Por James W. Goll
¿Debemos establecer
condiciones preliminares para que las promesas proféticas de Dios se liberen?
¿Existen cosas que los creyentes pueden hacer para acelerar el propósito de
Dios? ¿Las cláusulas requieren la respuesta del hombre o todo está
predeterminado de manera soberana? Estas preguntas han sido debatidas a lo
largo de la historia del pueblo judío y la historia de la Iglesia, afectando la
cosmovisión de la gente y resultando en aplicaciones prácticas en casi todas
las áreas de la vida.
¿Cómo se pueden
salvar los perdidos? ¿Son los Arminianos o los Calvinistas? ¿Es el libre
albedrío o una elección divina? Las ideas tienen consecuencias. Lo que creemos
acerca de estas cosas finalmente determinarán nuestras acciones, para bien o
para mal. Entonces, ¿qué rol debemos jugar en el
avivamiento y en los movimientos del Espíritu Santo? ¿Puede un hombre mover el
corazón de Dios?
Lecciones del estanque de Betesda
Juan 5:2-5 dice: “Había allí, junto
a la puerta de las Ovejas, un estanque rodeado de cinco pórticos, cuyo nombre
en arameo es Betzatá. En esos pórticos se hallaban tendidos muchos enfermos,
ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos se encontraba un hombre inválido que
llevaba enfermo treinta y ocho años”.
“La oración profética
siempre precede a un avivamiento y a la lluvia postrera pesada de Dios”
Este pasaje describe
cómo hubo actividad sobrenatural del Espíritu Santo en determinados tiempos que
cambiaron la atmósfera desde lo natural hacia lo sobrenatural. Entre estas
estaciones estratégicas, siempre hubo un tiempo de prueba. Ciertamente esto
también parece ser así en nuestra vida.
Nuestra manera de responder en tiempos de espera es crítica. ¿Nos sentiremos frustrados y nos
moveremos en la duda y la incredulidad? ¿Bajaremos la barra de nuestras
expectativas para evitar decepcionarnos? ¿Arrojaremos nuestras promesas
proféticas en una pila etiquetada como “la voluntad providencial de Dios?”. ¿Asumiremos
una falsa responsabilidad, actuando como si todo el resultado dependiera de
nuestro desempeño? ¿Miraremos con ojos diferentes y veremos la espera como una
invitación divina para perseverar por algo más?
Como lo veo, parece
que hay un periodo de tiempo, una oportunidad que Dios nos da durante la espera,
para que desarrollemos niveles de desesperación tan elevados, que transfomarán
nuestra frustración en hambre por Él. Correctamente expresada, el hambre se transforma
en un clamor al Señor, una forma de intercesión que llama el cumplimiento de
las promesas proféticas. El hambre se convierte en un imán que atrae la
actividad sobrenatural del Espíritu Santo para que invada la dimensión natural.
Cada circunstancia está sujeta a cambio y Dios invita al hombre a
co-laborar (pujar) con Él para dar a luz un nuevo amanecer, un nuevo día y un
nuevo comienzo, ¡donde los destinos proféticos se desatan y las respuestas
finalmente se manifiestan! Estos tiempos con frecuencia se denominan
avivamientos, despertares, renuevos o derrames, tanto para los individuos como
para las ciudades y las naciones enteras.
Juan 5:6-8 dice: “Cuando Jesús lo
vio allí, tirado en el suelo, y se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar
así, le preguntó: ¿Quieres quedar sano? Señor, respondió, no tengo a nadie que
me meta en el estanque mientras se agita el agua, y cuando trato de hacerlo,
otro se mete antes. Levántate, recoge tu camilla y anda, le contestó Jesús”.
Uno mayor a un ángel vino y declaró que la espera se había terminado y
había llegado un nuevo período de tiempo, no solo una nueva estación. Luego
todo cambió, y todo cambia hoy cuando Jesús, el Mesías, entra en escena. Ya no
miramos las limitaciones del hombre sino el poder ilimitado del Hijo de Dios.
Entonces, ¿cuál es
nuestro rol en este proceso de cumplimiento de promesas proféticas? ¡El hambre expresa un corazón que clama en
oración! Muchos
de nuestros antepasados experimentaron el fruto de esta conexión entre la
intercesión y un derrame del Espíritu Santo. Debemos seguir clamando para el
Espíritu Santo se desate en el estanque de nuestras vidas y traiga una
visitación poderosa.
Citas famosas de oración y avivamiento
• Charles Finney, evangelista
con énfasis en el fuego: “El avivamiento no es más milagroso que un racimo de
trigo. El avivamiento viene desde el Cielo cuando las almas heroicas entran en
el conflicto determinados a ganar o morir”.
• Matthew Henry,
comentarista y maestro: “Cuando Dios quiere derramar una gran misericordia sobre
su pueblo, primero los llama a orar”.
• Leonard Ravenhill,
intercesor de avivamientos: “En el mostrador de Dios no hay días de rebaja, porque el
precio de un avivamiento siempre es el mismo: Pujar”.
• E.M. Bounds, pastor
y maestro de oración: “La cualidad luchadora de la oración inoportuna no brota
de la vehemencia física o de la energía carnal. No es un impulso de energía, ni
una mera falta de respeto del alma. Es una fuerza forjada, una facultad
implantada y elevada por el Espíritu Santo. Virtualmente, es la intercesión del
Espíritu Santo en nosotros”.
• Jesucristo el
Señor, el ejemplo supremo: Mateo 11:12 dice: “… el Reino de los cielos ha venido avanzando contra
viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él”.
“El hambre viene a ser como
un imán que atrae la manifestación de la actividad sobrenatural del Espíritu
Santo para que invada la dimensión natural”
Como en los días de Elías
Las Escrituras están
repletas de ejemplos de lo que ocurre cuando la frustración de la espera se
transforma en el hambre que se convierte en intercesión. Pero uno de los
ejemplos más vívidos surge de la vida de Elías.
1 Reyes 18:41-46 dice: “Entonces Elías le
dijo a Acab: Anda a tu casa, y come y bebe, porque ya se oye el ruido de un
torrentoso aguacero. Acab se fue a comer y beber, pero Elías subió a la cumbre
del Carmelo, se inclinó hasta el suelo y puso el rostro entre las rodillas. Ve
y mira hacia el mar, le ordenó a su criado. El criado fue y miró, y dijo: No se
ve nada. Siete veces le ordenó Elías que fuera a ver, y la séptima vez el
criado le informó: Desde el mar viene subiendo una nube. Es tan pequeña como
una mano. Entonces Elías le ordenó: Ve y dile a Acab: ‘Engancha el carro y vete
antes de que la lluvia te detenga’. Las nubes fueron oscureciendo el cielo;
luego se levantó el viento y se desató una fuerte lluvia. Pero Acab se fue en
su carro hacia Jezrel. Entonces el poder del Señor vino sobre Elías, quien
ajustándose el manto con el cinturón, echó a correr y llegó a Jezrel antes que
Acab”.
Descripción de los tiempos: Hubo un tiempo prolongado de desesperación, esterilidad, sequía y
desolación en la tierra. Durante tres años y medio no había llovido. Elías fue
cautivado por una visión profética y declaró: “Puedo oír el sonido de una lluvia pesada”.
Una respuesta a los tiempos: En este tiempo, Elías se estaba moviendo más por la dimensión invisible que
por el plano natural. ¡Estaba fijo en el sonido sobrenatural de una lluvia que
caía! Eso se llama avivamiento, porque pudo oír el sonido de Dios. El profeta
de Dios declaró que venía el cambio y envió a su siervo siete veces a ver lo
que estaba ocurriendo. Inicialmente, el siervo no vio nada inusual en lo
natural, excepto que cuando regresó para dar su reporte, vio a Elías postrado
en tierra con su rostro entre sus rodillas.
¿Qué estaba haciendo Elías? En humildad y
desesperación, Elías se encontraba en su lugar de alumbramiento, postrado sobre
las promesas proféticas de Dios. Era un acto de desesperación. Era un acto de
oración. Había encontrado las condiciones para desatar el destino divino.
¿Cuál fue el resultado? Hubo pequeños comienzos de
una nube oscura que podía ser obviada con facilidad. Pero Elías persistió
porque había llegado el final del tiempo y esa sequía se había terminado, para
dar inicio a una nueva temporada. ¡Era el tiempo de la lluvia torrencial!
Hoy debemos aprender de aquellos que nos precedieron y no descorazonarnos.
Nuestros corazones deben consumirse por una visión profética del propósito
mayor de Dios para nuestra generación y más allá.
La oración profética
siempre precede al avivamiento y al día de la lluvia torrencial tardía de Dios.
Él siempre le hace al hombre una invitación para involucrarse en su proceso a
través de la oración. Estas lecciones son verdaderas en las Escrituras, en la
historia del pueblo Judío y en la historia de la Iglesia, y también en mi
experiencia personal. Dios no hace nada sino por medio de la oración y todo
ocurre por medio de ella. La oración profética precede a las promesas
proféticas, ¡así es como el hombre mueve el corazón de Dios!
Oremos con hambre y
desesperación,
Dr. James W. Goll
(www.elijahlist.com)
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