Por Ella Onakoya
Dios estableció un pacto eterno e inquebrantable de protección con su
pueblo. A pesar de la cantidad de ataques
que está experimentando el Cuerpo de Cristo por el enemigo, el Señor nos está
reafirmando su pacto de protección. Al Señor nunca lo toma por
sorpresa lo que nos acontece. En su presciencia y sabiduría, ya hizo un plan
para protegernos. Escuché que el Señor decía que su voz traerá nuestra liberación. Su gloria no nos abandonará en el lugar donde arrecia la
batalla.
Hay varios pasajes en
la Biblia que resaltan el pacto de protección de Dios con nosotros. Deuteronomio 33:26 es
una descripción majestuosa del poder protector de Dios: “No hay nadie como el Dios de Jesurún, que
para ayudarte cabalga en los cielos, entre las nubes, con toda su majestad”. El Salmo 91 dice que Dios nos protege en su
lugar secreto y en Isaías 58:8, el Señor promete que su gloria será nuestra
retaguardia. El Señor me habló de varias maneras para posicionarnos dentro de
su pacto de protección.
“El enemigo buscó
paralizarnos con el temor, pero la voz del Señor paralizó el ataque del temor y
lo detuvo”
La voz del Señor hablará con claridad para
fortalecernos y mantenernos firmes con toda nuestra armadura
Recientemente el
Señor me habló a través de un evento para reforzar su fidelidad para liberarnos
de ataques inesperados. Estaba en el aeropuerto de Londres camino a ministrar
en los EEUU. Como tenía varias maletas, le solicité a un caballero que me
ayudara a subir una de mis maletas al compartimento sobre el asiento. Se
comprometió y tomó mi maleta mientras, subiéndola delante de mí. Repentinamente
se le resbaló la maleta y trastabilló. La maleta cayó y me golpeó con fuerza en
el pecho. Solté un grito por el dolor repentino e inesperado, sintiendo como si
cayera en una espiral descendente. Repentinamente Dios me habló con una voz
suave y calmada: “No debes caer”.
La voz del Señor me
fortaleció y en ese segundo supe que debía mantenerme firme, casi sosteniendo al
hombre delante de mí. Me tomé con de ambos lados de la escalera, afirmándome
con mis piernas. El hombre pudo recuperar su balance y yo el mío, deteniendo lo
que podría haber provocado mi caída natural. Toda la gente que me rodeaba me
preguntó si estaba bien. Le agradecía a Jesús por darme ese segundo para decidir
cómo reaccionar. Si no lo hubiera hecho, muchos de nosotros habríamos rodado
por la escalera y nos habríamos lastimado mucho.
Creo que el Señor me
guio a alentarlo por medio de este incidente. Si
usted fue golpeado por una calamidad repentina o por malas noticias, abrácese y
manténgase firme. Jesús lo
respalda. No permita que la situación que está atravesando lo arrastre hacia
una espiral descendente. Su decisión de mantenerse fuerte no
solo lo fortalecerá, también lo hará con otros. Creo que la voz de Dios me
posicionó para que la gloria del Señor me respalde y prevenga mi caída. Su voz está impartiendo fortaleza en estos días de
batallas intensas para que podamos hacer todo lo necesario para mantenernos
firmes. Efesios 6 nos
alienta a tomar toda la armadura de Dios para que podamos resistir en el día
malo y hacer todo para afirmarnos. ¡Cuando nos
mantenemos firmes, nos posicionamos para la victoria!
La voz de Dios a través de su palabra quebrará la resistencia
de los retrocesos
El Señor está
restaurando un avivamiento de su Palabra que desatará la verdad para hacernos
libres y protegernos del enemigo. Su Palabra es eterna, fiel y segura. El Señor
nos está llamando a pelear la buena batalla por medio de su Palabra para que
nuestra fe no naufrague. Se está soltando una habilidad fresca para mantenernos
firmes y asegurar nuestra victoria, mientras nuestra fe está anclada en la
verdad de su Palabra.
Recientemente, en los
últimos días antes del 2017 me diagnosticaron hipertensión. Esto fue inesperado
porque me sentía bien. Desde el día del diagnóstico, mi presión arterial se
mantuvo constantemente elevada. Alguien del equipo del hospital estaba
preocupado, preguntándome si estaba enferma. La tensión sistólica estaba en 177
y la diastólica más elevada de lo normal. Me dijeron que cuando la tensión
llegara a 160, necesitaría tomar medicación.
Mientras oía las
noticias, comencé a evaluar cómo esta condición afectó a mi familia, porque
varios familiares por el lado de mi padre murieron por esta enfermedad. Mi
agenda ministerial es bien apretada y me preguntaba cómo estas noticias
alterarían mi estilo de vida ministerial. Conocía algunos ministros que no
podían viajar porque tenían hipertensión, debido a una recomendación médica.
Regresé a mi casa ese
día, me senté en mi dormitorio y sentí pánico durante unos momentos, porque los
pensamientos me abrumaban. Amigos, deben mantenerse
alerta en sus momentos de vulnerabilidad, porque con frecuencia durante estos
tiempos la voz del enemigo busca sonar más fuerte que la verdad del amor de
Dios para nosotros. El Señor comprende nuestro cuadro porque
nos hizo, pero también nos creó con la habilidad para quebrar todas las
situaciones que nos quebrantan, si solo atendemos a su voz en esos momentos.
Los pensamientos del
enemigo inundaron mi mente, recordándome los miembros de mi familia que fueron
tratados por hipertensión. Su voz engañosa adoptó la naturaleza serpenteante
que usó para engañar a Eva en el Edén, susurrándome: “¿Sabías que todos los ministros de sanidad
murieron enfermos de algo? Tú no eres diferente porque te ocurrió lo mismo”.
“La voz del Señor traerá
nuestra liberación. Su gloria no nos abandonará en el lugar donde arrecia la
batalla”
Mientras el enemigo susurraba su engaño en mis oídos, no se había dado
cuenta que el Señor era mi ayuda en tiempos de tribulación. El Señor estaba conmigo y sentí de manera sobrenatural
como si mi mano fuera guiada a abrir mi Biblia en Juan 10. Entonces la voz del
Señor sonó clara y verdadera, como si las páginas cobraran vida. Su voz me
decía a través de las páginas: “Oveja mía oye mi voz, no debes oír la voz de un extraño” (ver
Juan 10:4-5). Me volvió a decir: “El enemigo viene para robar, matar y destruir, pero yo
vengo para traer vida y vida en abundancia” (ver Juan
10:10). El enemigo intentó paralizarme con
temor, pero la voz del Señor paralizó el ataque del temor y detuvo su accionar. El
Señor me advirtió gentilmente que no permitiera que el enemigo le atribuya a Él
sus obras perversas.
¡El Señor vino para destruir las obras del enemigo en nuestras vidas! (ver 1 Juan 3:8). El Señor me
dijo que confiara en Él y me sanaría. Durante 4 días no tomé la medicación del
hospital (no estoy en contra de la gente que toma una medicación, porque el
Señor puede elegir aliviarnos por ese medio). Alabé al Señor continuamente,
meditando en su Palabra de sanidad y tomando su Palabra como una medicina para
mi cuerpo. Recordé a todos los que el Señor
me usó para sanar su hipertensión que testificaron su sanidad. Por las noches saturé
mi espíritu con su Palabra de sanidad en las Escrituras. Tomé autoridad y
quebré las maldiciones generacionales de enfermedad en mi familia.
Después de 4 días
regresé al hospital. El doctor me tomó la
tensión varias veces y había bajado a 116, frente al registro anterior de 177. El
doctor declaró que fue un resultado fantástico porque mi cuerpo había regresado
a su normalidad. Me gocé porque el Señor me sanó como dijo que lo haría y le
agradecí que podía continuar con mi llamado, desarrollando la agenda de mi
ministerio y no ser obstaculizada por los tropiezos que planificó el enemigo. Su palabra eterna reforzó mi fe para poder recibir mi
sanidad en la dimensión de la gloria.
¡Levántense los que cargan la armadura!
Finalmente, siento que el Señor me está impresionando sobre la
necesidad que tenemos como Cuerpo de mantenernos en unidad, proveyendo
cobertura intercesora sobre otros. Años atrás el Señor me mostró una
imagen de un cuerpo firme en unidad, con sus manos extendidas hacia adelante
para orar por los que estaban ante ellos. Cuando se afirmaban como portadores
de la armadura, su oración cubría y protegía a los que estaban en frente,
mientras ellos mismos eran protegidos por los portadores de la armadura que
estaban detrás. Estas oraciones desataban la gloria de Dios que protegía y
cubría a cada creyente.
Estar en la brecha por otros es una estrategia poderosa del Cielo que es
infinitamente más efectiva para quebrar los yugos del enemigo. No piense que el Cielo no conoce por lo que está atravesando, porque
el Señor está desatando fuerzas por medio de su voz, su gloria y su Cuerpo que
se mantiene firme en obediencia para cubrir y orar por los que cargan la
armadura. ¡No es un tiempo para ser derrotados sino un tiempo de victoria!
Ella Onakoya
(www.elijahlist.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario