viernes, 22 de julio de 2016

“Restauración, no amputación: Manifestando el corazón del Padre”



Por Steve Porter

Visión sobre los heridos
En una visión reciente, pude ver a un hombre que era llevado rápidamente a terapia intensiva por un servicio de emergencias. Solo momentos antes había sufrido una severa lesión producto de un accidente de tránsito contra un camión. No mucho tiempo después, los rescatistas de emergencias se miraban entre sí como si supieran que esta persona ya estaba muerta.

Era solo cuestión de tiempo. En la sala de emergencias, los médicos trabajaron frenéticamente en el paciente, tratando de detener el sangrado para estabilizar los signos vitales erráticos. Mientras tanto, sus seres queridos estaban sentados y aterrados en la sala de espera, preparados para recibir malas noticias. Repentinamente, Jesús entró a la sala de Terapia Intensiva y tocó al hombre, quien fue restaurado instantáneamente a un estado de salud perfecto. Luego oí que el Señor preguntaba: “¿Hay algún lugar donde puedan ir los que están espiritualmente heridos para ser sanados?”.

Mateo 25:40 dice: “El Rey les responderá: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí’”.

¿Qué estamos hacienda con estos heridos?
En la medida que nos acercamos al fin de los tiempos, veremos más gente entrando a la Iglesia, cuyas vidas fueron dañadas y naufragaron por el pecado. Para ser honesto, la Iglesia no es conocida por este ministerio de restauración piadoso. En lugar de ello, nos ganamos la reputación de matar a nuestros propios heridos o desligarnos de ellos rápidamente, amputando las partes dañadas para removerlas del Cuerpo. Preferimos enfocarnos en edificar ministerios cada vez más grandes y mejores, mientras ignoramos a los desgarrados y rechazados. 

En un sentido físico, existen buenas razones para una amputación, pero en el espíritu no hay excusas porque tenemos un Dios que quiere salvar, sanar y restaurar a cada parte herida, porque no quiere abandonar a ninguno. ¿Nosotros hacemos esto? Tristemente, con frecuencia no lo hacemos.

¿Es posible que nos hayamos enfocado tanto en equipar a los santos que ignoremos a los que están muriendo a nuestro alrededor? Recuerde, solo hace falta un incidente trágico en nuestras vidas para recordarnos que los cristianos no son inmunes a estas cosas. Por todas partes vemos creyentes heridos caminando y solo debemos tener la sensibilidad de verlos a nuestro alrededor. Es desafortunado, pero es fácil vernos tan atrapados en nuestro propio círculo ministerial que perdemos nuestra empatía y compasión por los que están fuera de ese círculo. Incluso es mucho más fácil apartarse de los heridos, esperando que alguien más se ocupe de atender esas necesidades problemáticas e incómodas.

Quisiera aventurarme para decir que este es un barómetro perfecto por medio del cual podemos medir dónde están nuestros corazones. Jesús llevaba una carga tremenda por los pobres, los perdidos, los heridos y los rechazados. En realidad, si no estoy equivocado, hay más Escrituras sobre los pobres y los quebrantados que cualquier otro asunto en la Biblia, porque esto evidencia con claridad dónde están nuestros tesoros.

Alimentando a los pobres… vistiendo a los desnudos
Cuando el Señor habló del ministerio de la Iglesia, alimentando a los hambrientos y visitando a los que están en prisión, mencionó vestir a los que están desnudos (ver Mateo 25:36). Si Él hizo tanto énfasis en las necesidades físicas, ¿cuánto más deberíamos esforzarnos por vestir y ministrar a aquellos cuyos cuerpos y almas fueron victimizados y abandonados a morir? ¿Cuánto más deberíamos vestir con cuidado a los heridos con amor, paz y gozo en el Espíritu Santo? ¿Cuánto más deberíamos envolver a los desnudos con las mantas del amor tierno de Dios y mantenerlos calientes con un perdón consolador y un apoyo amoroso?

Dios nunca nos mandó a amputar un miembro dislocado porque está herido y quebrado. En lugar de ello, nos ordena restaurarlo a su lugar correcto para que pueda funcionar como parte de un Cuerpo saludable y en crecimiento. Dios siempre nos ordenó remover el pecado, no al pecador. Como creyentes, debemos recibir y restaurar con amor a los que corren a Dios en arrepentimiento humilde por sus fallas.

Quizá no nos guste oír esto, pero las actitudes condescendientes dentro de la Iglesia alienaron al mismo pueblo al cual estamos llamados a restaurar. La mayoría de los perdidos están aterrados de acercarse a la puerta de una Iglesia debido al rechazo y la humillación que recibieron. Amado, la Iglesia debería ser el primer lugar hacia donde se dirigen estas personas y no el último. Debería ser un lugar de amor y aceptación, liberación y restauración, el primer bastión de esperanza para los desesperados. Algunas congregaciones temen alcanzar a los caídos para no mostrarse aprobando el pecado y sentirse culpables por asociación. Con esa actitud empujan a los heridos y los dejan vergonzosamente desnudos y expuestos a posteriores heridas. 

Los traumatizados por sus fallas no deberían ser amputados para sufrir solos en el Cuerpo de Cristo. Necesitan que les mostremos misericordia y compasión, guiándolos de regreso al lugar correcto. Oí decir que estas personas eran solo hermanos y hermanas, (perdidos anhelados y miembros amados de familia), que se debían encontrar y restaurar a la familia. Algunos cristianos sienten que estas personas deben aprender sus lecciones antes de ser restaurados.

Nunca haríamos esto en el plano natural. Si un hombre entra en el área de Emergencias o está en una camilla y necesita cuidados intensivos, aún si el daño fuera por su propia mano, no lo dejaríamos solo en el pasillo y nadie se negaría a ayudarlo hasta que aprendiera su lección. Asimismo, en un sentido espiritual, deberíamos rescatarlo y luego ayudarlo a renovar su mente para que pueda vivir, moverse y recuperar su ser en Cristo.

El ministerio de la restauración
Nunca antes en la historia reciente hubo una necesidad tan grande por el ministerio de restauración. Estos días sabemos que el diablo está más ocupado que nunca, porque su tiempo se termina. Su meta es arrastrar hacia el infierno a cada alma que pueda tomar cautiva, entonces debemos atrevernos a intervenir para evitar que eso ocurra.

La prostituta está buscando una Iglesia que abrirá sus puertas con un mensaje de rescate, en lugar de una actitud de disgusto. La adolescente embarazada está buscando una Iglesia que abrirá sus brazos con compasión, en lugar de humillación. Los que fueron arrasados por el adulterio están buscando una Iglesia que abrirá su corazón con perdón y sanidad, en lugar de desdén. El santuario debe ser un lugar donde la gente pueda asistir como es para ser amada y restaurada. Debe ser un lugar donde podamos ser reales y perdonados, sin importar cuán horrible fue el pecado.

Los heridos en cualquier parte están buscando iglesias que les ofrezcan compasión, liberación y sanidad. Creo firmemente que a la gente no le importa cuánto conocemos, hasta que conozcan cuánto los amamos. Podemos predicar los mensajes más ungidos en el mundo desde el púlpito, pero si rechazamos a la gente en necesidad, los dejaremos tan desesperados como llegaron. La gente no es inocente, pueden decir si nos importan o no. Así como ocurre con un mal servicio de comidas, sentimos cuando no nos quieren esperar. La gente puede sentir si tenemos compasión o no. Dios, vuelve a darnos compasión piadosa. 

No estoy sugiriendo que los líderes deben estar en las trincheras, pero no puede ser la gran cosa o una carga difícil de llevar, aún una sonrisa tibia y compasiva o una palabra de aliento, pueden ser el bálsamo que estos heridos pueden necesitar. Esto abrirá un camino para disponer al corazón que necesita oír a Jesús.

Debemos pedirle al Señor que nos muestre cómo podemos ministrar a alguien hoy. Como estar en la piel de Jesús, aún en la muerte, para alguien que lo necesite. Con los años pude oír a algunos líderes decir que estaban llamados a predicar y no a ministrar a los necesitados. Respondería que todos estamos llamados a hacer lo que hizo Jesús, amando y sirviendo a otros. Entonces, debemos simplemente estar dispuestos a hacer lo que nos diga en el momento y ante cualquier situación. La triste verdad es que aquellos que viven solo para edificar sus propias reputaciones serán olvidados, pero los que viven para otros siempre serán recordados con gran afecto y recibirán recompensas en el Cielo.

Detenido por Él
En mi propia vida, aquellos que tuvieron el mayor impacto no fueron los que predicaron los sermones más ungidos, sino los que se preocuparon lo suficiente como para pasar tiempo conmigo, ministrándome cuando me sentía solo y desamparado. También creo que si todos en el Cuerpo de Cristo alcanzáramos aunque sea a uno, el Cuerpo estaría cubierto. El pastor no puede hacer todo porque terminaría agotado. Requerirá el esfuerzo combinado de todo el Cuerpo, moviéndose en el Espíritu Santo, para restaurar la salud de los heridos.

¿Nos importa lo suficiente como para detenernos por alguien? ¿Nos tomaremos algunos minutos para abrazar un cuello, alentar con una palabra o quizá aún llorar con aquellos cuyas vidas naufragaron? Pienso en el hermoso ministerio de Jesucristo, quien no solo equipó a los discípulos, rescató a los que no tenían esperanzas y sanó a los que necesitaron su toque amoroso. ¡Estoy asombrado por Jesús! Aún ahora, Él sigue siendo esa clase de amigo fiel. Tomó las piedras de las manos de la multitud enardecida. Tocó y sanó a los enfermos de Lepra. Asistió a fiestas para rescatar a los pródigos. Le garantizó al ladrón el paraíso, trayendo aliento y fortaleza para los débiles y desamparados.

La Biblia nos enseña a vivir en harmonía unos con otros, siendo sensitivos e identificándonos con las necesidades de los demás, caminando en humildad y compasión. Debemos amar a los demás lo suficiente para mostrarles que los amamos como Jesús lo hizo. Necesitamos tomarnos tiempo de nuestras vidas ocupadas para ver si podemos ayudar a los que están en necesidad. Quizá se requiera una simple sonrisa, un saludo o una oración. Quizá signifique comprarle una taza de café a alguien o solo prestarles el oído.

Deberíamos estar disponibles para que Dios nos use cada día para mostrarle a alguien la verdadera compasión, sin otra motivación que amarlos y servirlos, especialmente a los heridos que necesitan al Jesús que llevamos dentro. Debemos preguntarle cómo quiere usarnos, luego levantarnos en fe y tocar la vida de alguien.

Como el Cuerpo de Cristo, la Iglesia es el lugar donde se supone que los heridos vayan a buscar sanidad. Somos las personas que Jesús ungió para compartir las buenas nuevas del Evangelio, alentando, tocando y amando para sanar y fortalecer. Somos las manos extendidas de Jesús. Debemos ser lo que Dios nos llamó a ser en el momento, mientras oímos su voz y obedecemos, diciendo solo lo que Él quiere que digamos, así como lo hizo Jesús.

Debemos ser el hospital, el lugar de esperanza, así que debemos dejar a un lado las distracciones y vivir nuestro destino, echando fuera a los demonios, sanando a los enfermos y resucitando a los muertos. Necesitamos mostrar que Jesús está vivo y los ama más de lo que soñaron. Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará? ¿Tenemos el corazón del Padre, como el padre del pródigo que abrazó a su hijo cuando volvió al hogar, a pesar de su pecado y su condición desastrosa o seremos como el hijo mayor que rechazó perdonar y restaurar a su hermano? ¿Alguien puede estar tan lejos del Padre que no se lo pueda alcanzar?

Steve Porter
(www.elijahlist.com)


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