viernes, 29 de julio de 2016

“¡Ore como si estuviera hecho!”


Por Paulette Reed
Pentecostés
El Señor me estuvo hablando recientemente sobre el día de Pentecostés, el día del nacimiento de la Iglesia. Mientras los discípulos estaban reunidos juntos en el aposento alto, esperando la promesa del Padre, se derramó el Espíritu Santo sobre ellos y se soltó el poder Dunamis en sus vidas. El derramar del Espíritu de Dios en el día de Pentecostés revela tres experiencias distintivas que tuvieron los discípulos ese día y también están a nuestro alcance.

Primero, un viento violento llenó la casa donde los discípulos estaban reunidos juntos. Este soplo simboliza el Espíritu de Dios. Ezequiel 37 nos relata la historia de la visión del profeta sobre el valle de los huesos secos que se reunían cuando el soplo de Dios entraba en ellos. Mientras Ezequiel profetizaba sobre los huesos secos, el Espíritu de Dios vino y sopló con fuerza, impartiéndoles vida. Los huesos secos vivieron y se pararon sobre sus pies, como un ejército tremendo. El viento de Pentecostés representa el poder de Dios para traerles vida a los huesos secos. Este es un buen momento para decir: “¡Aleluya!”

Segundo, ese día se posaron lenguas de fuego sobre cada persona. Jesús dijo en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo”. Luego les dijo a sus discípulos: “Ustedes son la luz del mundo” (Mateo 5:14). En Hechos 2, mientras una llama de fuego reposaba sobre cada persona, es como si Dios estuviera diciendo: “Yo soy la luz del mundo y ahora ustedes también. Vayan y haga como Yo hago”. El derramar del Espíritu de Dios fue la presencia que capacitó a sus discípulos para comisionarlos para continuar la obra, luego de irse físicamente. ¡Ahora es su turno!

Tercero, los discípulos que estaban reunidos comenzaron a hablar en otras lenguas. Uno de los puntos principales aquí es que había una barrera entre la gente. Jesús les estaba diciendo: “Nunca más habrá una barrera entre mi pueblo”. Este derramar poderoso se relaciona con el Antiguo Testamento, cuando la gente comenzó a edificar la Torre de Babel (Génesis 11). Dios confundió sus lenguas para que no pudieran comprenderse entre sí, debido a que trataban de edificar una torre hasta el Cielo. En Pentecostés se revirtió esta confusión de Babel. Debemos comunicarnos sin barreras con claridad, en amor y unidad.

Cuando Pedro predicó inmediatamente después, casi tres mil personas creyeron y fueron bautizadas. Qué excitante saber y creer que cuando el poder milagroso de Dios está presente, el resultado es gente salva. Hechos 2:42-47 resume lo que ocurrió justo después de esto:

“Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración. Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles. Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos”.

El año del viento
Según el calendario judío, el 2016 es el año del viento. Recibí una prueba de esto algunas semanas atrás, cuando estaba adorando al Señor mientras conducía. Mi radio sonaba a todo volumen. Cuando bajé un poco la ventana, no me había dado cuenta que ésta se bajó por completo. En consecuencia, cuando aceleré entró un viento en mi auto y grité porque me sorprendió.

En ese momento, el Espíritu Santo me dijo: “Dile a mi pueblo que los vientos del Cielo están por soplar tan fuerte que sorprenderá a muchos mientras soplo sobre los huesos secos. Habrá cosas que ocurrirán de una manera repentina en las vidas de mi pueblo que los cambiará para siempre”.

Qué tiempo asombroso el que estamos viviendo. Cuando soplan los vientos del Cielo, traen el poder Dunamis junto con ellos. Con la manifestación del viento hay un fuego y lenguas celestiales que traen fortaleza a nuestro espíritu, soltando revelación y confundiendo al diablo. ¡Invite a los vientos del Espíritu de Dios que soplen sobre su vida hoy!

Sea la luz
En el libro de Génesis, Moisés relata la historia de Dios creando los cielos y la tierra. No existía nada excepto Dios. En ese momento Dios dijo: “Sea la luz”. Repentinamente, la luz comenzó a existir. Le pregunto: “¿Todavía tenemos luz? ¿Cómo se manifestó?”. Dios lo decretó y así ocurrió. ¡Qué poder tienen estas palabras! Hoy sigue habiendo luz por el decreto de Dios y porque la Palabra de su poder está presente reuniendo todas las cosas (Hebreos 1:3).

Cuando pensamos acerca de Dios, nuestro Creador, debemos recordar que reina con poder y opera a través de quien quiera y cuando quiera. Thomas Edison es uno de los miles de ejemplos de alguien que tomó lo que Dios creó (la luz) y aprendió cómo envasarla. El resultado fue la creación de la primera lamparita. Esto es verdad para cada cosa creada en este mundo. Mire el cuarto en el que se encuentra ahora mismo: Todo fue creado en un punto en el tiempo por gente creada a la imagen de Dios y refleja su naturaleza. Podemos preguntarnos hoy: “¿Qué me está pidiendo Dios que debo crear?”.

Está hecho
Génesis 2:2 dice: “Al llegar el séptimo día, Dios descansó porque había terminado la obra que había emprendido”. Por supuesto que Dios no descansó porque estaba agotado, lo hizo porque había terminado su creación y quería disfrutar todo lo que había creado. Dios estaba muy satisfecho porque todo era bueno. ¡La piedra fundamental del cristianismo es la verdad que Dios es bueno! Dios ha sido y será bueno, porque esa verdad y misericordia nos seguirá todos los días de nuestra vida.

Dios es siempre nuestro ejemplo, nuestro Mentor. Entonces nosotros podemos crear nuestro mundo, la atmósfera en la cual vivimos, si permitimos que el poder creativo de Dios fluya a través de nosotros.

En Génesis 1:28, Dios bendijo a aquellos que creó y dijo: “y los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo”. Desde el principio del tiempo Dios dejó claro que su obra quedó completa y está esperando que todos crean (Hebreos 4:3). Dios está esperando que clamemos a Él mientras les “da vida a los muertos y que llama las cosas que no son como si ya existieran” (Romanos 4:17).

¿Dónde están las cosas que no existen? Se encuentran dentro de los creyentes nacidos de nuevo. Por eso amo tanto lo profético, porque estamos llamando a existencia las cosas que no existen en las vidas de las personas. La razón por la cual el Señor dice que todos profetizaremos, es porque todos fuimos hechos para ver lo que no está allí y decretar su existencia. En esencia, creamos por medio del poder del Creador que reside dentro de nosotros.

¿Estamos orando como si todo estuviera hecho?
Cuando oramos, debemos hacerlo en la voluntad de Dios, porque Él dijo: “Hecho está”. La gente del Reino desata la voluntad de su Rey. Cuando oramos, debemos hacerlo desde la posición donde todo está hecho. Debemos llamar al Cielo en la tierra. Volvemos a oír esto en Juan 19:30: “Al probar Jesús el vinagre, dijo: Todo se ha cumplido. Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu”.

Hoy debemos orar por milagros porque están hechos. Como están hechos, conocemos la voluntad de Dios y hablaremos la Palabra de Dios en nuestras situaciones. No tenemos que orar por ciertas cosas: “Padre, si es tu voluntad…”. Conocemos la voluntad de Dios y participamos de su naturaleza divina. Los milagros ocurren porque hoy en nuestras vidas todo está hecho.

El apóstol Pablo dijo: “En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego los que hacen milagros; después los que tienen dones para sanar enfermos, los que ayudan a otros, los que administran y los que hablan en diversas lenguas” (1 Corintios 12:28). Los milagros son dones que Dios agendó para la Iglesia, en nuestros días y en nuestro tiempo.

Cuando Pablo fue a Corinto a predicar la Palabra de Dios, dijo: “No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios” (1 Corintios 2:4-5). Él no quería que su fe estuviera en su palabra, sino en la demostración del poder de Dios, un poder que estuvo a disposición de la Iglesia desde el día de Pentecostés.

Amado, es tiempo para abrir las ventanas y empujar los vientos del Cielo diciendo: “Señor, tú lo prometiste. Tú dijiste…”. Este es el año del viento. Este es el año donde el poder y los milagros de Dios se derraman en nuestras vidas, en nuestras circunstancias y en nuestros cuerpos. Este es el año donde declaramos con el salmista: “Tú eres el Dios que realiza maravillas; el que despliega su poder entre los pueblos” (Salmo 77:14). El poder de Dios nunca dejó de derramarse. Debemos pedirlo hoy porque todo está hecho.

Paulette Reed
(www.elijahlist.com)


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