Por Jennifer LeClaire
Yo los llamo “sueños de bebé”. Estos encuentros proféticos tuvieron un tema corriendo en mi vida durante la última década. Parece que Dios estuvo pujando conmigo para dar a luz las cosas nuevas durante todo ese tiempo. A lo largo del camino hubo por lo menos un Ismael, un par de amenazas de aborto y un gran caudal de guerra espiritual. Sin embargo, Dios en su gracia trabajó de alguna manera para que todas las cosas obraran para bien.
Hubo lecciones en estas series de sueños proféticos. Cuando puse estos principios en práctica, hizo que lo que parecía un bebé muerto, se transformara en un bebé saludable. Aún no tengo todas las respuestas, pero Dios me dejó algo claro: A veces un pequeño cambio hace toda la diferencia.
Primer sueño: Rindiendo mi voluntad
Los “sueños de bebé” comenzaron hace unos ocho años. Tuve un sueño donde estaba embarazada. No me sentía feliz con esto, porque desacomodaba toda mi vida, pero sabía que no podía hacer nada al respecto. Traté de pretender que no era real, pero aparentar no era una opción. La lección de este primer sueño profético era que debía ser como María, quien rindió toda su voluntad al Señor, a pesar de los problemas que esto le acarrearía en el plano natural. Me desperté y me comprometí con todo mi corazón a permitir que la voluntad del Señor se cumpliera en mi vida y avancé.
Segundo sueño: Pariendo un bebé con la apariencia de un hombre
Cerca de un año después de ese encuentro, tuve un segundo sueño con un bebé. Esta vez estaba en el hospital dando a luz. Cuando el bebé nació era como un hombre. Tenía la apariencia de un bebé, pero con los rasgos de un hombre adulto. Inmediatamente después que nació el bebé, comenzó a correr hacia su meta. La gente que estaba allí decía: “Debe ser hermoso parir un ministerio ya crecido. Eso es lo que debes esperar”.
Tercer sueño: Haciendo ajustes
Avancé rápido otros cinco años. Estaba en una posición muy cómoda, con el peso de una congregación bien establecida sobre mis hombros. No tenía el compromiso de predicar, orar, profetizar o administrar a toda la congregación, pero eso era lo que estaba ocurriendo. Estaba en una encrucijada, orando para ver si debía retirarme o seguir con esa carga (y con la guerra espiritual) de la visión de otro hombre o mudarme de allí.
Me fui a dormir y tuve otro sueño con bebés. Esta vez estaba embarazada y no me sentía estremecida. Tenía hambre y lo único que tenía disponible era una extraña combinación de huevos y pepperoni. Mi silla era demasiado baja para que pudiera sentarme con comodidad a trabajar en la computadora. Tuve que cambiarme con ropas que no me gustaban. Estaba pensando cómo sería posible ir al gimnasio con todo lo que me estaba pasando. Pensaba como sería tener 60 antes que este bebé creciera.
En otras palabras, estaba haciendo toda clase de razonamientos naturales. Eventualmente cambié mis vestidos en algo que no era ideal, pero tampoco era tan malo. Comí los huevos por las proteínas y dejé a un lado el poco saludable pepperoni. Conseguí una silla más alta para poder estar más cómoda. Luego me desperté. Le conté el sueño a uno de mis amigos que está involucrado en plantar congregaciones, incluyendo los huevos y el pepperoni. Nunca oí sobre mezclar huevos y pepperoni como un plato, pero era uno de sus favoritos.
A través de este sueño aprendí que debía hacer sacrificios y ajustes para cumplir la voluntad de Dios. En otras palabras, habría algunos aspectos de dar a luz este ministerio que serían incómodos, pero habría maneras de ajustarse a las circunstancias y arar a través del dolor para alcanzar la línea de meta de la voluntad final de Dios.
Primero pensé que era un mensaje para seguir adelante con la carga de plantar iglesias. Sin embargo, cuando hablé con la persona que se dedicaba a esto, pude darme cuenta que tenía las motivaciones equivocadas y Dios me liberó. En realidad el Señor usó la experiencia para empujarme hacia lo que tiene en mente todo el tiempo.
Cuarto sueño: Cambiando de dirección
En el último sueño con bebés, finalmente atrapé el mensaje que lo cambió todo. Estaba embarazada de nueve meses, pero el bebé había dejado de moverse. El bebé no pateaba, rodaba o mostraba alguna señal de vida. (Así era como me sentía cuando dejé el programa de fundación de iglesias).
En el sueño profético pensé que el bebé estaba muerto y entré en pánico. Luego, repentinamente tuve la revelación de cambiar la posición del bebé ejerciendo una presión suave con mi mano. (Más tarde investigué y pude comprobar que existe un nombre para esto: Liberación diafragmática). Cuando lo hice, pude sentir que el bebé volvió a patear y supe que todo estaba bien.
Esta es la lección que aprendí de este sueño, en conexión con los sueños anteriores sobre bebés: A veces las cosas se ven como muertas, pero sólo debemos reposicionarnos para la vida. Por lo general, no se requiere mucho. Sólo un movimiento suave en la dirección correcta puede hacer que Dios sople sobre ello una vez más para que pueda dar a luz y comenzar a alimentar lo que Él le entregó para administrar.
Si Dios le entregó algo para dar a luz, puede ser tiempo para pujar a un Ezequiel y hablarle a esos huesos secos. Quizá sea tiempo para pujar a un Elías y levantarlo de los muertos. Quizá sea tiempo para alejarse de un Ismael, negándose a abortar y reposicionándose a sí mismo para recibir lo que Dios nos quiere entregar. Podríamos encontrarnos en el lugar, el tiempo o con la gente incorrecta. Cuando se decida a obedecer, cuando decida reposicionarse a sí mismo en el plan perfecto de Dios, el bebé que le entregó para que naciera crecerá en su gracia. Amén.
Jennifer LeClaire
(www.elijahlist.com)
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