miércoles, 25 de agosto de 2010

“Los cristianos más saludables desarrollarán una relación con Dios y con sus hermanos”

Por Rick Joyner

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Con frecuencia me preguntan si los cristianos deben asistir a las conferencias, reuniones de avivamiento o seminarios de renovación cuando quieren formar parte del actual mover de Dios. La respuesta es “sí” y “no”. Si quería ser parte de lo que Dios hizo en Pentecostés, debía ir a Jerusalén en el tiempo correcto. El Señor les habló a más de 500 personas para que fueran a Jerusalén a esperar la promesa del Padre, pero solo 120 perseveraron hasta el día de Pentecostés y fueron parte del derramar del Espíritu Santo. El movimiento se desparramó rápidamente, pero recién años más tarde salió de Jerusalén. Los que no esperaron, también se perdieron al Señor por mucho tiempo.

Cuando los que predicaron el evangelio se dispersaron, fue como los que vieron a Cristo resucitado, pero no se quedaron en Jerusalén como Él les dijo que hicieran; recibieron la bendición más tarde. Sin embargo, probablemente tuvieron remordimiento por no haber esperado en Jerusalén para ser parte del nacimiento de la Iglesia. Hay algo hermoso en ser parte de un mover fresco de Dios que de alguna manera puede ser una de las experiencias más maravillosas que podamos tener. Es una gran tragedia tener la oportunidad de estar allí y perdérselo.

Preste atención a los mensajeros y los mensajes del Señor

Como vimos, el Señor se lamentó sobre el juicio que vendría sobre Jerusalén porque no conoció el tiempo de su visitación. Perder una visitación del Señor es una tragedia y a menudo trae juicio porque es una de las peores afrentas hacia Dios, revelando el escaso contacto que tenemos con Él. ¡Qué tragedia sería tener a Jesús predicando en nuestra ciudad y estar tan ocupados con nuestros propios asuntos que no lográramos verlo! Cuando se lamentó sobre Jerusalén, también dijo: “Y les advierto que ya no volverán a verme hasta que digan: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mateo 23:39). Esto significa que desde ese momento, si quisiéramos verlo, sólo podríamos hacerlo a través de aquellos que Él nos envía. Por tanto, nos atañe mucho más oír a sus mensajeros y al mensaje cuando nos hablen.

Conocí a muchas personas que dijeron que su relación personal con el Señor es tan grande que no necesitan congregarse. Me alegro que la vida cristiana más elemental sea buena para ellos, pero inevitablemente son débiles y deficientes en las áreas más importantes de sus vidas, porque dejaron a un lado los elementos más importantes de la comunión. Existe una dinámica donde experimentamos a Dios con los demás que es esencial para una vida espiritual sana. También revela un orgullo fundamental cuando decimos que no necesitamos a los demás en el Cuerpo de Cristo.

También conocí a otros que me dijeron que solo leían la Biblia porque no querían oír a los hombres de Dios. Bien, la Biblia la escribieron los hombres inspirados por Dios y aún son quienes predican el mensaje del Señor. Es correcto ser más devotos de la Biblia que de otros libros o predicadores, pero necesitamos a los maestros que Él nos envió o, como Él mismo dijo, no lo veremos a Él.

Niveles de relaciones

Nuestra relación personal con el Señor siempre debe ser mejor que nuestra comunión con Él cuando estamos con la Iglesia. Sin embargo, nuestra relación corporativa con Dios también es crucial. Los cristianos más saludables se relacionarán con Dios en tres niveles: personal, con la Iglesia local y con el resto del Cuerpo de Cristo.

Estos tres niveles de relación se reflejan en el Tabernáculo. El lugar santísimo, donde estaban el arca de Dios y la presencia manifiesta del Señor, habla de nuestra relación íntima con Dios. Sólo el sumo sacerdote podía entrar allí, sin la compañía de nadie más. Así, la forma más elevada de adoración es nuestra relación personal e íntima con Él. Sin embargo, para llegar allí, debemos atravesar los demás niveles de relación. En el lugar santo, había un grupo que entraba a ministrar el servicio divino, pero aún era un grupo mínimo y bastante íntimo. En el atrio exterior todos podemos estar, porque representa nuestras relaciones con el resto del Cuerpo de Cristo.

También vemos estos tres niveles de adoración en el mandato que tenía la nación de Israel. Tenían su responsabilidad personal y su relación con Jehová, por eso sus reuniones locales con sus tribus y aldeas que crecieron dentro del sistema de la sinagoga. Además tenían el mandato de ir a Jerusalén tres veces al año a adorar a Jehová y celebrar las fiestas con el resto de las tribus de Israel. Si no se reunían con los miembros de su propia tribu, perderían el propósito y la visión de sus propias tribus. Asimismo, si no se reunían con el resto de Israel en Jerusalén, como tenían ordenado, perderían su visión como parte del resto de la nación. Sin embargo, esto nunca suplantó su responsabilidad personal en su relación diaria con Dios.

Asimismo, los cristianos más fuertes y saludables practican estos tres niveles de relación en sus vidas. Debemos desarrollar una relación personal con Dios en la intimidad. Esta es la más elevada y la mejor, pero aún es incompleta y si sólo practicamos este nivel, también estaremos incompletos. Es notorio que el Señor dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo, aún cuando tenía a Dios por compañero. Dios creó al hombre para que lo necesitara a Él, pero también a otras personas. Por eso el Apóstol Juan escribió que no podemos amar a Dios si no amamos a la gente (1 Juan 4:20). Ambas van de la mano y sólo los que desarrollan una relación de intimidad con Dios, inevitablemente tendrán una relación cercana con su pueblo. No puede unirse apropiadamente a la cabeza sin estar correctamente unido al resto del cuerpo.

Grupos cristianos

Debemos desarrollar una relación fuerte con nuestra iglesia local, con un grupo en el cual nos sintamos integrados en nuestro servicio al Señor. Además debemos tener reuniones regulares con el resto del espectro del Cuerpo de Cristo para adorar y mantener nuestra visión en común como miembros del cuerpo. Cuando el Señor comparó a la gente con las ovejas, lo hizo porque la metáfora se relaciona con la naturaleza de las personas en muchas maneras. Así como un rebaño de ovejas que sólo se reproduce hacia dentro y no se cruza con otros se debilita en la siguiente generación, ocurre lo mismo con los cristianos. Las denominaciones, los movimientos y las Iglesias locales aisladas de los demás cristianos, terminarán por debilitarse.

Los pastores o las ovejas que traten de impedirle a su gente que se relacione con otros grupos de cristianos, en el mejor de los casos son malos pastores y pueden llegar a ser falsos. Con la aparición de la televisión cristiana, el internet y las conferencias donde se difunden las grandes obras de Dios, impedirle a un grupo que se relacione con otros cristianos requiere un elevado nivel de control y el uso del temor. Esto inevitablemente terminará por desintegrar o pervertir al grupo. Por esta razón, las Iglesias y movimientos que están creciendo con rapidez siempre son los que promueven el intercambio libre con el resto de la Iglesia.

Siempre debemos recordar que “un cordón de tres dobleces no se rompe fácil” (Eclesiastés 4:12) y determinarnos a ser fuertes en los tres niveles de nuestra relación con Dios. Aquellos que hagan esto, estarán ubicados en el lugar y el tiempo correcto, formando parte de las grandes cosas que Dios está haciendo.

Rick Joyner

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