Por Rick Joyner
Un mandato para equipar a los santos
Estuvimos estudiando la habilidad importante de movilizar al pueblo de Dios para que sea el ejército que está llamado a ser. Lo que pueda concretar luego de reunirse, es tan importante como el hecho mismo de reunirse. Actualmente tenemos a muchos líderes que pueden movilizar un gran número de personas, pero pocos tienen la visión, la sabiduría o la resolución para edificarlos como la fuerza que están llamados a ser. Esto implica equiparlos conforme al mandato de Efesios 4. Esto no es así con todos, pero sí con la mayoría.
Muchos asocian el éxito en el ministerio con el número de personas que son capaces de congregar, en lugar de concentrarse en los logros que esa misma gente es capaz de alcanzar. Tristemente, muchas Iglesias son como enormes corrales donde a las ovejas se les arroja comida un par de veces a la semana. Las “piedras vivas” sólo están apiladas, en lugar de edificarlas como parte del Templo. Los que se reúnan como un ejército, si no son entrenados, equipados y organizados en rangos, serán más parecidos a una turba gigantesca que a la fuerza de ataque eficiente y efectiva que está llamado a ser.
Esto debe cambiar ahora mismo, porque hay señales que demuestran que el cambio está comenzando. Muchos líderes cristianos se están convenciendo del mandato de equipar a los santos, pero a menudo existe un período demasiado largo entre la revelación de lo que se debe realizar y la acción en sí misma. Esta es la brecha que debemos superar.
Otra realidad es que muchos de los que gritan “amen” a la enseñanza donde todos los cristianos tienen un ministerio, debiendo ser entrenarnos y equipados para hacer su parte; en realidad no quieren hacerlo. Muchos están muy cómodos con ser “espectadores del cristianismo”, donde todos asisten, pagan con su dinero y observan a los pocos que están desarrollando el ministerio.
Conozco algunos líderes cristianos que perdieron toda esperanza que la generación actual saldrá de esto, creyendo que su participación se limita a proveer todo para la siguiente generación que cruzará y poseerá su herencia. Entiendo esta posición, pero este no tiene que ser el caso. Recibí la carga de no abandonar a nadie, porque mientras tenga aliento de vida, está en condiciones de responder.
Por cierto, pude ver un gran avivamiento, aún entre los más ancianos. Como Abraham, quien era demasiado viejo cuando recibió su llamado, se levantarán con una fe extraordinaria en Dios y harán grandes proezas. La “nueva raza” o “nueva generación”, no tiene que ver con la edad física.
La verdadera medida del éxito para el liderazgo cristiano, es que el pueblo que fue movilizado alcance su realización. No es tan importante tener grandes congregaciones como tener Iglesias poderosas, compuestas por personas entrenadas, equipadas y cumpliendo sus llamados personales. Esto requiere tomar a todos estos individuos, ayudarlos a descubrir su llamado y alentarlos efectivamente para perseguir sus propósitos con resolución, haciéndolos encajar dentro de equipos.
Trabajo en equipo
En 1982 recibí una palabra del Señor donde los mayores líderes de los últimos tiempos saldrían del deporte profesional. Me dijo que los deportes eran su seminario y aprendían algo que los seminarios no enseñaban: El trabajo en equipo. Este es el resultado de un liderazgo que puede discernir dónde encaja cada persona dentro del equipo, entrenando a cada uno para desarrollar su parte y ayudándolos a funcionar como un equipo. Todos los grandes líderes tienen esta cualidad como fundamento para su éxito en el liderazgo, incluyendo los grandes líderes de la era de la Iglesia.
Desde que recibí esa palabra, pasé mucho tiempo con deportistas profesionales. Tener éxito en cualquier deporte a nivel profesional, usualmente requiere años de prácticas diarias con un enfoque y una resolución poco comunes. ¿Qué lleva a una persona a hacer esta clase de sacrificios para llegar a ser deportista profesional? Podríamos pensar que es el dinero, pero recién en estos tiempos modernos se puede pensar en semejantes montos de dinero.
Después del campeonato de football americano de 1960, llamado el mayor juego de todos los tiempos, muchos de los jugadores tuvieron que ducharse e ir a sus trabajos porque sólo unos pocos podían vivir del deporte profesional. Hasta hace poco, la mayoría de los deportistas jugaban por amor al juego, la competencia y la fama, que se limitaban a la aprobación y el agradecimiento del público. ¿Cómo aplica esto a nosotros?
Piense cómo el Cuerpo de Cristo podría cambiar si la gente comienza a seguir sus llamados con la clase de enfoque y resolución que se debe tener para participar en un equipo deportivo profesional. La recompensa por cumplir nuestros llamados en Cristo es mucho mayor que el monto más elevado de dinero que podríamos ganar en cualquier deporte. La aprobación de Dios es muchísimo más gratificante que la aprobación de los hombres. Si los cristianos realmente comienzan a ver esto, todos perseguirían sus llamados en Cristo mucho más que cualquier profesión.
Es cierto que para muchos, sus profesiones son el vehículo para desarrollar sus llamados en Cristo, pero si percibiéramos por completo la realidad de nuestros llamados, nadie pensaría en sí mismo como un doctor, un ingeniero o un deportista en primer lugar. Pensaríamos en nosotros mismos como evangelistas, pastores, maestros, apóstoles y profetas. Nuestra identidad en Cristo pasa por encima de cualquier logro humano. ¿Cómo podría ser esto? Si es así, ¿cómo ocurriría?
Verdadera vida y comunión cristiana
En primer lugar, la verdadera vida cristiana es la mayor aventura y la causa más noble que el mundo conoció o llegará a conocer. Por lo tanto, en primer lugar debemos recuperar la verdadera vida cristiana. Si tan sólo unos pocos comenzaran a vivirla en un sólo sitio, sería tan contagiosa que muchos otros comenzarían a hacer lo mismo.
En segundo lugar, la verdadera comunión cristiana es la mayor sociedad que el mundo conoció o pudiera llegar a conocer. Cuando la recuperen unos pocos en algún lugar, muchos correrán a hacer lo mismo. El vínculo entre los creyentes en Cristo debe ser mucho más fuerte que cualquier otro sobre la tierra, incluyendo los lazos familiares más fuertes, porque ocurre dentro de la familia de Dios que es espiritual y eterna. Esto también viene.
Este es otro factor que quiero tratar con un poco más de profundidad, porque quiero reservarlo para la palabra de la semana que viene. Mientras tanto, como todos estamos llamados a probarnos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe, evalúe su propia vida con estas preguntas:
1) ¿Conozco mi propósito en Cristo?
2) ¿Conozco mi ministerio?
3) ¿Conozco los dones del Espíritu que recibí para cumplir mi ministerio?
4) ¿Mi vida es la gran aventura que se supone debe ser el cristianismo?
5) ¿Mi comunión con la Iglesia es tan importante que no puedo vivir sin ella?
Rick Joyner
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