lunes, 2 de febrero de 2009

“2009: El año donde nuestro fruto será manifiesto”

 

Por Sandy Warner

clip_image0022009 es el año donde se manifestará el fruto de nuestras vidas. Hablando espiritualmente, el número 9 representa los nueve frutos del Espíritu. Antes que nazca un bebé se debe plantar una semilla y luego va tomando forma silenciosamente dentro de límites establecidos. Cuando se cumple el tiempo, el bebé rompe los límites y aparece repentinamente. En ese momento de apertura, podemos ver su cara por primera vez. Esa es una buena analogía para el año 2009, representando la manifestación de la semilla que fue plantada y cuidada en nuestras vidas.

Jesús nos dijo que “conociéramos” los frutos. En griego, esto significa estar completamente familiarizado con ello, estar seguro, comprenderlos, resolverlos, percibirlos y saber perfectamente cuál de los frutos estamos produciendo y qué hacer con ellos. El Señor quiere que comprendamos porque el entendimiento es una fuente de vida (Proverbios 16:22).

Sin este conocimiento, estamos viendo a través de un cristal oscuro y sólo conocemos en parte. Pero cuando el Señor hace brillar su luz, podemos ver la cara de nuestro fruto y conoceremos, aún siendo conocidos. La misma palabra griega para “conocer” (Strong: NT 1921) se encuentra en estos dos pasajes:

“Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos los conocerán (Strong: NT1921)” (Mateo 7:17-20).

“Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido (Strong: NT 1921)” (1 Corintios 13:12).

Mientras vemos repentinamente la cara de las buenas y las malas semillas que cultivamos en nuestras vidas, ¿qué podemos hacer en el 2009 para asociarnos con el Señor? Veamos algunos tips sobre cómo “enfrentar” y “abrazar” ambos tipos de fruto y comprender cómo Dios lo hace.

Vea desde la perspectiva de Dios: beba de su amor

Fruto malo

Cuando el Señor señala nuestro fruto malo, es para liberarnos de la muerte que las malas semillas provocan en nuestra vida. Vea la destrucción desde su perspectiva. Él nos ama demasiado, ¡quiere liberarnos de la destrucción y la muerte!

“Trastornados por su rebeldía, afligidos por su iniquidad, todo alimento les causaba asco. ¡Llegaron a las puertas mismas de la muerte! En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro. ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!” (Salmo 107:17-21)

Estoy sufriendo las malas semillas de la aflicción en mi cuerpo que parecen haber llegado al punto de explotar a lo largo de un año. Esa Escritura se transformó en una de mis favoritas. Estoy clamando al Señor en mi dificultad y Él me rescató de la angustia, enviando su Palabra para sanarme y liberarme de todas mis destrucciones. Quiero que todo lo que esté plantado en mi cuerpo, alma y espíritu que está produciendo muerte y destrucción en mi vida, sea cortado y arrojado fuera. No quiero la muerte, quiero la vida abundante. Jesús murió por mí para que pudiera tener vida y tenerla en abundancia (Juan 10:10).

“El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. El asalariado no es el pastor, y a él no le pertenecen las ovejas. Cuando ve que el lobo se acerca, abandona las ovejas y huye; entonces el lobo ataca al rebaño y lo dispersa” (Juan 10:10-12)

Buen fruto

Cuando Él revela el buen fruto que estamos produciendo, la Escritura dice que llevamos fruto para Dios. No podemos producir nada sin habitar en el Señor como nuestra Fuente; pero si lo hacemos, las áreas en las cuales vencemos se transforman en nuestras ofrendas hacia Él. Pensar que le podemos entregar a Dios un regalo, siendo el más rico del universo y dueño de todas las cosas; es un honor tremendo darle algo que realmente ministra su corazón.

“Por eso, si se casa con otro hombre mientras su esposo vive, se le considera adúltera. Pero si muere su esposo, ella queda libre de esa ley, y no es adúltera aunque se case con otro hombre. Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer al que fue levantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios. Porque cuando nuestra naturaleza pecaminosa aún nos dominaba, las malas pasiones que la ley nos despertaba actuaban en los miembros de nuestro cuerpo, y dábamos fruto para muerte. Pero ahora, al morir a lo que nos tenía subyugados, hemos quedado libres de la ley, a fin de servir a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu, y no por medio del antiguo mandamiento escrito” (Romanos 7:3-6).

Por ejemplo, si alguien me trata sin respeto y me hiere profundamente, es una oportunidad para vencer esto y llevar buen fruto. Llevo esa circunstancia al Señor, clamo por su ayuda y luego comienzo a derramar semillas de bendición sobre esa persona. A través de mi sacrificio de palabras, hechos y oraciones de bendición y perdón, comienza a crecer el fruto de bondad en mi vida. Cuando se cumpla el tiempo donde ese fruto de bondad esté generando buen fruto, se lo entrego a Dios como un sacrificio de amor por todo lo que sufrí. Sin importar la respuesta que reciba de esa persona, el Señor la recibe en sí mismo porque conoce el dolor por el cual pasé para llevar ese fruto hermoso. Él recibe el regalo de nuestro fruto como algo muy, muy precioso.

Examinando nuestro fruto a través de la Escritura

Vencí una aflicción en mis huesos. ¿Qué hice para cooperar con Dios? Primero, investigué la palabra “huesos” en la Escritura y pude ver una cantidad de revelación y entendimiento acerca de mi vida y mi pasado.

La Escritura me enseñó que un buen reporte y las palabras agradables, sanan mis huesos y el temor del Señor me fortalece. Aprendí que cuando David pecó, fue atormentado en sus huesos toda una noche. Aprendí que el dolor de huesos es un reproche y un castigo, porque también un espíritu quebrantado los seca. Aprendí que si dejo de señalar con mi dedo, el Señor fortalecerá mis huesos. Lo mejor de todo, aprendí que si camino por sendas de santidad, sería sanada (Proverbios 3:8, Proverbios 15:30, Salmo 6:1, Salmo 31:10, Salmo 38:3, Salmo 102:3, Proverbios 17:22, Job 33:19, Isaías 58:9, 11, Hebreos 12:12, Isaías 35).

También aprendí que honrar (estimar y valorar) a mis padres y honrar la Palabra de los profetas para que me vaya bien en mi vida y prosperar (Éxodo 20:12, Efesios 6:3, 2 Crónicas 20:20).

Como resultado de estos hallazgos, comencé a cambiar y decidí hablar bien, sin juzgar a otros y señalarlos con mi dedo. Me resistí a tener comunión con fuentes que no hablaran lo correcto. Aprendí a honrar a aquellos a quienes el Señor estableció en mi vida como sus representantes. Aprendí cómo temer al Señor creyendo en sus promesas de siembra y cosecha. ¿Llegué a eso? No, pero estoy tratando sinceramente y haciendo mi mejor esfuerzo en el temor del Señor.

Aprendí a abrazar su corrección para poder producir el fruto de paz por las elecciones correctas en mi vida. ¿Por qué? Cuando no tomo las decisiones correctas, se produce muerte y destrucción en mis miembros. Cuando tomo las decisiones correctas, se produce un árbol saludable. ¡Quiero una vida saludable!

“El fruto de la justicia es árbol de vida, pero el que arrebata vidas es violento. Si los justos reciben su pago aquí en la tierra, ¡cuánto más los impíos y los pecadores!” (Proverbios 11:30-31)

“En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella” (Hebreos 12:10-11). Vea también Proverbios 12:12-14 y Efesios 5:9-14.

Examinar las semillas en nuestro pasado para cambiar nuestro futuro

Quise saber de dónde provenían estas semillas de aflicción. El Señor comenzó a señalar a mis antepasados, sus trabajos y personalidades, mostrándome cómo imité ciertas decisiones que no lo honraban a Él. Para equilibrar la balanza, Él iluminó los buenos dones que recibí de mis antepasados, luego me dio un corazón agradecido y creativo, maneras tangibles para honrarlos por haber cultivado esos dones positivos.

Me recordó sueños, visiones y palabras anteriores que revelaron las semillas de aflicción en toda mi vida y cómo todas formaron parte de mi destino para vencer. Me mostró dónde tomé malas decisiones que alimentaron esas semillas y luego me dio ideas para cambiar. Para balancear las cosas, me mostró dónde estaba haciendo un buen trabajo como vencedora, cerrándole los caminos a las tinieblas para poder ser libre, sana y mantener mi salud.

Cuando la aflicción me golpea y el impacto se hizo evidente repentinamente, Él me enseñó lugares donde me estaba corrigiendo porque había resistido su voz y no obedecí a su Palabra. También me mostró lugares donde no había sido corregida, entonces no caí presa de la condenación, sino apoyar mi vida en la luz de su verdad sobre lo que dice la Escritura que Él siente acerca de mí. Él es muy celoso y nos ama apasionadamente y con fiereza; es implacable para ganar cada parte de nuestra vida, aún si tiene que corregirnos y hacernos cirugía espiritual.

Examinar el fruto de lo que decimos

La Escritura afirma que somos conocidos por lo que decimos y comeremos vida o muerte por lo que decimos. Si tememos al Señor, nos daríamos cuenta cuán aterrador es comer del fruto de nuestros labios. La Escritura también promete que los maestros serán juzgados por un estándar más elevado.

Padres, ¿qué les hablamos a las vidas de nuestros hijos? Si hablamos corrección, ¿también hablamos las buenas promesas que vienen por el cambio? ¿Honramos el buen fruto y los cambios cuando los vemos?

¿Hablamos de una manera positiva y útil a las vidas de las personas? ¿Sanamos sus heridas? ¿Vemos el bien en la gente y le hablamos a su potencial?

¿Castigamos a nuestros líderes, naciones, escuelas y ciudades con juicios y críticas? ¿Queremos ser juzgados de la misma manera? ¿Somos agradecidos por lo que tenemos? ¿Oramos por nuestros allegados?

El Señor dice que es un tiempo para temerlo y hablar de una manera correcta. Cuando hablamos, necesitamos equilibrar la balanza entre el bien y el mal, luego inclinarla hacia donde el bien vence al mal (Romanos 12:21).

“Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo. A cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca” (Lucas 6:43-45).

“Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla. En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto” (Proverbios 18:20-21).

“Produciré fruto de labios: Paz, paz para el que está lejos y para el que está cerca, dice Jehová. ‘Yo lo sanaré’. Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto y sus aguas arrojan cieno y lodo. ‘¡No hay paz para los impíos!’, ha dicho mi Dios” (Isaías 57:19-21)

Examinar el fruto de nuestras acciones

Cuando crié a mi hijo menor, en lugar de decirle “no” (produciendo oídos sordos), le enseñé a tomar decisiones. Eso detuvo su comportamiento y lo ayudó a ver los resultados, a menudo con el entendimiento de sí mismo y su comportamiento. Lo felicitaba cuando tomaba buenas decisiones. Estaba basada en el sistema de siembra y cosecha. Ese método es exactamente el mismo que utiliza nuestro Padre para criarnos. Debido a las generaciones caídas donde no les prestamos atención a las Escrituras, perdimos entendimiento acerca del fruto de nuestras vidas.

Veamos los siguientes principios y promesas Escriturales sobre la forma como Dios trata con nosotros: “¡Yo, Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras!” (Jeremías 17:10).

“Tú haces misericordia a millares, y castigas la maldad de los padres en sus hijos después de ellos. ¡Dios grande, poderoso, Jehová de los ejércitos es su nombre! Grande eres en consejo y magnífico en hechos; tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos y según el fruto de sus obras. Tú hiciste señales y portentos en la tierra de Egipto hasta este día, en Israel y entre los seres humanos; así te has hecho renombre, como se ve en este día” (Jeremías 32:18-20).

“¡Ofrecedle del fruto de sus manos, y que en las puertas de la ciudad la alaben sus hechos!” (Proverbios 31:31)

¿Cómo nos ayuda aceptar que comeremos el fruto de nuestras obras? Aceptar el fruto de nuestras vidas es estar en paz con los caminos de Dios y alentarnos al cambio; por lo tanto, nuestras vidas serán mejores.

“No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:7-10).

En el buen fruto, la Escritura nos promete que cuando damos en nuestros tiempos productivos, luego en tiempos de escasez el fruto de ello volverá cuando lo necesitemos.

Ahora usted tiene abundancia y puede ayudarlos. Luego en otro tiempo pueden compartir con usted cuando lo necesite. De esta manera, se satisfacen las necesidades de todos. ¿Recuerda lo que dicen las Escrituras acerca de esto?

“En las circunstancias actuales la abundancia de ustedes suplirá lo que ellos necesitan, para que a su vez la abundancia de ellos supla lo que ustedes necesitan. Así habrá igualdad, como está escrito: Ni al que recogió mucho le sobraba, ni al que recogió poco le faltaba” (2 Corintios 8:14-15).

Quizá estuvimos atravesando un tiempo de dolor, pero el Señor nos traerá una cosecha de buenos frutos de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio, a través de los cuales la gente trató con nosotros cuando más los necesitábamos. Experimentaremos estos frutos en nuestras propias emociones durante las circunstancias difíciles (Gálatas 5:22-26). Lo mejor es que Dios acumulará estos buenos frutos sobre nuestra vida por la manera como nos trató durante nuestro tiempo de necesidad.

Mejores elecciones para un mejor futuro

Quizá sintamos que nuestras vidas se están tambaleando en el límite, pero podemos tener el descanso para nuestras vidas haciendo las mejores elecciones para nuestro mejor futuro. ¿Si? Nunca es demasiado tarde para cambiar y Dios nos honrará mientras nos inclinamos, nos arrepentimos y nos sometemos a Él.

“Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!” (Salmo 1:1-3)

Sandy Warner

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