Por Victoria Boyson
“… Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas” (Lucas 22:53).
“Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla” (Juan 1:5).
Recientemente, mientras veía el desarrollo de las noticias, cada reporte era más bizarro que el anterior, porque era como ver una película del fin de los tiempos. Me sentí abrumada, porque parecía muy a menudo que a las tinieblas le resultaba fácil superar a la luz. Se desafiaba y se derribaba un principio moral tras otro, parecía loco, como si no pudiera ser real. Pero es real. Me preguntaba a mí misma, “¿Cuándo terminará? ¿Quién o qué lo detendrá? ¿Nos daremos cuenta del peligro de las tinieblas que entran en nuestro mundo?”.
Las cosas están ocurriendo con tanta velocidad que parece como si no tuviéramos poder para afectar la situación. De hecho, ahora mismo las cosas se echaron a andar en nuestra nación y en el mundo, de tal manera que avanzarán rápidamente hacia el tiempo final de la tribulación. Sin embargo, estas cosas deben ocurrir para concretar el propósito final de Dios para este mundo.
Cristo tiene un plan para nosotros en este mundo, pero su plan quizá no se vea como nosotros visualizamos o deseamos que fuera. Pero hay un plan que debemos abrazar y en el que podemos confiar.
Como puede ver, nuestro Padre ve las cosas de una manera diferente, porque ve el cuadro completo. Él quiere para nosotros mucho más que una buena economía o un buen pasar, quiere que nuestras almas sean rescatadas del infierno por toda la eternidad. Quiere que su Novia camine en poder y autoridad. Quiere la victoria final para nosotros. No digo “comodidad”, sino “victoria”. Esta victoria es como ninguna otra que hayamos visto antes. No hablo de una victoria terrenal, sino algo infinitamente mayor.
Como Cristo, nuestro Reino no es de este mundo. No debemos movernos por lo que vemos en lo natural, tenemos que mantener nuestros ojos en la victoria celestial. Debemos enfocar nuestros corazones en las metas del Espíritu y no aferrarnos a la comodidad de esta realidad terrenal, porque es demasiado temporal. Sólo su Reino es eterno, por eso debemos enfocarnos continuamente en él.
Dios nunca dijo que no habría pruebas
Nuestro Señor no mintió cuando dijo que supliría nuestras necesidades, así como las de un gorrión. Dijo: “No se preocupen por lo que van a comer, beber o vestir” (Lucas 12:22). Estas no son preocupaciones importantes para Él. Preocuparse demasiado por las cosas temporales nos mantiene en ataduras y nos hace vulnerables al enemigo. La única libertad verdadera es “menospreciar nuestra vida, aún hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11). Morir a este mundo es alejarnos del temor y las preocupaciones, para aferrarnos a nuestro Padre celestial con todas nuestras fuerzas. Debemos buscarlo a Él en primer lugar y ver cómo nos cuida y se ocupa de nuestras necesidades (Mateo 6:33).
Dios nunca nos prometió que no tendríamos pruebas, sólo dijo que estaría con nosotros en nuestras pruebas. Él prometió que nunca nos abandonaría o desampararía (Hebreos 13:5). Peleará por nosotros hasta ver su perfecta y hermosa voluntad cumpliéndose en nuestra vida. Nunca se dará por vencido con nosotros. Quizá queramos darnos por vencidos, pero Él no y tampoco permitirá que bajemos los brazos.
Él estará con nosotros a través del fuego y las inundaciones, proveyendo lo necesario y confortándonos con su paz. Aunque el enemigo arrecie, sabemos que nuestro Dios está en control. De hecho, cuanto mayor sea el ataque del enemigo en contra nuestra, más profundo irán nuestras raíces en Cristo y su fuerza.
Por un tiempo, quizá el infierno pueda levantarse en su contra. Pero esto es para cumplir el propósito final de Cristo. Como Él supo que debía perseverar en la hora de tinieblas, la victoria final fue suya. La hora de oscuridad produciría la gloria del cielo en la tierra y la victoria final del cielo. “Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así: Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti” (Juan 17:1).
Cuando fue arrestado, Cristo les dijo a sus captores: “Todos los días estaba con ustedes en el templo, y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.” (Lucas 22:53). Supo que ese era su momento. Pero fue sólo un momento, la victoria final le pertenecía a Cristo. La maldad tendría su momento, pero en ese momento, se cumpliría la voluntad y el propósito de Dios.
Dios está en control y lo hará a su manera. Aunque el enemigo arrecie y parezca que las tinieblas están ganando, no es así. Por un tiempo y por un momento, las tinieblas pueden imponerse, pero cuando vemos lo que Dios puede hacer, aún en el momento de mayor oscuridad, podremos pararnos confiadamente.
Un testimonio de esperanza en el Cielo
El mejor amigo de mi hijo murió en un accidente de tránsito y quedamos devastados y confundidos. La pérdida fue un poco menos dolorosa porque a través de este suceso, el padre del niño conoció a Cristo. Mientras vivía, peleaba constantemente con su padre acerca de Dios, pero a través de la tragedia de su muerte, fue victorioso y su padre le entregó su corazón a Cristo. Esta es la victoria final de significado eterno que nunca se detendrá.
Ahora el amigo de mi hijo está en el cielo regocijándose con su victoria y recordé la canción “mi esperanza está en el cielo”. Una frase dice: “A veces nuestros días más brillantes surgen de nuestras noches más oscuras”.
Jesús advirtió que las tinieblas vendrían y aunque pudieran tomar lo que amamos, no puede tomar nuestro mayor tesoro: nuestra fe en Cristo. Nuestro tesoro no es de este mundo, nuestra esperanza está en el Cielo. Nuestro gozo no está ligado a las cosas temporales porque nuestra paz es eterna. Nuestro gozo es libre, aún en nuestra hora más oscura.
Nuestro brillo
Nuestra adoración es innegablemente poderosa. Cuando desechamos las preocupaciones y rendimos nuestras necesidades a sus pies, danzando ante Él en total y absoluta sumisión, nuestro enemigo enmudece. Cuando la respuesta para cada dificultad que nuestro enemigo nos pueda lanzar es “Jesús es el Señor, Dios está en control”, está atado.
Mientras los ataques del infierno arrecien, no permita que la preocupación tome su lengua, alabe al Señor. ¡Wow! Una vez más, esa es nuestra victoria final. Entonces nuestra hora más oscura se transforma en nuestra mejor hora, donde se desata la gloria sobre la tierra.
“Las naciones verán tu justicia, y todos los reyes tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el Señor mismo te dará. Serás en la mano del Señor como una corona esplendorosa, ¡como una diadema real en la palma de tu Dios!” (Isaías 60:2-3).
Así como las tinieblas tienen su hora, el mundo entrará en desesperación, pero nosotros no. Nos mantendremos fieles, completamente “escondidos con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3). Adoramos a Dios cuando nuestro enemigo espera que nos desmoronemos por el desengaño, la acusación y el odio en contra de nuestro Padre. Pero como la luz vive en nosotros, tenemos esperanza y la victoria final. Mientras la luz del Señor brilla a través de nosotros, las tinieblas la hacen brillar más y más. No podemos ayudarla, es sólo lo que hacemos. Los que conocemos al Señor, irradiaremos su gozo, aún cuando la desesperanza nos rodee.
Qué peculiar es tener gozo en medio de la desesperanza. Cuando todo está perdido, encontramos lo que tenemos en realidad, lo que tiene un valor verdadero para nosotros. “Verás esto y te pondrás radiante de alegría; vibrará tu corazón y se henchirá de gozo; porque te traerán los tesoros del mar, y te llegarán las riquezas de las naciones” (Isaías 60:5).
¡Espere que Dios se mueva! ¡Espere que Él desafíe a las tinieblas! ¡Espere que Él lo use para cambiar el mundo! No estamos atados por el temor, porque Él nos entregó amor, paz y dominio propio (2 Timoteo 1:7). Aún en medio de las tinieblas, tenemos victoria. Las tinieblas vienen por un momento, pero sólo eso. Por el contrario, como creyentes recibimos justicia eterna.
Amados, tomen su mano y afírmense. Él tiene algo para ustedes. Tenemos un Sumo Sacerdote poderoso, Jesús, quien derrotó a nuestro enemigo. Pero necesita saber que su posición en la batalla es estar escondido con Él en Dios. Aunque vea al enemigo furioso en su contra, no temerá. Usted sabe con certeza que ya lo derrotó cuando se afirmó en Cristo.
“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
Victoria Boyson
1 comentario:
Palabras muy sabías, que vemos de paso por las banalidades de este mundo, y no las leemos. Pero una vez repasamos y concentrados apreciamos el poder infinito de Dios !!! Padre, hijo y espíritu Santo!!!.... Excelente Artículo Victoria B. Atte: Marco Aurelio A.S.
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