Por John Belt
1 Corintios 9:24 dice: “¿No saben que en
una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio?
Corran, pues, de tal modo que lo obtengan”. Todos necesitamos un momentum espiritual en nuestra vida. Dios quiere que
nos mantengamos avanzando siempre. ¿Cuál es la otra opción? Retroceder, lo cual
no es una opción válida. Dios nos creó para
fluir, para estar sincronizados con su río de vida. Mientras encontramos ese
lugar de sincronización con su presencia, se crea un momentum en nuestra vida. Necesitamos
mantenernos a la ofensiva, cuidando el balón y moviéndonos por todo el campo.
El otro día estaba observando un partido de football
con mis hijos. Un equipo tuvo todo el momentum moviéndose en su dirección hasta
que repentinamente trataron el balón con torpeza. El comentarista dijo: “Esto puede
cambiar el momentum del manejo del balón para el otro equipo”. En la vida, nadie hace las cosas de manera
perfecta. Tampoco Dios tiene alguna falsa expectativa sobre esto, porque nos
conoce por dentro y por fuera. En realidad seguiremos aprendiendo siempre en el
Señor, caminando en un mayor nivel de sabiduría y creciendo para experimentar
ese mayor lugar de victoria. En ese punto nos ayuda la gracia del Señor. La gracia es la habilidad de Dios dentro de nosotros, su
influencia divina sobre nuestros corazones y su poder para vivir en lugares
celestiales.
II. Manteniendo
el curso
El enemigo
trata de disminuir o cambiar nuestro momentum sembrando distracciones que nos
saquen del curso. Estamos llamados a “mantener el curso”. Dios nos entrega las
metas, la visión y los diseños, pero debemos mantener el rumbo. Adán y Eva
estaban en un lugar tremendo con Dios, el mejor que se pudiera esperar. Tenían
comunión con Dios en el Edén y estaban cubiertos por su gloria. Luego el diablo
intervino y los sacó del rumbo apelando a su carne, incluso a sus almas (Génesis
3). Entonces se deslizaron y tomaron el señuelo. Esta historia se repitió una y
otra vez, porque la carne pelea constantemente contra el Espíritu.
“Dios está buscando una consistencia
en el momentum en nuestras vidas, moviéndonos en la dirección correcta mientras
crecemos en nuestro amor hacia Él por vivir en su presencia”
Cuando Jesús
dijo que debía ir a la Cruz, Pedro lo reprendió diciendo: “¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te
sucederá jamás!” (Mateo 16:22). El
Señor le respondió: “¡Aléjate de mí, satanás! Quieres hacerme tropezar; no
piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres” (Mateo 16:23). Pedro era un seguidor comprometido
de Jesús, muy cercano al Señor. Era parte del círculo íntimo de Jesús con
Jacobo y Juan. Esto nos muestra que cualquiera puede ser vulnerable a las
tácticas del enemigo. Antes que Jesús lo reprendiera, Pedro le había dicho que
era el Hijo del Dios Viviente. Rápidamente cambió hacia lo que deseaba el
hombre y era completamente opuesto a lo que Dios había planeado. Era la
mentalidad carnal que trataba de derribar lo que era del Espíritu. Era el
enemigo usando a Pedro para reconvenir a Jesús para que se preservara y se
salvara a sí mismo. Podríamos decir que este fue un “gesto de buena disposición”.
El Espíritu
Santo y la naturaleza egoísta del hombre siempre estarán en conflicto entre sí.
El enemigo quiere sacar a la gente del rumbo con Dios. El diablo sabe que si
puede reducirnos a nuestra propia carne, haciendo que seamos lo más importante
en nuestra mente y robarnos la realidad de la presencia de Dios, logró tenernos
donde él quiere. ¿No es por esto que Jesús nos dice que siempre debemos buscar
primero el Reino de Dios y su justicia? (Mateo 6:33). Cuando lo ponemos a Él en
primer lugar, todo se acomodará según su voluntad. Cuando somos negligentes en
poner al Señor en primer lugar, pondremos allí a cualquier otra cosa o a
nosotros mismos. Nuestras almas deben
alinearse con el corazón de Dios, caminar por el Espíritu y seguir su voz.
III. Gracia
falsificada
Recientemente
tuve un sueño donde me mostraban un billete de cinco dólares y podía ver que
era una copia o una falsificación. En la simbología profética, el cinco
representa a la gracia. Esta era una representación de la gracia falsificada.
Hoy se está predicando mucha gracia falsificada. La verdadera gracia nos enseña
la sensibilidad hacia el Espíritu Santo, no a contristar al Espíritu (Efesios
4:30). Tito 2:11-14
dice: “En
verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae
salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así
podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras
aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran
Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda
maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien”.
La gracia de
Dios no está para que asumamos un estilo de vida de pecado. La gracia de Dios
nos ofrece perdón cuando confesamos y nos arrepentimos, transformando los
deseos de nuestros corazones, cambiándonos desde adentro hacia afuera para
hacernos semejantes a Jesús en todo por el poder del Espíritu Santo. A
continuación veremos algunos errores de las enseñanzas falsas sobre la gracia (aunque
no son todos):
1.
La gracia es una licencia para pecar
La gracia de
Dios nos es dada para permitirnos habitar en Cristo, crecer en intimidad con
Dios y capacitarnos para vivir en victoria sobre el pecado. Judas 1:4 dice: “El problema es
que se han infiltrado entre ustedes ciertos individuos que desde hace mucho
tiempo han estado señalados para condenación. Son impíos que cambian en
libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Jesucristo, nuestro único
Soberano y Señor”.
2.
Es imposible pecar luego que fuimos salvos
Cuando Jesús
murió en la Cruz, destruyó la “naturaleza de pecado”
donde nos reconocemos “muertos al pecado”
por la fe (Romanos 6:6). Aunque seguimos teniendo la habilidad para
escoger. Podemos vivir por la carne o experimentar una salvación genuina
(Gálatas 5:16-25, 2 Pedro 1:4). 1 Juan 2:1 dice: “Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero
si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo”.
Aquí Juan les está
escribiendo a los cristianos diciéndoles: “Escribo esto para que no pequen… pero si alguien peca
tenemos un Abogado, Jesucristo, para confesarnos y nos perdonará cuando nos
arrepintamos” (paráfrasis mía).
3.
No necesitamos confesar nuestros pecados después de ser salvos
El apóstol Juan
no convalida un estilo de vida de pecado, en lugar de ello afirma que tenemos
un Abogado en Jesucristo, por si llegáramos a pecar. Dios está buscando una
consistencia de momentum en nuestras vidas cuando nos movemos en la dirección
correcta, mientras crecemos en nuestro amor por Dios, viviendo en su presencia.
1 Juan 1:8-10 dice: “Si afirmamos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos
nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará
de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por
mentiroso y su palabra no habita en nosotros”.
4.
El Antiguo Testamento ya no es válido
Jesús usó el Antiguo
Testamento varias veces para enseñar y usó la Palabra de Dios desde el Antiguo
Testamento como un arma contra el diablo cuando fue tentado (Mateo 4:7). El
Antiguo Testamento fue la única Biblia para los creyentes hasta que se escribió
el Nuevo Testamento. Pablo le decía a Timoteo que todas las Escrituras en el
Antiguo Testamento fueron inspiradas por Dios. 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y
útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la
justicia…”.
5.
Los mandamientos perdieron validez
Pablo le dijo a
Timoteo que “mandara
y enseñara”. Jesús también nos
entregó nuevos mandamientos para amarnos. Jesús también nos da mandamientos en
Apocalipsis: “Ya que has guardado mi mandato de ser constante,
yo por mi parte te guardaré de la hora de tentación, que vendrá sobre el mundo
entero para poner a prueba a los que viven en la tierra” (Apocalipsis 3:10).
Necesitamos
cargas de verdadera gracia porque no podemos alcanzar la gloria de Dios,
incluso en nuestros mejores y más sinceros esfuerzos. Nuestra justicia es como
trapos sucios, pero en Cristo somos la justicia de Dios, por su gracia.
Necesitamos su gracia para seguirlo, obedecerlo y desearlo por encima de todas
las cosas. Cuando pedimos por gracia, el
Señor nos entrega esa gracia, pero necesitamos darnos cuenta para qué la
necesitamos. La gracia viene sobre un corazón arrepentido que busca a Dios,
recibiendo poder para vencer, progreso espiritual y momentum por seguir al Señor.
“Dios nos creó para fluir,
para estar sincronizados con su río de vida. Mientras encontramos ese lugar de
sincronización con su presencia, hay un momentum que se crea en nuestras vidas
Pasos para
recibir la gracia del Señor:
Asuma
el pecado por lo que realmente es, arrepiéntase y tome la decisión de cambiar. Pídale perdón a Dios y pida la ayuda
del Espíritu Santo para vencer y cambiar. Pídale al Señor que llene su corazón
con el Espíritu Santo y su gracia para poder oír su voz mientras lo seguimos. Cuando
reconocemos las cargas y el pecado, somos capaces de removerlo de nuestras
vidas. Esto provocará un momentum espiritual donde podemos comenzar a hacer
progresos en nuestra búsqueda de Dios y en el cumplimiento de nuestro propósito
en Él. Hebreos 12:1-2
dice: “Por tanto,
también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos,
despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia,
y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la
mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo
que le esperaba soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba
y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios”.
IV. La ruta
del Espíritu Santo
Mientras continuamos buscando al Señor también debemos aprender a ser
dependientes del Espíritu Santo. La razón por la cual Jesús les dijo a sus
discípulos que esperaran en Jerusalén al Espíritu Santo, es que no quería que
fueran testigos para Él, fuera del lugar de dependencia con el Espíritu (Lucas
24:49). Salmo 29:2 dice: “Tributen al Señor la gloria que merece su
nombre; póstrense ante el Señor en su santuario majestuoso”.
La santidad es hermosa
para Dios y se define como una vida apartada para Él. Fuera del Espíritu Santo
esto es imposible. Él es quien viene a nuestro interior para manifestar su
gracia, su paz y su amor, y la plenitud del fruto de su Espíritu. La razón
por la cual se llama Espíritu Santo, es porque provoca la santidad en nuestro
interior. La santidad no es algo que creamos alterando cosas en nuestra vida
exterior (hábitos, vestimenta, etc). Ocurre desde adentro por el poder del Espíritu Santo. Debido a esto, a través del proceso también ocurre la transformación.
La razón por la
cual vino Jesús fue para restaurar lo que se había perdido en el Edén
(literalmente el “Jardín de los placeres”), nuestra intimidad con Dios. Nos
desea tanto que envió a su Hijo y a su Espíritu Santo para restaurar nuestra
intimidad con Él. Esta vida interior de devoción
hacia Dios, por medio del Espíritu Santo, transformará los deseos de nuestro
corazón. A través de este estilo de vida más íntimo con Dios, muere
el viejo camino de la vida de pecado. Por medio del Espíritu hacemos morir las
obras de la carne. Romanos
8:13 dice: “Porque
si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan
muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán”.
Dios no quiere
que vivamos una vida guiada por la carne sino por el Espíritu Santo. El enemigo
tratará de alimentar nuestra naturaleza egoísta para mantenernos a un lado y
sacarnos de curso en nuestro caminar con Dios. Las
buenas noticias son que Dios no solo nos invitó, nos habilitó por “su gracia”
para vivir por el Espíritu Santo. Cuando
vivimos por el Espíritu Santo no hay condenación, vergüenza o culpa, hay una
conciencia clara a través de la sangre de Cristo (Romanos 8:1). Hebreos 9:14 dice: “Si esto es así, ¡cuánto más
la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha
a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a
fin de que sirvamos al Dios viviente!”.
Por eso las
Escrituras dicen: “Los hijos de Dios caminan por el Espíritu” (Romanos
8:14). Este es el lugar de
madurez espiritual donde el “yo” perdió
el trono en nuestra vida. Una vez más, esto no significa que somos perfectos y
no cometemos errores. Esto significa que el
tema principal de nuestra vida es pintar un hermoso retrato de nuestra búsqueda
de Dios por una vida rendida al Espíritu Santo. Encuentre el momentum
en su vida a través de la búsqueda de su presencia, busque a Dios. Entre en intimidad con Dios para conocerlo. Jesús dijo que es lo “único” que
nadie nos podrá quitar (Lucas 10:42).
Usted dedicará
la mayor cantidad de tiempo a lo que más ama y a ello le rendirá su adoración. Debe
darle ese lugar a Dios porque es el único que vale la pena.
John y Brandi Belt
(www.elijahlist.com)
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