Por James W. Goll
La mayoría de los cristianos hoy son virtualmente ignorantes de la rica herencia del lenguaje de los sueños y la revelación que les fueron legadas por la Iglesia a lo largo de su historia. En realidad, este legado es más antiguo que la Iglesia. El lenguaje cristiano, como la Iglesia misma, tiene sus raíces en el judaísmo antiguo. Con una historia tan larga, ¿por qué esta dimensión importante de la experiencia cristiana sigue siendo desconocida o desapercibida para tantos creyentes?
El Nuevo Testamento dice que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre. Con Dios no “existe cambio o sombra de variación”. En otras palabras, Dios nunca cambia. Las cosas que Dios hizo mucho tiempo atrás y a lo largo de la historia, son las mismas que hace hoy y son las que continuará haciendo siempre. Él es eternamente el Dios del presente. El lenguaje de los sueños es el idioma de los tiempos. Este es uno de los caminos misteriosos que Dios cruza en nuestra vida. Él invade nuestra zona de comodidad. Nos visitará en la noche y simplemente nos hablará.
Virtualmente los sueños, las visiones y las interpretaciones son parte de cada cultura y religión sobre la tierra, esto fue así a través de los tiempos. Incluso es más cierto para el judaísmo y el cristianismo que para cualquier otra religión, porque judíos y cristianos adoran al Dios único y verdadero, el autor de la revelación. En consecuencia, aceptar los sueños como un medio legítimo para la revelación y la comunicación espiritual es seguir el fluir de la historia, especialmente historia la bíblica y de la Iglesia.
Nuestra herencia hebraica
Como un lenguaje espiritual por medio del cual Dios nos habla, los sueños y las visiones están firmemente arraigados en el Antiguo Testamento. Como todas las culturas que los rodeaban, los antiguos hebreos estaban muy abiertos a los sueños, por ser un canal de comunicación divina. Sin embargo, al mismo tiempo su enfoque hacia los sueños era más crítico y menos supersticioso que en las culturas paganas de sus días. Esto se debía en parte a su conocimiento y comprensión del Dios verdadero, como Él mismo se les había revelado a ellos.
El Antiguo Testamento está lleno de gente que tuvo encuentros divinos en este sentido más amplio: Enoc, Noé, Abram (Abraham), Jacob, José, Moisés, Josué, Gedeón, Manoa y su esposa (los padres de Sansón), Samuel, David, Salomón, Job, Elías, Eliseo, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Jonás y el resto de los profetas.
Sin embargo, estar abiertos a los sueños no fue suficiente. Los judíos también le daban una gran importancia a la interpretación apropiada de los sueños y visiones, para poder discernir si representaban o no la voz del Señor. Este enfoque en el análisis de los sueños está basado en Deuteronomio 18:9-22, el único pasaje en la ley que trata específicamente el tema de los sueños y las visiones. El pasaje contiene tanto una prohibición como una promesa. Cuando los israelitas entraron y poseyeron la tierra de Canaán, no tuvieron nada que ver con las religiones paganas de los cananeos con sus brujos, hechiceros, adivinos, mediums, agoreros y encantadores que invocaban a los muertos y realizaban otras prácticas ocultas.
Por otro lado, la promesa de Dios era: “Por eso levantaré entre sus hermanos un profeta como tú; pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande… Tal vez te preguntes: ¿Cómo podré reconocer un mensaje que no provenga del Señor? Si lo que el profeta proclame en nombre del Señor no se cumple ni se realiza, será señal de que su mensaje no proviene del Señor. Ese profeta habrá hablado con presunción. No le temas”.
Los judíos piadosos toman con mucha seriedad cada declaración profética u otros mensajes de revelación, incluidos los sueños. Mientras se mantenían abiertos y expectantes a esta manera de hablar de Dios, aplicaban estándares cuidadosos para analizar la validez del mensaje y el mensajero. Al hacer esto, fijaron un precedente que sigue aplicando para nosotros el día de hoy. En nuestros propios sueños también debemos recordar la advertencia del Nuevo Testamento: “Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas” (1 Juan 4:1).
La práctica judía de los sueños
Incluso hoy, los judíos piadosos toman los sueños divinos y su lenguaje con mucha seriedad. Tienen una tradición bien establecida del ritual de las oraciones antes de dormir, diseñado para preparar el corazón y la mente para dormir, manteniéndose abiertos a la visitación de Dios por medio de los sueños. Muchos judíos aprenden estas oraciones y principios en una forma abreviada en su infancia temprana, mientras oyen a sus padres recitarlas cada noche. “Tanto para los adultos como para los niños, este ritual a la hora de dormir expresa gratitud por el día que pasó y crea un pasaje entre el estado de vigilia hacia un sueño significativo y lleno de vida”.
Ciertas prácticas en los sueños se pueden añadir a las oraciones tradicionales para intensificar nuestra preparación para los sueños. Estas incluyen el uso de un “sefer chalomot” o “libro de sueños”, y un tiempo de “cheshbon hanefesh” o “reflexión”, donde hacemos un inventario del alma. Antes que podamos comprender nuestros sueños debemos reflexionar en ellos y antes de reflexionar en ellos necesitamos recordarlos. Ese es el propósito de sefer chalomot.
Mantener un diario o una agenda junto a la cama nos ayudará a recordar nuestros sueños. Será más fácil recordar nuestros sueños si los registramos ni bien nos despertamos, aún en medio de la noche. Cualquier tipo de formato que sea cómodo para registrar los sueños servirá. A veces todo lo que se necesita para recordar nuestros sueños es hacer un compromiso personal para recordarlos. Si usted no tiene el hábito de recordar o registrar sus sueños, sea paciente. Probablemente requerirá un poco de tiempo antes de desarrollar esta habilidad.
Tres pasos simples
Aquí vemos tres principios básicos para manejar el lenguaje de los sueños que nos llegan desde la tradición hebrea. Primero, debemos esperar que Dios hable. Segundo, debemos esperar que Dios nos permita recordar lo que nos entregó. Tercero, debemos tener un libro de sueños a la mano donde registrarlos. ¿No es simple? El segundo paso en el tiempo de preparación antes de ir a dormir, la cheshbon hanefesh, es una actividad reflexiva donde tomamos tiempo para revisar nuestro día y hacer un inventario de nuestra alma.
Revisar nuestro día justo antes de irnos a dormir puede ayudarnos a centrar nuestros pensamientos y alentar la revelación en sueños productivos. Esta cheshbon hanefesh nocturna es una pequeña versión del auto examen que desarrollan los judíos en los días previos entre Rosh Hashanah (el año nuevo) y Yom Kippur (el día del perdón). Durante este tiempo los judíos reflexionan en sus vidas a lo largo del año que pasó y lo hacen de una manera analítica, antes de avanzar hacia el nuevo año.
Si nunca trató de hacer este ejercicio de una manera regular y se debe estar preguntando cómo hacerlo. Aquí presento algunas preguntas para ayudarlo a comenzar. Cuando comience su proceso de reflexión personal, considere lo siguiente:
¿Con quiénes se encontró?
¿Cuáles fueron los sentimientos diferentes que experimentó?
¿De qué se sintió orgulloso?
¿Qué cosas piensa que podría desarrollar?
¿A quiénes quisiera perdonar? ¿Le concedió el beneficio de la duda a alguien que lo incomodó?
¿Con quienes desea disculparse por los errores que puede haber cometido? ¿A quiénes les gustaría pedirles perdón?
¿Cómo desearía que Dios lo perdone?
¿Desearía orar por la salud o la felicidad de alguien?
¿Cuáles son sus esperanzas para el día de mañana?
Preguntas como estas nos pueden ayudar a poner nuestra mente en un estado de reflexión que nos conducirá a recibir los sueños. También nos ayuda a conectar nuestros corazones con el corazón de nuestro Padre y enfocar nuestras mentes para mirar a la Roca, Jesucristo, de quien somos tallados.
Oraciones judías para antes de dormir
El cheshbon hanefesh prepara el corazón y la mente para la tefilah, las oraciones de la hora de dormir. En realidad esto constituye una oración en tres partes. La primera parte es la oración Ha'mapil (‘Aquel que vence’), en la cual le pedimos a Dios por una noche de buenos sueños y la sensación de una protección segura mientras dormimos:
“Bendito seas, Dios nuestro, lleno de Gracia, Guardián del mundo, Quien llena de sueño mis ojos y cierra mis párpados. El Dios de aquellos que vinieron antes que yo, ayúdame a descansar plácidamente y a levantarme en paz. Mientras duermo que no sea perturbado por ideas perversas o sueños espantosos que pudieran venir durante la noche. Que mi sueño sea tanto de reposo como revelador. Bendito seas Dios, por iluminar todo el mundo de maneras gloriosas”.
La segunda parte de la oración es la Sh'ma, que es conocida por igual por muchos, tanto judíos como no judíos. Surge de Deuteronomio 6:4, la Sh'ma es el fundamento central de la creencia y la lealtad judía:
“Oye Israel, El Señor es tu Dios, el Señor uno es”.
La tercera parte y la final de la oración antes de ir a dormir, se denomina la “Oración de los ángeles”, porque es un llamado hacia Dios para que envíe a sus ángeles para que nos protejan durante la noche y nos permitan sentir la seguridad de su presencia… A nuestra diestra está Miguel, el ángel del amor y a nuestra izquierda está Gabriel, el ángel del poder. Delante de nosotros está Uriel, el ángel de luz y detrás de nosotros está Rafael, el ángel de sanidad. Sobre nosotros está la Shekhinah, la presencia inmanente de Dios.
Esta oración es la siguiente:
“En el Nombre del Señor, Dios de Israel: Que el ángel Miguel se encuentre a mi diestra y Gabriel a mi izquierda. Que delante de mí esté Uriel y detrás de mí Rafael. Que sobre mi cabeza se establezca la Shekhinah El, la presencia de Dios”.
Hay una gran sabiduría (y siglos de experiencia), detrás de estas oraciones, tan simples e infantiles como pudieran parecer. Pero recuerde, Jesús dijo: “El que no reciba el Reino de Dios como un niño pequeño, definitivamente no podrá entrar en él”. La fe de un niño le agrada a Dios, porque es la clase de fe que nos abre el acceso hacia su presencia.
Esta es parte de nuestra herencia, algo que se perdió en el Cuerpo de Cristo. Es tiempo para que como seguidores de Cristo, volvamos a nuestras raíces hebraicas y esperemos recibir revelación, aún mientras dormimos. Debemos desechar la práctica griega de sobredimensionar el peso de la mente y volver a los encuentros de corazón a corazón, de espíritu a espíritu, con el Dios viviente.
Los sueños son algo poderoso. Pueden alcanzarnos, tocarnos y cambiar nuestras vidas de una manera como ningún otro medio de comunicación puede lograr. No debemos menospreciar los sueños. No debemos darles la espalda como muchos hicieron en la Iglesia a lo largo de los siglos. Debemos abrirnos al lenguaje del mundo de los sueños y, en la tradición de los judíos, esperar que Dios nos hable a través de los sueños, esperando recordar lo que nos dijo para que nuestra vida cambie como respuesta hacia sus palabras.
Como nuestros pioneros judíos, debemos crear una cultura donde el espíritu de revelación no solo existe sino florece. Es tiempo para recobrar nuestra primogenitura espiritual y ser hijos e hijas que caminen por una senda iluminada por Aquel que es el autor de los sueños.
¡Que los sueños se multipliquen en su vida!
James W. Goll
(www.elijahlist.com)
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