martes, 5 de agosto de 2008


“No es una súplica… es una oración profética: ¡En la tierra como en el Cielo!”


Por Francis Frangipane

Recitamos estas palabras en privado y al unísono en público con otros, aún la cantamos con reverencia en los servicios de los domingos. Hasta es una oración familiar en los eventos culturales sombríos. Aún así, me pregunto qué sucedería si atrapamos lo que había en el corazón de Jesús cuando les entregó a sus discípulos las palabras para la “oración del Señor”.

Recuerde, le pidieron a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1). Contrariamente a su uso más típico, el Señor no les dio esta palabra a sus discípulos sólo para ayudarlos a cubrirse. Les entregó una naturaleza militante y era vibrante, no pasiva.

Por muchos años, la realidad santa de esta oración se entenebreció por las tradiciones de la incredulidad religiosa; su potencial se reubicó estrictamente en la eternidad y se desligó de afectar las condiciones en la tierra. En años recientes, el verdadero significado de este himno celestial comenzó a resonar: ¡Será hecho!

Estas son declaraciones empatéticas. Deben ser escritas entre signos de exclamación. Esta oración es el Clamor del Cielo por la obediencia.

No es una oración limitada al milenio. Es un decreto donde la voluntad de Dios, a través de nuestra unión con Cristo, se debe cumplir hoy en la tierra. ¿Dónde existe el lugar para el compromiso en estas palabras? Jesús está diciendo que con poder milagroso, gozo abundante y misericordia infinita, la voluntad de Dios está destinada a cumplirse en toda la tierra, “¡así como sucede en el Cielo!”

La llamamos “La oración del Señor”, pero con más propiedad, debería llamarse “La oración de los discípulos” o “La oración del Reino”, porque es algo que Jesús les entregó para comenzar el fuego en sus corazones de sus seguidores. De hecho, esta oración es revolucionaria. Es la clase de oración que sólo un extremista espiritual podría orar.

Palabras de guerra

Hemos sido demasiado tranquilos con Dios. No quiero decir que deberíamos ser irrespetuosos o irreverentes; estoy diciendo que la oración del Señor no es débil o agónica. Sí, hay un tiempo para clamar a Dios, pero es una oración profética. No hay un “por favor” en ninguna parte, ni siquiera un ruego.

Sabemos que al Padre le agrada entregarnos su Reino (Lucas 12:32). Jesús no nos está instruyendo para rogar por una o dos bendiciones; nos está ordenando pedir que el Reino de Dios gobierne en la tierra. Esta es una oración de autoridad. El hijo de Dios quiere que oremos como fuimos creados para traer el Cielo a la tierra. Nuestra oración simplemente nos coloca en línea con lo que a Dios le agrada entregarnos.

Por supuesto, es vital que abracemos el arrepentimiento tanto por nuestros pecados como por los de nuestros antepasados. Pero existe otro tipo de oración fundamentada en el arrepentimiento. ¡Es la oración de todos aquellos que están completamente comprometidos con la visión de Dios! Encarna la expansión que Jesús vino a establecer. Aunque los hombres y las mujeres están llamados a proclamar las palabras de este decreto, es una oración decididamente masculina. Son palabras de guerra.

Recuerde, esta forma de oración no es idea mía sino de Cristo. Les dijo a sus discípulos vacilantes, chapuceros y a menudo pecadores que oraran como guerreros maduros victoriosos. Nunca dijo que esta oración debía ser practicada sólo cuando llegaran a ser perfectos. No. Decía que debíamos orar de esta manera ahora mismo, aún cuando seamos imperfectos. Sí, nos humillamos, confesamos nuestros pecados. Pero debemos aprender a orar desenfundando autoridad espiritual, con una fe heroica y con el fuego de las posibilidades divinas ardiendo en nuestras almas.

Amados, viene el tiempo cuando el pueblo de Dios habrá alcanzado la profundad de su arrepentimiento. Las rodillas dobladas y gastadas por el peso de estar arrodillado, comenzarán a enderezarse lentamente. Los rostros se elevarán y luego las manos. Como el rugir de un volcán que se despierta, el clamor “venga tu Reino”, comenzará a sonar y se levantará desde lo más profundo del espíritu de los redimidos.

Sí, aún ahora los ejércitos de Dios en los Cielos están comenzando a unirse con sus ejércitos en la tierra. Un poder como de relámpagos está comenzando a llenar la columna de los redimidos. De cada nación, se levantará un pueblo santo detrás del Altísimo. En sus bocas sonarán las palabras que les dijo el mismo Hijo de Dios:

¡Venga tu Reino! ¡Sea en la tierra como en el Cielo!

Francis Frangipane

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