.
El poder que llenó a la Iglesia le concedió:
• Autoridad para
decretar el propósito de Dios
• Autoridad para
vivir los sueños y las visiones que recibieron
• Autoridad para
corregir ciudades y naciones
• Autoridad para
sacudir los cielos y la tierra (Hechos 2:19-20)
• Autoridad para
segar los “campos de cosecha” de las
naciones para Jesús (Hechos 2:21)
El impacto fue
inmediato. Jerusalén fue llena con sus enseñanzas, los discípulos se
multiplicaron grandemente y muchos sacerdotes obedecían a la fe (Hechos 5:28,
6:7).
Ungido para obras sobrenaturales: La conexión con el ministerio de Jesús
El evangelio de
Lucas y el libro de los Hechos fueron escritos por Lucas. Una conexión
deliberada se produjo entre el bautismo de poder de Jesús para un ministerio
sobrenatural y el bautismo de poder sobre los creyentes para hacer lo mismo. Lucas
registró cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús: “…
y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma de paloma. Entonces se oyó una voz
del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo” (Lucas 3:22). Note la participación
especial en esta escena del Padre, Jesús y el Espíritu Santo.
Hablando sobre el
derramar en el día de Pentecostés, Pedro declaró: “A
este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Exaltado
por el poder de Dios, y habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo
prometido, ha derramado esto que ustedes ahora ven y oyen” (Hechos 2:32-33).
La mención del
Padre, Jesús y el Espíritu Santo, establece una conexión deliberada con el bautismo
de Jesús y la llenura de poder para su ministerio terrenal. Los creyentes en Pentecostés
fueron ungidos para continuar el ministerio sobrenatural de Jesús. Como dice un
comentarista: “El que recibió antes el Espíritu
para la manifestación pública de su propio ministerio terrenal, ahora recibió
el mismo Espíritu para impartirlo a sus representantes, para que puedan
continuar y, en realidad, compartir el ministerio que Él había comenzado” (F.F. Bruce, Nuevo Comentario Internacional del
Nuevo Testamento).
Una bendición triple: La conexión con el trono de Dios
El derramar de Pentecostés
estuvo conectado con los profetas ungidos y con el ministerio ungido de Jesús,
pero resultó mucho mejor. Hechos 2:33, citado antes, conecta el derramar de Pentecostés
con una bendición triple:
1. La fidelidad y la generosidad del Padre. Jesús recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo para nosotros.
2. La autoridad y la generosidad de Jesús. El Señor fue exaltado hacia el trono de mayor autoridad, junto al
Padre. Desde esta posición derramó el Espíritu Santo.
3. La extravagancia y la generosidad del Espíritu Santo derramado de una
manera tangible. La impartición fue tangible para que se pudiera
ver y oír. La impartición fue extravagante. Muchos se burlaban y dijeron: “¡Están llenos de mosto!” (Hechos 2:13).
La bendición
triple es nuestra herencia. Nos conecta con el nivel más elevado de autoridad y
generosidad. Esta autoridad y generosidad fluyen a través de todos los que
recibimos la plenitud del Espíritu. Desafortunadamente, muchos equiparan a la
impartición de Pentecostés con una experiencia. Fue mucho, mucho más que una
simple experiencia. Estaba directamente conectada con el trono.
Las obras maravillosas de Dios
Miles estaban
reunidos en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés. Llegaron desde todas las
naciones cercanas. Los 120 creyentes que estaban orando recibieron la
impartición e inmediatamente comenzaron a declarar las obras maravillosas de
Dios (Hechos 2:11). Miles fueron impactados con la misma autoridad y la misma
generosidad. Se la llevaron con ellos cuando regresaron a sus respectivas
naciones. La Iglesia volcó la marea hacia las naciones.
Se desataron una
cantidad de noticias negativas durante los últimos meses. El temor corrió por
los caminos y las carreteras. La gente vive con temor a la enfermedad, a las
dificultades financieras y al colapso económico. El Pentecostés 2020 señala un
tiempo de demarcación significativo. Pentecostés le entregó una voz a la Iglesia
temprana. El destino de las naciones cambió para siempre. El temor se
transformó en fe. El paralítico caminó (Hechos 3:1-10). Las sombras sanaban a
los enfermos (Hechos 5:12-16). Los milagros financieros fueron algo común (Hechos
4:33-37).
La autoridad de
este derramar no es solo para nuestra bendición personal, corregirá a las
ciudades y las naciones. ¡Es tiempo para declarar las obras maravillosas de Dios!
Nathan Shaw
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