martes, 11 de marzo de 2008


"Evite su propia experiencia de Hai para poder entrar en su tierra prometida"



Por Rick Joyner


Después de la victoria increíble y milagrosa sobre Jericó, el pecado de Acán provocó una derrota para toda la nación de Israel ante el pequeño pueblo de Hai. Sin lugar a dudas, esto sacudió su confianza. Si algo de orgullo entró en el campamento después de Jericó, se manifestó en Hai. Debieron volver a tomar conciencia de su dependencia total en el Señor y la necesidad de obediencia absoluta a Sus instrucciones para alcanzar la victoria. No vencerían por su propio poder y fuerza, sino por Su Espíritu. Hubo otras lecciones similares sobre esto que aprenderían durante la conquista de la tierra. Si somos sabios, aprenderemos estudiando su historia en lugar de cometer nuestros propios errores.

También podemos pensar que no es justo para toda la nación ser castigada por el pecado de un hombre, pero la razón para esto también debe ser entendida. En el Espíritu, la unidad no sólo trae un aumento, sino una multiplicación de la autoridad espiritual. La unidad es tan poderosa que en Deuteronomio 32:30, nos dice que uno perseguiría a mil y dos a diez mil. El Señor dijo en Mateo 18:19, “… si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. Claro, esta unidad es más que estar de acuerdo intelectualmente acerca de algo, implica una unión completa de propósito. Si esa unidad es potencialmente tan poderosa, se espera que su ruptura pudiera minar nuestra autoridad y llegar a costarnos la victoria.

La rebelión y la desobediencia destruyen la unidad
La rebelión y la desobediencia destruyen la unidad porque son las causas de la caída de la humanidad y la ruptura de la unidad con Dios. Por eso Israel fue castigado con tanta severidad en la Escritura. Cuanto mayor es la autoridad que recibimos, más devastadoras pueden ser las consecuencias de la desobediencia. Esto no solo implica rebelarse contra las instrucciones, también incluye el fracaso en seguirlas.

Ni siquiera a Moisés, el gran líder de Israel, se le permitió entrar en la Tierra Prometida porque dejó que su enojo lo hiciera golpear la piedra para que brotara agua, en lugar de hablarle como Dios le había ordenado. Puede parecer algo pequeño y probablemente a nadie más en Israel se le habría tomado en cuenta, pero no fue así con alguien en la posición que Moisés ostentaba. Le dijeron que le hablara a la piedra, no que la azotara, aunque la vez anterior le había dicho que la golpeara. Con la autoridad se incrementa la responsabilidad y aumentan las consecuencias por nuestras acciones, tanto buenas como malas.

En Hai, Israel aprendió algunas lecciones duras, pero valiosas. Con Dios de su lado, no podían ser derrotados por ningún enemigo. Pero podían provocar su propia derrota ante el enemigo más pequeño por su propia desobediencia. La guerra espiritual es similar a cualquier combate. Nosotros también debemos aprender obediencia si vamos a recibir autoridad y usarla para pelear grandes batallas.

Nuestro Dios es un Mariscal
Aunque estaba en la Armada, tuve que pasar por el entrenamiento básico de infantería con el Cuerpo de Marines para poder ser asignado a una fuerza de defensa en nuestra Estación Aérea Naval. Recuerdo la advertencia repetitiva del instructor cuando nos decía que durante un ataque, debíamos quedarnos en nuestra posición asignada porque si el enemigo no nos disparaba, ¡entonces los nuestros lo harían! Si no permanecíamos en nuestra posición asignada, asumirían que éramos el enemigo, porque nuestro fuego estaría viniendo desde un lugar donde no habían enviado a nadie.

En la batalla es indispensable escuchar las órdenes y seguirlas con exactitud. Los planes de batalla se estropearían rápidamente y cualquier batalla se perdería, si las tropas decidieran hacer lo que pensaban que era mejor. Es por esto que marchar, repetir y otros ejercicios, están pensados para condicionar a las tropas para oír las órdenes y seguirlas con exactitud. Ese es el propósito principal del entrenamiento básico. Las tropas serían un peligro para sí mismas, para su unidad e incluso para toda la fuerza, si no obedecieran las órdenes.

No entender esto es una de las razones principales por las cuales hay tan pocas victorias en el presente dentro del cuerpo de Cristo y tantas derrotas. Muy pocos están aprendiendo realmente a funcionar como una unidad en el presente, pero quienes lo hacen son, por consiguiente, capaces de participar en la guerra espiritual seria. Quienes intentan entrar en ella sin el entrenamiento y la devoción a la obediencia necesaria, a menudo terminarán heridos o algo peor.

Nuestro Dios es un mariscal. Su título en la Escritura como “Señor de las huestes” o “Señor de los ejércitos”, es utilizado unas diez veces más que todos Sus otros títulos. Él liderará un ejército para la conquista de la tierra, no una chusma que está pensando en saquear y pillar. A la mayoría le gusta oír hablar de entrar a conquistar la Tierra Prometida, pero muy pocos desean soportar el entrenamiento y la disciplina exigidas para estar preparados para ello.

La verdadera Fe siempre es demostrada por la obediencia
Debemos entender que estamos siguiendo al Rey y es Quien da las órdenes. Él no espera recabar votos. Como Pablo lo escribió en Romanos 1:4-5: “que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre”. La verdadera Fe siempre se demuestra por medio de la “obediencia”, que es una de las palabras básicas que se emplean para traducir “Fe” en el Nuevo Testamento. Pablo continúa elaborando este pensamiento en Romanos 16:25-27: “Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén”.

Como lo hemos discutido, hubo muchos abusos terribles de autoridad en el Cuerpo de Cristo a lo largo de la historia, incluso en tiempos recientes. Pero eso no niega la necesidad de la obediencia. Esto se permite como una prueba para quienes van a recibir la verdadera autoridad.

Así, mientras Israel tuvo que soportar a los reyes después de su experiencia con Saúl, el más grande rey que tendrían estaba madurando. Saúl contribuyó grandemente en ese proceso. Quienes entonces se negaron a aceptar cualquier rey, se perdieron al más grande de todos. Los que son guiados más por los fracasos y las heridas del pasado que por el discernimiento del Espíritu, perderán sus mayores oportunidades en la Fe, porque normalmente se requerirá de una Fe mayor para vencer nuestros propios errores o los de otros.

Su Fe no está en otros sino en Dios
Muchos cristianos perdieron su Fe después de los grandes escándalos de los años ochenta, pero esto sólo reveló cuán poco profunda era su Fe. Quienes tienen la Fe verdadera, nunca la perderán debido a los fracasos de otros, porque su Fe no está en otros sino en Dios. Sin embargo, también debemos entender que Dios está en nosotros. Hará la mayoría de Sus obras y ejercerá Su autoridad a través de los hombres, como siempre lo hizo.

Haciendo un paralelo profético con el esquema de este estudio en el Libro de Josué, creo que la Iglesia simplemente está llegando al Río Jordán y se prepara para atravesarlo. La disciplina que se establecerá en todos desde este punto en adelante, hará que la Iglesia esté preparada para heredar las promesas. Sin embargo, como Hai está en esta historia, no significa que debemos sufrir la misma derrota si nos humillamos y aprendemos de las lecciones de Israel.

Esto es lo que nos dice 1 Corintios 10:11, después que Pablo relató las experiencias de Israel en el desierto: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”

Las experiencias de Israel están allí como un guión profético y podemos aprender de ellas para no tener que cometer los mismos errores. Si nos juzgamos a nosotros mismos, Él no tendrá que juzgarnos. No nos volvamos arrogantes pensando que somos mejores, simplemente recibimos una Gracia mayor solo por tener la Biblia.


Por Rick Joyner

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