Por Rick Joyner
Para comprender los tiempos, siempre trato de ir hacia el fundamento de un asunto para ver si puedo reconocer la mano de Dios en ello. El Salmo 90:17 dice: “Que el favor del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros. Confirma en nosotros la obra de nuestras manos; sí, confirma la obra de nuestras manos”. Con frecuencia oro sobre esto porque no quiero ocuparme de otra cosa que no sean los negocios del Padre. Quiero saber que lo que estoy haciendo es verdaderamente su obra y que las cosas que estudio son para sus propósitos. Me interesan muchas cosas, pero no estoy aquí para entretenerme sino para hacer la voluntad de Dios, por eso busco confirmación para todo aquello en lo que estoy trabajando.
Como líder de un ministerio que atrae a mucha gente profética pasé décadas tratando de comprender la profecía y nunca encontré un lugar en las Escrituras donde el Señor estuviera obligado a repetir la profecía para confirmarla. Josías, uno de los reyes más justos de la historia de Israel, murió porque no reconoció la voz del Señor hablándole a través de una fuente inapropiada y no recibió una confirmación. Puede ser peligroso presumir cosas, especialmente al enseñar temas como principios que no están establecidos como tales en las Escrituras.
Sólo porque algo aparezca una vez en la Biblia no significa que es un principio. Sin embargo, si aparece una vez puede que sea posible. Un principio teológico básico que creo es correcto, es que si todo el peso de las Escrituras dice una cosa y hay un verso que dice lo contrario, no podemos basar nuestra teología en eso. Debemos hacerlo sobre el punto que sostiene toda la Palabra. Por supuesto que debemos tratar de entender cual parece ser una excepción, pero hasta que lo hagamos no debemos basar nuestra teología o enseñanzas en ello.
Encontramos ejemplos del Señor repitiéndose a sí mismo a la gente, pero es la excepción. Por lejos, vemos que tiende a hablar una sola vez esperando que lo oigamos y obedezcamos. No es como un padre que le repite las instrucciones a un hijo. Entonces el niño aprende que antes de obedecer tiene que oír varias veces las órdenes o que se debe elevar el tono de voz por la irritación. El Señor dijo que nuestro sí debe ser sí y nuestro no debe ser no, otra cosa diferente es una perversión (Mateo 5:37). Podemos esperar que Él les enseñe a sus hijos a oír la primera vez y lo que quiso decir la primera vez.
Oír y obedecer
Traté de enseñarles a mis hijos de la misma manera para que oyeran y obedecieran la primera vez que les hablaba sin discutir, a menos que no me oyeran con claridad. Nunca les impedí que me preguntaran lo que no entendían, pero no les permití desafiar mis instrucciones a menos que hubiera una causa de fuerza mayor que pensaran que era suficiente como para hacerme cambiar mis instrucciones. Aprendí esto durante mi instrucción militar y como piloto.
Cuando estaba en la infantería me dijeron que si no obedecía las órdenes, podría morir y aquellos que estaban bajo mis órdenes también podrían terminar igual. Pero también podría poner en riesgo a toda la fuerza por mi desobediencia. Si me asignaban una posición y cuando llegaba allí me movía hacia una cercaba, podría caer bajo el fuego amigo. ¿Por qué? Si observaban fuego desde una posición donde no habían enviado a nadie, pensarían que es un enemigo. Cuanto más intensa fuera la situación, más peligroso sería desoír las instrucciones y no obedecerlas.
Como piloto si me decían que debía estar a una determinada altitud y dirección, podría verme ocupando el mismo espacio y al mismo tiempo que otro avión, algo muy peligroso. En el vuelo de combate, si no se encuentra en la dirección y la altura asignada, lo considerarían un enemigo y podría ser derribado por sus propias fuerzas de infantería en tierra.
A medida que nos acercamos al fin de este tiempo, oír y obedecer la voz del Señor será cada vez más crítica y en el tiempo correcto será una cuestión de vida o muerte. Como el énfasis de nuestro ministerio es conocer la voz del Señor desde nuestros comienzos y llevamos décadas buscando conocer cada vez más su voz, creo que como ministerio tenemos una gran ventaja sobre casi todos los que conozco. Sin embargo, pude oír repetidamente al Señor que debemos conocer su voz mucho mejor que hoy para poder atravesar los tiempos que vienen.
Rick Joyner
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