Por Jennifer
LeClaire
Cuando el Espíritu
Santo me habló estas tres palabras, emprendí un camino para discernir la
plenitud de lo que me estaba diciendo en este tiempo. Mientras meditaba en
estas palabras, el Señor me mostró con claridad cómo podemos acompañar el
viento del Espíritu, pero también cómo podemos atravesar el viento de la adversidad.
La adversidad del
diablo que vino en contra de nosotros no está a la altura del Dios que vive en
nuestro interior. La batalla en nuestra mente puede arreciar, pero el León de
la Tribu de Judá dentro de nosotros rugirá más fuerte a nuestro favor. Eso nos
podría hacer gritar, pero los vientos adversos en contra nuestra pueden ser tan
fuertes que podemos volver a vernos otra vez en la montaña rusa emocional al
final del día o la semana próxima. Descubrí que en este tiempo las emociones de
muchas personas se están descontrolando.
Pude oír al Señor que
decía: “Quédate
quieta y conoce que soy Dios. La batalla me pertenece. Soy tu estandarte de
victoria. Soy el capitán de los ejércitos. Soy el que levanta tu cabeza. Soy el
que te defiende. Soy tu vengador. Soy tu proveedor. Serviré una mesa ante ti en
presencia de tus adversarios y se inclinarán ante el Cristo que vive en ti.
Ganarás si no te desanimas. Recogerás los despojos si determinas en tu corazón
que no te alejarás de la batalla. Harás esto para mi gloria”.
Ocho días directos de batalla infernal
A comienzos de este
año atravesé ocho días infernales, fue un tiempo de una adversidad masiva que
me dejó aturdida y confundida. Fueron ocho días de ataque espiritual que
dejaron mi cabeza dando vueltas, por lo menos algún tiempo. Fue un auténtico
ataque por la espalda desde muchas direcciones. Se levantó un acosador
psicótico en mi contra. Un aquelarre de brujas lanzó un ataque coordinado
contra mi vida. Una mujer con un fuerte espíritu jezabélico comenzó a hacer
movidas en contra de mi ministerio. Experimenté el mayor contraataque porque me
mantuve firme en la brecha a favor de un amigo íntimo que atravesaba una
batalla espiritual muy fuerte. Los malos entendidos y las divisiones se
manifestaban por todas partes. Tuve síntomas fuertes de gripe como no padecía
desde hacía años. Mi mente estaba bajo fuego cerrado del enemigo. Podría seguir
avanzando, pero me detendré aquí.
Las cosas mejoraron
un par de días, pero luego vino otra ola de ataques en mi contra. En total,
fueron cuatro meses de guerra masiva en cada área de mi vida y mi ministerio.
Había dos opciones: “Permitir que el viento de la adversidad me tumbara o aprender cómo
atravesar el viento”. Durante ese tiempo pude oír al Señor que me
decía: “Revertiré
a tu favor las estrategias que el enemigo tramó para dañarte, mientras te
mantienes en oración, disfrutando de mi presencia, buscando mi rostro y
manteniéndote en la realidad de quién eres. No permitas que el maligno te mueva
con las tormentas y el granizo. Atraviesa el viento de la adversidad y usa la tormenta
a tu favor. Regocíjate en la tribulación, sabiendo que tu carácter será más
como Cristo mientras perseveras en la obra de la Cruz”.
Una lección profética de las águilas
En tiempos de
adversidad deberíamos aprender una lección de las águilas. Una vez el Dr. Myles
Munroe me enseñó esto: “Las águilas aman las tormentas. Cuando se unen las
nubes, las águilas se excitan. El águila usa el viento de las tormentas para
elevarse. Cuando encuentran el viento de la tormenta, las águilas usan la
tormenta fuerte para elevarse por encima de las nubes. Esto le da al águila una
oportunidad para planear y descansar sus alas. Mientras tanto, las demás aves
deben esconderse debajo de las ramas y las hojas de los árboles. Podemos usar
las tormentas de la vida para alcanzar mayores alturas. Los conquistadores
disfrutan los desafíos y les sacan provecho”.
La Palabra y el
Espíritu son el viento debajo de nuestras alas. Cuando declaramos la Palabra
sobre nuestra vida, podemos atravesar el viento. Cuando esperamos en el Señor,
podemos atravesar el viento, aún en la adversidad. En tiempos de adversidad, debemos
mantener este verso en nuestro corazón: “… pero los que confían en el Señor renovarán sus
fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no
se cansarán” (Isaías 40:31).
Jennifer LeClaire
(www.elijahlist.com)
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