viernes, 27 de octubre de 2017

“Claves para incrementar nuestro momentum espiritual”


Por John Belt

I. El poder del momentum
1 Corintios 9:24 dice: “¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan”. Todos necesitamos un momentum espiritual en nuestra vida. Dios quiere que nos mantengamos avanzando siempre. ¿Cuál es la otra opción? Retroceder, lo cual no es una opción válida. Dios nos creó para fluir, para estar sincronizados con su río de vida. Mientras encontramos ese lugar de sincronización con su presencia, se crea un momentum en nuestra vida. Necesitamos mantenernos a la ofensiva, cuidando el balón y moviéndonos por todo el campo.

El otro  día estaba observando un partido de football con mis hijos. Un equipo tuvo todo el momentum moviéndose en su dirección hasta que repentinamente trataron el balón con torpeza. El comentarista dijo: “Esto puede cambiar el momentum del manejo del balón para el otro equipo”. En la vida, nadie hace las cosas de manera perfecta. Tampoco Dios tiene alguna falsa expectativa sobre esto, porque nos conoce por dentro y por fuera. En realidad seguiremos aprendiendo siempre en el Señor, caminando en un mayor nivel de sabiduría y creciendo para experimentar ese mayor lugar de victoria. En ese punto nos ayuda la gracia del Señor. La gracia es la habilidad de Dios dentro de nosotros, su influencia divina sobre nuestros corazones y su poder para vivir en lugares celestiales.

II. Manteniendo el curso
El enemigo trata de disminuir o cambiar nuestro momentum sembrando distracciones que nos saquen del curso. Estamos llamados a “mantener el curso”. Dios nos entrega las metas, la visión y los diseños, pero debemos mantener el rumbo. Adán y Eva estaban en un lugar tremendo con Dios, el mejor que se pudiera esperar. Tenían comunión con Dios en el Edén y estaban cubiertos por su gloria. Luego el diablo intervino y los sacó del rumbo apelando a su carne, incluso a sus almas (Génesis 3). Entonces se deslizaron y tomaron el señuelo. Esta historia se repitió una y otra vez, porque la carne pelea constantemente contra el Espíritu.

“Dios está buscando una consistencia en el momentum en nuestras vidas, moviéndonos en la dirección correcta mientras crecemos en nuestro amor hacia Él por vivir en su presencia”

Cuando Jesús dijo que debía ir a la Cruz, Pedro lo reprendió diciendo: “¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás!” (Mateo 16:22). El Señor le respondió: “¡Aléjate de mí, satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres” (Mateo 16:23). Pedro era un seguidor comprometido de Jesús, muy cercano al Señor. Era parte del círculo íntimo de Jesús con Jacobo y Juan. Esto nos muestra que cualquiera puede ser vulnerable a las tácticas del enemigo. Antes que Jesús lo reprendiera, Pedro le había dicho que era el Hijo del Dios Viviente. Rápidamente cambió hacia lo que deseaba el hombre y era completamente opuesto a lo que Dios había planeado. Era la mentalidad carnal que trataba de derribar lo que era del Espíritu. Era el enemigo usando a Pedro para reconvenir a Jesús para que se preservara y se salvara a sí mismo. Podríamos decir que este fue un “gesto de buena disposición”.

El Espíritu Santo y la naturaleza egoísta del hombre siempre estarán en conflicto entre sí. El enemigo quiere sacar a la gente del rumbo con Dios. El diablo sabe que si puede reducirnos a nuestra propia carne, haciendo que seamos lo más importante en nuestra mente y robarnos la realidad de la presencia de Dios, logró tenernos donde él quiere. ¿No es por esto que Jesús nos dice que siempre debemos buscar primero el Reino de Dios y su justicia? (Mateo 6:33). Cuando lo ponemos a Él en primer lugar, todo se acomodará según su voluntad. Cuando somos negligentes en poner al Señor en primer lugar, pondremos allí a cualquier otra cosa o a nosotros mismos. Nuestras almas deben alinearse con el corazón de Dios, caminar por el Espíritu y seguir su voz.

III. Gracia falsificada
Recientemente tuve un sueño donde me mostraban un billete de cinco dólares y podía ver que era una copia o una falsificación. En la simbología profética, el cinco representa a la gracia. Esta era una representación de la gracia falsificada. Hoy se está predicando mucha gracia falsificada. La verdadera gracia nos enseña la sensibilidad hacia el Espíritu Santo, no a contristar al Espíritu (Efesios 4:30). Tito 2:11-14 dice: “En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien”.
La gracia de Dios no está para que asumamos un estilo de vida de pecado. La gracia de Dios nos ofrece perdón cuando confesamos y nos arrepentimos, transformando los deseos de nuestros corazones, cambiándonos desde adentro hacia afuera para hacernos semejantes a Jesús en todo por el poder del Espíritu Santo. A continuación veremos algunos errores de las enseñanzas falsas sobre la gracia (aunque no son todos):

1. La gracia es una licencia para pecar
La gracia de Dios nos es dada para permitirnos habitar en Cristo, crecer en intimidad con Dios y capacitarnos para vivir en victoria sobre el pecado. Judas 1:4 dice: “El problema es que se han infiltrado entre ustedes ciertos individuos que desde hace mucho tiempo han estado señalados para condenación. Son impíos que cambian en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Jesucristo, nuestro único Soberano y Señor”.

2. Es imposible pecar luego que fuimos salvos
Cuando Jesús murió en la Cruz, destruyó la “naturaleza de pecado” donde nos reconocemos “muertos al pecado” por la fe (Romanos 6:6). Aunque seguimos teniendo la habilidad para escoger. Podemos vivir por la carne o experimentar una salvación genuina (Gálatas 5:16-25, 2 Pedro 1:4). 1 Juan 2:1 dice: “Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo”.

Aquí Juan les está escribiendo a los cristianos diciéndoles: “Escribo esto para que no pequen… pero si alguien peca tenemos un Abogado, Jesucristo, para confesarnos y nos perdonará cuando nos arrepintamos” (paráfrasis mía).

3. No necesitamos confesar nuestros pecados después de ser salvos
El apóstol Juan no convalida un estilo de vida de pecado, en lugar de ello afirma que tenemos un Abogado en Jesucristo, por si llegáramos a pecar. Dios está buscando una consistencia de momentum en nuestras vidas cuando nos movemos en la dirección correcta, mientras crecemos en nuestro amor por Dios, viviendo en su presencia. 1 Juan 1:8-10 dice: “Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros”.

4. El Antiguo Testamento ya no es válido
Jesús usó el Antiguo Testamento varias veces para enseñar y usó la Palabra de Dios desde el Antiguo Testamento como un arma contra el diablo cuando fue tentado (Mateo 4:7). El Antiguo Testamento fue la única Biblia para los creyentes hasta que se escribió el Nuevo Testamento. Pablo le decía a Timoteo que todas las Escrituras en el Antiguo Testamento fueron inspiradas por Dios. 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia…”.

5. Los mandamientos perdieron validez
Pablo le dijo a Timoteo que “mandara y enseñara”. Jesús también nos entregó nuevos mandamientos para amarnos. Jesús también nos da mandamientos en Apocalipsis: “Ya que has guardado mi mandato de ser constante, yo por mi parte te guardaré de la hora de tentación, que vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a los que viven en la tierra” (Apocalipsis 3:10).

Necesitamos cargas de verdadera gracia porque no podemos alcanzar la gloria de Dios, incluso en nuestros mejores y más sinceros esfuerzos. Nuestra justicia es como trapos sucios, pero en Cristo somos la justicia de Dios, por su gracia. Necesitamos su gracia para seguirlo, obedecerlo y desearlo por encima de todas las cosas. Cuando pedimos por gracia, el Señor nos entrega esa gracia, pero necesitamos darnos cuenta para qué la necesitamos. La gracia viene sobre un corazón arrepentido que busca a Dios, recibiendo poder para vencer, progreso espiritual y momentum por seguir al Señor.

“Dios nos creó para fluir, para estar sincronizados con su río de vida. Mientras encontramos ese lugar de sincronización con su presencia, hay un momentum que se crea en nuestras vidas

Pasos para recibir la gracia del Señor:
Asuma el pecado por lo que realmente es, arrepiéntase y tome la decisión de cambiar. Pídale perdón a Dios y pida la ayuda del Espíritu Santo para vencer y cambiar. Pídale al Señor que llene su corazón con el Espíritu Santo y su gracia para poder oír su voz mientras lo seguimos. Cuando reconocemos las cargas y el pecado, somos capaces de removerlo de nuestras vidas. Esto provocará un momentum espiritual donde podemos comenzar a hacer progresos en nuestra búsqueda de Dios y en el cumplimiento de nuestro propósito en Él. Hebreos 12:1-2 dice: “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios”.

IV. La ruta del Espíritu Santo
Mientras continuamos buscando al Señor también debemos aprender a ser dependientes del Espíritu Santo. La razón por la cual Jesús les dijo a sus discípulos que esperaran en Jerusalén al Espíritu Santo, es que no quería que fueran testigos para Él, fuera del lugar de dependencia con el Espíritu (Lucas 24:49). Salmo 29:2 dice: “Tributen al Señor la gloria que merece su nombre; póstrense ante el Señor en su santuario majestuoso”.

La santidad es hermosa para Dios y se define como una vida apartada para Él. Fuera del Espíritu Santo esto es imposible. Él es quien viene a nuestro interior para manifestar su gracia, su paz y su amor, y la plenitud del fruto de su Espíritu. La razón por la cual se llama Espíritu Santo, es porque provoca la santidad en nuestro interior. La santidad no es algo que creamos alterando cosas en nuestra vida exterior (hábitos, vestimenta, etc). Ocurre desde adentro por el poder del Espíritu Santo. Debido a esto, a través del proceso también ocurre la transformación.

La razón por la cual vino Jesús fue para restaurar lo que se había perdido en el Edén (literalmente el “Jardín de los placeres”), nuestra intimidad con Dios. Nos desea tanto que envió a su Hijo y a su Espíritu Santo para restaurar nuestra intimidad con Él. Esta vida interior de devoción hacia Dios, por medio del Espíritu Santo, transformará los deseos de nuestro corazón. A través de este estilo de vida más íntimo con Dios, muere el viejo camino de la vida de pecado. Por medio del Espíritu hacemos morir las obras de la carne. Romanos 8:13 dice: “Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán”.

Dios no quiere que vivamos una vida guiada por la carne sino por el Espíritu Santo. El enemigo tratará de alimentar nuestra naturaleza egoísta para mantenernos a un lado y sacarnos de curso en nuestro caminar con Dios. Las buenas noticias son que Dios no solo nos invitó, nos habilitó por “su gracia” para vivir por el Espíritu Santo. Cuando vivimos por el Espíritu Santo no hay condenación, vergüenza o culpa, hay una conciencia clara a través de la sangre de Cristo (Romanos 8:1). Hebreos 9:14 dice: “Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente!”.
                                                                
Por eso las Escrituras dicen: “Los hijos de Dios caminan por el Espíritu” (Romanos 8:14). Este es el lugar de madurez espiritual donde el “yo” perdió el trono en nuestra vida. Una vez más, esto no significa que somos perfectos y no cometemos errores. Esto significa que el tema principal de nuestra vida es pintar un hermoso retrato de nuestra búsqueda de Dios por una vida rendida al Espíritu Santo. Encuentre el momentum en su vida a través de la búsqueda de su presencia, busque a Dios. Entre en intimidad con Dios para conocerlo. Jesús dijo que es lo “único” que nadie nos podrá quitar (Lucas 10:42).

Usted dedicará la mayor cantidad de tiempo a lo que más ama y a ello le rendirá su adoración. Debe darle ese lugar a Dios porque es el único que vale la pena.

John y Brandi Belt
(www.elijahlist.com)


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