domingo, 7 de noviembre de 2010

“Abrumados por las circunstancias”

Por Victoria Boyson

clip_image002“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia.  Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada” (Santiago 1:2-4).

La historia de Cenicienta es intensa, porque muchas de las claves en el relato se pueden encontrar en las vidas del pueblo de Dios que levantó para su gloria y su propósito. Una nota especial para todos los hombres: antes que dejen de leer este artículo porque dije Cenicienta, por favor sígame y le mostraré un ejemplo de Cenicienta en las Escrituras.

Cenicienta era una muchacha cuya madre había muerto cuando era niña, pero su padre rico la amaba mucho; vivía bien y gozaba de su favor y su amor. En verdad, su vida era bendecida y tenía todo lo que necesitaba, pero su padre no pensaba así. Se volvió a casar para darle una madre y una familia. Pero murió poco tiempo después de volver a casarse.

Estoy segura que su padre no tenía cómo saber que devastaría la vida de su hija por la decisión que había tomado al volver a casarse. De repente, con la muerte de su padre, su vida se alteró trágicamente. No sólo había perdido a su padre, su casa y su posición en su familia, fue despojada de su propia identidad personal.

Ella misma no había cambiado. Pero por las acciones de su familia adoptiva, la hija que antes era amada y favorecida, ahora era una sirvienta. No la volvieron a amar u honrar, la rechazaron y abusaron, aislándola en su propia casa.

Una cosa es que le robaran y la echaran, pero tener que quedarse a servir a aquellos que la robaron, es algo diferente. Quedarse sentada mientras observaba a los demás disfrutando o aún maltratando las cosas que una vez había cuidado tanto, habría sido muy difícil. Y el anhelo de sentirse parte de la familia que nunca se cumpliría, es como experimentar una herida continua que no se sana. La forzaría a hacer cualquier cosa con tal que la amaran. Cuanto más trataba de lograrlo, más la rechazaban.

Acorde con algunas versiones de esta historia clásica, Cenicienta trató de ir a un baile real en el palacio con su madre y sus hermanas adoptivas, vestida con un traje viejo de su madre. Sus hermanas, alentadas por su madre, rasgaron su vestido en pedazos, dejándolo hecho jirones. Literalmente la desnudaron emocional y físicamente de todo lo que conocía y era en la vida, dejándola sin nada. Estaba aturdida, emocionalmente atontada, sola y devastada por sus acciones.

Pero aquí su historia dio un giro sorpresivo. En el momento que llegó a su punto más bajo se encontró con su hada madrina, quien comenzó a transformar el mundo de Cenicienta. El hada madrina vino hacia ella en un momento de desesperación y le mostró su amor, lo que más necesitaba Cenicienta.

Versión masculina de Cenicienta

Si recuerda la historia de José en Génesis 37 y 39-45, era el hijo más amado y favorecido por su padre, Jacob. Su madre había muerto cuando nació su hermano menor, pero aún tenía el amor de su padre, ¡y cómo lo amaba Jacob! Le entregó a José muchos privilegios y dones que sus hermanos no tenían, pero por encima de eso, le entregó todo su amor (Génesis 37:3). Esto creó un gran celo en sus hermanos hacia su persona. Lo odiaban por ello, tanto que planearon matarlo (Génesis 37:20). A través de un giro del destino, en lugar de asesinarlo, lo vendieron como esclavo, quizá un giro peor que la muerte (Génesis 37:21-28).

José pasó 13 años como esclavo, siendo propiedad de otra persona o en la cárcel. Fue acusado de degenerado por irse detrás de la mujer de su amo, cuando en realidad ocurrió lo opuesto (Génesis 39:6-20). Su vida fue despojada física y emocionalmente. Ya no era el hijo más amado y favorecido, ahora era esclavo y estaba en prisión por error.

Si alguien tenía el derecho de estar enojado y amargado, era José. El Señor le mostró visiones y sueños asombrosos sobre todo lo que haría en el futuro (Génesis 37:5-11), aunque su vida corrió en la dirección opuesta algunos años. Parecía como si Dios lo hubiera engañado, pero José afincó su fe en Dios (Génesis 39:2-5 y 39:21-23).

Todo lo que perdió y las cosas que le hicieron, se transformaron en la preparación para el cumplimiento de sus sueños. Les dijo a sus hermanos, “Pero ahora, por favor no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas” (Génesis 45:5). Continuó, “Fue Dios quien me envió aquí, y no ustedes. Él me ha puesto como asesor del faraón y administrador de su casa, y como gobernador de todo Egipto” (Génesis 45:8).

Reflexionando con los años que José pasó en Egipto, en lugar de maldecir a sus hermanos por todo lo que tuvo que pasar, pudo ver sus acciones horribles como herramientas en las manos del Señor para prepararlo para rescatar a millones (Génesis 45:6-7). La vida de José cambió dramáticamente, yendo de ser el hijo favorito de su padre hasta ser un esclavo y prisionero. Pero desde allí llegó a ser el segundo en el poder en Egipto (Génesis 45:8).

La transformación de Cenicienta fue tanto rápida como contundente. Pasó de ser una hija amada y luego esclava, a ser una princesa que gobernó junto a su esposo. Ambos fueron despojados de todo lo que conocían y amaban, pero vemos al final que todo el proceso que tuvieron que atravesar, los preparó y equipó para su gran destino.

¿Por qué Dios permitió que José atravesara semejantes pruebas? En las Escrituras encontramos ejemplos de aquellos que se levantaron sin una preparación, sólo para caer y perder la visión de lo que realmente importa.

El rey Salomón, el hijo del rey David, fue el hombre más rico y sabio de la historia (1 Reyes 3:11-14). Heredó el reino de su padre, que de hecho era enorme y Dios lo bendijo con mucho más (1 Reyes 3:11-14). Sin embargo, no tenía la preparación para el trono que tuvo su padre. David fue de ser pastor (1 Samuel 16:11) a ser guerrero (1 Samuel 18:5-7), luego yerno del rey (1 Samuel 18:17-27), luego un fugitivo que escapaba por su vida (1 Samuel 19-24), luego vivió en cuevas (1 Samuel 22:1-2), luego se hizo el loco (1 Samuel 21:13), llevó a sus esposas con él (1 Samuel 30:1-5), fue rechazado y aborrecido (1 Samuel 4-8) y finalmente accedió al trono sobre todo Israel (2 Samuel 5:1-5).

Sin embargo, vemos en la vida del rey Salomón que como no tuvo que pasar por lo que pasó su padre, se apartó de Dios hacia el final de su vida (1 Reyes 11:4-6). “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” (Marcos 8:36). ¿De qué le sirvieron a Salomón toda su sabiduría, sus riquezas y su fama, si le costaron su relación con Dios?

Aferrarse al amor de Dios

Muchos de ustedes atravesaron procesos de despojo similares. Están confundidos y heridos, quizá se sintieron abandonados por Dios. Las cosas que nos hieren más a menudo, son las continuas traiciones de aquellos que deberían amarnos, pero no lo hicieron. Es doloroso ver la dureza de los demás en contra nuestra cuando no tenemos nada que ver con el asunto. A veces nos sentimos psicológicamente abatidos debido a las acciones de otros.

Aunque nos despojaron, robaron o traicionaron, seguimos aferrados a Dios, porque atravesar nuestra angustia personal sin Él, es mucho más inconcebible. En medio de nuestra desesperación, nos damos cuenta que conservamos lo único que realmente importa: seguimos teniendo a Dios. Luego, Él llegó a ser nuestro todo y nos sentimos como las personas más ricas en el mundo.

Es más, a través de todas nuestras pruebas, estamos siendo preparados para nuestro destino grandioso. Un día, como José, miraremos hacia atrás y veremos este tiempo donde Dios usó toda clase de recursos para prepararnos para el futuro. Conocer nuestro destino fue grandioso, Él quiso que estuviera preparado, por eso no caeremos cuando llegue la prueba real: el éxito. Así tampoco Dios nos dejará en medio de todas las bendiciones que anhela entregarnos, necesita establecer el fundamento de nuestra vida, afirmándonos sólidamente en Él. Por eso probó nuestra fe al máximo.

Si usted está en circunstancias similares, entonces debe saber que su Padre celestial lo ama profundamente y está descansando en la palma de su mano. Su vida le pertenece a Él y verá que está listo para recibir las bendiciones indecibles que tiene preparadas para usted, anticipando su destino. Usted es su hijo amado y favorecido, le pertenece a Él porque es su creación especial.

Quizá pueda ver imágenes de su propia vida en la historia de Cenicienta o la historia de José le es demasiado familiar. Cualquiera sea el grado de relación con ellas, recuerde que su historia cambia mientras se afirma en Dios. Nuestra historia también toma un nuevo y rico propósito cuando nos encontramos con Dios. Él hace todas las cosas nuevas, aún los eventos más dolorosos de nuestro pasado. El Padre hace bellezas desde las cenizas de nuestra vida (Isaías 61:3). Dondequiera que se encuentre, ríndale sus cenizas a Él y verá cómo hace algo hermoso con su vida.

Por favor, ore conmigo: Padre amado, te necesito. Eres todo lo que tengo, eres todo para mí. Consuélame y haz algo hermoso con mi vida. Me rindo por completo en tus manos y te pido que me llenes con tu Espíritu. Recibo todo lo que tengas para mí con brazos abiertos porque sé que viene de Ti y confío en Ti con toda mi vida.

Victoria Boyson

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