sábado, 6 de febrero de 2016

“Seriamente, llegó el tiempo para dejar de conducir nuestros vehículos antiguos”

Por Graham Cooke

Imagínese conduciendo por ahí una chatarra que tiene que reparar y arreglar constantemente. El motor está malo. La pintura se está cayendo. Hace ruidos que no comprende y en realidad, tampoco quiere hacerlo. Luego imagine a alguien que viene y le dice: “Tengo un auto nuevo para usted. Es el auto de sus sueños y funciona perfectamente. Pero hay una condición: Si se lo entrego, debe conducirlo”.

Mientras la trampa se cumple, eso se siente muy bien
Quiero decir, no puede conducir al mismo tiempo su chatarra vieja y el auto nuevo de sus sueños. Debe escoger uno u otro. Entonces este extraño (quizá parezca un poco loco), le dirá: “¿Qué te parece si me entregas las llaves de tu auto viejo y te entrego las llaves del auto nuevo?”.  

¿Ahora se tomará el tiempo para pesar cuidadosamente los “pro” y los “contra” de la oferta o arrebatará esas llaves de su mano antes que cambie de parecer? Con un auto, eso tiene sentido. Sabemos cómo manejar esa oferta. Créalo o no, esta es la misma promesa que nos hace Dios y la mayoría de nosotros sigue sintiendo algo de vergüenza. Dios quiere que negociemos nuestra vieja vida por una nueva. Aun así, seguimos intentando conducir ambos autos a la vez.

Dios dice: “Quiero que tengas todo esto. Pero me tienes que entregar todo lo demás”. Sin embargo, esa no es la parte más loca. Lo más curioso es que tampoco queremos “todas esas cosas”. En realidad, Dios nos hace la mejor oferta. Quiere que entreguemos nuestra vida vieja por la vida que Él nos ofrece, la vida que tiene para nosotros. Pero parece demasiado bueno para ser cierto. Nos seguimos preguntando, “¿dónde está la trampa?”. Pero cuando tratamos de vivir desde nuestra vieja mentalidad, tratando de operar en nuestra nueva manera de pensar, fallaremos con toda seguridad. No podemos conducir dos vehículos a la vez.

Nos sentiremos inadecuados. Nos sentiremos inseguros acerca de las cosas del Espíritu. Tendremos stress. Nos sentiremos preocupados. Nos sentiremos deprimidos y nuestra personalidad se fracturará. Eso se debe a que estamos tratando de convertir a nuestra chatarra en un auto nuevo. Estuvimos tratando de hacer las dos cosas a la vez. En realidad no funciona así.

Todo esto ocurre porque estábamos operando desde nuestra mentalidad natural. El problema de la mentalidad natural es que no puede comprender la mente de Dios. El Espíritu Santo se moverá en oposición absoluta a las prácticas humanas. Dios no es humano. No opera conforme a nuestra mente racional, entonces no podemos tratarlo como Él lo hace. Él es divino. Él es completamente diferente. Necesitamos comprender que su plan es transformarnos como Él.

Nos estamos moviendo hacia una espiritualidad nueva y regenerada que no puede surgir desde nuestra antigua mente carnal. Existe un nuevo yo en Cristo, y Cristo está en mi nuevo yo verdadero. Somos completamente diferentes.

Debemos aprender a ser diferentes
Cuando tratamos de conducir nuestro vehículo nuevo y el viejo al mismo tiempo, terminaremos cayendo en religión y legalismo. Tratamos de ganarnos el favor haciendo nuestros mejores esfuerzos. Luchamos y nos esforzamos para vencer nosotros mismos, sin darnos cuenta que estábamos muertos y ahora estamos vivos en Cristo. Somos como los israelitas, quienes luego que Dios los libertara de la esclavitud en Egipto, asumieron que la cautividad era mejor que la libertad. Dios quería llevarlos hacia la Tierra Prometida. Extrañaban los días de las “comidas gratis” que les daban sus amos.
Me parece que muchos cristianos son así, tratando de hacer la mejor vida posible en Egipto, sin darse cuenta que hay una Tierra Prometida hacia donde Dios los está llevando. Existen muchas razones para esto, pero esta es la más importante: “Cuando la mayoría de la gente realmente lee la verdad del Nuevo Testamento y todo lo que Dios puso a nuestra disposición, el legalismo en nosotros se siente ofendido”.

Es la misma reacción que usted tiene cuando recibe un millón de dólares en su mail por ganar la lotería. Ni se le ocurre tomarlo con seriedad. Incluso se pondría un poco enojado. Sabe que es demasiado bueno para ser cierto. Sabe que “si es demasiado bueno como para ser cierto, probablemente sea así”, eso es sabiduría. Pero en el Cielo la sabiduría es lo opuesto. En el Cielo, si no es demasiado bueno como para ser cierto, eso no viene de Dios.

Si no es glorioso, si no es maravilloso, si no es brillante, si no es asombroso, si no nos deja pasmados, si no es absolutamente desafiante… no es de Dios. Él vino a darnos una vida que nos dejará pasmado. La única manera de vivir esta vida en Jesús es estando completamente asombrados y pasmados. Necesitamos tener un sentido de asombro. Por momentos esto nos hará reír y danzar, a veces nos hará caer de rodillas y clamar en gratitud absoluta. Si no nos sentimos asombrados, en realidad no lo atrapamos. Si no nos sentimos absolutamente asombrados, entonces aún no lo hemos recibido.

Esa es la senda cristiana. Un paso tras otro hacia un territorio de asombro y sorpresa. Jesús lo describe así en Lucas 5: Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: ‘El añejo es mejor’.  

No se puede apreciar en español, pero Jesús está afirmando un punto con las palabras. No está usando la palabra tradicional para antiguo que es “palai”. Palai significa antiguo. Algo así como “vintage”. Es algo bueno de lo antiguo. En lugar de ello, usa la palabra “palaios”, esto implica algo en desuso que perdió utilidad. Dentro del contexto del vino se pone peor.

Está describiendo a gente que está satisfecha con el sistema tradicional antiguo. Está describiendo gente que se resiste a experimentar algo completamente nuevo. Está diciendo que esta mentalidad nos hace inútiles, inoperantes e irrelevantes para el mundo que nos rodea. El vino viejo se compara con las formas antiguas. Un vehículo antiguo que Dios no está interesado en echar a andar solo por unas pocas millas. En lugar de tratar de hermosear nuestro auto viejo, Dios nos está ofreciendo uno completamente nuevo. Está poniendo vino nuevo en odres nuevos, ofreciéndonos una vida de propósito y relevancia. Lo viejo no se puede reparar. Lo viejo no se puede reparar. Lo viejo pasó y viene lo nuevo.

La única pregunta es, ¿cuánto tiempo más estará tratando de retener lo viejo?

Graham Cooke

(www.elijahlist.com)

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