miércoles, 11 de noviembre de 2020

“El diablo lo quiere decepcionado”


Por Robert Hotchkin

 

Proverbios 3:5-6 dice: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas”.

Hay una tensión en el espíritu en este momento. Ha estado creciendo durante bastante tiempo. Puede que lo sienta directamente o quizá se sorprendió a sí mismo estando un poco más “al límite” de lo normal, luchando con la ira, la frustración, las ofensas o cualquier emoción limitante similar.

Tal vez algo no sucedió de la manera como pensó que debía ocurrir. Tal vez alguien dijo algo que no debería haber dicho o falló en cumplir con su deber de la manera como usted pensó que lo haría. Tal vez sea el estado del mundo, su nación o incluso la Iglesia. Tal vez es su cónyuge, un compañero de trabajo o su pastor. Tal vez tiene que ver con las elecciones, los demócratas, los republicanos, la CNN, Hollywood o un primo.

Pero casi le puedo garantizar que hay algo que lo está aguijoneando, tratando de hacerlo enfocar en cómo algo, alguien o muchos de ambos, no es lo que debería ser. Incluso algo más complejo, no es lo que usted pensó que debería ser. Entonces usted está decepcionado. Esto ocurre todo el tiempo porque es una de las tácticas preferidas del diablo, especialmente ahora mismo, cuando es tan fácil mirar alrededor y encontrar alguna situación que lo decepcione.

No se “decepcione” a sí mismo

El diablo lo quiere decepcionado, porque cuando usted cede a la tentación de ser decepcionado, literalmente se “inhabilita” a sí mismo. Se aparta a sí mismo de los planes del Reino en la tierra, como parte de la solución de Dios.

El diablo sabe que usted está aquí por una razón. Sabe que, como creyente nacido de nuevo, es una parte significativa del plan de Dios para revertir las cosas en su familia, su ciudad, su nación y el mundo. Sabe que no puede quitarle ese poder, pero también es consciente que usted se puede desvestir a sí mismo de ese poder. Por esta razón, el diablo quiere decepcionarlo.

Cuando escogemos ser decepcionados, en realidad asumimos una mentalidad de víctima. Le damos lugar a la decepción cuando sentimos que las cosas no van conforme a como pensamos que deberían ser. Estamos poniendo nuestra confianza en nuestro entendimiento y en nuestra capacidad, en lugar de poner nuestra confianza en la voluntad y en los caminos de Dios. Rara vez lo pensamos de manera consciente, pero para poder resistirlo, debemos ser conscientes que eso es lo que realmente está pasando.

Cuando asumimos esa mentalidad de víctima por medio de la decepción, ya no operamos como victoriosos en Cristo. Nos inhabilitamos a nosotros mismos y dejamos de ser creyentes llenos de fe y encendidos en esperanza, sabiendo que Dios es bueno y es capaz de sacar los mejores resultados de cualquier tipo de circunstancias. Nos inhabilitamos a nosotros mismos y dejamos de impartir una fe que genera esperanza y expectativa, designándonos involuntariamente como predicadores de las tinieblas. Por eso el diablo nos quiere decepcionados. 

La clave es confiar en el Señor. Sí, eso suena simple, porque es simple y poderoso.

Espere en Dios, no en sus expectativas

Volvamos a la razón por la cual la decepción adquiere un punto de apoyo. Es porque sentimos que nuestras expectativas no están siendo satisfechas, eso significa que confiamos en nuestro entendimiento y en cómo pensamos que deberían ser las cosas en un momento determinado.

Desenvolvamos esto un poco más… Le damos lugar a la decepción porque pensamos que Dios perdió el rumbo, en lugar de pensar que fuimos nosotros. Tome a José como ejemplo. Se perdió lo que Dios estaba haciendo, tanto que casi abandonó a su prometida. En su decepción sobre el embarazo de María, José se inhabilitaría a sí mismo para ser su esposo y el padre terrenal de Jesús. Debido a su decepción sobre la situación, José estaba listo para inhabilitarse a sí mismo como un aliado y un socio que cuidaría, alimentaría y criaría al mayor mover de Dios que se haya visto sobre la tierra.

Mire al pueblo de Dios en ese tiempo. Perdieron por completo lo que Dios estaba haciendo… toda la tierra lo hizo. Todos, salvo tres nómadas del desierto, se perdieron la predicción de la llegada del Mesías, porque nadie esperaba que cumpliera las expectativas sobre cómo tendría que venir un Mesías. Dios lo hizo a su manera, no a la nuestra.

Ocurrió lo mismo con los Fariseos y los Saduceos durante el ministerio terrenal de Jesús. Las mentes y los maestros religiosos más sobresalientes de su tiempo, se perdieron al Mesías caminando entre ellos, porque no era exactamente como esperaban que fuera, conforme a su entendimiento.

Hubo una gran cantidad de seguidores que se apartaron de Jesús en Juan 6, porque muchos de ellos se perdieron lo que Él les quería decir cuando les compartía sobre el pan y el vino del Nuevo Pacto. Incluso se perdieron los discípulos originales; esos hombres que caminaron con Jesús durante tres años, oyendo y aprendiendo de Él cada día. A pesar que Jesús les estaba mostrando todo lo que iba a ocurrir, se perdieron todo lo que Dios estaba haciendo en la Cruz. Pensaron que fue una derrota, perdiendo completamente de vista que fue la mayor victoria que habían visto.

Todos se perdieron lo que Dios estaba haciendo al principio. Todos estaban decepcionados que sus expectativas no se cumplieran y debido a eso, todos y cada uno de ellos fueron decepcionados de manera temporal o permanente. Fueron removidos de su posición y su lugar, porque no estaban dispuestos a confiar en Dios, más allá de su comprensión de las cosas.

Pero la historia no terminó ahí, para José y para esos discípulos. La historia no terminó para Fariseos y Saduceos como Saulo y Jairo y tantos otros. El enemigo quiere que nos decepcionemos, pero nuestro Salvador quiere animarnos. Y mientras la trampa de la decepción del enemigo nos desilusiona, el aliento del Señor nos llena de valor y nos permite dejar de apoyarnos en nuestro propio entendimiento, para hacerlo en el Señor y confiar en Él, ¡sin importar lo que pase!

Rechace la decepción ahora mismo

Con nosotros ocurre lo mismo hoy. No hay tiempo para decepcionarse espiritual, emocional, política o socialmente. Si permitimos ser decepcionados, el diablo obtiene una victoria. Él nos quiere inhabilitados. Quiere sacarnos del lugar del impacto y la autoridad a favor del Reino en la tierra. No permita eso, porque lo necesitamos. El Reino lo necesita. Usted está aquí por una razón. Usted tiene un propósito. Se supone que usted sea un agente de impacto. No le entregue al enemigo siquiera una victoria de corto plazo. No se permita quedar inhabilitado.

Si usted se da cuenta que cayó en la trampa, esa es una victoria en sí misma. Ahora puede dar el siguiente paso. Sacúdase la decepción. Arrepiéntase por haberse rendido a su propio entendimiento. Arrepiéntase por haberle dado lugar a la ira, la frustración, la amargura, la negatividad o la ofensa. Arrepiéntase por inhabilitarse a sí mismo a través de una mentalidad de víctima. Luego invite al Espíritu Santo a tomar su vida y animarlo. Él es brillante en eso y no puede esperar para recordarle quién es usted en verdad y fortalecerlo para que pueda caminar en esa realidad.

Dios no está decepcionado… ¡y usted fue creado a su imagen!

Dios no está decepcionado. No está decepcionado por el estado del mundo, las naciones o la Iglesia. Puede que no le guste mucho lo que está pasando a nuestro alrededor en este momento; puede que incluso se entristezca por ello, pero nunca se siente decepcionado. Y con toda seguridad, nunca quedará inhabilitado porque nada lo toma por sorpresa. Él sabe que tiene un plan confiable.

Quiero mencionar una cosa más: Dios no se decepciona de usted. Dios nunca usará su pasado en contra de usted. No lo amenaza recordándole sus errores. Todo lo contrario. Anhela liberarlo de todo lo que le impidió caminar en aquello para lo cual fue creado, incluyendo la decepción.

El Señor lo ama. Se regocija que usted se esté despertando a la verdad de quién es en realidad. Está agradecido porque usted se niega a caer en la trampa de la decepción y desea caminar en su asignación, como un mayordomo para dominar en la tierra. ¡Sabe que usted es parte de su solución para esta hora y está agradecido porque también se dio cuenta de ello!

Aprópiese de estos decretos de ánimo y fortalecimiento, declarándolos sobre usted cada día de este mes.

Declaro:

1. Confío en el Señor con todo mi corazón. No me inclino ante mi propio entendimiento. Agradezco a Dios en todo lo que estoy enfrentando y en todo lo que veo. Alabo al Señor porque Él está trabajando de maneras que van más allá de mi entendimiento.

2. Me niego a ser decepcionado. No le doy lugar a la decepción, la ira, el temor, la frustración, la amargura o la ofensa. Me sacudo toda negatividad y emoción limitante. No seré deshabilitado. Caminaré en todo aquello para lo cual fui creado y llamado por Dios.

3. Soy parte de la solución de Dios. Tengo un rol clave que desempeñar para el Reino en la tierra. Oraré y alabaré en mi camino hacia la victoria manifestada.

4. Soy un vencedor. Soy más que un conquistador. Tengo la victoria en Cristo para todo lo que está ante mí.

5. Recibo el ánimo del Señor. Gracias Padre, porque por el poder de tu Espíritu Santo, me estás llenando con coraje, fuerzas y valentía.

6. Estoy lleno de fe, esperanza y expectativa gozosa.

7. Confío en la voluntad, los caminos y el tiempo del Señor. Él está obrando. Él está trayendo grandes cosas.

8. Dios, tú eres bueno. Declaro la plenitud de tu bondad en el mundo, en mi nación, en mi ciudad, en mi familia, en mi salud, en mis finanzas, en mis relaciones y en la Iglesia. Declaro que tú estás sacando los mejores resultados en cada circunstancia. ¡Veré la bondad de Dios!

Robert Hotchkin

(www.elijahlist.com)

 

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