miércoles, 9 de abril de 2008


“Presión controlada”

Por Bladimiro Wojtowicz



“Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva. De hacerlo así, el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se arruinarán tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos” (Marcos 2:21-22)


El proceso artesanal para la fabricación del vino involucra varias etapas. En tiempos antiguos, cuando llegaba la época de la vendimia, las diferentes familias que participaban en la cosecha de las vides, se trasladaban desde sus casas hacia los campos de trabajo. La llegada de la vendimia era una señal para que las familias que participaban, abandonaran la comodidad de sus casas y se mudaran a vivir en tiendas junto a los campos de trabajo. Así se evitaba el traslado desde los pueblos hacia las viñas con la consiguiente pérdida de tiempo, para poder trabajar sin interrupciones ni distracciones.

Una fiesta
La época de la vendimia se consideraba una fiesta porque era la coronación de un tiempo. La cosecha del fruto de la vid reflejaba todo el esfuerzo realizado durante el año. Los racimos de uvas se depositaban en unas cestas que cargaba cada vendimiador y luego se volcaban en una prensa para ser procesadas. Estas prensas consistían en dos huecos de piedra rectangulares o circulares, conectados por un conducto. Una vez allí, comenzaban a trabajar los pisadores. El zumo de las uvas era recolectado en el hueco de piedra que se encontraba en el nivel inferior y luego era introducido en las vasijas.

Comienza la presión
La fermentación comenzaba inmediatamente después que el zumo era retirado de la prensa. Este proceso es tan violento que si se colocaba de inmediato el vino dentro de los odres de cuero, seguramente reventarían por la presión ejercida por el gas. Por eso se dejaba reposar unos días dentro de las vasijas. Por lo general, los odres de cuero eran fabricados con pieles de oveja o cabra y respetaban la forma del animal. Una vez que el vino pasaba a los odres de cuero, se colgaba con la forma de la pata trasera hacia abajo. Con esto se buscaba decantar los residuos que pudiera contener el zumo para separarlos del resto del vino. Este procedimiento buscaba realzar el sabor original. A los cuarenta días, el producto estaba listo para el consumo. Obviamente la duración del reposo dependía del tipo de vino que se quisiera obtener. Pero lo más importante era manejarlo con sumo cuidado antes de consumirlo, porque si se lo agitaba, se corría el riesgo de echarlo a perder.

Trasvasar el vino es vital
Lo mismo sucedía si no se trasvasaba a tiempo el vino hacia los odres o las vasijas. Cada vez que el vino era trasvasado, aumentaba su pureza y, por lo tanto, su calidad. Pero si se dejaba el vino reposando en el mismo recipiente por demasiado tiempo, su sabor y calidad comenzaban a deteriorarse hasta desaparecer por completo, perdiendo su frescura original. El vino era almacenado en vasijas cuya tapa estaba sellada con brea, para impedir cualquier tipo de contacto del contenido con el exterior. El tiempo máximo de almacenamiento era de tres años, luego se corría el riesgo que el producto se transformara en vinagre.

Sufrimiento máximo
Podemos notar que el tiempo mínimo de fermentación para que el vino fuera apto para el consumo era de cuarenta días. Este número significa “sufrimiento máximo”. Si se dejaba pasar el vino más tiempo sin trasvasarlo, el sufrimiento (presión, stress, angustia) podía llegar a ser tan intenso que arruinaba el vino. Una de las circunstancias que determinaron la corrupción de Moab, fue el exceso de quietud y reposo. Permanecieron descansando sobre sus “sedimentos” (lo que debía desecharse) por demasiado tiempo y eso determinó su corrupción (Jer. 48:11). Cinco claves para desarrollar el carácter necesario para ejercer el liderazgo.

Primera clave: contención
En griego, la palabra odre es askous (Strong NT:779). Significa literalmente envase o botella. Proviene de la palabra skeous (Strong NT:4632). Entre sus significados, también se atribuye al aporte oportuno que una esposa le brinda a su marido para alcanzar algo. Podemos relacionarlo con la contención necesaria que ofrece una esposa sabia. Básicamente, esto implica discernir hasta qué punto debe mantenerse firme y hasta dónde puede ceder. Toda persona que se encuentra atravesando un proceso de capacitación y perfeccionamiento para ocupar alguna responsabilidad dentro del liderazgo, debe considerar a las presiones como una parte vital de su formación. Los odres nuevos tienen la capacidad de ceder y adaptarse a las presiones provocadas por los gases que resultan de la fermentación del vino.

Segunda clave: adaptación
El vino no debía ser introducido en los odres sino hasta una semana después de haber salido de la prensa, porque en los primeros días la fermentación era demasiado violenta. El odre recibía el vino recién cuando estaba en condiciones de poder contenerlo sin deteriorarse por causa de la presión. La interacción correcta entre el odre y el vino, resulta en un producto de alta calidad, apto para el consumo. Entonces podemos hablar del efecto de la presión controlada sobre la calidad del vino. En esa interacción existen dos componentes: el vino y el odre. Mientras el primero no tiene posibilidades de adaptación, porque al comenzar el proceso de fermentación no se puede detener, los odres sí cuentan con esa capacidad. Cuando Dios comienza un proceso madurativo en la vida de alguna persona, la presión emocional que surge desde su interior como respuesta a esos cambios, solo le deja una posibilidad: la adaptación a la soberanía del Padre.

Tercera clave: plasticidad
Los odres nuevos tienen la plasticidad necesaria como para poder resistir esos cambios. El producto final será una persona con la capacidad, aptitud y actitud correctas para el ejercicio del liderazgo. Quienes resistieron las tensiones durante el proceso de fermentación, estarán en condiciones de suportar las presiones que surgen a diario en toda gestión. El ritmo de los acontecimientos en la sociedad actual reclama un cambio en la orientación del enfoque en el liderazgo. Los líderes cristianos no escapan a esa realidad. Estamos ante nuevas y cada vez mayores promesas. Esto nos presenta nuevos desafíos que involucran mayores tensiones. Por años el liderazgo de la Iglesia se enfocó en rescatar a los perdidos que deambulaban por las calles, olvidándose de los perdidos que poblaban los templos. El resultado fue un gran crecimiento numérico, pero con una escasa influencia en la determinación del destino de la sociedad.

Cuarta clave: oriente sus velas en la dirección del viento
Los nuevos vientos que soplan en el Reino nos impulsan hacia la conquista. Es imposible llegar a poseer nuestra herencia entre las naciones sin cambiar nuestro enfoque acerca del liderazgo. No es lo mismo salir de una cárcel que ser libre de la mentalidad de presidiario. El liderazgo que está surgiendo en este tiempo fue madurado bajo las presiones de esta revelación. En muchos casos fue rechazado, incomprendido, traicionado y decepcionado. Dios preservó a este nuevo linaje que está a punto de surgir para ejercer el gobierno del Reino en la tierra. Este nuevo liderazgo fue trasvasado vez tras vez (tribulaciones), respetando los tiempos de maduración (kairos), para ser libre de cualquier sedimento (mentalidad de prisionero). Por eso están en condiciones de resistir las presiones que acompañan a todo proceso de conquista y edificación. Aunque en muchos casos, ni siquiera fueron conscientes que se encontraban atravesando este proceso. Simplemente se limitaron a seguir avanzando, aunque no lograran comprender el alcance y la profundidad de su formación. Dios los preservó para este tiempo porque tienen un lugar de gobierno asignado dentro del Reino.

Quinta clave: consagración
Recuerde que la consagración precede a la Gloria. No podemos invertir este orden establecido por Dios. Muchas veces la consagración nos lleva a transitar por caminos que son humanamente difíciles, pero necesarios para acceder al nuevo nivel de Gloria que nos fue asignado. Consagrarse no implica dejar de hacer cosas, sino aprender a escoger la mejor parte. Solamente quienes tengan la capacidad para adaptarse a los cambios que nos impone la revelación continua del Reino, serán aptos para participar de las cosas que han de venir. La vida dentro del cuerpo exige dejar de vivir individualmente y cooperar para alcanzar un beneficio compartido. El Cuerpo de Cristo, la Iglesia, no escapa a esta realidad. Muchas personas tomaron sus cruces y se negaron a sí mismos, aún sin llegar a comprender el alcance de su decisión. Aunque debieron pagar un precio muy alto, no temerán cuando deban pararse con firmeza para resistir los ataques de las tinieblas y establecer el Reino de Dios en la sociedad.Quizá usted sea una de esas personas que en este tiempo recibió un trato profundo de Dios. Muchas veces nos cuesta tomar nuestra cruz, negarnos a nosotros mismos y seguir adelante, porque no comprendemos lo que sucede. No es fácil perseverar en este camino. Pero recuerde que el Señor nos está llevando hacia un nuevo nivel de consagración, enseñándonos a escoger la mejor parte, porque eso abrirá el camino para la manifestación plena de Su Gloria.

Bendiciones,

Dr. Bladimiro Wojtowicz

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