miércoles, 21 de octubre de 2015

“Visión de la pala dorada”

Por Tiffany Ann Lewis

 

clip_image002Romanos 12:1 dice: Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.

 

“Aquí está mi corazón, Señor. Aquí está mi corazón, Señor. Aquí está mi corazón, Señor. Toma todo de mí…”.

 

Tuve una visión gloriosa del primer templo antiguo en Jerusalén, durante un tiempo de oración, mientras cantaba estas palabras. En la visión estaba parada en la entrada del templo enfrentando el altar de bronce. Toda la corte de Dios estaba ante mí y estaba viva con la adoración. clip_image004Las imágenes cambiaron rápidamente desde una escena a otra y repentinamente el humo que se elevaba desde el altar del sacrificio se apagó y la gente regresó a sus casas. Fue luego cuando en el silencio del patio, pude ver a Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, saliendo del lugar santo con una pala dorada en su mano. Se acercó rápidamente al altar de bronce y recogió las cenizas para llevarlas hacia el lugar santo.

 

La visión terminó tan rápido como comenzó, pero había algo sobre la intensidad que tenía el Señor mientras recogía las cenizas que continuó atrapando mi corazón. Había una protección y una gran ternura en sus acciones. Pude ver que Jesús cuidaba esas cenizas preciosas. Queda claro que Él conoce de primera mano que el altar del sacrificio no siempre es un lugar agradable para estar. En consecuencia, es tierno y se identifica con el dolor del proceso. Sin embargo, es un proceso donde nada se pierde en Jesús. Incluso el dolor chamuscado tiene un propósito. Aun las cenizas tienen un propósito. Jesús estaba llevando las cenizas al lugar santo para hacer algo hermoso desde los corazones que se ofrecieron a Él en fe en el altar del sacrificio. Selah...

 

Jesús recogió nuestras cenizas...

Isaías 61:1a y 3 dice: El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí… a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria.

 

Ahora, sé lo que está pensando… no era una pala dorada la que usaba el sacerdote para llevar las brasas al lugar santo… era una pala de bronce. Aunque esto es verdadero, creo que había una razón por la cual el Señor me mostró una pala dorada en la visión, versus la de bronce de las Escrituras. Permítame explicarle. En las Escrituras el bronce simboliza fuerza, juicio y cautividad. El oro representa la rareza, la pureza y la deidad de Dios. Usar el oro en lugar del bronce revela, creo, lo precioso que son las vidas que le ofrecemos a Él. Quizá esas vidas no sean perfectas o libres de fallas, pero el Señor nunca desprecia un corazón quebrantado y humilde.

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Es probable que esté familiarizado con este Salmo escrito por el rey David, el hombre con un corazón como el de Dios, cuando fue descubierto luego de cometer el pecado horrendo de matar a Urías para cubrir el adulterio que había cometido con su esposa (ver 2 Samuel 11). Lo que David había hecho ofendía al Señor, más no así su arrepentimiento sincero. Creo que su arrepentimiento era precioso para el Señor y la razón más importante, en la visión, por la cual el Señor se presentó con una pala dorada, no una pala fuerte de bronce para juzgar.

 

Muchos creyentes hoy están estancados en su misma vergüenza, sintiendo que el Señor los desprecia por su pecado. En lugar de ser libres por la verdad de Romanos 5:8, donde: Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Están estancados en la “vergüenza de ser los pecadores” por quienes Jesús necesitó morir.

 

Este es el centro de la visión: No había desdén o juicio en el rostro del Señor mientras recogía las cenizas. Había una mirada de gozo y placer mientras recogía las preciosas cenizas que vienen de nuestras vidas rendidas dulcemente sobre el altar del sacrificio ante Él.

 

Amado, rodeando todas esas cenizas de nuestras vidas hay ascuas ardientes que Él lleva hacia el lugar santo y las usa para llevar un aroma dulce hacia Dios desde el altar del incienso. Amén y Amén.

 

Tiffany Ann Lewis

(www.elijahlist.com)

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