miércoles, 27 de enero de 2010

“Arando a través del año de fuego”

 

Por Barbie Breathitt

clip_image001Es tiempo de arar a través del año de fuego. El fuego de la gloria de Dios viene para limpiar y purificar. Él es un Dios asombroso y celoso a quien debemos reverenciar. Su santidad desata el bautismo de fuego y nos entrega el Espíritu de santidad. La presencia de Dios es un fuego consumidor que produce justicia, paz y entendimiento espiritual. ¿Quién entre nosotros puede vivir permanentemente con la apariencia de su fuego consumidor?

“Los pecadores están aterrados en Sión; el temblor atrapa a los impíos: ¿Quién de nosotros puede habitar en el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros puede habitar en la hoguera eterna? Sólo el que procede con justicia y habla con rectitud, el que rechaza la ganancia de la extorsión y se sacude las manos para no aceptar soborno, el que no presta oído a las conjuras de asesinato y cierra los ojos para no contemplar el mal” (Isaías 33:14-15).

Este Dios nos hará habitar en los lugares altos de favor con Jesús como nuestra roca y fortaleza (Isaías 33:16). Si honramos a Dios en todo lo que decimos y hacemos, nuestras necesidades se suplirán por sus riquezas en gloria. Cuanto más conocemos a Dios, más lo honramos, lo reverenciamos y lo tememos.

“El Espíritu del Señor reposará sobre él: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor” (Isaías 11:2).

Mientras que los siete Espíritus de Dios encienden nuestras vidas con la presencia santa del Señor, nos deleitaremos en el temor del Señor. Dejaremos de juzgar por lo que ven nuestros ojos y ya no tomaremos decisiones por lo que oyen nuestros oídos. Como estamos vestidos con vestiduras de justicia y con el cinturón de la fidelidad, daremos gracia a los pobres y tomaremos decisiones justas con los menos afortunados y afligidos. Entonces nuestras palabras de aliento estarán cargadas de autoridad que convencerá a los perversos de sus caminos errados (Isaías 11:3-4).

El fuego que revela el corazón

Necesitamos abrazar el fuego y permitir que queme todo pecado y cada ofensa. Las ofensas vienen para revelar las cosas que están ocultas de la luz de Dios en las áreas oscuras de nuestro corazón y el fuego removerá asuntos como los celos, las heridas, la aflicción, el desengaño y la pena provocados por la traición; haciendo que no podamos resolver la ira y la amargura. Existe una conexión espiritual y física entre las actitudes nocivas negativas y la enfermedad física.

La Biblia nos dice que seamos diligentes para guardar nuestros corazones puros y limpios, porque desde el corazón brotan los asuntos de la vida. El espíritu o aliento del hombre es la lámpara del Señor, buscando las profundidades de su corazón. Abriendo completamente nuestro corazón ante la lámpara poderosa del Señor para buscarla, nos sanaremos del pasado y nos moveremos triunfantes hacia nuestro destino.

“Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. En cambio Jesús no les creía porque los conocía a todos; no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano” (Juan 2:23-25).

Existen demasiados creyentes que abandonaron la Iglesia. Esto es debido a que el rechazo, los malos entendidos, las envidias, los abusos de autoridad y el control, los hirieron y ofendieron. “¿También ustedes quieren marcharse? Señor, contestó Simón Pedro, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6:67-69).

El Espíritu de Santidad volverá nuestro corazón hacia el arrepentimiento y la restauración. “Fíjense lo que ha producido en ustedes esta tristeza que proviene de Dios: ¡qué empeño, qué afán por disculparse, qué indignación, qué temor, qué anhelo, qué preocupación, qué disposición para ver que se haga justicia! En todo han demostrado su inocencia en este asunto” (2 Corintios 7:11).

Me desperté y oí la voz de Dios que me dijo: “Madera, Heno y Hojarazca…”

El rey Nabucodonosor calentó el horno siete veces más de lo usual, aunque el calor no afectó a los amigos de Daniel cuando cayeron dentro del fuego consumidor. Pero el fuego mató instantáneamente a los hombres fornidos del mundo que los ataron y arrojaron dentro del horno.

“Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron a Nabucodonosor: ¡No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua. Ante la respuesta de Sadrac, Mesac y Abednego, Nabucodonosor se puso muy furioso y cambió su actitud hacia ellos. Mandó entonces que se calentara el horno siete veces más de lo normal, y que algunos de los soldados más fuertes de su ejército ataran a los tres jóvenes y los arrojaran al horno en llamas. Fue así como los arrojaron al horno con sus mantos, sandalias, turbantes y todo, es decir, tal y como estaban vestidos. Tan inmediata fue la orden del rey, y tan caliente estaba el horno, que las llamas alcanzaron y mataron a los soldados que arrojaron a Sadrac, Mesac y Abednego, los cuales, atados de pies y manos, cayeron dentro del horno en llamas” (Daniel 3:16-23).

Dios nos está refinando, no como la plata, sino en el horno de la aflicción por causa de Sí mismo. Esto asegurará que su nombre no sea profanado y que su gloria descansará sobre nosotros mientras operamos por el espíritu de santidad. Las obras ordenadas por Dios no se quemarán, pero su fuego revelará su gloria.

Me desperté cuando oí la voz de Dios que me decía: “Madera, Heno y Hojarazca”

Este es el año donde el fuego de Dios consumirá las obras que hicimos en la carne y no fueron inspiradas por Él.

“Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego” (1 Corintios 3:12-15).

Las fallas fundamentales y los asuntos del corazón como la lujuria, los celos, la envidia, la ira, la amargura y la competencia, será revelada y removida. Esto nos permitirá reedificar sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, con Cristo Jesús como la piedra angular. Los apóstoles y profetas son el fundamento de la Iglesia. Cuando la Iglesia está edificada sobre el fundamento de los cinco ministerios, apóstol, profeta, maestro, pastor y evangelista moviéndose en ciclos, se libera la sabiduría espiritual.

“En cambio, hablamos con sabiduría entre los que han alcanzado madurez, pero no con la sabiduría de este mundo ni con la de sus gobernantes, los cuales terminarán en nada” (1 Corintios 2:6).

Este es el año para arar y romper el barbecho del terreno

Debemos tener un celo fresco del Espíritu Santo descansando sobre nosotros con Jesús como el centro de nuestras vidas. Debemos darle a Dios el primer lugar en nuestra vida, honrándolo con nuestro tiempo. Este es el año para arar y revolver el barbecho en nuestras vidas, como se hace con un buey. Cuanto más profundo vaya el arado, más malezas y cizaña se removerán de nuestro territorio de influencia. Interceda, ore, decrete y declare sus profecías y promesas proféticas.

Mientras esperamos en el Señor, nos fortalecemos y nuestro corazón se llena de coraje. Seremos capaces de caminar y correr con el Señor sin cansarnos o debilitarnos. Dios renovará nuestras fuerzas y nos dará alas de águilas para volar por encima de las dificultades. Dios le da fuerzas al cansado y a aquellos que no las tienen, les aumenta su poder. La intercesión y la oración permiten que Cristo sea formado en nosotros.

“Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes” (Gálatas 4:19). Es tiempo de meterle fuego a los arbustos, las cizañas y las malezas para arar, rompiendo el terreno improductivo en nuestras vidas. “¡Siembren para ustedes justicia! ¡Cosechen el fruto del amor, y pónganse a labrar el barbecho! ¡Ya es tiempo de buscar al Señor!, hasta que él venga y les envíe lluvias de justicia” (Oseas 10:12).

La intercesión desatará revelación e impresiones proféticas sobre cómo y qué orar para recibir respuestas. “Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús. Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno” (Hechos 4:30-31).

Barbie L. Breathitt

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