Por Gary Oates y Robert Paul Lamb
Macerándose en su Presencia cada día
Por supuesto que intimar con sus hijos está en el centro del corazón de Dios. De hecho, me di cuenta que desea más nuestra presencia que nosotros la de Él. Por eso nos hace una invitación desde Santiago 4:8: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”. Buscarlo a Él y su rostro está en nuestro ADN, porque nos creó para intimar y tener comunión con Él. No fuimos creados como las plantas, los animales o lo que sea. Fuimos creados a su imagen.
Parte de la intimidad con Dios es experimentar su presencia manifiesta cada día. Creo que es más que orar, leer la Biblia o hablar con Él. Es experimentar su presencia cada día. No necesita una mayor comprensión teológica del Señor. Necesita experimentar la verdadera presencia íntima con el Dios viviente. Eso cambiará radicalmente su vida.
La gente describe su presencia manifiesta de diferentes maneras. Para algunos es un calor, una electricidad o un temblor. Para otros es luz, paz o llanto. Este deseo por buscar el rostro de Dios está dentro de nuestros corazones. Obviamente, nuestro hombre natural se resiste porque perderá su influencia en nuestra vida. Aún así, es absolutamente vital seguir nuestro corazón y buscar el rostro de Dios.
La presencia de Dios está disponible para todo creyente. En esa luz, Jesús nos hace una importante promesa en Juan 14:21 acerca de cómo se revela o manifiesta a través de una vida de obediencia. “¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él”.
La Biblia Ampliada lo expresa de la siguiente manera: “La persona que tiene mis mandamientos y los guarda, es uno de los que realmente me aman; y cualquiera que realmente me ama, será amado por mi Padre, y Yo también lo amaré y me mostraré (revelaré, manifestaré) a mí mismo hacia él (le permitiré verme con claridad y me haré real ante él)”.
Le sugiero a la gente que se sumerja en su presencia cada día. Una buena ilustración es un plato sumergido dentro de una cacerola, esto encaja muy bien con la idea de “sumergirse en su presencia”. Una persona utiliza un plato para comer una comida que probablemente tenga mucho queso y pasta, después lo deja sobre la mesa de la cocina varias horas. Cuando regresa y descubre los residuos en el plato, estarán tan pegados al plato que se requiere un martillo y un cincel para removerlos. Por el contrario, si ese mismo plato se deja remojado dentro del agua después de la comida, la persona regresará después y podrá deslizar sin problemas los restos de alimento.
Eso es lo que sucede cuando se remoja en su presencia. Los residuos y las imperfecciones que usted tiene, comienzan a caerse porque no pueden permanecer en su presencia. Desafortunadamente, cargamos nuestros pecados y el equipaje de nuestra vida con nosotros cuando vamos ante su presencia. Pero en su presencia ocurre la limpieza que nos libera de aquellos pecados y transgresiones.
El efecto acumulativo
Aún cuando el tiempo pudiera parecer tranquilo y en paz, hay días cuando parece ser que mi tiempo de búsqueda del Señor es improductivo. La gente suele decirme: ¿Es valioso el tiempo que paso con el Señor? Me di cuenta hace tiempo que existe un efecto acumulativo que ocurre cuando pasamos tiempo en la presencia manifiesta del Señor.
Por tres semanas o más, mi esposa y yo no viajamos en el ministerio sin haber pasado tiempo en la presencia del Señor cada día. Fui a Brasil pensando que estaba lleno de moho y con algunos cilindros espirituales pistoneando. Pero instantáneamente, la unción estaba allí, aún en un grado mucho mayor. Hubo más sanidades y lo atribuí a pasar tiempo a solas con el Señor cada día. Por medio de este efecto acumulativo, Dios está haciendo un depósito en lo más profundo de mi ser durante todo ese tiempo. Mientras comienzo a soltarla, la unción fluye desde este depósito.
En nuestras reuniones invitamos al poder sanador de Dios a venir y tocar a la gente justo donde están, sin que nadie les imponga las manos u ore por ellas. Al principio, la gente testificaba de la sanidad del dolor en sus hombros, rodillas o alguna otra parte de sus cuerpos. Ahora testifican porque sus ojos son abiertos después de diez años o más de estar en oscuridad. Aún los cojos y los lisiados comienzan a caminar.
Sanidades y milagros en Brasil
En Brasil, la presencia de Dios vino en uno de los servicios y tocó a una mujer que estuvo en una silla de ruedas por siete años sufriendo de esclerosis múltiple. Al principio luchó por levantarse mientras el Espíritu de Dios caía sobre ella. Finalmente fue capaz de pararse sobre sus pies, temblando bajo el poder de Dios. La gente corrió a su lado para ayudarla. Ella protestó “No, no, déjenme sola”. Luego comenzó a dar pequeños pasos, luchando por mantener su equilibrio. Finalmente los pasos fueron cada vez más largos hasta que caminó por todo el auditorio. Pocos minutos después, se trepó a la plataforma y testificó del poder sanador de Dios.
Un hombre que estuvo cinco años atado por una parálisis se paró a mi lado cuando vio a la mujer caminando. Los doctores le dijeron que no volvería a caminar. Mientras observaba a la mujer sanarse de Esclerosis múltiple, ¡se puso de pie y comenzó a caminar!
En una reunión reciente en Sudamérica, una mujer vino a testificar que tenía dos tumores en su rodilla que habían desaparecido por completo. Nadie oró por esa mujer. La soberana presencia de Dios vino sobre ella y restauró la movilidad de su rodilla por completo.
Otra mujer testificó que un tumor del tamaño de una pelota de golf explotó desde su costado. Cuando le pregunté por el tumor, me mostró un pañuelo lleno de sangre que cubría el lugar y un hueco que se veía como una mancha oscura en su costado.
En otra reunión tuve la impresión que había alguien sordo de su oído derecho y Dios quería sanarlo. Súbitamente, una mujer gritó en el fondo del auditorio. Uno de los ujieres fue a revisar a la mujer que se había caído en la puerta y la trajo a la plataforma. “Cuando habló de sanidad, mi oído se abrió y pude oír perfectamente”.
Un milagro en Medellín, Colombia
A comienzos de este año en Medellín, Colombia, la hija adolescente de un pastor me pidió oración por su ojo izquierdo, porque su retina fue lesionada por un pedazo de vidrio cuando sólo tenía un año. Muy profundo dentro de mi ser, supe que Dios quería sanar a esta muchacha que estaba alejada del Señor. Supe que Él deseaba que conociera y experimentara más de su amor. Las primeras tres o cuatro veces que oré, los resultados no fueron muy claros. Comenzó a ver las sombras de las personas que estaban cerca. Seguí orando y pudo ver más claro. Cuanto más oraba, mejor podía ver.
Mientras seguía concentrado en la oración, comenzó a sentir tirones en su ojo izquierdo y a temblar. Ella podía ver a varios pies de distancia, pero sólo en blanco y negro. Oramos más y pudo ver en colores. Gradualmente pudo ver más y más lejos, hasta que tuvo una visión perfecta. Tuve que orar unos 40 minutos porque sabía que Dios quería sanarla por completo.
La escena en Medellín me recordó a la única sanidad que hizo Jesús sobre un ciego en Betsaida (Marcos 8:22-26), porque ese milagro también se hizo por etapas.
¿Qué está buscando?
¿Cuál es la mayor necesidad en su vida hoy? ¿Está enfermo? ¿Necesita un milagro de Dios? Descubrí que muchas veces la gente busca a Dios por una experiencia, por más poder o aún por un don ministerial. Eso es como poner el carro delante del caballo.
¡Nuestra prioridad es buscar diariamente la presencia manifiesta de Dios! Debemos aprender a venir a la presencia de Dios, sólo para buscar más de Él para nuestra vida. Necesitamos “empaparnos en su presencia”, llevando más de su plenitud hacia esos lugares estériles. El efecto acumulativo de pasar tiempo con el Señor producirá un aumento en la unción de sanidad para nosotros y para los demás.
Sin lugar a dudas, la gente se sana por una cantidad de razones, pero tomé dos ejemplos que atraparon mi atención. Primero, veo que la sanidad les da a las personas un testimonio para compartir con otros sobre lo que Dios hizo con ellos. Como los apóstoles Pedro y Juan le dijeron al sumo sacerdote, a sus gobernadores y a sus ancianos: “…no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20).
De acuerdo al pastor Bill Johnson, la palabra “testimonio” tiene su fundamento en una raíz que significa “volver a hacer”. Lo que Dios hizo por mí, puede hacerlo por otros. Mientras compartimos con otros acerca del poder sanador de Dios, Él recibe toda la gloria y activa su fe para recibir.
En segundo lugar, una persona sana puede ser un instrumento de Dios para la oración por la sanidad de otros. “… Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente” (Mateo 10:8).
Cuando viajo suelo creer que veré milagros creativos que son imposibles de ver en lo natural. En varios viajes le pedí al Señor que sanara a los ciegos, a los sordos o algunas otras enfermedades. Dios honró esa oración en cada uno de nuestros viajes ministeriales.
En Manaos, Brasil, oré por una mujer de 36 años que tenía un tumor en su oído izquierdo del tamaño de un bebé. Los doctores removieron el tumor, el nervio auditivo y los huesos del oído medio que le permitían oír. ¡Era sorda como una piedra de ese oído! Mientras oraba por ella, sentí que el poder de Dios estaba presente para sanarla. Pero nada sucedió. Finalmente cayó en el suelo y pensé que se había sanado. Me agaché hasta ella para probar su audición y seguía sin poder oír nada.
Me mantuve en oración. No iba a abandonar hasta que algo sucediera. No me importaba cuánto me llevara. Finalmente la volví a revisar y asintió cuando chasqueé mis dedos cerca de su oído izquierdo. Seguí orando y su oído se fue recuperando hasta que pudo oír en un ciento por ciento. ¡Estaba totalmente sana!
Un año más tarde en la misma Iglesia, estaba orando por un hombre sordo de su oído izquierdo. Esta misma mujer que fue sana de su oído se levantó y la reconocí de inmediato. Me recordó que había sido sanada y continuaba sana. Le dije: “Espere un minuto, quiero que ore por este hombre. ¡Dígale lo que Dios hizo por usted y ore por él!”. Al principio estaba renuente, pero cuando la alenté, le testificó a ese hombre sobre la sanidad de Dios. Pude ver el cambio en la mirada de ese hombre mientras la mujer le hablaba acerca de la sanidad de Dios en su vida. Ella oró por él y fue sano de inmediato.
Después de eso, le pedí que orara por cada sordo que encontrara. Le urgí, “cácelos, compártales su testimonio y ore por ellos”. La noche siguiente en la iglesia vino para contarme algo. Estaba muy excitada, “oré por cuatro sordos y se sanaron por completo”. Esa es la virtud de compartir su testimonio, “para que el Señor pueda volverlo a hacer”. Otros pueden recibir del Dios que sana toda enfermedad (Salmo 103:3).
En resumen
El Apóstol Pedro describe la vida de Jesús con hermosura en Hechos 10:38: “Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Pedro lo resumió en un sólo verso para decirnos que el bien que hizo Jesús sobre la tierra estaba expresado en la sanidad que dispensó a los “oprimidos por el diablo”. Además, la sanidad es el resultado del poder sobrenatural de la intimidad profunda que compartía Dios el Padre, con Jesús el Hijo. Dios desata poder a través de nosotros mientras permanecemos en intimidad con Él. La manifestación natural de su presencia son los milagros.
La sanidad es buena porque viene de Dios. “Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras” (Santiago 1:17).
La sanidad es buena porque demuestra el poder de Dios sobre la opresión demoníaca. “…pues Dios ha sometido todo a su dominio. Al decir que todo ha quedado sometido a su dominio, es claro que no se incluye a Dios mismo, quien todo lo sometió a Cristo” (1 Corintios 15:27).
La sanidad es una expresión del carácter y la compasión natural de Dios. Marcos 1:40-42 relata una historia de la sanidad de un leproso cuando Jesús “fue movido a compasión”. Es la motivación directa en por lo menos cinco de los milagros que hizo Jesús. Cada vez que Jesús se movía con compasión, hacía algo especial: ¡Sanaba! De la misma manera, cuando me afirmo en la realidad del Espíritu a través de la intimidad con Dios, mi corazón se vuelve tierno y compasivo hacia las personas heridas y suceden las sanidades todo el tiempo.
¿Cómo desarrollé un corazón compasivo hacia la gente? Incuestionablemente, creo que surge del tiempo a solas con Dios. La Escritura está llena de ejemplos donde Jesús pasaba tiempo a solas con su Padre. Era la fuente de su poder para operar en los milagros.
El apóstol Juan nos ofrece a los creyentes una afirmación que nos pone a pensar: “…porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús…” (1 Juan 4:17).
La implicación de este verso es clara, los creyentes deben ser como Él. Eso es casi imposible sin pasar tiempo de calidad en su presencia manifiesta. Nunca comprenderemos su naturaleza compasiva por la humanidad perdida y herida, sin pasar regularmente tiempo a solas con Él. El efecto acumulativo de “sumergirse en su presencia”, producirá una unción para hacer las obras de Jesús: Salvar, sanar y liberar. Soltar esa unción en una vida, servirá como un trampolín para una vida de milagros.
¿Qué espera Jesús de su Iglesia? Creo que esto está retratado con claridad en Juan 14:12: “Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre”. Obras mayores en la realidad de los milagros, son las palabras de Jesús para su pueblo. Está sucediendo en lugares grandes y pequeños por todo el mundo. Pude verlo con mis propios ojos.
La intimidad con Dios es el sentido simple por medio del cual accesamos a una vida de milagros. Pasar tiempo en su presencia manifiesta es la disciplina que debemos desarrollar para acceder a todo lo que Dios tiene para nosotros. El efecto acumulativo es lo que sucede en nuestra unción (o don) para operar en la sanidad o en lo sobrenatural.
El tiempo de Dios llegó para realizar grandes obras entre su pueblo. ¡Persevere por más de la presencia de Dios en su propia vida!
Gary Oates y Robert Paul Lamb
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