Por Faith Marie Baczko
Muchos cristianos confían, creen y obedecen los principios financieros que
Dios estableció en su Palabra respecto de dar los diezmos y ofrendas, sumado a
la promesa de su cuidado y provisión. Multitudes comprobaron que la Palabra de
Dios es verdadera acerca de esto y experimentaron milagros en sus vidas de
provisión y cuidado, siendo bendecidos en abundancia como promete su Palabra.
Filipenses 4:19 dice: “Así que mi Dios les
proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene
en Cristo Jesús”.
Sin embargo, también
hay siervos fieles de Dios que fueron obedientes a los principios, pero aun no
vieron las promesas. Algunos están viviendo en escasez, cayendo en desesperación
y perplejidad. Puede haber muchas razones para esto, como la iniquidad
generacional, pero con oración y búsqueda del Señor, Él revelará la causa.
“Dios es capaz de redimir
el tiempo y la cosecha que nos pertenece por todo lo que hemos sembrado”
El Señor me mostró que la mayor parte del tiempo nosotros saboteamos
nuestras propias bendiciones con las palabra de nuestra boca. Anulamos el fruto potencial de
las palabras que sembramos. Estas pueden ser palabras de incredulidad que nacen
de un lugar de decepción, porque no vimos el fruto de nuestras expectativas en
el pasado. Pueden ser por creer de manera errada que Dios no se manifestará en
nuestra vida, aunque hayamos hecho todo bien. Sin embargo, también puede ser el
efecto de la cosecha de juicios negativos que emitimos sobre otros. Estas
condiciones revelan un corazón que necesita ser limpio por la Palabra, porque “de la
abundancia del corazón, habla la boca” (Lucas 6:45).
Cuando hablamos
palabras negativas de duda y temor sobre nuestra vida, nuestras finanzas y
sobre las vidas de otros, estamos trabajando con el enemigo para sabotear
nuestras propias bendiciones. La boca puede recoger una cosecha de injusticia,
concediéndoles a los demonios el derecho legal para robar y destruir todas las
buenas bendiciones que Dios nos quiere entregar. En la parábola del sembrador,
cuando el sembrador siembra su semilla, las aves la devoran (Lucas 8:5-15). Cuando
alguien siembra y la semilla cae junto al camino, es pisoteada y las aves
demoníacas la devoran, como dice en Lucas 8. Revela una falta de cuidado y
complacencia respecto a la Palabra de Dios o a una palabra profética recibida. La
consecuencia es que el fruto es devorado con rapidez por las aves. Debemos cuidar nuestros corazones y recordar que las
palabras de temor, duda e incredulidad siempre serán utilizadas por satanás
para cumplir sus objetivos de negar las bendiciones de Dios.
Existen leyes
naturales y espirituales y principios establecidos por Dios que gobiernan el
universo y nuestro mundo. Las leyes espirituales de Dios son tan poderosas como
las que estableció en el plano natural. Gobiernan nuestras vidas y operan, seamos
conscientes de ellas o no, y las entendamos o no. Estas leyes se enseñan en la
Palabra de Dios y con entendimiento nos abren la posibilidad para desatar la
plenitud de la bendición de Dios en nuestras vidas.
La Ley de siembra y cosecha
Como cristianos,
podemos cometer el error de no tener en cuenta los principios escritos en la
Palabra, para nuestro detrimento. Debemos adherir a los principios de Mateo 7:1-2: “No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes.
Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se
les medirá a ustedes”. Marcos 11:26
dice: “Porque si vosotros no perdonáis,
tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”.
Podemos encontrar la
raíz de estos preceptos en Gálatas 6:7: “No se
engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra”. Esta palabra abarca todos los aspectos de
nuestra vida, sea que sembremos amor, bondad, compasión y finanzas o sembremos
ira, odio, falta de perdón y ofensas. ¡Cosecharemos cada tipo de siembra! Este
principio opera tanto de manera positiva como negativa. La obediencia a los
preceptos de Dios es extremadamente importante porque siempre operan afectando
nuestra vida diaria. Afectan nuestras relaciones, nuestra salud y nuestra prosperidad
financiera.
Si la ley de Dios de
la siembra y la cosecha se activa por nuestras palabras y acciones, todas
nuestras buenas declaraciones, decretos y acciones de fe, se pueden anular
cuando hablamos palabras negativas de temor e incredulidad. ¡Estas palabras
roban nuestra fe y disminuyen nuestra expectativa!
Israel no podía
entrar y poseer las promesas de Dios debido a las palabras de temor, la
murmuración, las quejas y las demandas que hablaban. Solo dos hombres de fe
hablaron palabras de fe en esa generación y pudieron entrar para recibir la
promesa. Luego de espiar la tierra, recogieron una gran evidencia sobre el
fruto de la Tierra Prometida. Nuestras
palabras pueden estar ligadas al temor y la desesperanza, produciendo según su
género o habladas en la fe de Dios. Pueden estar revestidas con poder y tienen
la habilidad milagrosa sobrenatural para manifestar la voluntad de Dios en
nuestra vida.
En el Reino de Dios,
la salud y la prosperidad son un producto agregado de la vida que operó para
establecer un fundamento correcto y piadoso a través de la obediencia de comer,
vivir y declarar la Palabra de Dios en fe. Esa vida será capaz de mantener la
salud y la prosperidad, fuera de los ciclos continuos de pérdida y ganancia.
“Debemos guardar nuestros
corazones y recordar que las palabras de temor, duda e incredulidad, siempre
serán utilizadas por satanás para lograr su objetivo de negar las bendiciones
de Dios”
En la parábola del
sembrador, Jesús dijo que la semilla era la Palabra de Dios. Cuando sembramos
nuestras finanzas basados en la Palabra de Dios y la regamos en fe, producirá
fruto abundante. Dios dice que su Palabra cumplirá todo aquello para lo cual la
envió (ver Isaías 55:11).
Cristo, nuestro Redentor
¡Las buenas nuevas es
que Cristo es el Redentor! Para todos los que sembraron finanzas durante años y
aún no vieron el fruto, para aquellos que perdieron tiempo en el error y la
desobediencia en el Reino, ¡Dios puede devolverles sus pérdidas! Dios es capaz de redimir el tiempo y redimir la cosecha
que nos pertenece por todo lo que sembramos. Dios recuerda
nuestras obras justas y todas las palabras y tiene nuestra cosecha almacenada
para nosotros. Él es capaz de redimir nuestras ofrendas, recuperar nuestras
pérdidas y restaurar nuestras fortunas, porque Él es Dios, nuestro Redentor.
La palabra redimir
significa comprar, recuperar por un pago algo que fue empeñado. Cuando Jesús
entregó su vida por nosotros en la Cruz, anuló todo lo que nos era contrario y
compró nuestras vidas con su sangre. Firmó la nota por nuestras deudas y las
selló como pagadas. En su poder y grandeza, es capaz de recuperar todas las
cosas que nos pertenecen. A través del arrepentimiento, cancela las
consecuencias de las cosechas negativas de nuestras palabras y nuestras
acciones. ¡Aleluya!
Deuteronomio 30
declara que cuando regresamos a los caminos del Señor y lo obedecemos con todo
nuestro corazón, Él restaurará nuestra fortuna. Se establecerán encuentros
divinos donde el Rey dirá: “Devuélvele todo lo que le pertenecía, incluso todas las
ganancias que hayan producido sus tierras, desde el día en que salió del país
hasta hoy” (2 Reyes 8:6). Le
ordenará al enemigo “devolver siete tantos lo robado” (Proverbios 6:31).
Dios está por abrir
los cielos y derramar sobre su pueblo lluvias de bendiciones para financiar y
sostener el Reino de Dios en la Tierra para su cosecha. Actualmente hay una
gran cosecha reservada. Ha sido acumulada por todas las finanzas, el tiempo,
las acciones y la fidelidad sembradas por el Cuerpo de Cristo en el Reino de
Dios a través de los años.
Esto se trata de soltar una gran transferencia de riquezas desde el Banco
Real del Cielo, calculada con el sistema contable del Cielo. Pude oír al Señor
que decía: “Interés compuesto”. Según Wikipedia se define como “la adición del
interés que produce el depósito principal, sumando interés sobre interés que
producirá gran riqueza en poco tiempo”.
¡No deje de dar! Dar
en fe, en la voluntad de Dios, es nuestra póliza para el futuro. Oremos para
arrepentirnos y humillarnos ante nuestro maravilloso Dios, preparándonos para
un gran diluvio de su bondad.
Lucas 6:38 dice: “Den, y se les dará: se les echará en el
regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida
que midan a otros, se les medirá a ustedes”.
Faith Marie Baczko
(www.elijahlist.com)
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