Por Bobby Conner
La cultura actual es un caldero de temores, stress y ansiedad. El nerviosismo y la preocupación invadieron nuestra vida de negocios, nuestra vida social, nuestros hogares y aún penetró dentro de la Iglesia. Vivimos con rumores silentes en nuestras almas: ¿Qué pasa si pierdo mi trabajo? ¿Qué pasa si mis hijos se descarrían? ¿Qué pasa si él, ella o nosotros no podemos…?
Debemos trabajar cada vez más y por más tiempo cada año, pero al mismo tiempo hallamos cada vez menos y menos paz. Enfrentamos más y más preguntas sin respuesta, sólo para hallar más y más razones para temer. Nos preocupamos porque la guerra y el terror pudieran atacar en cualquier momento y en cualquier lugar. Nos preocupamos cómo hacer para manejar nuestra economía agitada. Nos preocupamos sobre nuestra salud y cómo mantenernos jóvenes. Tenemos stress en nuestros trabajos y nos estresamos por temor a perderlo o cuando no lo tenemos.
Nuestras familias pueden ser un lugar de reposo o un lugar de ansiedad, especialmente considerando a nuestros hijos. Alguien dijo alguna vez: “Una madre es tan feliz como su hijo más triste” y esto también es cierto respecto de los padres. Todos llevamos a nuestros seres queridos en nuestros corazones, sus batallas son las nuestras y agregan stress y ansiedad a la carga que llevamos. De hecho, la ansiedad parece la manera de ser de la sociedad actual y esto también parece ser así para los creyentes. El temor, la depresión y la preocupación, son comunes en la vida diaria de la mayoría de los cristianos; pero según la Palabra de Dios, ¡ninguno de ellos es bienvenido en el alma de los creyentes!
La Biblia nos ordena no estar ansiosos por nada y no temer. Examinemos la Biblia y tomemos nota de las veces que el Señor nos ordena no temer, incluyendo a los grandes héroes de la fe:
Génesis 15:1: “No temas, Abram”
Números 21:34: “Moisés, no temas”
Josué 8:1: “Josué, no temas”
Daniel 10:12: “Daniel, no temas”
Mateo 1:20: “José, hijo de David, no temas”
Lucas 1:13: “No temas, Zacarías”
Lucas 1:30: “No temas, María”
Lucas 5:10: “No temas, Simón”
Hechos 27:24: “No temas, Pablo”
El Señor instruyó a su pueblo, las ovejas de su prado, para que no temieran:
Isaías 41:14: “No teman… hombres de Israel”
Joel 2:21: “Tierra, no temas”
Sofonías 3:16: “Jerusalén, no temas”
Lucas 12:32: “No temas, manada pequeña”
Juan 12:15: “No temas, hija de Sión”
Además, note todas las veces que los hombres y mujeres justos de fe alentaron al pueblo de Dios para que no temiera:
Génesis 50:19: José les dijo, “no teman”
Éxodo 20:20: Moisés le dijo al pueblo, “no teman”
Josué 10:25: Y Josué les dijo, “no teman”
1 Samuel 12:20: Y Samuel le dijo al pueblo, “no teman”
2 Samuel 9:7: Y David les dijo, “no teman”
1 Reyes 17:13: Y Elías le dijo, “no temas”
No debemos caer en condenación si el temor y la ansiedad están arraigados en nuestras almas, pero necesitamos encontrar la solución que erradicará de una vez y para siempre estos pecados que nos acosan.
El stress no es una enfermedad, sino un pecado
Vemos comerciales que prometen alivio para el stress y la depresión, también podemos comprar píldoras para casi cualquier enfermedad mental o física. La ansiedad relacionada con el stress llegó a ser tan familiar y aceptada que se incorporó a nuestra vida diaria. Desafortunadamente, dejamos de reconocer a la ansiedad y el stress por lo que realmente son: pecados. Medicamos el stress pero no cambiamos los hábitos de temor que lo provocaron. No se engañe: el temor y la ansiedad son pecados. Esencialmente, el temor es un rechazo obstinado a confiar en la bondad de Dios o descansar en su poder. La ansiedad es un sub-producto de la incredulidad. Es un “ataque de pánico” espiritual del infierno que mata silenciosamente a decenas de miles todos los días.
No podrá hallar la cura para la ansiedad en una píldora. Una pastilla puede atenuar sentimientos incómodos y ajustar la química del cerebro, pero no podrá tratar la raíz espiritual del problema físico. Su serotonina puede estar baja… pero seguro que su fe en Dios también está baja. No podrá vencer el temor por medio de un libro de auto ayuda. Las enseñanzas almáticas pueden ajustar los patrones cognitivos y de comportamiento por un tiempo, pero el alma no se puede curar a sí misma, sin importar cuán determinados estemos hacia el cambio. La creencia que podemos ejercer el poder de nuestra voluntad para cambiar o redimirnos a nosotros mismos, es exactamente lo que el Señor vino a revertir en el Calvario.
Y, desafortunadamente, no conquistará el temor y la preocupación por medio de una impartición divina o la unción, tampoco asistiendo a una conferencia de gloria. Algunos creyentes desarrollan una dependencia de la unción de otros o aún del buen consejo y la oración, cuando el Señor nos pide a cada uno de nosotros que aprendamos a beber de su pozo dentro de nosotros, buscando al Espíritu Santo como nuestro Maestro y Consolador.
¿Cuál es el antídoto infalible contra la ansiedad? ¿Cómo arrepentirnos y ser sanos del asedio del pecado de temor? ¿Cómo levantarnos por encima del stress y habitar continuamente en la paz divina que Cristo alcanzó para nosotros en la Cruz? ¿Dónde podemos encontrar el antídoto para la ansiedad? ¿Dónde podemos encontrar la cura final para el temor?
El antídoto para los pensamientos o las emociones negativas es simple: debemos obedecer la Palabra de Dios. La única cura para el temor y la ansiedad está en la Palabra, la persona de Cristo. Pablo declara en Filipenses 4:6-7: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.
La respuesta para el stress y la ansiedad no es la medicación, sino el Maestro. Este es el patrón que necesitamos aprender: mientras nos enfocamos en nuestro interior y en nuestra voluntad, encontraremos a Cristo y podremos establecer nuestros afectos en Él. Así ajustaremos nuestros pensamientos a la Palabra, descubriendo que habitamos en paz. ¡Este es el andar de vencedor de Enoc! La presencia de Cristo en nosotros es nuestra seguridad que podemos vivir en paz, aún en tiempos de presión y turbulencia. La promesa es mucho más que sólo atravesar tiempos difíciles, Él nos promete perfecta paz y contentamiento constante.
¿Cómo esto puede ser verdad? Es verdad porque el Reino de Dios está dentro de nosotros. El Príncipe de Paz habita en nosotros. Tenemos un derecho adquirido por sangre para caminar de una manera ininterrumpida en el shalom, libres de toda ansiedad y temor, por la presencia viviente de Cristo en nuestro templo.
¿Esto suena demasiado bueno para ser cierto? Sin importar lo que nuestra mente o nuestro corazón pudieran argumentar, las Escrituras son siempre ciertas y están llenas de ejemplos de personas viviendo en paz en medio de situaciones desesperantes. Abraham creyó en Dios, aún mientras levantaba el cuchillo sobre Isaac. Caleb y Josué creyeron en las promesas de Dios luego de 40 años en el desierto. ¡María creyó en la Palabra de Dios y aunque no había conocido a ningún hombre, su alma se regocijó!
Cristo mismo creyó en su Padre, aún durante su crucifixión. Cuando venció al pecado, el temor y la muerte en el Calvario, podemos vencer junto con Él. Estamos unidos con Él en su muerte, entonces también estamos unidos con Él en su resurrección. La Cruz anuló el poder del temor y la ansiedad: no tendrían más poder legal sobre nuestras almas, a menos que lo permitamos.
Debemos arrepentirnos por permitir que el temor y la ansiedad gobiernen nuestra vida. Podemos y debemos experimentar la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento humano. En nuestra comunión con su resurrección, recibimos acceso amplio a la perfecta paz. ¿Cómo podemos habitar en su paz a pesar de la experiencia diaria? Manteniendo nuestra mente, voluntad y emociones fijas en Cristo.
Siempre que sus emociones lo remuevan de la paz, pida perdón y regrese al corazón de su Amado que está dentro de su Palabra. Cuando su voluntad lo separe de la paz, pida perdón y regrese a la dependencia radical en la buena voluntad de su Amado que está en su Palabra.
Considere la promesa en Isaías 26:3-4: “Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía. Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna”.
Nunca dude que Dios es bueno y hace el bien (Nahúm 1:7): “Bueno es el Señor; es refugio en el día de la angustia y protector de los que en él confían”. Esta es la Roca sobre la cual estará firme cuando las tormentas se crucen en su camino (Mateo 7:24-27). Sin embargo, a pesar de las tormentas, los planes y propósitos de Dios para usted son maravillosos (Jeremías 29:11): “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”.
Debe distinguir entre las verdades de Dios y los hechos de su existencia; si elige confiar en el Señor, no importa lo que sienta o perciba. No se detenga en los hechos de su vida, no piense sobre los hechos de su vida y no deposite sus emociones sobre los hechos de su vida… descanse sobre las verdades de estas Escrituras maravillosas y habitará en paz.
A pesar de la preocupación y la ansiedad, mantenga esto en mente: “La compasión y la misericordia del Señor son asombrosas” (Lamentaciones 3:20-24). Cuando recuerdo esto, tengo esperanzas. No me consumí porque su compasión no me falló, son nuevas cada mañana. ¡Grande es su fidelidad!
Su campo de batalla no son las circunstancias de su vida, para nada. El verdadero campo de batalla del enemigo es su mente, su voluntad y sus emociones. Al mantener sus pensamientos y corazón enfocados en las cosas buenas, protegerá su alma del ataque de las tinieblas.
Filipenses 4:8-9: “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes”.
Pablo escribió: “No estén ansiosos por nada” (Filipenses 4:6). Debemos seguir enfocados en Cristo y en su Reino inconmovible si queremos habitar en paz durante estos días de caos (Mateo 6:33-34): “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas”.
No existe una guerra mayor que habitar con el Príncipe de Paz. El Dios de paz aplastará a nuestros enemigos debajo de nuestros pies (Romanos 16:20). En el momento que sintamos la pérdida de la paz, debemos arrepentirnos y pedirle al Perdonador que nos inunde con su paz. No debemos dudar, Él traerá paz porque siempre guarda sus promesas.
La locura de los medios de comunicación
Una de las avenidas más poderosas para la confusión y el caos en nuestra alma son los medios de comunicación: televisión, cine, periódicos y revistas. La mayoría de los medios de comunicación tienen una agenda que está muy alejada de los planes y propósitos de Dios, para moldear las mentes de los desprevenidos. Casi todos están motivados por las agendas políticas: reportar toda la verdad ya no es honorable, porque dejó de ser la máxima de los periodistas.
Aunque la Escritura nos advierte que debemos mantener nuestra mente en lo santo, somos bombardeados constantemente por malas noticias, el caos, la desinformación, la censura y los reportes conflictivos. No tenemos otra fuente de Verdad que pueda traer estabilidad y esperanza para cada corazón, esa fuente de Buenas Noticias es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es poderosa y perfecta.
Salmo 19:1-11: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo! Dios ha plantado en los cielos un pabellón para el sol. Y éste, como novio que sale de la cámara nupcial, se apresta, cual atleta, a recorrer el camino. Sale de un extremo de los cielos y, en su recorrido, llega al otro extremo, sin que nada se libre de su calor”.
“La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza: da sabiduría al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos: traen alegría al corazón. El mandamiento del Señor es claro: da luz a los ojos. El temor del Señor es puro: permanece para siempre. Las sentencias del Señor son verdaderas: todas ellas son justas. Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado; son más dulces que la miel, la miel que destila del panal. Por ellas queda advertido tu siervo; quien las obedece recibe una gran recompensa”.
Este es el tiempo para presentar la Verdad real que liberará a los corazones de la ansiedad: Cristo estableció que debemos conocer la verdad y ella nos hará libres. Aunque muchos no viven en libertad por causa del pánico que desarrollan al ver las noticias que predicen el desastre y las tinieblas. Este no es un tiempo para correr temerosos, sino para afirmarse en fe. No necesitamos tropezar en la oscuridad sino caminar en la luz (Salmo 119:130).
Elija establecer nuestra mente en las Buenas Noticias, no en los medios de comunicación. Elija que sus emociones se glorifiquen en la Cruz, no en las pérdidas de Wall Street. Elija afirmar su voluntad en las promesas del Señor, no en el declive resbaloso de los “tal vez...”.
En un mundo sacudido por los desastres financieros, ambientales y políticos, debemos estar calmados como seguidores del Príncipe de Paz, señalándole constantemente a los hombres a Cristo, la Roca. Durante este tiempo de sacudones, debemos mantenernos firmes: nada sorprende a Dios. Él no está sentado en los Cielos, frotándose las manos, diciendo: “¡Nunca vi venir eso!”. En lo temporal, Dios tiene todo bajo control. Leí el final del libro y allí no hay sorpresas: ¡ganamos porque Cristo ganó! En Cristo, somos más que vencedores (Romanos 8:37). Estamos llamados a vivir como más que vencedores, no como víctimas (1 Juan 4:4). La promesa de Isaías 54:17 establece que ningún arma en contra nuestra funcionará.
Elija este día creer la Palabra y alejarse de la duda, el temor y la incredulidad. Elija arrepentirse este día, porque el temor es pecado. Al actuar así, acusamos a Dios por su falta de fidelidad, por ser descuidado, por ignorarnos, por olvidarnos y por no amarnos. Arrepiéntase del temor y reciba la longanimidad de nuestro Padre, quien nunca lo abandonará. Su amor perfecto, sin importar la circunstancia, aleja el temor. El amor es más fuerte que la misma muerte.
Estos días fueron profetizados
Estoy shockeado por ver cómo el Cuerpo de Cristo está sacudido por las situaciones económicas y políticas, como si hubieran tomado a la Iglesia con la guardia baja. ¿No leímos la Palabra de Dios? No debería sorprendernos porque estamos enfrentando los últimos tiempos. La Palabra de Dios nos informa que en los últimos días, el mundo enfrentaría problemas desconocidos y tiempos peligrosos. ¿Por qué nos sorprendemos por los desastres globales, las guerras, los terremotos y las enfermedades pandémicas? Una y otra vez, la Biblia nos advierte con claridad sobre los últimos días.
2 Timoteo 3:1-5: “Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios. Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad. ¡Con esa gente ni te metas!”.
Estos días fueron profetizados, pero Jesús dijo: “No teman” (Lucas 21:9). Como seguidores de Cristo no debemos temer. Cristo también nos advirtió que, debido a las condiciones del mundo, “Se desmayarán de terror los hombres, temerosos por lo que va a sucederle al mundo, porque los cuerpos celestes serán sacudidos” (Lucas 21:26). Desafortunadamente, esto está ocurriendo en nuestros días. No sólo estos eventos generarán temor en el mundo, sino expectativa por las dificultades que harán desfallecer los corazones de los hombres.
De hecho, los doctores reportan que las fallas cardíacas es la causa principal de enfermedad en los EEUU. El stress y la angustia resultantes de las preocupaciones de este mundo son muy reales. Sin embargo, Dios nos invita a ir hacia Él y arrojar todas nuestras preocupaciones a sus pies, recordándonos que su yugo es fácil y su carga es ligera. Debemos calmarnos y enfocarnos en Cristo. El Salmo 46:10-11 nos advierte: “Estén quietos y conozcan que Soy Dios”.
No sugiero que debemos ser pasivos; sin embargo, debemos abandonar los temores y ansiedades que vienen por no confiar en Dios. Uno de los títulos para Mesías es “Emanuel”, que significa: Dios con nosotros. Jesús prometió estar con nosotros “hasta el fin de los tiempos” (Mateo 28:20). En algún punto, debemos aceptar el poder de las promesas de Cristo. ¡Él está con nosotros siempre! No confiar en la promesa es rechazar el carácter de la naturaleza divina y este no es un asunto menor.
Jesús dijo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” (Mateo 11:28-30).
Amigo, ¡corra hacia Él! Eche sus cargas sobre Él, ¡porque verdaderamente cuidará de usted!
Quiebre su adicción al stress. ¡Arrepiéntase! La Palabra promete que el Dios de paz aplastará a satanás bajo nuestros pies (Romanos 16:20). Crea eso y confíe en Él. Arrepiéntase del temor y la ansiedad, admitiendo que son pecados.
Quiebre las ataduras del temor y la ansiedad para poder caminar como hijo o hija de Dios, sin estar ansioso por nada. No está llamado a enfrentar estos días con un corazón en tinieblas. Por el contrario, está llamado a tener un corazón lleno de la luz divina. No tema a las tinieblas porque nuestro Dios reina.
Usted no está solo, ni enfrentará el futuro sin la ayuda de Dios (Josué 1:9). Es un hijo de Dios, llamado y comisionado para vivir en la luz (1 Juan 1:5-7). Nunca, nunca se olvide que está llamado a ser cabeza y no cola (Deuteronomio 28:13). El enemigo de nuestras almas trata de enfocarnos en los problemas para alejarnos de las promesas de Dios.
Aléjese de los problemas y vuélvase hacia las promesas. Aléjese de cualquier pensamiento, sentimiento o intención que no le traiga paz.
¿Cómo podemos cambiar? Arrepiéntase y el Perdonador lo llenará de su paz; esto no falla.
Los noticieros de la noche pintan una escena continua de oscuridad y es fácil sentir las tinieblas rezumando en nuestra cultura ahora mismo. Pero debemos establecer nuestra mente en las cosas de arriba. Debemos pensar en buenas cosas. Levántese, salga de la oscuridad, sacúdase la modorra y enfóquese en Cristo. Este cambio en nuestra alma hacia la Palabra de Dios nos alejará del espíritu de temor y echará fuera toda ansiedad.
Tiempo de grandes potenciales y posibilidades
Sí, los tiempos son difíciles, pero aunque sean tiempos duros, Dios sigue trabajando en todas las cosas para bien. Su Palabra y sus promesas no cambian sólo porque la bolsa de valores baja y sus ganancias no son lo que solían ser. Tiempos difíciles no significan tiempos malos, sólo implica que debemos aplicar la fe, manteniéndonos aferrados a Dios, sin perder nuestro gozo, ¡porque el gozo del Señor es nuestra fortaleza!
Los tiempos de oscuridad de hoy están forjando los líderes de mañana. Si ve luz donde otros ven tinieblas, su fe inspirará a otros a seguirlo en el futuro (Isaías 50:4). Estos tiempos no serán sencillos, pero debemos afirmarnos en la Palabra de Dios: “Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada” (Hebreos 10:35). La recompensa será grande para aquellos que confían en Dios.
Estamos en el umbral de muchas nuevas aperturas en lo natural y también en el Reino de Dios, especialmente en los tres a cinco años venideros. Considere la tecnología. El Espíritu de Dios está entregando revelaciones y sabiduría. Los nuevos científicos están desarrollando nuevas fuentes de energía que tienen emisiones cero y utilizan recursos abundantemente disponibles. El petróleo seguirá siendo necesario y las noticias que establecen que se está abandonando el petróleo, están equivocadas. En Brasil se descubrieron enormes campos de petróleo mar adentro, incluso los yacimientos de Dakota y Canadá ofrecen energía a menores costos.
Se están haciendo nuevos descubrimientos en la investigación médica. Se descubrirá la cura para muchas enfermedades devastadoras, incluyendo el cáncer y el Alzheimer. Me sentí fortalecido por una visión reciente, donde aparecía una formula justo delante de mis ojos. Pregunté, “¿qué era eso?”. La respuesta fue que era la cura para el SIDA. Espere ver descubrimientos genuinos en esta área. Estos descubrimientos tienen el potencial para ser tan asombrosos como la vacuna de Jonas Salk para erradicar la polio.
¿Quiere ser parte de todos estos descubrimientos maravillosos, no sólo en la ciencia sino en las artes y los medios de comunicación, además del gobierno y cada parte de la cultura? Pelear con el Señor nos hará prevalecer, aún en el conocimiento de inventos ingeniosos (Proverbios 8:12). Mientras obedecemos a los mandamientos de Dios, su bendición nos cubrirá (Deuteronomio 28:1-20), pero sepa esto: no prosperará en este tiempo si continúa habitando en el pecado de la ansiedad en lugar de hacerlo en la paz de Dios. Es mientras buscamos en primer lugar al Reino de Dios que todas las cosas nos serán añadidas (Mateo 6:33).
Ore conmigo esta oración con todo su corazón:
“Señor, perdóname por el pecado de ansiedad. Renuncio al temor. Perdonador, ven hacia los lugares de ansiedad y temor en mis emociones y pensamientos. Vuelvo mi voluntad hacia ti para que fijes mi corazón y mi mente con el tuyo. Declaro que mi alma es Tu prosperidad. Elijo este día creer Tu Palabra y confiar que prometiste cuidarme. Creo en esta promesa. Vengo hacia ti y confío por completo en tu amor y tu cuidado”.
En el Nombre de Jesús. Amén.
Bobby Conner