martes, 7 de agosto de 2012

La asombrosa gracia de Dios: Una vida sin límites”

Por Bobby Conner

clip_image002Como creyentes aprendimos a vivir diariamente con las verdaderas metas, anhelos y propósito divino. No podemos concretar esto a menos que caminemos en la gracia de Dios.

¿Cuál es la clave para experimentar la gracia de Dios?

¡Abrazar nuestra debilidad! Dios no está buscando a los fuertes para que lo ayuden a cumplir su obra. La verdad es que el Señor está buscando un pueblo que sea lo suficientemente débil para ser usados. Debemos recordar que su fuerza se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9). La clave para experimentar la fuerza liberadora sobrenatural es la debilidad personal.

Debemos comprender que la debilidad personal no significa debilidad de carácter o falta de conocimiento escritural. Por el contrario, Dios está buscando un pueblo que llegó al lugar donde perdió toda confianza en su poder carnal para concretar las obras del Espíritu. Sólo cuando abracemos la debilidad de nosotros mismos aparte de Cristo podremos ser fuertes y agraciados para cumplir las cosas para el verdadero avance del Reino glorioso de Dios.

Esta verdad está claramente desplegada en la historia que vemos en Mateo 8:23-28, donde se describe a los marineros fuertes y experimentados que decidieron vivir en alta mar. Sin embargo, un día el Señor levantó una tormenta que hizo volar cada gramo de su confianza en sí mismos. Se encontraron en su final y clamaron por la ayuda y la gracia del Señor. Aunque estaban entrenados y tenían experiencia, los vientos y las olas del mar los convencieron de su dependencia de Dios.

¿Se encontró con vientos de cambio en su vida?

Si aún no fue así, ¡puede confiar que se cruzarán en su camino! Cristo Jesús declara: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:5). La palabra “nada” significa completa y totalmente nada. Verdaderamente significa menos que nada. Nuestra vida es de un gozo inexplicable cuando llegamos al lugar donde comprendemos que sólo la obra del Espíritu puede impulsar el Reino de Dios.

El depósito de la gracia

En otras palabras, absolutamente nada de lo que hicimos en el pasado y nada de lo que podamos alcanzar en el futuro se podrá comparar con el gozo inexplicable de permitir que Jesús viva en nosotros. Dios estableció exactamente un camino único de gracia. Mientras rendimos nuestra voluntad y caminos al control del Espíritu, comenzamos a experimentar su camino de gracia. Rindiendo y abrazando nuestra debilidad personal, experimentamos la gracia abundante que nos permite concretar todo lo que Dios nos asignó para realizar (Filipenses 4:13).

El depósito de gracia es lo que enciende el fuego de la pasión en los nuevos creyentes. Son abrumados por todo lo que Dios está haciendo en sus vidas. Su felicidad y excitación es contagiosa. Toda esta vida está ardiendo con el amor de Dios. Como pastor enseño en las clases de nuevos creyentes y mi corazón siempre fue bendecido por el gozo de los que están experimentando la gracia asombrosa de Dios. Es la misma gracia asombrosa que hace danzar la luz del contentamiento en los ojos de los creyentes maduros que aprendieron a habitar en la gracia gloriosa de Dios. Nuestra vida debería testificar sobre la habilidad de la gracia asombrosa de Dios para usarnos para alcanzar cosas grandes y poderosas para su gloria. En síntesis, fuimos salvos por gracia y debemos continuar viviendo por gracia: No podemos separar nuestras responsabilidades y actividades diarias de una vida llena de la gracia. ¡Fuimos salvos por gracia y somos guardados por la gracia magnificente de Dios!

El Cuerpo de Cristo parece comprender mucho todo lo concerniente sobre la gracia de Dios tocando la vida del inconverso: Sólo por la gracia de Dios alguien puede llegar al lugar del arrepentimiento y la salvación. Sin embargo, perdemos el verdadero entendimiento sobre la habilidad de la gracia de Dios operando a diario en la vida de los creyentes. Esto los llevaría a caminar en un nivel de fe donde habrá una efectividad radical y una fructificación extrema. La gracia no cambia nuestra mente, pero aprender a abrazar nuestra debilidad y función a través de su fortaleza, tiene por sí misma un efecto transformador profundo sobre nuestras vidas. La gracia es un poder motivador poderoso, provocándonos a alcanzar niveles cada vez más altos y concretar más cosas para Cristo y su Reino.

Ingredientes esenciales para la gracia

El apóstol Pablo estableció en 1 Corintios 15:10: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa. Al contrario, he trabajado con más tesón que todos ellos, aunque no yo sino la gracia de Dios que está conmigo”. Pablo declaró que la gracia de Dios sobre su vida no fue infructuosa, operó más por la gracia activa en su vida.

Aunque dependemos radicalmente de la gracia de Dios en todo lo que somos y lo que hacemos, estamos llamados a trabajar abundantemente para extender su Reino. Esta es una de las grandes paradojas de la vida cristiana. Sólo podremos alcanzar las cosas por y a través de la gracia, sin embargo Dios espera que trabajemos diligentemente en su servicio. Charles Spurgeon dijo una vez: “La fe sube las escaleras que el amor edificó y mira a través de las ventanas que abrió la esperanza”.

Así como debemos trabajar con diligencia para extraer toda la gracia que Dios nos entregó, necesitamos ser humildes para obtener la gracia. 1 Pedro 5:5 dice: “Así mismo, jóvenes, sométanse a los ancianos. Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes”. La gracia es una promesa para los humildes. Un gran santo dijo años atrás: “Cuando la humildad se anuncia a sí misma está lista para salir por la puerta”. Si fuéramos verdaderamente humildes y prudentes como para no usurpar la gloria de Dios, siempre dándole la alabanza por lo que está haciendo, estoy seguro que recibiríamos más gracia.

El Señor me advirtió una vez que la forma más alta de traición era tomar los dones y la gracia que le entregó al liderazgo para ganar y cortejar a la Novia para Él, y usarlos para ganar a la Novia para nosotros mismos. Debemos abrazar la promesa del Salmo 84:11: “El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha”. En este pasaje vemos la verdadera clave para avanzar en el Reino de Dios. Somos capaces de contemplar la gloria de Dios por el don de la gracia.

Todas las cosas buenas que la humanidad pueda alcanzar son el resultado directo de la unción y la impartición de la gracia de Dios. Debemos caminar en una vida llena de la gracia para ver la gloria de Dios llenando la tierra. La gracia es una puerta abierta que nos habilita para acercarnos a Dios. En Proverbios 8:17 y 21, Dios declara: “A los que me aman, les correspondo; a los que me buscan, me doy a conocer… enriqueciendo a los que me aman y acrecentando sus tesoros”. Esta es una promesa asombrosa y un incentivo poderoso. Estamos llamados a encontrar a Dios y cuando lo hayamos encontrado, nos bendecirá con tesoros sobreabundantes.

Nunca debemos olvidar que Dios tiene grandes planes para su pueblo. En Jeremías 29:11, Dios nos promete: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. Es tiempo de abrir nuestros corazones a la gracia de Dios y experimentar los grandes planes que tiene para cada uno de nosotros.

Esperando en Dios

El Señor desea cambiarnos porque busca introducirnos en su propósito, espera que lo alcancemos y golpeemos la puerta de su corazón. Así como Ester tuvo que acercarse al trono de su esposo, debemos prepararnos para acercarnos al trono de Dios. Él también nos extendió su cetro. Este es el tiempo donde la gracia proveyó una puerta abierta en el Cielo. Ahora debemos acercarnos al trono de la gracia de Dios para encontrar mayor favor y ayuda durante estos días (2 Corintios 6:2).

El Salmo 46:10 nos enseña a estar quietos y conocer que Jehová es Dios. Pasar tiempo en quietud en la presencia del Señor es necesario y tiene una gran importancia. Cuando esperamos en Él somos renovados en poder y fortaleza (Isaías 40:28-31).

Cada uno de nosotros debe encontrar un lugar especial y quieto donde podamos hacer callar las preocupaciones de este mundo y estar a solas con Dios. Cada día debemos ir a nuestro lugar secreto para adorar y conocer su gracia y su piedad hacia nosotros, agradeciéndole al Señor por su guía y bendición sobre nuestras vidas. Cuando entramos por sus puertas con acción de gracias y ante su trono con alabanza, se desata un río de su gracia. ¡Alabemos al Señor y bendigamos su santo Nombre!

Mientras tomamos tiempo para buscar al Señor a cara descubierta, somos transformados cada vez más en su gloria (2 Corintios 3:18). En este lugar de adoración donde leemos su Palabra, se suelta su gracia que produce: “Espíritu y vida”. Su Espíritu Santo fluye en nuestro ser para edificar nuestra fe y proveer la gracia que nos habilita para obedecer. Es esencial que nos apartemos cada día para estar en su presencia. Asistir a los servicios de la Iglesia local es vital y no debemos descuidarla, pero no reemplaza nuestro tiempo devocional a solas con el Señor de la gloria.

Ser uno con el Señor

En Lucas 3:2, la palabra de Dios vino sobre Juan el Bautista mientras estaba a solas en el desierto. Los programas religiosos en esos días estaban en pleno funcionamiento, pero el Señor llamó a Juan para estar a solas con él. Esto mismo ocurre hoy, porque están los que tienen hambre espiritual y buscan más, quienes también son llamados a apartarse a solas con el Señor para tener un tiempo de preparación. Como resultado de estar a solas con el Señor, Juan alcanzó un nivel de unidad con Él que no hubiera podido alcanzar de otra manera.

Cuando le preguntaron a Juan quién era, su respuesta testificó acerca de esta experiencia. Dijo: “Yo soy la voz del que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor, respondió Juan, con las palabras del profeta Isaías” (Juan 1:23). Cada uno de nosotros debería estar en el lugar desde donde podamos afirmar: “Soy a voz de uno”. Existe una necesidad urgente por esta “voz” que clama en medio de las frustraciones y peligros de hoy (Isaías 40:3-5). Vivimos en un mundo que reclama la gracia y la paz de Dios.

Hoy no necesitamos una nueva metodología, sino volvernos a apartar para estar en la presencia del Señor para ser preparado como “una voz que clama en el desierto” en nuestros días. Quedará claro en nuestra vida que, como ocurrió con los discípulos, estuvimos con Jesús. Esto y sólo esto hará los cambios que deben ocurrir si vamos a alcanzar este mundo herido con el mensaje redentivo de Dios y su gracia transformadora. Debemos reflejar su vida de una manera radical.

Oí el testimonio de un predicador que hacia el final de sus días le preguntaron qué haría si volviera a vivir. Dijo que no pasaría siete años preparándose para 45 años de ministerio. En lugar de ello, pasaría 45 años de preparación para siete años de ministerio. Es muy importante cómo comenzamos, pero es mucho más importante cómo llegamos al final.

El Señor quiere llevarnos hacia el fin de nuestras habilidades para que podamos afirmarnos en su habilidad. Esto requiere que reconozcamos su presencia y nos volvamos hacia Él. Sólo después seremos capaces de ser la expresión de su voz, una voz que clama en el desierto para nuestros días. La búsqueda más noble de nuestros días es pasar tiempo en su presencia. ¡La presencia del Señor marcará toda la diferencia! ¡Debemos prepararnos para su presencia!

Bobby Conner

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