lunes, 21 de octubre de 2013

“Clamé a Dios: ‘¿Por qué me haces esto?’ y Él respondió...”

Por Bill Yount

clip_image001Sentí que ya no podía soportar mucho tiempo más la prueba dolorosa que estaba atravesando en mi vida. Lleno de frustración, clamé a Dios y le dije: “¿Qué me estás haciendo?”. Su respuesta fue: “¡Estoy sacando al hombre de Dios que está dentro de ti! Yo no provoqué tu dolor, pero lo estoy usando”.

El traumatólogo lo llamó “hombro congelado”. Jesús lo llamó “sano”. Es un músculo cerca del hombro contracturado y me provocaba mucho dolor. El traumatólogo dijo: “Debes estirar tu brazo para liberar ese músculo. Hay seis ejercicios que debes hacer dos veces al día por seis semanas, incluido colgarte de una barra. Debes estirar tu brazo aunque te duela y contar veinte segundos con un dolor insoportable, luego debes volver a repetirlo”. ¡Luego de unos pocos ejercicios pensé que el doctor me estaba haciendo un chiste! Sentía como si me estuvieran arrancando el músculo del brazo.

¿Es un dolor bueno o malo?

También me aconsejó que visitara un masajista. Mientras ella trabajaba sobre el músculo de mi brazo, tuve que comentarle algo: “¡Duele! ¡Eso es muy doloroso!”. Ella me hizo una pregunta: “¿Es un dolor bueno o malo?”. Respondí: “Soy una persona sin dolores”.

Me dijeron que si me quería recuperar rápido, alguien más me tenía que estirar el brazo, porque lo haría más allá de lo que yo mismo podría hacerlo. Pensé, “¿Cuán estúpido es esto?”. Pero en mi desesperación por terminar con este sufrimiento, busqué un terapeuta físico que me estirara el brazo. Me reí porque el dolor era demasiado grande. Le dije al Señor: “¿Me estoy volviendo loco? ¿Por qué me estoy riendo cuando siento el peor dolor de mi vida?”. Su respuesta fue: “¡Esa es tu liberación! ¡La risa es tu liberación!”.

Ahora sé que el dolor puede ser un ingrediente de la risa. Le prometo que si usted siente un dolor que va más allá de las palabras, habrá un momento cuando volverá a reír y aún se sumergirá en la risa de Dios.

Lucas 6:21 dice: Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír.

Hubo un tiempo cuando mi dolor casi detuvo mi ministerio. En un viaje ministerial me sentí tan debilitado por el dolor que tuve que cancelar algunos compromisos. Mi esposa y yo oramos, pero no hubo alivio. Llamé a mis intercesores para que oraran. Uno de ellos me dijo: “Bill, estás en una misión. Dios te envió allí y puedes confiar en Él”. Algo hizo click en mi espíritu. Arrastré mi cuerpo hacia esa reunión. En el momento que me paré a ministrar, el dolor se fue por completo.

Luego de la reunión regresó con una venganza. Peleó conmigo hasta la siguiente reunión, dos días después. Cuando me volví a parar para ministrar, se volvió a retirar y luego me siguió a casa. Como esto ocurría en muchas de las reuniones, algo se despertó en mí. ¡Estoy estirando mis músculos espirituales! Quiero alentarlo. A veces debe caminar a través de algunas circunstancias para llegar al lugar donde está Dios, ¡pero recuerde que está en una misión y el gran Yo Soy lo envió!

clip_image003Músculos espirituales congelados en el Cuerpo de Cristo

Muchas veces siento en mi cuerpo físico lo que está ocurriendo en el Cuerpo de Cristo. Siento que el Señor me está mostrando que existen algunos músculos espirituales congelados en su Cuerpo.

Pude oír al Señor diciéndome: “Necesitas estirar esos músculos. ¡Estíralos hasta que te duela! Muchas de tus sanidades ocurrirán cuando seas estirado por otros. Te estoy estirando en este tiempo para sacarte del congelamiento. Estoy estirando tus brazos más allá de lo que te gusta, para que puedas alcanzar a un mundo lleno de dolor, pecado y quebranto. Estos músculos congelados se descongelarán por el fuego de mi Espíritu, cuando me permitas estirarlos”.

Ser estirados contra viento y marea

Conocí una mujer que su esposo tenía una hemiplejía y había perdido un tercio del cerebro. El doctor le dijo: “Nunca se recuperará y será un vegetal el resto de su vida”. La mujer respondió: “No, porque por las llagas de Jesús mi esposo está sano”. El doctor se sintió preocupado y le dijo: “Creo que no me está tomando seriamente. Llevo treinta años tratando este tipo de casos”. La mujer respondió, “¡Jesús lleva mucho más tiempo sanando a la gente!”. Nueve días después, el hombre salió caminando del hospital completamente sano.

Isaías 10:27 dice: En aquel día esa carga se te quitará de los hombros, y a causa de la gordura se romperá el yugo que llevas en el cuello.

clip_image005Después de varios meses de dolor, las oraciones de muchas personas, los ejercicios de estiramiento y varias sesiones de láser, mi hombro congelado finalmente se liberó. El dolor se fue. Dios volvió a intervenir en mi vida. Sin embargo, pude notar que si no me estiraba, el músculo volvería a congelarse. Esto mismo ocurre en el espíritu.

“Señor, ¡ayúdanos a mantenernos estirados y a permitir que Tú nos estires más allá de nuestro dolor!”.

Bill Yount

(www.elijahlist.com)

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