Por Helen Calder
Hay un verso bíblico al que el Espíritu Santo no deja de remitirnos. Y la razón por la que este verso es tan convincente, es que habla de nuestra identidad y nuestro destino: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” (Isaías 60:1).
Dios nos creó para ser radiantes, para brillar y vivir en su gloria. Pero la vergüenza, en cambio, es un arma que intenta apagar nuestro resplandor. El instinto de quien sufre vergüenza es esconderse o retraerse, por miedo a ser expuesto (Génesis 3:10). Así pues, la vergüenza atenta contra nuestra propia identidad. No es de extrañar, pues, que los ataques de vergüenza vayan en aumento.
Esta es una definición del diccionario para definir la vergüenza: “un sentimiento doloroso de humillación o angustia, provocado por la conciencia de un comportamiento incorrecto o tonto” (The Oxford English Dictionary). Pero la Biblia nos da un remedio poderoso para la vergüenza, y es simplemente mirar a Jesús.
El salmista dijo: “Los que miraron a Él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados” (Salmo 34:5). La palabra “alumbrados” en el hebreo original significa “brillar”, “destellar”, “resplandecer” y “arder” (Strong's H5102). Creo que el Espíritu Santo nos está ministrando con este recordatorio: “Los que estaban postrados en vergüenza, se levantarán y resplandecerán en gloria”.
¡Desde la vergüenza hacia el resplandor!
Tal vez puedas reconocer este ataque común de vergüenza: “Estás haciendo tu vida cotidiana, cuando repentinamente recuerdas algo; puede ser un error, una vergüenza, un fracaso o un daño. Es un recuerdo negativo y parece surgir de la nada, como un dardo ardiente. Eso es porque ‘es’ un dardo ardiente del enemigo (Efesios 6:16), y él está tratando de avergonzarte”.
¡Es como si el enemigo tuviera una lista de sus mejores “éxitos” o golpes! Y esta es una lista de recuerdos que no son lo más destacado, porque él quiere robar nuestra gloria y autoridad, y cambiar el fuego de nuestra pasión, por el ardor de la vergüenza. Si te sientes identificado con esta batalla, ruego que esta palabra te anime. Escucha a Dios que te dice: “¡He quitado esa vergüenza y estoy desatando tu brillo!”.
Un remedio inesperado para la vergüenza
Este año, durante nuestro período de Pascua, una frase saltó desde las páginas de la Biblia hacia mí. Eran las palabras de un ángel a las dos Marías que visitaban la tumba vacía donde había estado el cuerpo de Jesús. “No está aquí, porque ha resucitado, como dijo...” (Mateo 28: 6).
Repentinamente, me di cuenta de que estas palabras se aplicaban a mí. Piensa en cómo esta declaración podría afectar a tu propia vida, especialmente cuando la vergüenza intenta colarse, unida a un recuerdo: “No está aquí, porque he resucitado, como dijo Jesús”. Esa vergüenza no puede retenerte. Esta es una de nuestras mayores armas de guerra espiritual, ¡y una de la que no hablamos con suficiente frecuencia!
Pablo les escribe a los efesios: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:4-6).
Por fe, considérate ya resucitado y ascendido con Él. Y al mirar hacia arriba mira a Jesús, tu Libertador. Repentinamente, quitaste tus ojos de ese evento que te causó vergüenza. No estás allí, ese sentimiento o recuerdo no puede retenerte. Y te das cuenta de que es una tumba vacía: una señal de redención
La última señal de libertad
La tumba donde José de Arimatea enterró el cuerpo de Jesús se convirtió en un lugar de gloria, rodeado de ángeles. Ya no estaba allí, pues había resucitado. Y al igual que esa tumba vacía, en Cristo nuestros recuerdos más dolorosos pueden convertirse en señales de gracia. No sólo estaba vacía la tumba, también se habían desocupado las ropas sepulcrales que ataban el cuerpo de Jesús. Permanecieron en la tumba, como prueba de la resurrección.
La vergüenza que una vez te ató no puede retenerte, porque ahora eres libre.
Una declaración poderosa
Romanos 10:11 dice: “Todo
aquel que en Él creyere, no será avergonzado”. Eres el “cualquiera” del que habla Pablo. Cuando levantas la vista y
contemplas a Jesús, ves tu propia historia y tu propio estado.
Así que, cada vez que esos recuerdos de vergüenza vuelven inesperadamente a tu mente, es una oportunidad para declarar: “¡He sido creado por Dios para brillar y ser glorioso! Me identifico con la muerte, la sepultura, la resurrección y la ascensión de Jesucristo. Y por fe en su obra completa, declaro que ya no estoy atado a los efectos de ese evento pasado. Entonces la muerte, el pecado, la vergüenza y el miedo, no pueden alcanzarme ni retenerme, porque la Sangre de Jesús elimina el pecado y la vergüenza para siempre. Así que, vergüenza, ¡vete ahora en el nombre de Jesús!”.
¡El residuo de la vergüenza pasada debe irse!
Lucas registra estas palabras de Zacarías, padre de Juan el Bautista: “… la Aurora (Cristo) nos visitará desde lo alto, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte” (Lucas 1:78-79). Esta es una gran noticia: ninguno de nosotros tiene que esperar a que resplandezca y no necesitamos trabajar para conseguirlo. Porque el llamado de Isaías a “levantarse y resplandecer”, ya se cumplió en Jesús y se cumple actualmente en nosotros.
Recibe el aceite sanador del Espíritu Santo sobre tu corazón y tu mente hoy.
El Señor dice: “En lugar de vergüenza recibirás doble honra…” (Isaías 61:7).
Cada vestigio de la vergüenza pasada está desapareciendo, ¡porque es tu tiempo para levantarte y brillar!
Helen Calder
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