miércoles, 17 de marzo de 2021

“Puse una Puerta abierta delante de ti”

 

Por Diane Lake

Apocalipsis 3:8 dice: “Conozco tus obras. Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar”.

Quizá recuerde el programa de juegos “Hagamos un trato”. Hay que ser de mi época para recordarlo. Hubo remakes del programa, pero el original se emitió entre 1963 y 1976. En la mayoría de los juegos, los concursantes tenían que decidir si se quedaban con una cantidad en efectivo o cambiaban por lo que había detrás de la puerta número 1, 2 o 3, sin saber qué había detrás de esa puerta.

Últimamente el Señor me habló mucho de las puertas. Las puertas pueden representar decisión, oportunidad y expectativa. Veo tres puertas reflejadas en las Escrituras y una en particular que está abierta ante nosotros hoy.

Puerta número uno

Llamo a la puerta número 1 “Pecado” o “Muerte”. Esta puerta se menciona en Génesis 4, en el contexto donde Dios no aprobó el sacrificio de Caín. Una vez, cuando mi hijo menor regresó de la clase de la escuela dominical, le pregunté qué había aprendido. Respondió: “A Dios no le gustaron las zanahorias de Caín”. Qué gran (y linda) ilustración. En Génesis 4:7, Dios le dijo a Caín: “Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo”.

No queremos lo que está detrás de la puerta número uno: el pecado y sus efectos (Deuteronomio 28:15-68). Esa puerta es fácil de eliminar.

Puerta número dos

La puerta número 2 es la que llamo “Vida”. Detrás de esta puerta no sólo se encuentra la salvación, sino la vida abundante. Jesús dijo en Juan 10:10: “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”.

Esta promesa de vida y vida abundante, va precedida de una referencia a una puerta. En Juan 10:7 Jesús dijo: “...Yo soy la puerta de las ovejas”. Nuevamente en Juan 10:9 dijo: “Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo…”.

Pasaron muchos años después de convertirme en cristiana, antes de descubrir que la salvación era un proceso. Nací de nuevo a la edad de 10 años, pero para cuando llegué a los 40 años era una ruina miserable y sin esperanza, incluso suicida. No sabía que, aunque el espíritu de una persona nace de nuevo en un instante, podemos llevar un montón de heridas y equipajes, y hasta que se aborden, pueden impedirnos vivir una vida abundante.

En ese momento descubrí que había áreas clave contenidas en las Escrituras de las que nadie en mi mundo había hablado. Me recuerdan a la ley natural o al principio de la gravedad. Puede que no sepa sobre la gravedad, puede que no entienda cómo funciona, puede que ni siquiera crea en la gravedad, pero si se lanza de un edificio alto se hará daño; lo impactará porque a la gravedad no le importa lo que piensa.

Estas áreas clave son así. Simplemente porque existen en las Escrituras, tienen un cierto efecto en su vida, se dé cuenta o no.

Cuatro áreas clave

En la primera área están las creencias o los pensamientos impíos. Estas son creencias y actitudes que no están de acuerdo con Dios, con la forma como Él se revela a través de su Palabra, su naturaleza y su carácter. Son creencias que desarrollamos sobre nosotros mismos, sobre otras personas, sobre el mundo que nos rodea y sobre Dios.

Por ejemplo, es posible que piense que es un fracasado. Quizá sus padres se lo dijeron y quizá las circunstancias de la vida parecían confirmarlo. Digamos que es una mujer cuyo padre la abandonó de pequeña y más tarde, su marido la dejó. Podría llegar a la conclusión que no se puede confiar en todos los hombres. En lo que respecta a Dios, podría decidir que Él está muerto; eso es algo que llegué a creer a mis 40 años. Esto sucedió porque, con el tiempo, decidí que Dios no se preocupaba por mí, porque nunca respondió a mis oraciones para que me sanara de las migrañas o para que mejoraran ciertas relaciones difíciles en mi familia. Romanos 12:2 revela que no debemos conformarnos a este mundo, sino transformarnos mediante la renovación de nuestra mente.

La segunda área se relaciona con el pecado generacional. Hay tendencias o propensiones hacia ciertos comportamientos negativos o destructivos que podemos heredar de nuestros antepasados. Podemos ver ciclos de ira, adicción, abuso, abandono o baja autoestima dentro de las familias. Incluso puede haber dolencias físicas. Personalmente, durante muchos años sufrí migrañas terribles e insomnio, que eran una plaga para mi madre.

Tanto Jesús como los discípulos, afirmaron que pueden existir consecuencias del pecado generacional (Juan 9:1-3) y Esdras en Nehemías 9:2 nos proporciona un modelo para eliminar esas consecuencias. La acumulación de estos pecados continúa hasta que nos arrepentimos por nosotros mismos y en nombre de nuestros antepasados (véase también Éxodo 20:5-6).

La tercera área es la liberación. Esta es la “presión” que podemos sentir de fuentes que sabemos que no vienen de Dios, ya sea para hacernos pecar o para mantenernos atados en las limitaciones. Hechos 10:38 nos dice que Jesús fue ungido por Dios con el poder del Espíritu Santo y anduvo haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo. Como mencioné antes, a principios de mis 40 años estaba oprimida, reprimida y deprimida; ¡estaba presionada! Si se siente identificado, tengo buenas noticias: Jesús también murió por eso.

La cuarta área son las heridas del alma/espíritu. Estas son las heridas del alma o del espíritu presentes en el interior de una persona. No son físicas y no se pueden ver. Su presencia es revelada por sus síntomas, la evidencia manifiesta de emociones, comportamientos o pensamientos enfermos. El Salmo 147:3 revela que Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas/dolores (ver también Lucas 4:18-19).

Algunas fuentes de heridas del alma/espíritu son:

·     La muerte de un ser querido

·     El divorcio

·     El abuso (físico, emocional, verbal o sexual)

·     Un trauma (accidente, guerra, stress postraumático)

·     El rechazo

·     El fracaso/pérdida catastrófica

Algunas señales que reflejan que puede estar afectado son:

·     Ser fácil de herir u ofender

·     Falta de alegría/propósito/zona de vida

·     Sentirse atascado, como si nunca fuera a crecer o avanzar en la vida, o incluso como si estuviera retrocediendo

Definitivamente me afectó la fuente número uno, porque mi madre y dos de mis hermanos murieron en un horrible accidente cuando yo tenía 17 años. No pude avanzar hasta que abordé esto y permití que el Señor comenzara el proceso de sanidad. Lo primero que hizo el Señor fue librarme de la extrema timidez y el retraimiento. Eso sucedió literalmente de la noche a la mañana. Otras cosas, como la sanidad de las migrañas y el insomnio tardaron más (incluso años), en desaparecer.

¡Pida!

Esto es lo que hice y lo que puede hacer para comenzar el proceso de sanidad:

1. Permita que el recuerdo salga a la superficie. Pregúntele al Señor qué recuerdo necesita tratar; puede que ya esté ahí en su mente.

2. Sea sincero con el Señor. ¿Qué siente? ¿Se siente abandonado, enojado, amargado o asustado?

3. Pida que la presencia de Dios invada el recuerdo junto con usted. Invite a Jesús a entrar en el recuerdo.

Cuando hice esto, en relación con el accidente de mi madre, me imaginé a mí misma en la casa de mi infancia sola a los 17 años. Me vi tomando el teléfono. Era mi padre diciéndome que hubo un horrible accidente. Me vi sollozando, pero también vi a Jesús esta vez. Él estaba allí consolándome, rodeándome con sus brazos y diciéndome que lamentaba lo ocurrido y que no era su plan.

A veces podemos decirnos a nosotros mismos: “Bueno, Dios lo permitió”. Pero recuerde que el ladrón es quien viene a matar, robar y destruir, no Dios. Cuando veo muerte, destrucción y devastación, no se lo atribuyo a Dios. Desde el momento que Adán y Eva pecaron, Dios permite que se perpetúen el pecado y los efectos del pecado. Y hasta el momento que satanás, ese perro viejo y sucio, sea atado con cadenas y arrojado al lago de fuego, el pecado y sus efectos seguirán cayendo sobre nosotros.

Lucas 11:10-13 dice: “Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!”.

El Espíritu Santo nos sana por dentro: ¡pídalo!

Puerta número tres

Oseas 2:15 dice: “Allí le devolveré sus viñedos, y convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza. Allí me corresponderá, como en los días de su juventud, como en el día en que salió de Egipto”. 

La puerta número tres es la esperanza. No se puede apreciar plenamente esta puerta sin entender un poco la historia de fondo. Oseas, a petición de Dios, se había casado con una prostituta que adoraba a los ídolos. Su matrimonio era una ruina y la nación de Israel no estaba mucho mejor.

En Josué se hace referencia al Valle de Acor (“valle de los problemas”). Los hijos de Israel tuvieron una tremenda victoria sobre Jericó, pero pasaron a sufrir un desastre en Hai. Allí Acán pecó y escondió el pecado, provocando que Dios quitara la bendición sobre la nación. El lugar donde Acán fue apedreado para remitir el pecado se llamaba el Valle de Acor o Valle de los problemas.

En ese lugar de circunstancias y problemas abrumadores, Dios le habló a Oseas de esperanza, restauración y cambio.

Puntos a considerar

El Señor puede estar tratando de abrir una puerta de oportunidad para usted, pero asuntos como la falta de perdón y las heridas sin sanar del alma/espíritu, pueden estar obstaculizando la bendición de Dios. Ciertos asuntos no resueltos tienen que ser abordados para que fluya la bendición. Considere estas sugerencias:

1. Busque al Señor sobre su vida. Pregúntele. Pase tiempo con Él y revise el pasado. ¿Hay alguien a quien necesite perdonar? ¿Fue herido por alguien o algo y necesita sanar ese dolor?

2. Libere las circunstancias, las decepciones y las expectativas que sintió que no fueron satisfechas por su Padre celestial.

3. Pregúntele al Señor si hay algo de lo que deba arrepentirse, sea por sí mismo o en nombre de su familia/ancestros.

4. Pídale al Señor que le revele una nueva estrategia para seguir adelante. ¿Necesita encontrar nuevos amigos, formular nuevos hábitos o extenderle una rama de olivo a alguien de su pasado?

La puerta

Hay una puerta abierta ante usted: su nombre es Jesús. Recuerda que en Juan 10:7 y 9 Jesús dijo: “Yo soy la puerta”. Para cualquier cosa que necesite: Jesús es el camino, la senda y la puerta.

¿Qué hay en un nombre? Todo. Salvación. Plenitud. Vida abundante. Esperanza. Sanidad. Liberación. Hechos 4:12 dice: “De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos”. Por el nombre de Jesús recibimos la salvación y mucho más... ¡Jesús es la Puerta!

Diane Lake

(www.elijahlist.com)

 

1 comentario:

Unknown dijo...

De aplicación y de bendición, solo Cristo es la puerta para mí vida.