Por Francis Frangipane
Sueño del 21/12/2008:
“Me encontraba en un aeropuerto esperando para abordar un vuelo retrasado, cuando un grupo de hombres me invitó a jugar naipes. Sin embargo, en la vida real me sentiría muy incómodo jugando cartas por dinero. En el sueño no sólo me unía a ellos, ¡ganaba la mayoría de las manos! De hecho, había acumulado cientos de dólares en pocos minutos. En respuesta a ello los demás jugadores comenzaron a maquinar en mi contra. A pesar de esto, repetidamente seguía en la cima. Aún cuando perdía algunas manos, volvía a ganar mucho más en las siguientes y así cubría mis pérdidas ocasionales”.
“Un amigo mío, que es un hombre de Dios, me vio y me reprendió por jugar. Comprendí su preocupación, pero el juego cobraba una dimensión profética y jugarlo me parecía correcto. El hecho era que, no importara cuáles fueran las cartas que tuviera o cuál fuera la maquinación de los demás jugadores en mi contra; ¡siempre ganaba! Por supuesto, no podía jugar presuntuosamente; debía seguir las reglas y jugar de verdad. Pero pronto me di cuenta que la diferencia entre mis esfuerzos insuficientes y mi éxito asombroso era Dios. El Señor estaba de mi lado, trabajando detrás de la escena y ayudándome a surgir del juego como un campeón”.
Interpretación:
En primer lugar, este no era un sueño donde Dios me ayudaba a jugar naipes. Fue una parábola acerca de ganar en el juego de la vida. Pude ver que aún cuando las cartas estaban marcadas en mi contra, Dios estaba conmigo y así prosperaba inevitablemente. También pude ver que cuando nuestra fe está viva, tenemos confianza: “el barómetro de nuestra fe”. Dios quiere que confiemos en Él, sin importar cuales sean nuestras circunstancias en la vida.
Como puede ver, demasiados de nosotros estamos agobiados con las dudas. Amigos, esto es vital porque nuestro mundo está bautizado con temor y es altamente contagioso. Muchos son tan cautelosos que no se mueven espiritualmente. Viven con un elevado estándar moral, pero más allá de eso, no tienen metas que alcanzar porque no tienen visión. Aún así, en medio de este aumento del temor el Señor desea que incrementemos nuestra confianza. Recuerde, no hablo de arrogancia, sino de confianza. Hebreos dice: “Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada” (Hebreos 10:35).
Para la gente de fe, este es un día lleno de oportunidades. La gente hace preguntas y los campos están listos para la cosecha. Son tiempos cuando el temor hará fallar el corazón de los hombres, “…pero los que conozcan a su Dios se le opondrán con firmeza” (Daniel 11:32). ¡Dios quiere que confíe!
Los vencedores
Como puede ver, hay una diferencia entre conocer doctrinalmente que Dios es por nosotros y creer que el Altísimo está a nuestra diestra. Veamos la promesa del Señor:
“Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa” (Isaías 41:10).
Si confiamos genuinamente en Él, caminamos en humildad y perseveramos en fe, ganaremos la mano, sin importar cuál sea la circunstancia o la conspiración en contra nuestra.
Alguien puede argumentar: “Francis, eres un iluso. Nadie puede ganar todo el tiempo”.
El principio por el cual Dios está con nosotros, donde finalmente ganamos si no perdemos la fe, es una verdad declarada repetidamente a lo largo de toda la Biblia. Pablo escribió: “Sin embargo, gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento” (2 Corintios 2:14). Subraye las palabras “siempre” y “por todas partes”. Recuerde, Pablo escribió 2 Corintios estando prisionero (Capítulo 1). Aún así, en ese mismo contexto dijo: “Dios siempre nos lleva de triunfo en triunfo”.
Cuando le conté el sueño a mi esposa, dijo que estuvo estudiando Romanos 8:28. Este verso dice: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”. En la medida que inclinemos nuestro corazón simplemente a amar a Dios, ¡podremos discernirlo operando en nosotros, a través de nosotros, delante de nosotros y a pesar de nosotros! De hecho, mientras recordaba mi vida, encontré que ninguna de las armas forjadas en mi contra prosperaron (Isaías 54). El Señor siempre me guió hacia el triunfo.
Con esto no quiero implicar que nunca fallé o que mis errores son pocos y raros. Fallo a menudo, casi a diario. Hubo momentos donde tuve que pelear por mi vida y otros donde la pelea llevó meses o hasta años. Aún así, Dios siempre estuvo allí; está a mi diestra para limpiarme, restaurarme y llenarme de poder, sin importar cuál sea el desafío. Puedo decir: “Ninguna arma forjada contra mí prosperó”.
Aún en tiempos de duelo, el Señor nunca nos abandona. El salmista escribió: “Cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales, también las lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle” (Salmo 84:6). Finalmente, aún la muerte misma será “sorbida en victoria” (1 Corintios 15:54).
Amados, cuando Dios es la fuente de nuestra prosperidad, nunca podremos ser defraudados por el hombre. El que roba nuestro dinero, nunca podrá obtener nuestra riqueza. Mientras la economía del mundo decae y se multiplican los desafíos de la vida; debemos reenfocarnos: “¡Nuestra gran riqueza es Dios mismo!”. No importa las cartas con las que debamos tratar. Nos promete: “¡Te sostendré con mi mano derecha!”.
Francis Frangipane
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