Por Kathi Pelton
“Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios. Al ver esto, muchos tuvieron miedo y pusieron su confianza en el Señor” (Salmos 40:1-3).
La roca y las olas
Viviendo en el norte de California, cerca del Océano Pacífico, tengo el privilegio de visitar regularmente la costa. Nuestra línea costera es un poco diferente a la costa sur de California, dotada con playas largas y suaves donde una persona puede caminar por millas. Aquí tenemos pequeñas playas apartadas, oleajes fuertes y acantilados rocosos. Si se sienta en una playa y mira sobre el agua, podrá ver cómo rompen y espuman por encima de las rocas, proyectándose por fuera de la superficie.
Recientemente, mientras estaba sentada y observando una de esas rocas al ser golpeada sin piedad por las olas turbulentas, comencé a pensar en los versos del Salmo 40:1-3: “…puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme…”. ¡Aunque ciertamente estas rocas no se veían como si brindaran seguridad alguna!
En los últimos dos años sentí como si mi vida se hubiera establecido sobre una de estas pequeñas rocas, mientras las olas golpeaban a mi alrededor. Al principio retrocedía y trataba de alejarme de las olas (dejándome desgastada y agitada) pero mientras pasaba el tiempo, me vi con una paz más y más profunda en medio de la tormenta.
Pude ver que mi Roca es segura y ningún daño puede venir en mi contra al mantenerme sobre ella. Muchas veces una gran ola venía sobre mí y me tomaba por sorpresa, haciéndome perder el pie, pero rápidamente recordaba las lecciones que aprendí cuando estaba sobre la Roca y volvía a descansar.
La verdad es que Jesús, nuestra Roca, no es pequeño y puntiagudo. En cambio, aprendí que mi confianza en Él era pequeña y puntiaguda. Parece que cuanto más aprendo a confiar en Él, más se agranda la roca debajo de mis pies, aún hasta el punto donde puedo moverme sin deslizarme. En realidad, la Roca siempre fue espaciosa y segura, pero mi perspectiva de Jesús lo hacía aparecer más pequeño que las olas.
Él terminará su obra en usted
Los últimos dos años de mi vida fueron de aprendizaje acerca de la confianza. Hasta donde podía comprender, creía que confiaba en el Señor antes de este tiempo. Pero el Señor quería llevarme hacia el lugar donde mi confianza fuera inamovible, hasta el punto de no ser sacudida por las tormentas y las olas que trae la vida. No arribé al lugar que Él preparó para mí, pero confío que Él completará la obra que comenzó en mi vida.
“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).
Me anima saber que Dios no comienza una obra en mí, sino hasta haberla completado. Aprender a confiar no sucede en una noche porque requiere tiempo. Vivimos en un mundo caído y aprender a confiar tiene sus desafíos. Fuimos criados por padres imperfectos, tenemos relaciones imperfectas, nunca tuvimos un día perfecto y la mayoría de nosotros fuimos heridos por personas en quienes confiábamos.
Confiar en Dios, aunque sepamos que es perfecto en todos sus caminos, toma tiempo. Tenemos reacciones naturales ante las situaciones, el trauma, las relaciones y la vida que influyen en nuestra relación con Dios. Aunque anhelamos confiar en Dios, vencer los temores por las experiencias del pasado o circunstancias naturales, puede ser difícil. Primero aprendemos a caminar conforme a lo que vemos y sentimos, pero ahora estamos aprendiendo a caminar por el Espíritu Santo, a menudo tenemos que ignorar lo que vemos y sentimos con nuestros ojos naturales y nuestras emociones.
Dios no nos promete que no sufriremos
Nuestra dificultad es que Dios no nos promete la ausencia de sufrimientos. De hecho, nos promete lo opuesto. Aunque experimentaremos algunos sufrimientos en esta vida, somos confortados por la promesa que su Espíritu estará siempre con nosotros, nunca estaremos solos y seremos siempre amados. ¡Ni siquiera la muerte puede separarnos de ello!
Fuimos establecidos sobre esta Roca en medio de una vida turbulenta que siempre se está sacudiendo y cambiando, allí es donde aprendemos a confiar. Sin embargo, nuestros espíritus saben que la Roca sobre la cual vivimos es mucho más amplia y segura que el mar embravecido que nos rodea, aunque nuestros ojos y nuestras emociones a veces nos hagan creer lo opuesto, haciéndonos sentir que Dios es pequeño y temer que la tormenta nos arrastrará hacia el mar.
En mis años de juventud, a menudo esperaba que Dios detuviera las circunstancias para poder vivir mi vida protegida del dolor o la oposición. (¡Esto sólo llegará cuando se manifiesten el Cielo nuevo y la Tierra nueva!). Pero mientras crecía con los años, aprendí que Dios esperaba pacientemente que aprendiera a confiar en Él en medio de las olas de la vida. Aquí es donde la obra que Él comenzó en nosotros se perfecciona y madura hasta el día de Cristo.
“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada. Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie. Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace” (Santiago 1:2-8)
Confiando en Él con nuestro dolor
Sean dificultades en nuestras relaciones, necesidades financieras, pérdidas o enfermedades, Dios siempre es confiable. La mayoría de las pruebas que enfrentamos son de “duda e incredulidad”. Estas son pruebas auto infligidas debido a la reacción causada por temer que “Él no vendrá a ayudarme”.
Es raro que Dios responda o se manifieste como lo esperamos, pero sus caminos son siempre buenos y rectos. Si sólo pudiera no irritarme, preocuparme o perder el control para tomar la postura de descanso y confianza; ¡cuán fácil sería la vida!
Aún cuando nos enfrentamos a nuestros propios temores, es allí donde entramos en un nuevo nivel de confianza. Aquí es donde aprendemos a confiar en Dios con nuestro dolor. La naturaleza del dolor es lo que hiere, ¡a menudo lo hace muy mal! Confiar en Dios con nuestro dolor, aún cuando Él podía haberlo evitado, pero no lo hizo; puede ser muy difícil. Debemos recordar que Dios no hace que ocurran las cosas malas. Los problemas vienen porque vivimos en un mundo caído, pero Dios es el sanador de nuestro dolor y de nuestros corazones quebrantados.
“El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas” (Salmo 34:18-19)
La ganancia de conocerlo a Él
Recientemente hablaba con alguien que enfrentó muchas situaciones dolorosas en su vida. Su dolor era muy profundo y, aunque amaba grandemente al Señor, le resultaba muy difícil ver más allá de su dolor porque las cuestiones de su vida se definían por las “pérdidas”. Cuando comencé a evaluar mi conversación con él, me di cuenta que en Cristo las pérdidas y las ganancias son muy diferentes a las de aquellos que no viven en Él.
Filipenses 3:7-11 establece:
“Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos”.
¿Qué pérdidas se pueden comparar con las ganancias de conocerlo a Él y ser hallados en Él? Esto no significa que no sentiremos dolor cuando lleguen las pérdidas, pero siempre podremos encontrar confort en la verdadera perspectiva porque más allá de todo, tenemos la gran ganancia de conocerlo a Él. Nada puede quitarnos esto… ¡nada ni nadie!
Confiar en Él con su dolor
“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero! Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:32-39)
Aquí es donde ponemos nuestra esperanza y confianza en los tiempos de dolor. El amor de Dios nos guiará a lo largo de esta vida, aún durante tiempos de dolor. Podemos confiar en Él con nuestro dolor porque ningún dolor puede separarnos de su amor. Nos encontrará en los sitios más dolorosos para confortarnos con su amor. Personalmente encuentro su amor más cercano en los tiempos más dolorosos. Es como si nos envolviera con su amor para mantenernos cerca. Si se encuentra en un momento doloroso justo ahora, permita que lo envuelva con su amor para confortarlo. Está muy cerca de su vida.
Independencia o dependencia
Dios me estuvo hablando mucho en este último tiempo acerca del tema de la “independencia vs dependencia”. Lo experimenté tanto personalmente como en las vidas de otros, mientras tratábamos de controlar situaciones potencialmente dolorosas antes que ocurran. Al pedirle sabiduría al Señor sobre por qué caíamos tan rápido en un “modo predeterminado” para tratar de controlar el desenlace de nuestras vidas y relaciones. Me respondió rápidamente: “Es porque tu demandas independencia en lugar de abrazar la dependencia”.
En nuestro temor que Dios no puede ser suficiente o no nos dará el resultado que deseamos en las situaciones de nuestra vida, rápidamente abandonamos nuestra postura de dependencia (confianza e intimidad), para correr hacia la independencia (control).
Le pedí al Señor que cambiara mi “modo predeterminado” para poder abrazar rápidamente la dependencia cuando la vida y las relaciones son inseguras y evocan temores personales. Estamos aprendiendo a vivir en el temor del Señor, en lugar de hacerlo en el temor al dolor. La independencia simplemente nos introduce en un lugar donde trataremos de “controlar y manipular”, mientras que la dependencia nos introduce en la “relación, la intimidad y la confianza”.
“Así que podemos decir con toda confianza: El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?” (Hebreos 13:6)
Las palabras que el Señor les habló a los hijos de Israel por medio de Moisés antes de cruzar el río Jordán, continúan siendo verdaderas mientras cruzamos el río de la independencia hacia la tierra de la dependencia:
“El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes” (Deuteronomio 31:8)
¿Soy suficiente?
Unos de nuestros mejores amigos nos compartió una pregunta que le hizo el Señor: “¿Soy suficiente?”. Su respuesta inicial fue: “Por supuesto, Señor”. Pero mientras se desarrollaba el día, comenzó a ser desafiado por todas partes y encontró que a pesar de creer que el Señor es suficiente, su vida no lo reflejaba. Esta pregunta realmente me desafió también.
¿Vivo como si el Señor es suficiente? Algunas veces sí y creo en mi corazón que lo es… pero en realidad no lo reflejo como un estilo de vida. A menudo me encuentro a mí misma intranquila si no hago algo o no tengo algo que deseo. Me siento aburrida e intranquila, buscando cosas que me llenen. Realmente puedo decir como Pablo:
“No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:11-13)
¿Confiamos en la suficiencia del Señor cuando falla todo lo demás? Dios anhela que su pueblo pueda entrar en una relación de dependencia como la de su Hijo cuando caminó por la tierra. Este es el sitio donde Él nos provee todo lo que necesitamos. No llegué hasta este punto, pero por fe continuaré permitiendo que Él me lleve hacia allá hasta que mi independencia le deje paso a la dependencia.
Existe una Roca en la cual podemos confiar, depender y pararnos para enfrentar los tiempos de dolor. Él nunca cambia y nunca rehúsa su amor. ¡Él es fiel, verdadero y siempre suficiente! Nos invita hacia el terreno de la dependencia donde podemos comer del fruto de la intimidad y saborear la generosidad de su amor.
Ore esta oración conmigo:
“Padre, quiero responder al anhelo de tu corazón entrando en una verdadera dependencia contigo. Quiero vivir en la unidad donde Tú compartes como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Perdóname y libérame de mis caminos de independencia. Quiero abrazar rápidamente la dependencia y confiar tanto en tiempos de gozo como en tiempos de dolor. Guíame hacia el sito donde confío en ti para liberarme de los vientos de la duda que alimentan una mentalidad dividida. Quiero vivir lo que creo y quiero vivir en la verdad que Tú eres suficiente. Gracias por tu paciencia hacia mí y porque cumplirás la obra que comenzaste en mí. Te amo, amén”.
Kathi Pelton
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