martes, 17 de agosto de 2010

“Nuestra misión: Amar”

Por Victoria Boyson

clip_image002Juan 15:14-15 dice: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes”. Jesús quiere que seamos sus amigos.

Amo ser su amiga, porque es el mayor privilegio y gozo que tengo en la vida. Él es mi gozo y lo amo más que lo que puedo describir con palabras. Lo amo y quiero que otros lo conozcan igual que yo, para que puedan sentir su amor por ellos y no sólo desearlo, sino que realmente puedan sentirlo. El Señor me habló y dijo que este sería el año donde comenzaría una intimidad increíble con los suyos, sería una luna de miel con su pueblo.

Me da mucho placer cuando los hijos de Dios comienzan a darse cuenta de su amor por ellos y encuentran el gozo de la intimidad con Él. Tiene tanto amor para darnos y sólo quiere amarnos para que formemos parte de su familia.

Nuestra necesidad de Él

Una noche lo necesitaba desesperadamente. Me sentía sola en mi espíritu y lo necesitaba a Él. Repentinamente, sentí su presencia junto a mí y en mi espíritu, supe que estaba allí sólo para mí y yo estaba sólo para Él. Luego tuve la experiencia espiritual más intensa de mi vida y me abrumó por completo. Todo lo que podía hacer era llorar. Lo amo tanto y mi relación con Él es más real que cualquier otra que pueda desarrollar en la Tierra.

El amor que siento por Él me impulsa a ayudar a otros para que conozcan verdaderamente su amor. Hay tanto en esta vida insoportablemente difícil. Sin Dios, es mucho más difícil, es casi imposible para algunos. Pero su amor libera, consuela a los solitarios y sana a los enfermos. La vida es dura, pero sin Él es mucho peor.

Es fácil endurecer nuestro corazón cuando fuimos heridos, encerrándonos en la ira, el temor y el dolor, aún en contra de Dios. Pero escapar de Dios no es la solución. Él comprende nuestro dolor y nos ama, aún cuando estemos enojados con Él. A veces, podemos concentrarnos en perdonar a toda la gente que nos hirió en la vida y aún así, sin darnos cuenta y aunque Dios no nos hizo nada, conservamos un sentimiento de falta de perdón hacia Él.

Dios quiere que deje ir a su dolor, su soledad y su angustia, entregándoselos a Él. Cuando nos negamos a dejar ir las ofensas, pueden alejarnos de Él. Vivir separados de Dios abre nuestro corazón a las profundidades de las tinieblas explotadas por el enemigo. Es un lugar terrible. En las tinieblas podemos terminar haciendo cosas que jamás haríamos en la luz. Es fácil ser golpeado por lo que no podemos ver con claridad, porque las tinieblas nos cegaron y nos engañaron.

Aún así, si queremos ver un pequeño rayo de luz a través del amor de Dios, nuestra conciencia es capaz de volver a sentir. Las tinieblas se expondrán rápidamente, liberándonos de nuestro temor a la luz de Dios por medio de la seguridad de su amor.

Dios siempre nos amó, aún si lo odiamos o rechazamos. Por medio de su amor, podemos conocer que cuando rechazamos creer en Él, aún sigue creyendo en nosotros. Hubo una gran cantidad de errores cometidos en contra del Señor por aquellos que lo aman, aún así, sigue teniendo esperanza por nosotros porque no puede dejar de amar a su creación.

Conoce su corazón y las cosas que le provocaron el dolor, cegándolo y arrastrándolo hacia las tinieblas. El Señor quiere que sepa que sin importar cuán lejos lo empuje o lo odie, sin importar cuánto lo insulte, sin importar cuánto trate de olvidarlo, nunca dejará de amarlo. No puede dejar de hacerlo.

El amor de Dios por los perdidos

Descubrí dos películas que se estrenaron en Enero del 2010, mostrando a Dios como cruel, odioso y aún violento. Una se llama Legión y la otra Creación (la historia de Charles Darwin). Legión es la historia de un grupo de personas que pelean contra Dios y ganan, mientras Él se alimenta de la humanidad y quiere destruirla.

Cuando oí por primera vez acerca de estas películas, me sentí aturdida y asombrada. Luego este sentimiento se transformó en pena. Pensé, “¿fallamos en mostrarle al mundo la verdadera naturaleza de Dios?”.

El resumen de la película Legión, ilustra a Dios como alguien tan lleno de odio y tan cansado de nuestro pecado que decidió que ya no valíamos la pena para Él. Por tanto, busca nuestra destrucción. Es como si representaran el pasaje de Apocalipsis 19:19: “Entonces vi a la bestia y a los reyes de la tierra con sus ejércitos, reunidos para hacer guerra contra el jinete (Jesús) de aquel caballo y contra su ejército”. Pero con un final cambiado. En esencia, el mensaje de la película es: Dios no nos ama más y no le importa nada de nosotros, entonces nos vemos forzados a unirnos a los ángeles caídos y rebelarnos contra Él.

Vemos que esta guerra invisible en la que estamos peleando no es sobre la existencia de Dios (hay que creer en Él para hacer una película sobre Él), sino sobre su naturaleza. ¿Dios es amor o es un Creador lleno de odio que sólo quiere dominarnos?

Esto aclara mucho más nuestra misión: mostrarle al mundo cuánto los ama Dios.

Le pedí al Señor que me mostrara algo que le probara su amor a la humanidad. Inmediatamente, me mostró el arca que construyó Noé. Sí, desató un diluvio sobre la tierra por la intensidad de la perversión, pero hizo una provisión para la humanidad. Tuvo que inundar la tierra para rescatar al hombre de la perversión en la que estaba sumergido.

Si los perdidos pudieran sentir su amor por ellos, aún por unos momentos, sabrían que hay una vida mejor de la que experimentaron. Sienten el vacío en su alma, por eso tratan de escaparse de Dios. El pecado los atrapó y trató de devorarlos. Sienten la culpa del pecado, lo admitan o no, porque el enemigo explotó las tinieblas en las que se encuentran para alimentar una rebelión en contra de Dios. Realmente no necesitan más condenación, necesitan libertad por medio de Cristo.

De hecho, los perdidos pueden no darse cuenta que están pecando, pero sienten las tinieblas de la separación de Dios. Jesucristo no vino a la tierra para condenarlos, sino para salvarlos (Juan 3:17). Vino para libertar a los hombres de la esclavitud.

Dios no está lleno de ira y disgustado por su creación. Nunca se dio por vencido. Aún en las tinieblas de nuestro pecado, no dejó de amarnos. Por eso nuestro pecado le causa tanto dolor a Dios, porque Él no puede dejar de amarnos, aún en medio de nuestro pecado.

Él odia el pecado por el efecto que tiene sobre su creación. Le provoca un dolor mucho mayor ver a aquellos que creó, cayendo en el pecado que los dañará y anulará sus vidas, apartándolos de Él. No, a pesar de todo el dolor que pueda causarle, Dios no dejará de amar al mundo ni dejará de tratar de salvarlo.

Juan 3:16 dice: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.

De tal manera, amó, amó. Dios amó tanto aún al peor pecador, que entregó a su Hijo para salvarlo. Sí, existe una redención para cada pecador que se arrepiente.

En Alemania, luego del holocausto del pueblo Judío en la Segunda Guerra Mundial, ¿cómo reaccionó Dios hacia aquellos que trataron de aniquilarlos? Rescató al pueblo Judío y les devolvió su nación, pero su amor fue más allá de pensar en las víctimas de esa gran maldad. El amor de Dios continúa buscando a aquellos que aplicaron semejante maldad. Envió su amor sobre Alemania para ministrar y salvar a los que perpetraron esas atrocidades en contra de su pueblo y aún lo sigue haciendo. Su corazón se duele por los perdidos en tinieblas quienes, cegados por el pecado, tratan de oscurecer por completo a la niña de los ojos del Señor (Zacarías 2:8).

Dios nos envió por sus hijos heridos por la guerra, los que fueron victimizados por la crueldad de sus enemigos, pero también por los que se encuentran atrapados en una red de tanta maldad que no ven nada de luz. Su amor vio lo que unos pocos pudieron hacer. Vio una maldad increíble que atrapaba sus corazones y peleó por redimirlos de ella. Una vez más, hay redención para todos los que se arrepienten.

Entréguese al amor de Dios

Dios envió a su Hijo a buscar y salvar a los que perdieron su camino. A través de esto, el mundo conocerá su amor. Se darán cuenta que nuestro clamor por misericordia hacia ellos es real. ¿Puede nuestro amor ir más allá del juicio y clamar por la misericordia del Señor?

En Juan 8:1-11, los Fariseos le llevaron a Jesús a una mujer atrapada en el acto de adulterio. Pero Él se negó a juzgarla. En lugar de ello, acusó a sus acusadores. Todos tienen una historia que explica por qué tomaron esas decisiones, qué los llevó hasta ese punto o qué los metió en ese camino. Dios sabe todo lo que atravesaron y qué los hizo ser así. Pero más allá de eso, se comprometió a amarlos porque sólo Él puede verlos correctamente. Él nos ve como somos en verdad y a través de los ojos del amor.

Estamos llamados a amar como Dios nos amó. Y dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Marcos 16:15). Las buenas nuevas dicen que obtuvo libertad para nosotros, redimiéndonos de la maldición y las ataduras del pecado. Satanás conspiró para torcer la manera que tiene el mundo de ver a Dios, haciéndolos creer que es frío e indolente. El diablo está desesperado por impedirnos experimentar el amor de Dios. El enemigo pelea en contra de la verdadera libertad que sólo podemos hallar en Cristo. Trata de pervertir la mente de la gente haciéndolos sentir que es Dios, cuando en realidad está hablando el enemigo.

Para todos aquellos que amamos a Dios, nuestra misión es clara: debemos mostrarle al mundo por cada medio posible que Dios los ama verdaderamente. Conocerán el amor de Dios cuando los amemos a ellos. Conocerán el amor de Dios por medio del perdón y la misericordia.

Es muy común que los cristianos caigan en una mentalidad farisaica para destruir a los pecadores. En realidad, eso es lo que satanás quiere que hagamos. Su plan es hacer que los perdidos se pongan en contra nuestra, nos hieran y nos persigan para que los odiemos. Él sabe que si golpeamos con ira y condenación, la gente se alejará de nosotros tan rápido como puedan, perdiendo la oportunidad de demostrarles el amor y la misericordia de Dios.

Así trabaja el enemigo para tratar de hacernos odiar a aquellos a quienes estamos llamados a alcanzar. Cuando hacemos esto, usará su desconfianza en contra nuestra para que entiendan mal a Dios.

Esta es nuestra guerra: aferrarnos al amor incondicional de Dios. Sólo podremos ser verdaderamente victoriosos si conocemos el amor de Dios por nosotros mismos. De hecho, cuando experimentamos el poder cautivador de su amor incondicional, nos sentimos impulsados a perdonar y soltar a aquellos que nos hirieron para poder amarlos.

Nuestra batalla es recordar que Dios amó de tal manera al mundo que entregó a su único Hijo para salvarlos. Cada ofensa es una oportunidad para un milagro de su gracia.

La abundancia de pecado en este tiempo no debe asombrarnos, porque: “Donde abunda el pecado, sobreabundará la gracia” (Romanos 5:20). En medio de una gran oscuridad, la luz de Cristo brillará mucho más a través de nosotros en un mundo en desesperación.

Victoria Boyson

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