Por Francis Frangipane
Así como existen fundaciones que se deben
cavar para levantar edificios, existen fundaciones espirituales sobre las que
debemos edificar una vida espiritual estable. Si nuestras
fundaciones fueran destruidas o si tratamos de edificar sobre un fundamento
incompleto, en ese nivel hemos comprometido nuestra habilidad para afirmarnos
durante las tormentas de la vida.
Conocí muchas
personas que podían profetizar, orar por los enfermos o cantar hermoso en la
congregación, pero interiormente sus vidas espirituales eran inestables. Ni
bien se levantaban las dificultades, terminaban apartados. ¿Por qué? Porque así de “unidos” como
parecían, habían perdido algo de su fundamento interior. Se derrumbaron durante
la tormenta.
Jesús lo expresó así:
Lucas 6:47-48 dice: “Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las
hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar
una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una
inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover,
porque estaba fundada sobre la roca”.
La pregunta no es
si “vendrá” una tormenta, sino cuando
ocurrirá. Las tormentas son parte de la vida. Todos las experimentaremos. La
vida transcurre desde la calma y la paz hacia estallidos de turbulencia y
adversidad. Una casa puede permanecer en pie durante estos tiempos, solo
si fue bien edificada.
Jesús está
diciendo que nuestra “casa”
representa nuestra vida espiritual y al edificar esta vida, el fundamento es la
parte más importante de la estructura. Todo lo demás que edificamos, sea en el
ministerio, en los dones o en el llamado, será sobre el fundamento oculto
establecido por Cristo.
El problema se
agrava porque no puede edificar su casa durante una tormenta. Su casa se debe
edificar antes que venga la tormenta. Por tanto, Jesús concluyó su advertencia:
Lucas 6:49 dice: “Mas
el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra,
sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue
grande la ruina de aquella casa”.
Me estremezco
cuando recuerdo a muchas personas (eso sí, buenas personas), cuyas casas “colapsaron” ante la tormenta de la tentación
o la adversidad. Cuán ciertas son las palabras del Salvador: “… y la ruina de sus casas fue grande”.
Vienen las tormentas
Como padre espiritual, estoy preocupado sobre
la Iglesia. Las personas están orgullosas cuando sus vidas son
desestructuradas, como si la “indisciplina” fuera un sinónimo de “humildad”. ¿Puedo hablar cándidamente? Pienso que Dios no
define a la “indisiciplina” como una forma de humildad, sino como una forma de
desobediencia.
No me volví
legalista; nos estoy llamando a la obediencia. En su Gran Comisión, Jesús le
dijo a la Iglesia que debía hacer discípulos “que
obedecieran todo” lo que Él les “ordenó” a los primeros discípulos (Mateo 28:20). Sí, hay
un tiempo cuando el pueblo necesita ser amado y sanado. Sin embargo, hay otro
tiempo cuando necesitamos responder al amor de Dios. En realidad, ¡es su amor
que quiere reedificar nuestras vidas sobre un fundamento que puede resistir las
batallas y ser victoriosos!
Específicamente,
¿qué quiero decir cuando hablo de fundamentos espirituales? Las antiguas
actitudes deben ser removidas de nuestras almas y reemplazadas por actitudes
estructuradas a la imagen de Cristo. La confianza en nosotros mismos debe
convertirse en una confianza establecida completamente en Cristo. Debemos
arrancar el orgullo, para establecer la verdadera humildad.
Las
preocupaciones, el temor y el pecado se deben ir, para que sea establecida la
oración. Como puede ver, Dios nos llama a caminar como redentores, conformando
nuestras vidas según el ejemplo de Cristo. Detrás de estos trazos podremos
unirnos funcionalmente a otros cristianos en nuestras ciudades para ser “una morada de Dios en el Espíritu” (Efesios
2:22).
Estoy hablando de
tener mucho más que las doctrinas correctas. Estoy hablando de las actitudes
correctas, la visión bíblicamente correcta y la fe teológicamente precisa, para
que podamos revelarle la vida de Cristo al mundo que nos rodea y vive en
tinieblas.
La visión de ser
como Cristo debería ser el enfoque del liderazgo y las congregaciones. Este ha
sido el propósito del Padre desde el principio del tiempo y permanece como su
meta inamovible al final de los tiempos (ver Génesis 1:26-27; Romanos 8:28-29).
Si edificamos
sobre los fundamentos de Cristo, ciertamente nos encontraremos firmes ante la
tormenta.
Francis Frangipane
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