Por James W. Goll
Puede imaginarlo, después que Adán y Eva conocieron a Dios y Él los conoció a ellos, ¿cuán rápido cambió el clima espiritual? Como resultado de su desobediencia, experimentaron barreras instantáneas en su intimidad con Él. Se levantaron muros. Después de su pecado tuvieron que recoger hojas de higuera del arbusto más cercano tan rápido como pudieron y las cosieron para vestirse con ellas. Por primera vez en sus vidas se estaban escondiendo del Señor, su Creador.
Pero Dios, en su búsqueda apasionada, continuaba a su lado. Se produjo una nueva sensación dentro de ellos en la medida que Dios se les acercaba. Antes corrían hacia Él cuando oían sus pasos, pero ahora se escapaban de Dios en otra dirección. Antes, su respuesta era de gozo: “¡Señor, estás aquí!”. Ahora tenían miedo y temblaban: “¡Oh no, es el Señor!”. Se llenaron de culpa. ¡Nunca antes tuvieron semejante reacción emocional o aún un pensamiento como ese! No conocían la condenación, el temor o la vergüenza. Ahora, como resultado de su desobediencia, corrieron y se escondieron de la voz de Dios.
Obviamente, estas fueron hojas reales que recogieron y cosieron para cubrirse. Sin embargo, nosotros también recogemos hojas de higuera, las cosemos para cubrirnos y nos escondemos. Desde el momento que nos escondemos detrás de nuestros pensamientos defensivos de “hojas de higuera”, huyendo de la voz reveladora de Dios, su corazón, sus obras y su poder, nuestra vida comienza a complicarse cada vez más. Quizá hoy no estamos cosiendo hojas de higueras, pero las obstrucciones a la comunión en nuestros corazones y almas, impiden efectivamente (o inefectivamente) que nos acerquemos a la presencia de Dios. ¿Puedo señalar algunas de las hojas detrás de las que nos escondemos? Son progresivas, escondernos detrás de un juego de hojas nos lleva a ocultarnos detrás del siguiente.
El pozo de los sentimientos de culpa
El primer juego de hojas detrás del que muchos se esconden es la culpa. Este lugar oculto es el terreno donde se crían la condenación, la acusación y otras actitudes perversas. Sin embargo, todas estas se pueden rechazar por la confesión de pecados y la limpieza por la sangre de Cristo.
Existen varias categorías de culpa. Por un lado, la culpa real debido al pecado, culpa exagerada debido a la combinación del pecado real y las obras del “acusador de los hermanos” (Apocalipsis 12:10) y por otro, la culpa falsa como resultado de la voz del destructor que suelta espíritus de condenación y mentira (1 Reyes 22:21–23, Juan 8:44 y 10:10). Todas estas formas de culpa son muy reales en la dimensión de nuestras emociones.
El remedio es simple y directo. 1 Juan 1:7 dice: “… pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Debe pararse en la luz. Allí es donde encontramos limpieza. La palabra del Señor para usted es esta: trepe fuera del pozo y corra a la luz de la Palabra de Dios. Juan 8:32 dice: “… y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. El perdón, la limpieza y el amor sanador lo están esperando allí.
La máscara de las heridas del pasado
La segunda capa de hojas que nos esconden del amor de Dios y nos impiden acceder a la intimidad con Él es la máscara religiosa, ocultando profundamente las heridas del pasado. La gente religiosa usa muy bien las máscaras, pretendiendo que todo está bien con sus almas mientras se mantienen a un brazo de distancia del Señor, el Amado de sus vidas. Nos transformamos en simuladores, enmascarados en la procesión del “cristianismo congregacional hipócrita”.
Pero el Jesús real viene a sanar a los quebrantados y libertar a los que están golpeados (Isaías 61:1, Lucas 4:18–19). Jesús es nuestro Sanador. Debemos quitarnos las máscaras y permitirle cavar profundo a veces, tocando cada fuente de nuestro dolor. Permitámosle probarnos y aún atravesar las heridas infectadas para que la luz de su amor inconmovible penetre nuestro ser. Expóngase a la luz, ríndase, perdone y siembre bendiciones sobre otros. Este es el camino fuera de la máscara, manteniéndonos abiertos ante Dios para soltar su misericordia y su perdón por las heridas del pasado y permitirle a Él que haga lo mismo.
El banco de los espectadores del temor
Consideremos la tercera hilera del camuflaje. A veces nuestras heridas, recrudecidas por las burlas del enemigo, nos mantienen en la banca, mirando mientras otros disfrutan del juego. Nos volvimos observadores cautos, temerosos de correr hacia el campo de juego.
Esta es el área donde tuve más problemas. ¿Cómo me vería si hiciera esto? ¿Qué pensarían otros de mí? ¿Lo llevaría bien? Si nos permitimos quedarnos atrás por el temor al rechazo, el temor a la autoridad o a las opiniones de los demás, eventualmente trataremos de agradar a los demás, estrangulados anticipadamente por sus opiniones.
Escuche esto: Si Dios puede ayudarme a salir del banco de los espectadores, puede ayudarlo a usted también. El temor puede paralizarnos mientras la auténtica fe nos impulsará hacia adelante. Por esta razón, debemos tratar con estos temores y llevarlos a la cruz (Isaías 8:12–13). Necesitamos ser valientes como un león por causa de Jesús. Salte del banco, pisotee a estos espíritus de intimidación (Lucas 10:19) y sea más que un conquistador (Romanos 8:37).
Verdaderamente, el remedio es el gran amor de nuestro Padre. Caliéntese en la luz de su devoción insondable, la versión King James lo llama longanimidad. Sumérjase en la realidad que “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Él no sólo lo tolera, fue creado a su imagen y para su placer (Apocalipsis 4:11). Usted es el objeto de su amor consumidor.
Crítica negativa
Existe una cuarta capa de hojas de higuera que podemos usar para proteger nuestra imagen. Antes de conocerla, usted no sólo es un espectador sentado en una banca, es el árbitro de los juegos. Primero desarrolla una doble cara y luego operará desde un espíritu religioso llamado crítica. Usted tendrá los diez puntos para juzgar todo lo que lo rodea. Como los jueces en las olimpíadas, califica a todos los participantes de los juegos. Cuando sale de una reunión o un evento dirá: “Bien, podría haber sido mejor si tan sólo…”.
Se necesita la luz penetrante de la verdad para hacer estallar nuestros escudos protectores. La verdad puede lastimar por un momento, pero cuando oramos sobre ella y la declaramos con la motivación del amor, nos limpia y nos libera.
La fortaleza de las limitaciones impuestas
Esto nos lleva a la quinta capa de hojas: Las limitaciones impuestas. En esta etapa comenzamos a creer las mentiras ridículas del enemigo acerca de nosotros mismos y esas mentiras se transforman en fortalezas negativas en nuestra mente (2 Corintios 10:4–6). El enemigo transmite palabras y pensamientos que no tienen que ver con la voluntad y la Palabra de Dios desde su campo para atacar nuestra mente. Su efecto es confinarnos en espacios con techos bajos y falsas expectativas. Mientras creemos esos reportes perversos o las palabras de maldición que se sueltan en nuestra contra “como siempre ocurrió”, quedaremos encerrados en cajas oscuras.
Ed Silvoso dice: “Una fortaleza espiritual es una mentalidad impregnada de desesperanza que nos lleva a aceptar como permanentes las situaciones que sabemos que son contrarias a la voluntad de Dios”.
Aunque sabemos que Dios declara que la desesperanza se puede cambiar, al menos en parte nos alineamos con los procesos de pensamientos y los planes de las tinieblas en contra de nosotros. En este quinto escenario ya atravesamos la realidad de la culpa, las heridas, el temor y la crítica. Ya no queremos pararnos más en la luz. Nos sentimos aplastados pensando que Él no nos acepta, nos ama o tiene un plan para nosotros; ni siquiera un plan B.
Simplemente esto no es verdad. Dios nos ama y ama a los luchadores. Necesitamos saber que hay momentos donde tendremos que pelear la guerra con el Nombre y la Sangre de Jesús para quebrar la caja de las limitaciones impuestas. Sin embargo, existe una salida. La puerta es la cruz de nuestro amado Señor Jesús.
Oportunidades y tentaciones
Cuando vamos al libro de Génesis, vemos a la serpiente hablándoles las siguientes palabras a Adán y Eva: “Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal” (Génesis 3:5). ¿Qué hizo Eva? El verso 6 dice que comió: “La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió”.
Existen tres estamentos aquí que representan tanto oportunidades como tentaciones: El árbol prohibido era bueno para comer, era delicioso a los ojos y era deseable para adquirir sabiduría. Vemos tentaciones similares en 1 Juan 2:16–17: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. La tentación original continúa centrada en estas mismas cosas: La lujuria de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida.
La lujuria de los ojos
Dios quiere que nuestra visión sea clara y simple. Quiere que sus ojos brillen ardientemente a través de los nuestros (Efesios 1:17–19, Apocalipsis 1:14). Pero cuando apartamos nuestros ojos hacia el campo del enemigo, permitimos que los filtros oscuros y los obstáculos visuales bloqueen la presencia profética. Estamos escondidos y la dimensión reveladora profética en la que el Señor quiere que caminemos estará vedada. Cuando nos entregamos a la lujuria de los ojos, la dimensión del vidente comienza a opacarse.
Jesús enseñó en el Sermón del Monte: “Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Es imperativo que guardemos la “puerta de los ojos” y mantengamos los ojos de nuestros corazones limpios y puros. Por esta razón el dios de este mundo (Juan 14:30 y 2 Corintios 4:4) está enviando una barrera de suciedad sobre los ojos del mundo. Se está desarrollando una batalla, la batalla por las pasiones. ¿Permitiremos que nuestros ojos se llenen de basura y desechen el don profético del vidente en medio nuestro? Pero si mantenemos ojos puros, podremos acceder a la realidad de la revelación y ver con mucha claridad. No estoy tratando de abogar por la gracia y los dones de Dios. No podemos ganar un presente. Pero debemos mantenernos limpios de la lujuria de los ojos para recibir por gracia lo que el Padre tiene para ofrecernos.
Los deseos de la carne
La segunda tentación mencionada es “los deseos de la carne”. ¡Los impulsos y las tentaciones que este cuerpo debe arrastrar y nos hablan a cada uno de nosotros! Debemos atravesar la limpieza y crucificar los deseos de la carne. ¿Sabe por qué? Porque Dios quiere que su poder se mueva a través de vasos humanos. Quiere que nuestras manos estén limpias y nuestros corazones puros, como lo describe el Salmo 24:3–4: “¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en su lugar santo? Sólo el de manos limpias y corazón puro, el que no adora ídolos vanos ni jura por dioses falsos”.
Romanos 6:13 nos exhorta: “No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia”. El asunto se reduce a la presentación. Somos esclavos de aquel ante quien presentamos nuestros miembros. Si lo hacemos ante el Señor, seremos esclavos del Espíritu Santo, pero si lo hacemos ante el pecado, seremos esclavos del pecado. ¡Qué promesa!
¡Qué advertencia!
Sí, qué promesa. Dios quiere que usemos nuestras pequeñas manos para impartir el poder de su gran presencia. ¿No suena loco? ¡Nuestras manos usadas para soltar el poder de su presencia! Mientras nos presentamos, nos santifica. Las cosas que santifica, las llena de poder. Luego, como Isaías, cuando somos tocados por el fuego auténtico, tocará a otros a través de nuestras vidas con su fuego milagroso. No se puede poner mejor que eso.
La vanagloria de la vida
Luego existe la vanagloria de la vida. ¿Quién se lleva el crédito? ¿Quién recibe la gloria? Eva vio que el fruto era deseable para adquirir sabiduría. ¿Pero sabiduría a los ojos de quién? Si, sabiduría en comparación con nosotros mismos y en comparación con otros, pero no según los parámetros de Dios. Si está caminando en la vanagloria de la vida, finalmente es un asunto de auto exaltación. El significado básico de la adoración en hebreo es “inclinarse y postrarse”. El orgullo es la antítesis de la adoración. La adoración exalta a otro, mientras que el orgullo se sienta en su propio trono.
El acto de adoración es una de nuestras herramientas más poderosas en la guerra espiritual. Edifica un trono en los cielos donde el gobierno de Jesús se puede soltar y los poderes demoníacos de las tinieblas se dispersan. La adoración desplaza a las tinieblas. Cuando caminamos en una adoración apasionada y extravagante, ¿sabe qué ocurre? Su alabanza apasionada hacia nuestro Señor desplaza el trono de orgullo de nuestro camino y Él toma su lugar de honor. Él se acerca. La adoración es una acción profética que suelta el espíritu opuesto a la vanagloria de la vida.
La alabanza y la adoración tienen mucho por hacer con un estilo de vida profético de intimidad y ministración. Está conectado con darle a Dios su lugar correcto en nuestras vidas, en nuestras congregaciones y aún en nuestras ciudades. De hecho, la alabanza extravagante es una clave que abre su presencia con nosotros.
Toma y come
Volvamos a la lectura de Génesis, donde ocurrió el primer “toma y come” en la Biblia. Estas palabras se las mencionó por primera vez el enemigo a Adán y Eva (Génesis 3:1–5). Desobedecieron a Dios e hicieron como la serpiente los sedujo a obrar. Vino el pecado y con él las barreras para la intimidad. Pero el siguiente “toma y come” en la Biblia es el remedio para nosotros: Jesús le estaba hablando estas palabras a sus discípulos. Cuando les entregó el pan, Jesús dijo: “Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a ellos, diciéndoles: Tomen; esto es mi cuerpo” (Marcos 14:22).
La mayor cura para todas las barreras detrás de las cuales nos escondemos es tomar y comer de la cruz de Cristo. Es tomar y comer de la vida del único Hijo de Dios. “Toma y come” de este glorioso hombre, Cristo Jesús. Él ya lo hizo todo. Entregó su sangre para comprarnos. Cuando se nos revela quién es Jesús, Dios el Padre nos envuelve con sus brazos y recibimos esta presencia cálida llamada pasión con nuestros corazones y la revelación comienza a burbujear y fluir.
Los amigos de Jesús se acercarán a su pecho para oír el latido de su corazón. El estilo de vida del profeta está marcado por la intimidad. Esta vida de intimidad con Cristo está disponible para nosotros. Jesús está buscando nuevos reclutas que oirán el sonido apasionado de su amor latiendo a través de sus corazones. ¿Quiere aprender a oírlo de esta manera?
Oración devocional:
Padre amado, deseo inclinarme con anticipación cuando sienta por el Espíritu Santo que estás cercano a mi vida. En el pasado también me cubrí con mi versión de hojas de higuera. Ahora vengo ante tu luz, la graciosa luz de tu semblante que brilla sobre mi vida. Confieso que estuve tentado por la lujuria de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Perdóname. En respuesta, te alabo y te agradezco por el Cuerpo y la Sangre de Jesús que se entregó por mí para que pudiera caminar en la novedad de vida, para la gloria de tu Hijo. Amén.
Dr. James W. Goll
(www.elijahlist.com)
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