martes, 11 de julio de 2017

Pude oír al Señor que decía: “¡Sorpresas, sorpresas, sorpresas!”


Por Bret Wade

El milagro de mi corazón
¿Alguna vez Dios se movió sigilosamente sobre su vida? Estoy hablando de un tiempo donde el Señor hizo algo que usted esperaba, pero en realidad no está seguro cuándo lo hizo. Podría ser un cambio personal, una sanidad para usted o para otro, una apertura financiera o lo que sea. Recientemente encontré un par de cosas sobre el “sigilo” del Señor que fue literalmente amoroso y cercano a mi corazón.

Trasfondo para un milagro
Veintitrés años atrás comencé con problemas cardíacos. No tenía idea de lo que produjo ese cuadro, considerando que en ese momento era joven. Fui diligente en hacerme todos los estudios necesarios. Con los años hubo efectos segundarios catastróficos como resultado de un medicamento que me prescribieron. Esto fue creciendo y me trajo otros problemas de salud importantes que requirieron años para recuperarme.

Quería restauración desde el principio. Usé el bienestar para recuperar mi salud, porque anhelaba estar completamente sano para poder vivir la vida tan activamente como lo deseaba. Perdí esa oportunidad con mis hijos mientras crecían. Si me esforzaba ligeramente, comía una comida o simplemente me levantaba para caminar de una habitación a otra, mi corazón latía demasiado rápido, como si fuera salirse de mi pecho. Aceleraba, tenía extrasístoles y eventualmente tenía dolores en el pecho. Tenía que dejar de hacer lo que estaba realizando para recuperar mi aliento. Tuve que aprender a ajustar mi vida con ello, haciendo cambios en mi estilo de vida. Los médicos solo eran una grúa que me sacaba del pozo.

¿Qué ocurrió?
El medico de mi familia me dijo consistentemente durante un par de años que tenía un soplo cardíaco. Entonces tomé ese signo como una clave para seguir la evolución de las cosas. Me enviaron al Heart Center en el Hospital de Huntsville, Alabama, para hacerme algunos estudios y corroborar que todo estaba bien, mientras me acercaba a mi cumpleaños 55. El día de la cita, mientras iba de camino oré por mi sanidad. Mencioné cada área de mi cuerpo que necesitaba sanidad y finalmente, casi como un pensamiento final, dije: “Padre, ¿sanarías mi corazón?”.

Cuando alcanzamos el pico en la prueba de stress, casi a los once minutos, la enfermera preguntó: “Señor Wade, ¿le duele el pecho?”. Respondí que no y me pregunté por qué no sentía dolor, cuando en ese punto siempre ocurría. No lo había notado hasta que me concentré en eso. Me estuve concentrando en mi respiración y la mantuve caminando en la cinta. Sentí como si estuviera envuelto. No me sentía mal. Y no me dolía en absoluto. En este punto estaba completamente sorprendido.

No sabía qué pensar. Fue como tomar un auto que funcionaba mal y llevárselo al mecánico para que funcione de manera perfecta. Después de todos esos estudios y pruebas me dijeron que todo se veía bien. Parecía que no había razones para preocuparse y la enfermera me llamaría para darme los resultados. Me quedé pensando: “Hummm…”. Mientras tanto miraba mi reloj y decía “gracias”, luego me retiré.

¡Sorpresa!
En el curso de la semana siguiente probé y exigí mi cuerpo para ver si esto nuevo era consistente, antes de dar testimonio. Quería estar seguro y no apresurarme. Todo era diferente, me sentía normal. No me había sentido así en tanto tiempo que me parecía extraño. Seguía observando para ver cómo se sentía estar normal. La semana siguiente recibí un llamado de seguimiento de la enfermera del cardiólogo. Me dijo que todos mis estudios eran normales, sin signos de algo inusual. 

No había bloqueos, las válvulas no eran insuficientes, no había preocupaciones o extrasístoles. Todo estaba dentro del rango normal y el flujo de sangre era grandioso. ¡Era oficial! Tenía la prueba que estaba sano. Dios me había ajustado. Dios me había tocado. No tenía idea que estaba sano hasta que otros me observaron y me lo hicieron notar. ¡Wow! El Señor me sanó y me dio una prueba incuestionable.

¡Milagros y favor!
Luego del diagnóstico todo fue muy surreal durante unos días. Estaba demasiado acostumbrado a esas condiciones de vida. Mientras discutía y evaluaba esto, planteé una pregunta: “¿Por qué Dios escogió hacer esto ahora?”. Tan rápido como pregunté, recibí la respuesta. El Señor dijo: “Te sané ahora para que supieras que te metí en esta transición”. Al otro día escuché al Señor que me decía: “¡Sorpresas! ¡Sorpresas! ¡Sorpresas!”.

Cambiando hacia lo nuevo
Todo estuvo cambiando en mi vida personal y profesional porque el Señor me promovió a través de este proceso de transformación. Junto con los nuevos emprendimientos vienen el temor y la excitación, todas al mismo tiempo y sin remedio. Entonces debemos enfocarnos y arar a través del temor para conectarnos con el fluir de los milagros y el favor de Dios que siguen a nuestra asignación.

Puede resultar un poco oscuro, negativo y temeroso. Esas emociones están ligadas al pasado y al temor al futuro, aunque aún no lo hayamos vivido. Deben ser ignoradas y dejadas a un lado. Para mí, el temor se va luego que me habla el Señor. Me impulsa a avanzar solo por ver las posibilidades de Dios para crear el futuro que estaba viendo y anhelando. Ahora, en lugar de temer a la incertidumbre del futuro, me pregunto qué hará después el Señor. Mi anticipación es la evidencia que se está produciendo una apertura.

¿Qué descubrí?
Primero, la manera como oraba era tan simple y fácil, que para mí no había forma tomar el crédito del milagro por mi elocuencia o con oraciones especiales si lo hubiera querido. Siguiente, el ritmo de Dios es un recordatorio impecable de lo que Él me habló en el 2010 sobre el lugar hacia dónde me estaba guiando, mientras lo obedecía a través del horno. Se dio a conocer a sí mismo con la seguridad que mis pasos estaban ordenados por Él y a su ritmo. Finalmente, removió mis ansiedades acerca de fallar durante un tiempo de establecimiento muy crucial pero pleno.

Trabajar desde el descanso
El Señor quiere que talle el nicho que me habló proféticamente. Requerirá que trabaje desde un lugar de descanso mientras Él hace a través de mí. Veo la oportunidad en medio del desafío y el cambio. Veo que el tiempo es crucial para mí de estar atento y crear lo que Él habla. Estoy excitado y anticipando lo que el Señor hará después.

Su lugar de promesa
Supe que estaba entrando en el cumplimiento de la promesa de Dios para mi vida. ¿Qué le prometió el Señor? Sorpresas en el lugar de su promesa… sea cuales fueran para su vida. Espere las posibilidades invisibles de Dios con expectativa. El Señor lo llevará hasta allí. Permítale que lo guíe.

Hebreos 6:11-12 dice: “Deseamos, sin embargo, que cada uno de ustedes siga mostrando ese mismo empeño hasta la realización final y completa de su esperanza. No sean perezosos; más bien, imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas”.

Bret Wade
(www.elijahlist.com)



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