miércoles, 17 de marzo de 2021

“La Palabra de poder que trae promoción”

 

Por Kevin Zadai 

Mateo 11:28-30 dice: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. El quebrantamiento y la humildad no son temas populares para muchos cristianos.

En nuestra cultura actual, a la gente se le dice todo el tiempo que sea fuerte y se infle emocional y mentalmente. Sin embargo, Dios quiere que conozcamos dos palabras poderosas: la humildad y el quebrantamiento.

En Mateo 11:28-30 se puede ver el carácter de Jesús, cómo es manso, gentil y de corazón humilde. En Jesús podemos encontrar confianza, y en esa confianza tendremos descanso. Vamos a encontrar descanso en nuestra alma cuando nos acerquemos al Señor con quebrantamiento y humildad.

Unidos a Dios

Dios tiene un yugo, y hay un tiempo donde un yugo es bueno. Por ejemplo, un yugo es bueno cuando tiene que ver con la disciplina de Dios. Jesús nos dice que debemos tomar su yugo sobre nosotros, que es el propósito de Dios para nuestras vidas y aprender de Él.

En el Antiguo Testamento, Dios llamó a Moisés desde una nube y él subió hacia ella. Durante ese tiempo, el yugo del Señor no era popular entre los hijos de Israel, porque habían experimentado un yugo de esclavitud sobre ellos. En esta época, todos queremos ser libres para hacer lo nuestro. No queremos estar atados a nada, pero hay un yugo piadoso que necesitamos.

Moisés fue liberado de Egipto y salió de allí con su pueblo. Los hijos de Israel pensaron que ya no iban a ser esclavos (ver Éxodo 14). Sin embargo, Dios quería que tuvieran su instrucción para que fueran protegidos por Él. Dios quería que siguieran sus leyes y sus reglas para caminar con Él. Los israelitas no querían eso porque eran muy rebeldes, por eso Dios les dijo que tenían una cerviz dura (ver Éxodo 32:9). Una cerviz dura se produce por no ceder al yugo, por no ceder ante la disciplina del Señor y los hijos de Israel eran un ejemplo de ello.

El Nuevo Testamento nos recuerda que, debido a la desobediencia e incredulidad de los israelitas, no entraron en la Tierra Prometida y se perdieron.

Hebreos 3:7-11 dice: “Por eso, como dice el Espíritu Santo: Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón como sucedió en la rebelión, en aquel día de prueba en el desierto. Allí sus antepasados me tentaron y me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras cuarenta años. Por eso me enojé con aquella generación, y dije: ‘Siempre se descarría su corazón, y no han reconocido mis caminos’. Así que, en mi enojo, hice este juramento: ‘Jamás entrarán en mi reposo’”.

Moisés debía estar unido a Dios, y Él le dijo que subiera al monte, pero los hijos de Israel no querían ir con él. Como no quisieron ir, eso terminó causando muchos problemas. Los hijos de Israel tardaron años y años para entrar en la Tierra Prometida. Toda la primera generación que salió de Egipto nunca llegó a entrar. Un viaje que debería haber tomado sólo unos días para llegar a la Tierra Prometida, terminó durando años.

Debemos que prestar atención a lo que nos dice el libro de Hebreos. No tenemos que quedarnos en Egipto por incredulidad y desobediencia. Podemos ir a la Tierra Prometida y entrar en el descanso en el Nuevo Testamento a través de Jesucristo. Jesús fue designado como el camino nuevo y vivo hacia el Santo de los Santos. No nos resistimos a Dios.

Empoderados por la humildad

Uno de los secretos del Reino se encuentra en 1 Pedro 5:6-7, donde leemos: “Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes”.

Necesitamos humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. Cuando estamos bajo autoridad, la mano de Dios está sobre nuestra vida. Cuando nos sometemos a Dios, entonces Él nos va a exaltar a su debido tiempo. En el tiempo de Dios, Él va a levantarnos y seremos promovidos. Sin embargo, lo primero que debemos hacer es humillarnos bajo la mano poderosa del Señor.

También necesitamos soltar nuestros problemas. Nuestra promoción ocurrirá cuando echemos todas nuestras preocupaciones sobre Dios, “porque Él se preocupa por nosotros” (1 Pedro 5:7). Tenemos que entregárselos todos a Dios. La gente de hoy se enorgullece tanto por tratar de hacer las cosas por sí mismos y ser autosuficientes, pero como cristianos no podemos ser autosuficientes. Necesitamos confiar únicamente en nuestro Padre Dios, echando nuestras preocupaciones sobre Él, con la convicción que Él cuida de nosotros. En esencia, le estaremos diciendo al Padre: “Te necesito, no puedo llevar esto solo. No puedo hacer esto por mí mismo”.

Debemos recordarnos a nosotros mismos cada día, por medio del quebrantamiento y la humildad donde sin Él “no podemos hacer nada”, porque Jesús es la vid y nosotros los pámpanos (Juan 15:5).

Estos dos rasgos de quebrantamiento y humildad son palabras de poder que están volviendo a la Iglesia y a nuestro vocabulario. Estas son palabras de poder que satanás teme. Él teme que la gente sea quebrantada y se humille, porque sabe que a través de la humildad, Dios le otorga poder a su pueblo. La humildad y la autoridad están relacionadas, y no son contrarias entre sí. Una persona que entiende la autoridad se somete a la autoridad, entonces tiene una gran autoridad. Si queremos caminar en autoridad, tenemos que estar sometidos a Dios. La autoridad de Dios trabajará a través de nosotros cuando seamos humildes.

Si usted está quebrado y devastado en este momento, es un candidato ideal para que Dios venga a vivir con usted. Dios vendrá a animarlo, a construirlo, a promoverlo y a revivir su corazón. Dios habita con este tipo de personas. Dios tiene un propósito y un plan para todo lo que sucede. Dios no le hace cosas malas, utiliza estos momentos donde se siente quebrado y humillado. Esos momentos se convierten en una oportunidad perfecta para que Dios entre en su vida y lo reviva.

Humildad por encima de la humillación

Si nos humillamos vamos a tener honor, pero si no lo hacemos, nuestro orgullo terminará en humillación (ver Proverbios 29:23). A nadie le gusta ser humillado. Dios dice que, si nos humillamos, tendremos honor y no seremos juzgados. Prefiero humillarme y dejar que Dios me honre y me promueva, que tratar de hacerlo por mi cuenta. Incluso en nuestras relaciones, Dios nos dice que nos vistamos de humildad y nos relacionemos de esa manera, porque Dios se opone a los orgullosos.

1 Pedro 5:5 dice: “Así mismo, jóvenes, sométanse a los ancianos. Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque ‘Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes’”.

En nuestras relaciones, necesitamos humillarnos y tratar a otros mejor que a nosotros mismos (ver Filipenses 2:3).

Escapando a la corrupción del mundo

Cuando Dios hizo a la humanidad, nos hizo a su imagen y semejanza (véase Génesis 1:27). Con la caída del hombre, ahora opera una maldición y sólo a través de Jesucristo somos redimidos espiritualmente. Desde el momento cuando aceptamos a Jesús como Señor, nuestros espíritus nacen de nuevo. Nuestras almas (nuestras mentes, voluntades y emociones), deben ser transformadas por la renovación de nuestras mentes a través de la Palabra de Dios (ver Romanos 12:2).

Como nuestra carne y nuestra mente se encuentran en un estado caído, a menudo no podemos comprender lo que Dios hizo por nosotros y eso crea discrepancias. Hay discrepancias entre lo que sentimos en nuestro espíritu que debería estar sucediendo y lo que realmente está ocurriendo. Lo que fue establecido como verdad y lo que debería estar sucediendo con nosotros no está a la misma altura, eso crea la discrepancia que podemos sentir en nuestros espíritus.

Cuando nacemos de nuevo, sabemos lo que debería estar sucediendo, pero no se manifiesta porque vivimos en un mundo caído. Sólo mediante el quebrantamiento y la humildad podremos escapar de la corrupción que hay en el mundo, provocada por la lujuria (2 Pedro 1:4). El espíritu y la carne luchan entre sí y son enemigos (véase Romanos 8:5-11). Hay una guerra todo el tiempo e incluso en nuestras mentes, nos oponemos a nosotros mismos. Por eso, el quebrantamiento y la humildad deben volver a la Iglesia y a nuestro vocabulario cristiano.

Para escapar de la corrupción que hay en el mundo, causada por la lujuria, debemos ser partícipes de la naturaleza divina disponible a través de las promesas de Dios. Debemos implementar las promesas de Dios que recibimos en nuestras vidas. Cuando las aceptamos humildemente y abrazamos la Palabra injertada en nosotros, prosperaremos en todas las áreas (ver Santiago 1:21-25).

Debemos humillarnos ante Dios y pedirle ayuda, pero luego tenemos que aceptar su ayuda. En ese quebrantamiento y en esa humildad, recibiremos de Dios y podremos escapar de la maldición que hay en el mundo. Podemos escapar de la corrupción que hay en el mundo, causada por la lujuria, a través de la humildad y el quebrantamiento, porque aceptamos la Palabra injertada en nuestro espíritu por medio de la predicación.

Lucharemos continuamente, a menos que tomemos el yugo de Dios sobre nosotros y aceptemos la disciplina. Si no aceptamos la Palabra de Dios en nosotros y nos volvemos humildes y quebrantados ante Él, nos desgastaremos por nuestras luchas. Entonces no veremos los resultados que deberíamos y terminaremos desanimados. Este tipo de cosas deben desaparecer de la vida de un cristiano.

Debemos humillarnos y no pensar en nosotros mismos, más de lo que deberíamos. Cuando consideramos a los demás por encima de nosotros mismos y los servimos, entonces Dios entra y provee para nosotros en cada área de nuestra vida. A veces nos aferramos a cosas que se supone que debemos dar y la razón para esto, es porque Dios quiere darnos todo. Él quiere rehacer todo por completo, quiere ver si seremos humildes y obedientes como para escucharlo y dar.

Dios está buscando que demos como la mujer con las dos monedas (ver Lucas 21:1-4). La viuda dio todo lo que tenía y no lo hizo por obligación, sino porque amaba a Dios. Jesús dijo que la mujer iba a recibir su recompensa. La viuda había dado más que nadie, porque había dado todo lo que tenía y eso sólo pudo ocurrir en la humildad y el quebrantamiento. Si lo hacemos por cualquier otra razón, no será efectivo y no habremos llegado al final de nuestras fuerzas.

Jesús me dio una enseñanza y me dijo que le enseñara a la gente que necesitan llegar al final de sí mismos y hacerlo rápidamente. Necesitamos dibujar una línea en nuestra vida y esa línea indica donde terminamos nosotros y empieza Dios. Lo que va a ocurrir después que lleguemos al final de nosotros mismos, es que nuestro siguiente paso se convertirá en un evento sobrenatural. He visto que la gente está retrasando esta muerte al yo y debido a esto, no están ocurriendo los eventos sobrenaturales en sus vidas.

Muchas personas me piden ayuda para entrar en lo sobrenatural. Yo les digo que Dios es sobrenatural y todo lo relacionado con Él, también es sobrenatural. Sin embargo, vivimos en este mundo natural. Muchas personas no pueden escapar de la corrupción que hay en el mundo a través de la lujuria, porque no se humillaron. No permitieron que Dios los discipline, poniendo su yugo sobre ellos como dijo Jesús para caminar con Él.

Dividiendo la carne del Espíritu

No quiero que tenga que pasar por este proceso más tiempo del que debería. Tiene que llegar al final de usted mismo lo más rápido posible y la Palabra de Dios lo hará por usted. La Palabra de Dios es la espada del Espíritu. El Espíritu de Dios va a dividir correctamente entre su alma y su espíritu (ver Hebreos 4:12). Lo que es parte de usted va a quedar a un lado y lo que es de Dios quedará en el otro lado. Hasta que esa espada venga y separe, no hay manera que usted conozca la diferencia. Solo el Espíritu de Dios y su Palabra pueden dividir su alma de su espíritu.

Como dije algunas veces, su alma es su mente, su voluntad y sus emociones. Su espíritu es la parte de Dios que sopló en usted cuando lo hizo un espíritu viviente. Dios sopló y también lo hizo un alma viviente, pero su espíritu es la parte que nace de nuevo y ese es su ser verdadero. Usted está en un cuerpo que tiene un espíritu y un alma. Hay tres partes en su ser. Yo llamo a su cuerpo el traje de la tierra. Su alma ata a su espíritu a su cuerpo para que pueda disfrutar de lo que ocurre en su espíritu.

El hombre cayó en el Edén. Cuando nació, entró en este mundo caído y allí aprendió cosas que no eran correctas para Dios. Su alma respondió a lo que se le dijo, influenció y enseñó. Cuando nace de nuevo, su espíritu tiene que llegar a ser el factor dominante en su vida o sus emociones y su mente terminarán gobernando sus decisiones. El quebrantamiento y la humildad son sus mecanismos de escape. Lo removerán del control de su carne y del control de su mente, su voluntad y sus emociones. El quebrantamiento hará que se humille y empiece a ceder ante el Espíritu de Dios.

Yo sé que usted quiere humillarse y rendirse al Espíritu. Hay algo que puede hacer para ayudarse a sí mismo y es ayunar (ver Mateo 6:16-18). El ayuno funciona porque su cuerpo necesita comida para sobrevivir y su mente piensa que si no tiene comida para comer, no sobrevivirá. Cuando usted ayuna, lo primero que debe comprender es que no va a morir. Puede ayunar durante días sin que su cuerpo se vea afectado, excepto por perder un poco de peso. No es hasta pasar los cuarenta días que su cuerpo se deteriora.

Cuando ayuna, apaga la voz de su cuerpo y su mente, entonces solo queda su espíritu. Cuando ayuna, su espíritu pasa al primer plano y entonces puede escuchar a Dios con mayor claridad. No está tratando de mover a Dios para que haga algo con el ayuno, está llegando a un lugar donde puede recibir de Él. Quiere escuchar a Dios y ser más efectivo. El ayuno es más sobre ponerse en un lugar donde puede encontrar a Dios y hacer cosas que no se podrían hacer si no hubiera silenciado la voz de su cuerpo.

El ayuno lo ubica en un lugar donde su cuerpo está bajo sumisión y aprende a enfocarse en la voluntad de Dios. Cuando usted ayuna, siempre debe tener la Palabra de Dios en su mente y tener su carne bajo sumisión. Esto se logra cuando no come. Su espíritu se ubicará a la cabeza, porque asumió una posición donde puede escuchar a Dios. Le responderá porque está escuchando y está listo para recibir de Él.

Encontré que cuando alcanzamos este quebrantamiento y humildad, llegará al final de usted mismo. Entonces, repentinamente se encontrará con lo sobrenatural y a partir de entonces será muy agradecido. Se vuelve muy agradecido porque se da cuenta de lo que Dios hizo por usted. Se da cuenta que, en su impotencia, Dios entra y lo hace poderoso. Él hace que triunfe sobre sus enemigos. Es un proceso donde es quebrantado y humillado para ser agradecido.

Cuando usted es agradecido, comenzará a caminar en un nuevo poder y satanás no quiere que esto suceda. Satanás fue levantado en orgullo y fue cegado. Cayó por causa de ese orgullo. Proverbios 16:18 dice: “Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso”. El enemigo no quiere que hablemos del quebrantamiento y la humildad. Estas son palabras poderosas que satanás están removiendo de nuestro vocabulario. Debemos centrarnos en postrar nuestras vidas y decir: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya” (ver Lucas 22:42). Mantenerse en sumisión desata el poder de Dios.

Hay promoción cuando nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios. Él lo va a promover a su debido tiempo y lo va a elevar. Dios está de su lado y Él quiere que sea sumiso a su voluntad. Dios quiere que usted dependa de Él para todo. Él es su Dios y lo ama. Dios lo hace pasar por el fuego porque quiere que sea oro puro. Dios quiere que sea capaz de caminar en autoridad en esta tierra. Quiere que usted muestre y manifieste la gloria de Dios en estos últimos días. Satanás teme la palabra de poder del quebrantamiento y la humildad. Tanto el quebrantamiento como la humildad, deben ser evidentes en la vida de cada cristiano.

Kevin Zadai

(www.elijahlist.com)

 

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