jueves, 21 de septiembre de 2017

“¿Robaron sus bendiciones?”


Por Faith Marie Baczko

Muchos cristianos confían, creen y obedecen los principios financieros que Dios estableció en su Palabra respecto de dar los diezmos y ofrendas, sumado a la promesa de su cuidado y provisión. Multitudes comprobaron que la Palabra de Dios es verdadera acerca de esto y experimentaron milagros en sus vidas de provisión y cuidado, siendo bendecidos en abundancia como promete su Palabra.

Filipenses 4:19 dice: “Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús”.

Sin embargo, también hay siervos fieles de Dios que fueron obedientes a los principios, pero aun no vieron las promesas. Algunos están viviendo en escasez, cayendo en desesperación y perplejidad. Puede haber muchas razones para esto, como la iniquidad generacional, pero con oración y búsqueda del Señor, Él revelará la causa.

“Dios es capaz de redimir el tiempo y la cosecha que nos pertenece por todo lo que hemos sembrado”

El Señor me mostró que la mayor parte del tiempo nosotros saboteamos nuestras propias bendiciones con las palabra de nuestra boca. Anulamos el fruto potencial de las palabras que sembramos. Estas pueden ser palabras de incredulidad que nacen de un lugar de decepción, porque no vimos el fruto de nuestras expectativas en el pasado. Pueden ser por creer de manera errada que Dios no se manifestará en nuestra vida, aunque hayamos hecho todo bien. Sin embargo, también puede ser el efecto de la cosecha de juicios negativos que emitimos sobre otros. Estas condiciones revelan un corazón que necesita ser limpio por la Palabra, porque “de la abundancia del corazón, habla la boca” (Lucas 6:45).

Cuando hablamos palabras negativas de duda y temor sobre nuestra vida, nuestras finanzas y sobre las vidas de otros, estamos trabajando con el enemigo para sabotear nuestras propias bendiciones. La boca puede recoger una cosecha de injusticia, concediéndoles a los demonios el derecho legal para robar y destruir todas las buenas bendiciones que Dios nos quiere entregar. En la parábola del sembrador, cuando el sembrador siembra su semilla, las aves la devoran (Lucas 8:5-15). Cuando alguien siembra y la semilla cae junto al camino, es pisoteada y las aves demoníacas la devoran, como dice en Lucas 8. Revela una falta de cuidado y complacencia respecto a la Palabra de Dios o a una palabra profética recibida. La consecuencia es que el fruto es devorado con rapidez por las aves. Debemos cuidar nuestros corazones y recordar que las palabras de temor, duda e incredulidad siempre serán utilizadas por satanás para cumplir sus objetivos de negar las bendiciones de Dios.

Existen leyes naturales y espirituales y principios establecidos por Dios que gobiernan el universo y nuestro mundo. Las leyes espirituales de Dios son tan poderosas como las que estableció en el plano natural. Gobiernan nuestras vidas y operan, seamos conscientes de ellas o no, y las entendamos o no. Estas leyes se enseñan en la Palabra de Dios y con entendimiento nos abren la posibilidad para desatar la plenitud de la bendición de Dios en nuestras vidas.

La Ley de siembra y cosecha
Como cristianos, podemos cometer el error de no tener en cuenta los principios escritos en la Palabra, para nuestro detrimento. Debemos adherir a los principios de Mateo 7:1-2: “No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes”. Marcos 11:26 dice: “Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”.

Podemos encontrar la raíz de estos preceptos en Gálatas 6:7: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra”. Esta palabra abarca todos los aspectos de nuestra vida, sea que sembremos amor, bondad, compasión y finanzas o sembremos ira, odio, falta de perdón y ofensas. ¡Cosecharemos cada tipo de siembra! Este principio opera tanto de manera positiva como negativa. La obediencia a los preceptos de Dios es extremadamente importante porque siempre operan afectando nuestra vida diaria. Afectan nuestras relaciones, nuestra salud y nuestra prosperidad financiera.

Si la ley de Dios de la siembra y la cosecha se activa por nuestras palabras y acciones, todas nuestras buenas declaraciones, decretos y acciones de fe, se pueden anular cuando hablamos palabras negativas de temor e incredulidad. ¡Estas palabras roban nuestra fe y disminuyen nuestra expectativa!

Israel no podía entrar y poseer las promesas de Dios debido a las palabras de temor, la murmuración, las quejas y las demandas que hablaban. Solo dos hombres de fe hablaron palabras de fe en esa generación y pudieron entrar para recibir la promesa. Luego de espiar la tierra, recogieron una gran evidencia sobre el fruto de la Tierra Prometida. Nuestras palabras pueden estar ligadas al temor y la desesperanza, produciendo según su género o habladas en la fe de Dios. Pueden estar revestidas con poder y tienen la habilidad milagrosa sobrenatural para manifestar la voluntad de Dios en nuestra vida.

En el Reino de Dios, la salud y la prosperidad son un producto agregado de la vida que operó para establecer un fundamento correcto y piadoso a través de la obediencia de comer, vivir y declarar la Palabra de Dios en fe. Esa vida será capaz de mantener la salud y la prosperidad, fuera de los ciclos continuos de pérdida y ganancia.

“Debemos guardar nuestros corazones y recordar que las palabras de temor, duda e incredulidad, siempre serán utilizadas por satanás para lograr su objetivo de negar las bendiciones de Dios”

En la parábola del sembrador, Jesús dijo que la semilla era la Palabra de Dios. Cuando sembramos nuestras finanzas basados en la Palabra de Dios y la regamos en fe, producirá fruto abundante. Dios dice que su Palabra cumplirá todo aquello para lo cual la envió (ver Isaías 55:11).

Cristo, nuestro Redentor
¡Las buenas nuevas es que Cristo es el Redentor! Para todos los que sembraron finanzas durante años y aún no vieron el fruto, para aquellos que perdieron tiempo en el error y la desobediencia en el Reino, ¡Dios puede devolverles sus pérdidas! Dios es capaz de redimir el tiempo y redimir la cosecha que nos pertenece por todo lo que sembramos. Dios recuerda nuestras obras justas y todas las palabras y tiene nuestra cosecha almacenada para nosotros. Él es capaz de redimir nuestras ofrendas, recuperar nuestras pérdidas y restaurar nuestras fortunas, porque Él es Dios, nuestro Redentor.

La palabra redimir significa comprar, recuperar por un pago algo que fue empeñado. Cuando Jesús entregó su vida por nosotros en la Cruz, anuló todo lo que nos era contrario y compró nuestras vidas con su sangre. Firmó la nota por nuestras deudas y las selló como pagadas. En su poder y grandeza, es capaz de recuperar todas las cosas que nos pertenecen. A través del arrepentimiento, cancela las consecuencias de las cosechas negativas de nuestras palabras y nuestras acciones. ¡Aleluya!

Deuteronomio 30 declara que cuando regresamos a los caminos del Señor y lo obedecemos con todo nuestro corazón, Él restaurará nuestra fortuna. Se establecerán encuentros divinos donde el Rey dirá: “Devuélvele todo lo que le pertenecía, incluso todas las ganancias que hayan producido sus tierras, desde el día en que salió del país hasta hoy” (2 Reyes 8:6). Le ordenará al enemigo “devolver siete tantos lo robado” (Proverbios 6:31).

Dios está por abrir los cielos y derramar sobre su pueblo lluvias de bendiciones para financiar y sostener el Reino de Dios en la Tierra para su cosecha. Actualmente hay una gran cosecha reservada. Ha sido acumulada por todas las finanzas, el tiempo, las acciones y la fidelidad sembradas por el Cuerpo de Cristo en el Reino de Dios a través de los años.

Esto se trata de soltar una gran transferencia de riquezas desde el Banco Real del Cielo, calculada con el sistema contable del Cielo. Pude oír al Señor que decía: “Interés compuesto”. Según Wikipedia se define como “la adición del interés que produce el depósito principal, sumando interés sobre interés que producirá gran riqueza en poco tiempo”.

¡No deje de dar! Dar en fe, en la voluntad de Dios, es nuestra póliza para el futuro. Oremos para arrepentirnos y humillarnos ante nuestro maravilloso Dios, preparándonos para un gran diluvio de su bondad.

Lucas 6:38 dice: “Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes”.

Faith Marie Baczko

(www.elijahlist.com)

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