lunes, 9 de junio de 2008



“David vs. Eliab: Quienes te rodean pueden verte como insignificante, pero tu destino es muy grande. Eres un asesino de gigantes”

Por Victoria Boyson


Mientras David iba hacia el campo de batalla para ver cómo podía ayudar a sus hermanos, se enfrentó a las palabras de Goliat en contra de su pueblo y quiso hacer algo al respecto. Pero antes que David pudiera pelear contra el gigante tuvo que vencer las acusaciones de su propio hermano Eliab.

“Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres y se puso furioso con él. Le reclamó: ¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Yo te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado. ¡Seguro que has venido para ver la batalla! ¿Y ahora qué hice?, protestó David. ¡Si apenas he abierto la boca! Apartándose de su hermano, les preguntó a otros, quienes le dijeron lo mismo” (1 Samuel 17:28-30)

Cuando le leí el título de este capítulo a mi hijo Cole, me dijo con ternura que estaba equivocada. “No mama”, dijo, “¡Es David y Goliat!”. Todos leímos u oímos acerca de la historia de David cuando mató al gigante Goliat, pero su hermano lo atacó verbalmente justo después de matar al gigante. Después de enfrentar a Goliat, David tuvo que vencer las acusaciones acaloradas de Eliab, su hermano mayor.

David confiaba en el poder de Dios, pero su hermano no. Eliab pensó que las dudas que tenía acerca del carácter de David en realidad eran correctas. Malinterpretó las acusaciones en su corazón acerca de David para ser un don de discernimiento en la vida de su hermano. Creyó que entendía a su hermano menor. Conocía a David de toda su vida y probablemente lo ayudó a levantarse, pero no pudo ver la intención del corazón de David.

Eliab malinterpretó la confianza de David en Dios como arrogancia y altivez. Pensó que David sólo estaba “alardeando” entre los demás y se enojó con él. Había vivido con David toda su vida y sólo vio a un pequeño hermano que servía para cuidar las ovejas en el campo de su padre. Eliab desconocía que mientras David era un pequeño pastorcito, Dios estaba tratando con él para que sea un asesino de gigantes.

“David le respondió: A mí me toca cuidar el rebaño de mi padre. Cuando un león o un oso viene y se lleva una oveja del rebaño, yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. Y si el animal me ataca, lo sigo golpeando hasta matarlo. Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente. El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo. Anda, pues, dijo Saúl, y que el Señor te acompañe” (1 Samuel 17:34-37)

Mientras nadie le prestaba atención a David, Dios trataba con él para que sea un hombre poderoso en la fe, alguien que no descansaría en sus propias fuerzas o sabiduría, sino en la de Dios. Él le enseñó a David cómo pelear a Su manera y no a la manera de los hombres. Dios le enseñó a David a usar la fe y la honda. Cuando los guerreros de sus días trataron de enseñarle a usar la armadura y la espada, le resultó muy incómodo porque no estaba acostumbrado a ellas (1 Samuel 17:39).
Dios quiere entrenarnos
Si queremos, Dios mismo nos enseñará y nos entrenará para andar en sus caminos. Muchas veces Dios utiliza experiencias de otros hombres para entrenarnos, pero llega el tiempo cuando decide tratar con nosotros cara a cara (Juan 16:13). Desea tomarnos a través de las pruebas por sí mismo, paso a paso y, cuando más aprendemos de Él, mayor es nuestra capacidad para ser enseñados por Él.

Eliab se parecía a los guerreros de sus días y estoy seguro que ante sus ojos estaría bien considerado. Estaba seguro que sabía lo que hacía falta para pelear y que David no tenía lo necesario. Después de todo, Eliab era aquel que Samuel pensaba que Dios elegiría para ser el próximo rey de Israel. EL Señor le dijo a Samuel que se olvidara de la apariencia de Eliab y de su estatura porque Él lo había rechazado. “…No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón” (1 Samuel 16:7).

Eliab estaba furioso con David, incluso ante la idea que él, un pastor de ovejas, pudiera pelear contra el gigante Goliat. Eliab pensó que David era un presuntuoso por hablar con semejante clase de fe. Eliab razonó que él, siendo el mayor y el más grande de sus hermanos, no quiso pelear con Goliat, cómo su “hermanito” podría tener las agallas para pensar que podría pelear contra él. Estaba seguro que el discurso de David sólo era presuntuoso y sus intenciones débiles. Eliab estaba enfocado en Goliat, por eso era demasiado grande para pelear contra cualquiera, pero David estaba enfocado en su Dios. Eliab pensó que David se consideraba demasiado, pero en realidad fue Eliab quien pensaba demasiado pequeño acerca de Dios.
Huir del acusador
¿Alguna vez se encontró en la posición de David? Sus intenciones fueron honorables y su corazón puro, pero quienes lo rodeaban malinterpretaron sus acciones. Señalaron hacia su confianza en Dios y asumieron que era orgullo, por eso decidieron que necesitaban recordarle su pequeñez, así como Eliab le recordó a David que sólo era un pastor. “¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Yo te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado. ¡Seguro que has venido para ver la batalla!” (1 Samuel 17:28).
La gente como Eliab permite que sus bocas sean utilizadas para la duda y la incredulidad. Señalarán cada razón por la cual no podrá alcanzar lo que Dios lo llamó a hacer en su vida. Enfatizan que nunca podrá alcanzar lo que Dios le prometió. Eliab sintió que conocía a David y estaba seguro no había nada especial acerca de él. Aún así, Eliab no estaba en el campo con las ovejas cuando Dios preparaba el corazón de David e incrementaba su fe en Él. Fue en este tiempo que David tomó una de las decisiones más importantes de su vida: se alejó de Eliab y comenzó a hablar con otros.
El enemigo encontrará a la gente que nos considera inferiores o incapaces para el ministerio y hablará a través de ellos para devorar nuestro destino. Los utilizará para señalar nuestros defectos y nos recordarán todas las razones por las cuales es imposible hacer nada significativo.
¡Pero Dios también tiene una voz! Puede ver nuestro futuro y las motivaciones de nuestro corazón. Necesitamos sintonizar nuestros oídos con Él y nos animará a realizar todo lo que nos pida que hagamos. Él quiere liberarnos de la persona que éramos antes para que nos veamos caminando en nuestro destino con Dios.
Usted es un asesino de gigantes
Amado, Dios lo ve como un asesino de gigantes. Lo ve victorioso y lo impulsa a intentarlo. Cierre sus oídos a las mentiras del enemigo y véase a sí mismo como Dios lo ve. Dios desea utilizar su individualidad para enriquecer el Cuerpo de Cristo.

Dios estuvo tratando de convencerlo que su destino en muy grande. Pero al mismo tiempo, quienes lo rodean lo ven como insignificante. Pueden verlo como ungido, pero no verán lo que Dios planeó para usted. Simplemente no pueden ver su destino. Tampoco espere que lo hagan, esto es entre usted y Dios. Él desea que sea así, antes de soltarlo en su destino en Él.

Si David oía a su hermano Eliab, nunca habría matado al gigante ni hubiera sido rey. Mientras esperamos el nacimiento de nuestro destino, debemos apartarnos de las opiniones de los hombres y seguir la voz de Dios. Él le había prometido a David la corona de Israel, pero era virtualmente desconocido hasta que peleó y mató a Goliat. Fue a través de este paso de fe que Dios hizo famoso su nombre. Dios le entregó una plataforma a través de la cual eventualmente sería rey y consumaría su destino. Cada paso de fe y cada acto de obediencia a Dios nos llevará un paso más cerca de nuestro destino en Él. Si David no se paraba en fe en este punto, no se habría sentado en el trono de Israel.
¿Qué es Goliat en nuestra vida hoy? ¿Qué nos pide Dios que hagamos? No importa qué es, prepárese para que la voz del acusador le diga que no puede hacerlo. Él quiere detenernos de nuestro destino. ¡No le permita hacerlo! Cuando el enemigo trata de desalentarlo, tome coraje. El enemigo no desperdiciaría su tiempo tratando de desalentarlo a menos que sepa que alcanzará su destino en Dios.
Ore conmigo: “Amado Padre, ayúdame a oír Tu voz y no la voz del acusador. Cambia mi visión. Ayúdame a verme a mí mismo como Tu me ves. ¡Déjame ver a otros a la luz de Tu gracia y ayúdame a ver Tu destino en la gente por dondequiera que vea!”

Victoria Boyson

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