lunes, 14 de julio de 2008


“Dios desea capacitarlo para ser una expresión de su corazón para quienes lo rodean”



Por Catherine Brown

“Dios nos tenga compasión y nos bendiga; Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros, Selah para que se conozcan en la tierra sus caminos, y entre todas las naciones su salvación” (Salmo 67:1-2)

Quiero animarlo hoy con una palabra acerca de la transformación del Reino. Dios desea capacitarlo para ser una expresión de Su corazón para aquellos que lo rodean. También quiere que sepa que tiene todo el mundo en Sus manos, además tiene su corazón, su familia, su destino y cada cosa buena para usted en la palma de Sus manos.

Jesús dijo: “Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo” (Juan 17:24)

Necesitamos tener fe para el encuentro que nos introducirá en la atmósfera del Cielo, aunque todo lo que debemos hacer es aceptar la invitación del Maestro para entrar en la realidad de la gloria.

El encuentro de la transfiguración

En Mateo 17:1-13 vemos que Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan para llevarlos hacia la cima del monte y allí se transfiguró delante de ellos. Su cara brilló como el sol y Sus vestidos brillaron porque la Gloria de Dios los rodeaba. Sumado a esta visión increíble, aparecieron Moisés y Elías ante ellos y le hablaron a Jesús acerca de Su partida inminente de la tierra. La atmósfera del Cielo provocó un cambio y con ello trajo una apertura desde el Cielo hacia la tierra. Se soltaron mantos, milagros, salvaciones y sanidades cuando el Mesías descendió.

Mientras tanto, Pedro sugirió que podrían levantar tres tiendas. Podríamos decir que quisieron levantarle un “monumento a ese momento”, pero Dios no buscaba edificar un monumento. Estaba orquestando un encuentro cara a cara para facilitar que el Reino cambiara más allá de lo que pudieron imaginar en esta etapa de sus caminos. Fue una ocurrencia asombrosa, ¡por eso podemos comprender que Pedro quisiera atraparla para siempre!

Sin embargo, Dios tenía ideas diferentes. Nunca quiso que Pedro operara en la Unción del pasado. Dios nos llamó a vivir en el “ahora” de Su presencia eternal, invadiendo cada fibra de nuestro ser con Su gloria. Mientras Pedro hablaba, una nube de luz los envolvió y se oyó con claridad la voz de Dios diciéndole a Pedro: “Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!” (Mateo 17:5)

Dios se aseguró que los discípulos reconocieran la naturaleza y significado de su encuentro. Con la cercanía de la muerte y la resurrección de Jesús, la vida como la conocían cambiaría más allá de todo lo imaginable. Este episodio personal en sus vidas era necesario para prepararlos para lo que vendría después: El tiempo donde recibirían la visión extrema de la majestad de Cristo en el contexto más amplio de alcanzar a las multitudes.

El amor quebranta al temor

Al afirmar a Cristo, Dios se reveló a Sí mismo como un Padre amante celestial en contacto con cada aspecto de la vida de Su Hijo y de las vidas de todos Sus hijos. Al envolverlos en la nube de gloria, Dios involucró al “trío tembloroso”, dejándoles en claro que no era tiempo para hablar de más sino para escuchar atentamente a Cristo.

Los discípulos estaban aterrados y cayeron de bruces cuando oyeron la voz de Dios, pero Jesús vino y los tocó para reafirmarlos. No deseaba que Sus discípulos fueran gobernados por el temor. Por eso les dijo: “No teman”. Jesús comprende que el temor puede hacernos sentir desencantados o desilusionados, terminando apáticos o agresivos (pasivos) ante el proceso de cambio.

El poder del amor de Cristo quiebra cada fibra de temor en nosotros. Jesús les dijo a Pedro, Santiago y Juan, “levántense”, porque nuestro Señor es apasionado acerca del discipulado activo. Él nos quiere sobre nuestros pies y anhelando movernos hacia adelante cuando nos entregue Sus instrucciones.

¿Edificar un monumento, un recordatorio o un movimiento?

Pedro se acercó peligrosamente a la edificación de un monumento recordatorio, en lugar de darse cuenta que era parte de un movimiento de Reino para el cambio. Podemos ceder fácilmente ante esta mentalidad religiosa. Hacer un monumento a “cómo eran las cosas” nos impide movernos hacia adelante para alcanzar las cosas nuevas y excitantes que Dios tiene para nosotros. Necesitamos agradecer que cada toque del Señor sea para mantenernos en Su ritmo de transformación divina “en” y “a través” de nosotros. No podemos edificar para el futuro si funcionamos en la suposición equivocada que “lo que fue” es en alguna manera mejor a “lo que es” o “lo que será”. Cristo anhela encontrarse con nosotros así como lo hizo con Pedro, Santiago y Juan en el Monte de la Transfiguración.

Quizá los discípulos dejaron el monte sin demasiado entendimiento acerca de lo que les traería el futuro. Sin embargo, Dios les impartió una nueva revelación de Su gloria en su ser interior. Cada encuentro testimonial con Dios transforma nuestra vida, aún cuando no lo “comprendamos” por completo. Quizá nuestra respuesta inicial sea como la de Pedro, algo desfasada con la dirección de Dios. Pero el Espíritu Santo y la Palabra de Dios es nuestro canal para los tiempos de transición y nos capacita para responderle con gracia y humildad.

Él tiene todo el mundo en Sus manos: Una visión de Jesús

Habiendo sido profundamente desafiada por esta exhortación bíblica para no distraerme con la gloria del mover de Dios en el pasado (aunque debemos dar gracias por ella), busqué al Señor en oración y de inmediato abrió mi espíritu, revelándome nuevas realidades. Pude ver a Cristo sosteniendo un globo entre sus manos, representando a todas las naciones y el “2008” rodeaba su circunferencia. El Señor abrazaba al mundo, apretándolo contra Su pecho y Su sangre viva se derramaba sobre el mientras lo abrazaba. Pude discernir de una manera audible el latir del corazón del Señor y, mientras tocaba a las naciones, también comenzaban a reflejar los latidos del Cielo.

Intrigada, le pregunté al Señor: “¿Qué estás haciendo?”. Sonrió y me respondió: “Estoy reuniendo a las naciones conmigo”.

¡Todo nos hace pensar que es demasiado fácil olvidar que Jesús verdaderamente sostiene al mundo en Sus manos! Dios quiere animarnos a ser un pueblo con el cual pueda infundir Su poder y pasión para asociarnos con el Cielo en el mover de cambio del Espíritu Santo. La visión retrata con claridad la reunión de multitudes. La visión de una cosecha semejante siempre está impregnada con semillas que darán el fruto del Reino. Hoy tenemos la oportunidad de recibir de nuestro Maestro y ser Sus agentes para el cambio.

Bendigo a cada uno de ustedes en el glorioso amor de Cristo,

Catherine Brown

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