Por Paulette Reed
Pentecostés
El Señor me estuvo hablando recientemente
sobre el día de Pentecostés, el día del nacimiento de la Iglesia. Mientras los
discípulos estaban reunidos juntos en el aposento alto, esperando la promesa
del Padre, se derramó el Espíritu Santo sobre ellos y se soltó el poder Dunamis
en sus vidas. El derramar del Espíritu de Dios en el día de Pentecostés revela
tres experiencias distintivas que tuvieron los discípulos ese día y también
están a nuestro alcance.
Primero, un viento violento llenó la casa donde los discípulos
estaban reunidos juntos. Este soplo simboliza el Espíritu de Dios. Ezequiel 37
nos relata la historia de la visión del profeta sobre el valle de los huesos
secos que se reunían cuando el soplo de Dios entraba en ellos. Mientras
Ezequiel profetizaba sobre los huesos secos, el Espíritu de Dios vino y sopló
con fuerza, impartiéndoles vida. Los huesos secos vivieron y se pararon sobre
sus pies, como un ejército tremendo. El viento de Pentecostés representa el
poder de Dios para traerles vida a los huesos secos. Este es un buen momento
para decir: “¡Aleluya!”
Segundo, ese día se posaron lenguas de fuego sobre cada persona.
Jesús dijo en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo”. Luego les dijo a sus discípulos: “Ustedes son la
luz del mundo” (Mateo 5:14). En Hechos 2, mientras una llama de fuego
reposaba sobre cada persona, es como si Dios estuviera diciendo: “Yo soy la luz
del mundo y ahora ustedes también. Vayan y haga como Yo hago”. El derramar del Espíritu de Dios fue la
presencia que capacitó a sus discípulos para comisionarlos para continuar la
obra, luego de irse físicamente. ¡Ahora es su turno!
Tercero, los discípulos que estaban reunidos comenzaron a hablar
en otras lenguas. Uno de los puntos principales aquí es que había una barrera
entre la gente. Jesús les estaba diciendo: “Nunca más habrá una barrera entre mi pueblo”. Este derramar poderoso se relaciona con el
Antiguo Testamento, cuando la gente comenzó a edificar la Torre de Babel (Génesis
11). Dios confundió sus lenguas para que no pudieran comprenderse entre sí,
debido a que trataban de edificar una torre hasta el Cielo. En Pentecostés se revirtió
esta confusión de Babel. Debemos comunicarnos sin barreras con claridad, en
amor y unidad.
Cuando Pedro predicó inmediatamente después,
casi tres mil personas creyeron y fueron bautizadas. Qué excitante saber y
creer que cuando el poder milagroso de Dios está presente, el resultado es
gente salva. Hechos 2:42-47 resume lo que ocurrió justo después de esto:
“Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la
comunión, en el partimiento del pan y en la oración. Todos estaban asombrados
por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles. Todos los
creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y
posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. No
dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan
y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando
de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los
que iban siendo salvos”.
El año del viento
Según el calendario judío, el 2016 es el año
del viento. Recibí una prueba de esto algunas semanas atrás, cuando estaba adorando
al Señor mientras conducía. Mi radio sonaba a todo volumen. Cuando bajé un poco
la ventana, no me había dado cuenta que ésta se bajó por completo. En
consecuencia, cuando aceleré entró un viento en mi auto y grité porque me
sorprendió.
En ese momento, el Espíritu Santo me dijo: “Dile a mi
pueblo que los vientos del Cielo están por soplar tan fuerte que sorprenderá a
muchos mientras soplo sobre los huesos secos. Habrá cosas que ocurrirán de una
manera repentina en las vidas de mi pueblo que los cambiará para siempre”.
Qué tiempo asombroso el que estamos viviendo.
Cuando soplan los vientos del Cielo, traen el poder Dunamis junto con ellos. Con
la manifestación del viento hay un fuego y lenguas celestiales que traen
fortaleza a nuestro espíritu, soltando revelación y confundiendo al diablo. ¡Invite a los
vientos del Espíritu de Dios que soplen sobre su vida hoy!
Sea la luz
En el libro de Génesis, Moisés relata la
historia de Dios creando los cielos y la tierra. No existía nada excepto Dios. En
ese momento Dios dijo: “Sea la luz”. Repentinamente,
la luz comenzó a existir. Le pregunto: “¿Todavía tenemos luz? ¿Cómo se manifestó?”. Dios lo decretó y así ocurrió. ¡Qué poder tienen
estas palabras! Hoy sigue habiendo luz por el decreto de Dios y porque la
Palabra de su poder está presente reuniendo todas las cosas (Hebreos 1:3).
Cuando pensamos acerca de Dios, nuestro Creador,
debemos recordar que reina con poder y opera a través de quien quiera y cuando
quiera. Thomas Edison es uno de los miles de ejemplos de alguien que tomó lo
que Dios creó (la luz) y aprendió cómo envasarla. El resultado fue la creación
de la primera lamparita. Esto es verdad para cada cosa creada en este mundo.
Mire el cuarto en el que se encuentra ahora mismo: Todo fue creado en un punto
en el tiempo por gente creada a la imagen de Dios y refleja su naturaleza. Podemos
preguntarnos hoy: “¿Qué me está pidiendo Dios que debo crear?”.
Está hecho
Génesis 2:2 dice: “Al llegar el séptimo día, Dios descansó porque había terminado
la obra que había emprendido”. Por supuesto que Dios
no descansó porque estaba agotado, lo hizo porque había terminado su creación y
quería disfrutar todo lo que había creado. Dios estaba muy satisfecho porque
todo era bueno. ¡La piedra fundamental del cristianismo es la verdad que Dios
es bueno! Dios ha sido y será bueno, porque esa verdad y misericordia nos
seguirá todos los días de nuestra vida.
Dios es siempre nuestro ejemplo, nuestro
Mentor. Entonces nosotros podemos crear nuestro mundo, la atmósfera en la cual
vivimos, si permitimos que el poder creativo de Dios fluya a través de
nosotros.
En Génesis 1:28, Dios bendijo a aquellos que
creó y dijo: “y
los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la
tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a
todos los reptiles que se arrastran por el suelo”. Desde el principio del tiempo Dios dejó claro
que su obra quedó completa y está esperando que todos crean (Hebreos 4:3). Dios
está esperando que clamemos a Él mientras les “da vida a los muertos y que llama las
cosas que no son como si ya existieran” (Romanos 4:17).
¿Dónde están las cosas que no existen? Se encuentran
dentro de los creyentes nacidos de nuevo.
Por eso amo tanto lo profético, porque estamos llamando a existencia las cosas
que no existen en las vidas de las personas. La razón por la cual el Señor dice
que todos profetizaremos, es porque todos fuimos hechos para ver lo que no está
allí y decretar su existencia. En esencia, creamos por medio del poder del
Creador que reside dentro de nosotros.
¿Estamos orando como si todo estuviera hecho?
Cuando oramos, debemos hacerlo en la voluntad
de Dios, porque Él dijo: “Hecho está”. La
gente del Reino desata la voluntad de su Rey. Cuando oramos, debemos hacerlo
desde la posición donde todo está hecho. Debemos llamar al Cielo en la tierra. Volvemos
a oír esto en Juan 19:30: “Al probar Jesús el vinagre, dijo: Todo se ha cumplido.
Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu”.
Hoy debemos orar por milagros porque están
hechos. Como están hechos, conocemos la voluntad de Dios y hablaremos la
Palabra de Dios en nuestras situaciones. No tenemos que orar por ciertas cosas:
“Padre, si
es tu voluntad…”. Conocemos la
voluntad de Dios y participamos de su naturaleza divina. Los milagros ocurren
porque hoy en nuestras vidas todo está hecho.
El apóstol Pablo dijo: “En la iglesia Dios ha puesto, en primer
lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego
los que hacen milagros; después los que tienen dones para sanar enfermos, los
que ayudan a otros, los que administran y los que hablan en diversas lenguas”
(1 Corintios 12:28). Los milagros
son dones que Dios agendó para la Iglesia, en nuestros días y en nuestro
tiempo.
Cuando Pablo fue a Corinto a predicar la
Palabra de Dios, dijo: “No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y
elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de
ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios” (1
Corintios 2:4-5). Él no quería
que su fe estuviera en su palabra, sino en la demostración del poder de Dios,
un poder que estuvo a disposición de la Iglesia desde el día de Pentecostés.
Amado, es tiempo para abrir las ventanas y
empujar los vientos del Cielo diciendo: “Señor, tú lo prometiste. Tú dijiste…”. Este es el año del viento. Este es el año donde
el poder y los milagros de Dios se derraman en nuestras vidas, en nuestras
circunstancias y en nuestros cuerpos. Este es el año donde declaramos con el
salmista: “Tú
eres el Dios que realiza maravillas; el que despliega su poder entre los
pueblos” (Salmo 77:14). El poder
de Dios nunca dejó de derramarse. Debemos pedirlo hoy porque todo está hecho.
Paulette Reed
(www.elijahlist.com)