Por Steve Porter
Visión sobre los heridos
En una visión
reciente, pude ver a un hombre que era llevado rápidamente a terapia intensiva
por un servicio de emergencias. Solo momentos antes había sufrido una severa lesión
producto de un accidente de tránsito contra un camión. No mucho tiempo después,
los rescatistas de emergencias se miraban entre sí como si supieran que esta
persona ya estaba muerta.
Era solo cuestión de
tiempo. En la sala de emergencias, los médicos trabajaron frenéticamente en el
paciente, tratando de detener el sangrado para estabilizar los signos vitales erráticos.
Mientras tanto, sus seres queridos estaban sentados y aterrados en la sala de
espera, preparados para recibir malas noticias. Repentinamente, Jesús entró a
la sala de Terapia Intensiva y tocó al hombre, quien fue restaurado instantáneamente
a un estado de salud perfecto. Luego oí que el Señor preguntaba: “¿Hay algún
lugar donde puedan ir los que están espiritualmente heridos para ser sanados?”.
Mateo 25:40 dice: “El Rey les responderá: ‘Les
aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más
pequeño, lo hicieron por mí’”.
¿Qué estamos hacienda con estos heridos?
En la medida que nos
acercamos al fin de los tiempos, veremos más gente entrando a la Iglesia, cuyas
vidas fueron dañadas y naufragaron por el pecado. Para ser honesto, la Iglesia
no es conocida por este ministerio de restauración piadoso. En lugar de ello, nos
ganamos la reputación de matar a nuestros propios heridos o desligarnos de
ellos rápidamente, amputando las partes dañadas para removerlas del Cuerpo. Preferimos
enfocarnos en edificar ministerios cada vez más grandes y mejores, mientras
ignoramos a los desgarrados y rechazados.
En un sentido físico,
existen buenas razones para una amputación, pero en el espíritu no hay excusas
porque tenemos un Dios que quiere salvar, sanar y restaurar a cada parte herida,
porque no quiere abandonar a ninguno. ¿Nosotros hacemos esto? Tristemente,
con frecuencia no lo hacemos.
¿Es posible que nos
hayamos enfocado tanto en equipar a los santos que ignoremos a los que están
muriendo a nuestro alrededor? Recuerde, solo hace falta un incidente trágico en
nuestras vidas para recordarnos que los cristianos no son inmunes a estas
cosas. Por todas partes vemos creyentes heridos caminando y solo debemos tener
la sensibilidad de verlos a nuestro alrededor. Es desafortunado, pero es fácil
vernos tan atrapados en nuestro propio círculo ministerial que perdemos nuestra
empatía y compasión por los que están fuera de ese círculo. Incluso es mucho
más fácil apartarse de los heridos, esperando que alguien más se ocupe de
atender esas necesidades problemáticas e incómodas.
Quisiera aventurarme
para decir que este es un barómetro perfecto por medio del cual podemos medir dónde
están nuestros corazones. Jesús llevaba una carga tremenda por los pobres, los
perdidos, los heridos y los rechazados. En realidad, si no estoy equivocado,
hay más Escrituras sobre los pobres y los quebrantados que cualquier otro asunto
en la Biblia, porque esto evidencia con claridad dónde están nuestros tesoros.
Alimentando a los pobres… vistiendo a los desnudos
Cuando el Señor habló
del ministerio de la Iglesia, alimentando a los hambrientos y visitando a los
que están en prisión, mencionó vestir a los que están desnudos (ver Mateo
25:36). Si Él hizo tanto énfasis en las necesidades físicas, ¿cuánto más
deberíamos esforzarnos por vestir y ministrar a aquellos cuyos cuerpos y almas
fueron victimizados y abandonados a morir? ¿Cuánto
más deberíamos vestir con cuidado a los heridos con amor, paz y gozo en el
Espíritu Santo? ¿Cuánto más deberíamos envolver a los desnudos con las mantas
del amor tierno de Dios y mantenerlos calientes con un perdón consolador y un
apoyo amoroso?
Dios nunca nos mandó
a amputar un miembro dislocado porque está herido y quebrado. En lugar de ello,
nos ordena restaurarlo a su lugar correcto para que pueda funcionar como parte
de un Cuerpo saludable y en crecimiento. Dios siempre nos ordenó remover el
pecado, no al pecador. Como creyentes, debemos recibir y restaurar con amor a
los que corren a Dios en arrepentimiento humilde por sus fallas.
Quizá no nos guste oír esto, pero
las actitudes condescendientes dentro de la Iglesia alienaron al mismo pueblo
al cual estamos llamados a restaurar. La mayoría de los perdidos están aterrados
de acercarse a la puerta de una Iglesia debido al rechazo y la humillación que
recibieron. Amado, la Iglesia debería ser
el primer lugar hacia donde se dirigen estas personas y no el último. Debería
ser un lugar de amor y aceptación, liberación y restauración, el primer bastión
de esperanza para los desesperados. Algunas congregaciones
temen alcanzar a los caídos para no mostrarse aprobando el pecado y sentirse
culpables por asociación. Con esa actitud empujan a los heridos y los dejan
vergonzosamente desnudos y expuestos a posteriores heridas.
Los traumatizados por
sus fallas no deberían ser amputados para sufrir solos en el Cuerpo de Cristo.
Necesitan que les mostremos misericordia y compasión, guiándolos de regreso al
lugar correcto. Oí decir que estas personas eran solo hermanos y hermanas, (perdidos
anhelados y miembros amados de familia), que se debían encontrar y restaurar a
la familia. Algunos cristianos sienten que estas personas deben aprender sus
lecciones antes de ser restaurados.
Nunca haríamos esto
en el plano natural. Si un hombre entra en el área de Emergencias o está en una
camilla y necesita cuidados intensivos, aún si el daño fuera por su propia
mano, no lo dejaríamos solo en el pasillo y nadie se negaría a ayudarlo hasta
que aprendiera su lección. Asimismo, en un
sentido espiritual, deberíamos rescatarlo y luego ayudarlo a renovar su mente
para que pueda vivir, moverse y recuperar su ser en Cristo.
El ministerio de la restauración
Nunca antes en la
historia reciente hubo una necesidad tan grande por el ministerio de restauración. Estos días sabemos que el diablo está más ocupado que
nunca, porque su tiempo se termina. Su meta es arrastrar hacia el infierno a
cada alma que pueda tomar cautiva, entonces debemos atrevernos a intervenir
para evitar que eso ocurra.
La prostituta está
buscando una Iglesia que abrirá sus puertas con un mensaje de rescate, en lugar
de una actitud de disgusto. La adolescente embarazada está buscando una Iglesia
que abrirá sus brazos con compasión, en lugar de humillación. Los que fueron
arrasados por el adulterio están buscando una Iglesia que abrirá su corazón con
perdón y sanidad, en lugar de desdén. El santuario debe ser un lugar donde la
gente pueda asistir como es para ser amada y restaurada. Debe ser un lugar
donde podamos ser reales y perdonados, sin importar cuán horrible fue el
pecado.
Los heridos en cualquier parte están buscando iglesias que les ofrezcan
compasión, liberación y sanidad. Creo firmemente que a la gente no le importa
cuánto conocemos, hasta que conozcan cuánto los amamos. Podemos predicar los
mensajes más ungidos en el mundo desde el púlpito, pero si rechazamos a la
gente en necesidad, los dejaremos tan desesperados como llegaron. La gente no
es inocente, pueden decir si nos importan o no. Así como ocurre con un mal
servicio de comidas, sentimos cuando no nos quieren esperar. La gente puede
sentir si tenemos compasión o no. Dios, vuelve a darnos compasión piadosa.
No estoy sugiriendo
que los líderes deben estar en las trincheras, pero no puede ser la gran cosa o
una carga difícil de llevar, aún una sonrisa tibia y compasiva o una palabra de
aliento, pueden ser el bálsamo que estos heridos pueden necesitar. Esto abrirá
un camino para disponer al corazón que necesita oír a Jesús.
Debemos pedirle al Señor que nos muestre cómo podemos ministrar a alguien
hoy. Como estar en la piel de Jesús, aún en la muerte, para alguien que lo
necesite. Con los años
pude oír a algunos líderes decir que estaban llamados a predicar y no a ministrar
a los necesitados. Respondería que todos estamos llamados a hacer lo que hizo
Jesús, amando y sirviendo a otros. Entonces, debemos simplemente estar
dispuestos a hacer lo que nos diga en el momento y ante cualquier situación. La
triste verdad es que aquellos que viven solo para edificar sus propias
reputaciones serán olvidados, pero los que viven para otros siempre serán
recordados con gran afecto y recibirán recompensas en el Cielo.
Detenido por Él
En mi propia vida,
aquellos que tuvieron el mayor impacto no fueron los que predicaron los sermones
más ungidos, sino los que se preocuparon lo suficiente como para pasar tiempo
conmigo, ministrándome cuando me sentía solo y desamparado. También creo
que si todos en el Cuerpo de Cristo alcanzáramos aunque sea a uno, el Cuerpo
estaría cubierto. El
pastor no puede hacer todo porque terminaría agotado. Requerirá el esfuerzo combinado de todo el Cuerpo,
moviéndose en el Espíritu Santo, para restaurar la salud de los heridos.
¿Nos importa lo
suficiente como para detenernos por alguien? ¿Nos tomaremos algunos minutos
para abrazar un cuello, alentar con una palabra o quizá aún llorar con aquellos
cuyas vidas naufragaron? Pienso en el hermoso ministerio de Jesucristo, quien
no solo equipó a los discípulos, rescató a los que no tenían esperanzas y sanó
a los que necesitaron su toque amoroso. ¡Estoy asombrado por Jesús! Aún ahora, Él sigue siendo esa clase de amigo fiel. Tomó
las piedras de las manos de la multitud enardecida. Tocó y sanó a los enfermos
de Lepra. Asistió a fiestas para rescatar a los pródigos. Le garantizó al
ladrón el paraíso, trayendo aliento y fortaleza para los débiles y
desamparados.
La Biblia nos enseña a vivir en
harmonía unos con otros, siendo sensitivos e identificándonos con las
necesidades de los demás, caminando en humildad y compasión. Debemos amar a los
demás lo suficiente para mostrarles que los amamos como Jesús lo hizo.
Necesitamos tomarnos tiempo de nuestras vidas ocupadas para ver si podemos
ayudar a los que están en necesidad. Quizá se requiera una simple sonrisa, un
saludo o una oración. Quizá signifique comprarle una taza de café a alguien o
solo prestarles el oído.
Deberíamos estar
disponibles para que Dios nos use cada día para mostrarle a alguien la
verdadera compasión, sin otra motivación que amarlos y servirlos, especialmente
a los heridos que necesitan al Jesús que llevamos dentro. Debemos preguntarle cómo quiere usarnos, luego
levantarnos en fe y tocar la vida de alguien.
Como el Cuerpo de
Cristo, la Iglesia es el lugar donde se supone que los heridos vayan a buscar
sanidad. Somos las personas que Jesús ungió para compartir las buenas nuevas
del Evangelio, alentando, tocando y amando para sanar y fortalecer. Somos las manos extendidas de Jesús. Debemos ser lo que
Dios nos llamó a ser en el momento, mientras oímos su voz y obedecemos,
diciendo solo lo que Él quiere que digamos, así como lo hizo Jesús.
Debemos ser el hospital,
el lugar de esperanza, así que debemos dejar a un lado las distracciones y
vivir nuestro destino, echando fuera a los demonios, sanando a los enfermos y
resucitando a los muertos. Necesitamos mostrar que Jesús está vivo y los ama
más de lo que soñaron. Si nosotros no lo
hacemos, ¿quién lo hará? ¿Tenemos
el corazón del Padre, como el padre del pródigo que abrazó a su hijo cuando
volvió al hogar, a pesar de su pecado y su condición desastrosa o seremos como
el hijo mayor que rechazó perdonar y restaurar a su hermano? ¿Alguien puede estar tan lejos del Padre que no se lo
pueda alcanzar?
Steve Porter
(www.elijahlist.com)
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