“Una puerta se abre ante nosotros en Su presencia, cuando contemplamos cuánto nos ama”
Por Francis Frangipane
Por Francis Frangipane
“Nuestra sanidad viene cuando contemplamos cuánto nos ama”
Nuestra capacidad para habitar en la presencia de Cristo está basada en el conocimiento de la verdadera naturaleza de Dios. Si lo vemos como un Padre amoroso, nos acercaremos a Él. Si nos parece un juez severo, nos alejaremos de Él. De hecho, todo lo que nos define está influenciado por nuestra percepción de Dios.
Si no creemos que Dios puede cuidarnos, nos enfocaremos demasiado en cuidarnos a nosotros mismos. Si nos sentimos insignificantes o ignorados por Dios, nos desgastaremos tratando de recibir el significado de los hombres. Por otro lado, cuando nos damos cuenta que Dios realmente nos ama y nos quiere atraer hacia Él, se abre una puerta ante nosotros en Su presencia. Aquí, bajo el escudo del Altísimo, podemos encontrar descanso y renovar el poder para nuestra alma.
El amor de Dios no está alejado de nuestras necesidades. La Biblia revela que el Señor es tocado con compasión por nuestras enfermedades (Hebreos 4:15). Siente el dolor de todo lo que experimentamos en la tierra. Participa en la vida que vivimos, porque “en Él vivimos, nos movemos y somos” (Hechos 17:28). No se aleja de nuestras necesidades porque somos Su Cuerpo. Es Uno con nosotros.
La verdad es que no estamos solos en nuestras batallas. Por lo tanto, si creemos que estamos solos, si aceptamos la mentira que Dios no se ocupa de nosotros, nuestro pensamiento oscuro nos aislará del compromiso amoroso de Dios.
Amados, aún en nuestros tiempos de rebelión, el corazón de Dios no está lejos. Considere la relación de Dios con Israel. Aunque Israel pecó y sufrió consecuencias opresivas, el Señor no estaba lejos. Leemos que cuando no soportó más la miseria de Israel (Jueces 10:16), levantó libertadores. Dios no estaba distante, estaba con ellos, ¡sobrellevando sus miserias!
Jesús lloró ante la tumba de Lázaro. Sabía que iba a levantar a Lázaro, sabía que se levantaría seis días antes que lo llamaran. Lloró porque ellos lloraban.
Nuestra capacidad para habitar en la presencia de Cristo está basada en el conocimiento de la verdadera naturaleza de Dios. Si lo vemos como un Padre amoroso, nos acercaremos a Él. Si nos parece un juez severo, nos alejaremos de Él. De hecho, todo lo que nos define está influenciado por nuestra percepción de Dios.
Si no creemos que Dios puede cuidarnos, nos enfocaremos demasiado en cuidarnos a nosotros mismos. Si nos sentimos insignificantes o ignorados por Dios, nos desgastaremos tratando de recibir el significado de los hombres. Por otro lado, cuando nos damos cuenta que Dios realmente nos ama y nos quiere atraer hacia Él, se abre una puerta ante nosotros en Su presencia. Aquí, bajo el escudo del Altísimo, podemos encontrar descanso y renovar el poder para nuestra alma.
El amor de Dios no está alejado de nuestras necesidades. La Biblia revela que el Señor es tocado con compasión por nuestras enfermedades (Hebreos 4:15). Siente el dolor de todo lo que experimentamos en la tierra. Participa en la vida que vivimos, porque “en Él vivimos, nos movemos y somos” (Hechos 17:28). No se aleja de nuestras necesidades porque somos Su Cuerpo. Es Uno con nosotros.
La verdad es que no estamos solos en nuestras batallas. Por lo tanto, si creemos que estamos solos, si aceptamos la mentira que Dios no se ocupa de nosotros, nuestro pensamiento oscuro nos aislará del compromiso amoroso de Dios.
Amados, aún en nuestros tiempos de rebelión, el corazón de Dios no está lejos. Considere la relación de Dios con Israel. Aunque Israel pecó y sufrió consecuencias opresivas, el Señor no estaba lejos. Leemos que cuando no soportó más la miseria de Israel (Jueces 10:16), levantó libertadores. Dios no estaba distante, estaba con ellos, ¡sobrellevando sus miserias!
Jesús lloró ante la tumba de Lázaro. Sabía que iba a levantar a Lázaro, sabía que se levantaría seis días antes que lo llamaran. Lloró porque ellos lloraban.
¿Sabía que el Espíritu de Dios siente el quebrantamiento de su corazón? Él está con nosotros en nuestros conflictos y en nuestros temores. Ante la tumba de Lázaro, alguien sugirió que Cristo lloró por la incredulidad de Sus discípulos. Creo que no. Cuando el Señor lloró por Lázaro, quienes lo vieron a Cristo, vieron a un hombre tocado por el dolor de otros. Resaltaron: “¡Miren cuánto lo quería!” (Juan 11:36).
Nuestra sanidad viene cuando contemplamos cuánto nos ama. Nos levantamos de los muertos cuando Él viene a nuestra tumba y nos llama desde la muerte por nuestros nombres.
Debemos personalizar el amor de Dios. Entregó a Su Hijo por mis pecados, Su palabra para guiarme y Su Espíritu para fortalecerme. Si el Todopoderoso es por mí, ¿quién contra mí?
Amado amigo, con una visión amplia, contemplemos cuánto nos ama el Señor y seamos sanos de nuestro aislamiento.
Francis Frangipane
Nuestra sanidad viene cuando contemplamos cuánto nos ama. Nos levantamos de los muertos cuando Él viene a nuestra tumba y nos llama desde la muerte por nuestros nombres.
Debemos personalizar el amor de Dios. Entregó a Su Hijo por mis pecados, Su palabra para guiarme y Su Espíritu para fortalecerme. Si el Todopoderoso es por mí, ¿quién contra mí?
Amado amigo, con una visión amplia, contemplemos cuánto nos ama el Señor y seamos sanos de nuestro aislamiento.
Francis Frangipane
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