Por John Eckhardt
No permita que las actitudes religiosas le roben
sus bendiciones proféticas
Hay muchos pastores que tienen esposas proféticas. Algunos pastores quieren
que sus esposas sean primeras damas que simplemente se vean bien y sonrían. Algunos
pastores no reciben el don que Dios estableció en sus esposas y no les permiten
o les impiden ministrar. Esto es vergonzoso y debe terminar.
No permita que la religión y la tradición mantengan a
las mujeres dentro de una caja. Dios no les entregó el Espíritu Santo a las
mujeres para que se queden sentadas y quietas, siendo ignoradas y retenidas. Los pastores así terminarán en problemas
porque rechazaron el don que Dios estableció en sus vidas para ayudarlos.
Las mujeres proféticas hundirán
la estaca en la cabeza
Esta es una palabra profética que Dios me entregó para las mujeres, usando
el ejemplo de Jael, cuando le enterró un clavo en la cabeza a Sísara. Jueces 4:21 dice: “Pero Jael,
esposa de Héber, tomó una estaca de la carpa y un martillo, y con todo sigilo
se acercó a Sísara, quien agotado por el cansancio dormía profundamente.
Entonces ella le clavó la estaca en la sien y se la atravesó, hasta clavarla en
la tierra. Así murió Sísara”.
Clavar la estaca en la cabeza significa alcanzar el punto preciso, haciendo
o diciendo algo exactamente correcto, ser certero, dar en el blanco, detectar o
exponer (una mentira, un escándalo, etc). Las
mujeres proféticas deben estar listas para “golpear el clavo en la cabeza”. Sus
actos proféticos “darán en el blanco”.
Las hijas de Zelofejad
Las hijas tienen una herencia y también la tienen en el ministerio profético.
Los padres apostólicos activan a las hijas en lo profético y las bendicen. Números 27:1-7
dice: “Noa, Joglá, Milca y Tirsá pertenecían
a los clanes de Manasés hijo de José, pues eran hijas de Zelofejad hijo de
Héfer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés. Las cinco se acercaron
a la entrada de la Tienda de reunión, para hablar con Moisés y el sacerdote
Eleazar, y con los jefes de toda la comunidad. Les dijeron: ‘Nuestro padre
murió sin dejar hijos, pero no por haber participado en la rebelión de Coré
contra el Señor. Murió en el desierto por su propio pecado. ¿Será borrado de su
clan el nombre de nuestro padre por el solo hecho de no haber dejado hijos
varones? Nosotras somos sus hijas. ¡Danos una heredad entre los parientes de
nuestro padre!’. Moisés le presentó al Señor el caso de ellas, y el Señor le
respondió: ‘Lo que piden las hijas de Zelofejad es algo justo, así que debes
darles una propiedad entre los parientes de su padre. Traspásales a ellas la
heredad de su padre’”.
Las hijas de Felipe
Felipe tenía cuatro hijas que profetizaban, como vemos en Hechos 21:9. El
profeta Joel dijo que las hijas profetizarían (Joel 2:28). Había un número de
mujeres en el aposento alto (Hechos 1:14). La manifestación del Espíritu Santo
en el día de Pentecostés abrió la puerta para que las mujeres se involucraran
en el ministerio profético de una manera sin precedentes. Las mujeres ahora profetizaban en un número mucho mayor
que hasta ese momento.
Hechos 2:17 dice: “Sucederá que en los últimos
días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y
las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los
ancianos”.
Miriam
Miriam, la hermana de Moisés, era profeta. En Éxodo 15:20 guio a las mujeres
a danzar para celebrar la victoria de Dios sobre el faraón. También reconoció
haber sido enviada junto a Moisés y Aarón para liberar a Israel de Egipto. Más
adelante jugó un rol prominente en la liberación de Israel de la esclavitud.
Miqueas 6:4 dice: “Yo fui quien te sacó
de Egipto, quien te libró de esa tierra de esclavitud. Yo envié a Moisés, Aarón
y Miriam, para que te dirigieran”.
Huldá
Huldá era una profetiza que fue reconocida por el rey Josías. Cuando el rey
descubrió el libro de la Ley, desgarró sus vestidos y envió hombres a Huldá
para buscar al Señor. Huldá era la cuidadora del guardarropa del rey y le habló
la palabra del Señor al rey sobre el juicio que venía sobre Israel.
2 Crónicas 34:20-23
dice: “… y dio esta orden a Jilquías, a Ajicán hijo
de Safán, a Abdón hijo de Micaías, al cronista Safán y a Asaías, su ministro
personal: Con respecto a lo que dice este libro que se ha encontrado, vayan a
consultar al Señor por mí y por el remanente de Israel y de Judá. Sin duda que
la gran ira del Señor se ha derramado contra nosotros porque nuestros antepasados
no tuvieron en cuenta su palabra, ni actuaron según lo que está escrito en este
libro. Jilquías y los demás comisionados del rey fueron a consultar a la
profetisa Huldá, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa
de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticvá y nieto de
Jarjás. Huldá les contestó: Así dice el Señor, Dios de Israel: Díganle al que
los ha enviado…”.
Débora
Débora era una profetisa nacional y una jueza, una
madre en Israel. Era reconocida sobre todo Israel. La gente venía a ella para
dirimir disputas. El rol de Débora como madre representaba su amor y compasión
por Israel. Las madres también pueden
profetizar.
Jueces 4:4 dice: “En aquel tiempo gobernaba a Israel una profetisa llamada Débora, que
era esposa de Lapidot”.
Jueces 5:7 dice: “Los guerreros de Israel desaparecieron; desaparecieron hasta que yo
me levanté. ¡Yo, Débora, me levanté como una madre en Israel!”.
La esposa de Isaías
El profeta Isaías consideraba a su esposa como una profetisa. Así se demuestra que tanto el esposo como la esposa
pueden ser profetas. Esto edifica un equipo profético fuerte.
Isaías 8:3 dice: “Luego tuve relaciones con la profetisa, y ella concibió y dio a luz
un hijo. Entonces el Señor me dijo: Ponle por nombre Maher Salal Jasbaz”.
Ana
Ana era una profetiza de oración y ayuno. Les habló a todos los que
buscaban la redención y al Mesías. Por medio de su oración y ayuno, ayudó a
preparar el camino para la manifestación del Señor. Oró y ayunó en el templo,
sin apartarse de la casa de Dios. Ana es la
imagen de una profetiza intercesora.
Lucas 2:36-38 dice: “Había también una
profetisa, Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era muy anciana; casada de
joven, había vivido con su esposo siete años, y luego permaneció viuda hasta la
edad de ochenta y cuatro. Nunca salía del templo, sino que día y noche adoraba
a Dios con ayunos y oraciones. Llegando en ese mismo momento, Ana dio gracias a
Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de
Jerusalén”.
Apóstol John Eckhardt
(www.elijahlist.com)
2 comentarios:
Wao alabado sea el señor q palabra poderosa q pasaria si todos estos dones y talentos de todas estas mujeres estuviera en una ? O mejor en cada una de las mujeres gloria al padre 🙌🙌😇
Me encanto
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