Por Graham Cooke
Imagínese conduciendo por ahí una chatarra que tiene que
reparar y arreglar constantemente. El motor está malo. La pintura se está
cayendo. Hace ruidos que no comprende y en realidad, tampoco quiere hacerlo.
Luego imagine a alguien que viene y le dice: “Tengo un auto nuevo para usted. Es el auto
de sus sueños y funciona perfectamente. Pero hay una condición: Si se lo
entrego, debe conducirlo”.
Mientras la trampa se cumple, eso se siente muy bien
Quiero decir, no puede conducir al mismo
tiempo su chatarra vieja y el auto nuevo de sus sueños. Debe escoger uno u
otro. Entonces este extraño (quizá parezca un poco loco), le dirá: “¿Qué te parece
si me entregas las llaves de tu auto viejo y te entrego las llaves del auto
nuevo?”.
¿Ahora se tomará el tiempo para pesar cuidadosamente los “pro”
y los “contra” de la oferta o arrebatará esas llaves de su mano
antes que cambie de parecer? Con un auto, eso tiene sentido. Sabemos cómo
manejar esa oferta. Créalo o no, esta es la misma promesa que nos hace Dios y
la mayoría de nosotros sigue sintiendo algo de vergüenza. Dios quiere que negociemos nuestra vieja vida por una
nueva. Aun así, seguimos intentando conducir ambos autos a la vez.
Dios dice: “Quiero que tengas todo esto. Pero me tienes que entregar
todo lo demás”. Sin embargo, esa
no es la parte más loca. Lo más curioso es que tampoco queremos “todas esas
cosas”. En realidad, Dios nos
hace la mejor oferta. Quiere que entreguemos nuestra vida vieja por la vida que
Él nos ofrece, la vida que tiene para nosotros. Pero parece demasiado bueno
para ser cierto. Nos seguimos preguntando, “¿dónde está la trampa?”. Pero cuando tratamos de vivir desde nuestra
vieja mentalidad, tratando de operar en nuestra nueva manera de pensar,
fallaremos con toda seguridad. No podemos conducir dos vehículos a la vez.
Nos sentiremos inadecuados. Nos sentiremos
inseguros acerca de las cosas del Espíritu. Tendremos stress. Nos sentiremos
preocupados. Nos sentiremos deprimidos y nuestra personalidad se fracturará.
Eso se debe a que estamos tratando de convertir a nuestra chatarra en un auto
nuevo. Estuvimos tratando de hacer las dos cosas a la vez. En realidad no
funciona así.
Todo esto ocurre porque
estábamos operando desde nuestra mentalidad natural. El problema de la
mentalidad natural es que no puede comprender la mente de Dios. El Espíritu
Santo se moverá en oposición absoluta a las prácticas humanas. Dios no es
humano. No opera conforme a nuestra mente racional, entonces no podemos
tratarlo como Él lo hace. Él es divino. Él es completamente diferente. Necesitamos
comprender que su plan es transformarnos como Él.
Nos estamos moviendo
hacia una espiritualidad nueva y regenerada que no puede surgir desde nuestra
antigua mente carnal. Existe un nuevo yo en Cristo, y Cristo está en mi nuevo
yo verdadero. Somos completamente diferentes.
Debemos aprender a ser diferentes
Cuando tratamos de
conducir nuestro vehículo nuevo y el viejo al mismo tiempo, terminaremos
cayendo en religión y legalismo. Tratamos de ganarnos el favor haciendo
nuestros mejores esfuerzos. Luchamos y nos esforzamos para vencer
nosotros mismos, sin darnos cuenta que estábamos muertos y ahora estamos vivos
en Cristo. Somos como los israelitas, quienes luego que Dios los libertara de
la esclavitud en Egipto, asumieron que la cautividad era mejor que la libertad.
Dios quería llevarlos hacia la Tierra Prometida. Extrañaban los días de las “comidas
gratis” que les daban sus amos.
Me parece que muchos cristianos son así,
tratando de hacer la mejor vida posible en Egipto, sin darse cuenta que hay una
Tierra Prometida hacia donde Dios los está llevando. Existen muchas razones
para esto, pero esta es la más importante: “Cuando la mayoría de la gente realmente lee la verdad
del Nuevo Testamento y todo lo que Dios puso a nuestra disposición, el
legalismo en nosotros se siente ofendido”.
Es la misma reacción que usted tiene cuando
recibe un millón de dólares en su mail por ganar la lotería. Ni se le ocurre
tomarlo con seriedad. Incluso se pondría un poco enojado. Sabe que es demasiado
bueno para ser cierto. Sabe que “si es
demasiado bueno como para ser cierto, probablemente sea así”, eso es sabiduría.
Pero en el Cielo la sabiduría es lo opuesto. En el Cielo, si no es demasiado
bueno como para ser cierto, eso no viene de Dios.
Si no es glorioso, si no es maravilloso, si
no es brillante, si no es asombroso, si no nos deja pasmados, si no es
absolutamente desafiante… no es de Dios. Él vino
a darnos una vida que nos dejará pasmado. La única manera de vivir
esta vida en Jesús es estando completamente asombrados y pasmados. Necesitamos tener un sentido de asombro. Por
momentos esto nos hará reír y danzar, a veces nos hará caer de rodillas y
clamar en gratitud absoluta. Si no nos sentimos asombrados, en realidad no lo
atrapamos. Si no nos sentimos absolutamente asombrados, entonces aún no lo hemos
recibido.
Esa es la senda cristiana. Un paso tras otro hacia un
territorio de asombro y sorpresa. Jesús lo describe así en Lucas 5: “Nadie quita un retazo
de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá
rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo.
Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará
reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien,
el vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo
quiere el nuevo, porque dice: ‘El añejo es mejor’”.
No se puede apreciar en español, pero Jesús
está afirmando un punto con las palabras. No está usando la palabra tradicional
para antiguo que es “palai”. Palai
significa antiguo. Algo así como “vintage”. Es
algo bueno de lo antiguo. En lugar de ello, usa la palabra “palaios”, esto implica algo en
desuso que perdió utilidad. Dentro del contexto del vino se pone peor.
Está describiendo a gente que está satisfecha
con el sistema tradicional antiguo. Está describiendo gente que se resiste a
experimentar algo completamente nuevo. Está diciendo que esta mentalidad nos
hace inútiles, inoperantes e irrelevantes para el mundo que nos rodea. El vino
viejo se compara con las formas antiguas. Un vehículo antiguo que Dios no está
interesado en echar a andar solo por unas pocas millas. En lugar de tratar de
hermosear nuestro auto viejo, Dios nos está ofreciendo uno completamente nuevo.
Está poniendo vino nuevo en odres nuevos, ofreciéndonos una vida de propósito y
relevancia. Lo viejo no se puede reparar. Lo viejo no se puede reparar. Lo
viejo pasó y viene lo nuevo.
La única pregunta es,
¿cuánto tiempo más estará tratando de retener lo viejo?
Graham Cooke
(www.elijahlist.com)
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