martes, 4 de agosto de 2009

“La diferencia entre abundancia y riquezas”

 

Por Rick Joyner

clip_image002Recientemente discutimos acerca de cómo los más exitosos en cada campo usualmente son aquellos que hacen mejor las cosas básicas. Estoy seguro que habrá notado cuántas veces repito estos principios. Trato de decirlos de una manera algo diferente, utilizando historias diferentes, pero sin embargo son los mismos principios. Trato de hacer que las enseñanzas sean interesantes y efectivas. La repetición es necesaria para desarrollar cualquier habilidad, incluido el carácter cristiano. Los sabios abrazan la repetición y siempre son los más serios acerca del entrenamiento y la práctica. Los sabios nunca desperdician una oportunidad para repasar y practicar una verdad.

En nuestro ministerio tenemos algunos músicos, compositores y adoradores bien capacitados. Nuestra Escuela de Ministerios parece atraer muchos músicos y adoradores dotados cada año. Últimamente nos quedamos asombrados al ver cómo estos dones extraordinarios parecían crecer dramáticamente cada año. Esto es de gran aliento para nosotros, pero también sabemos que es una gran responsabilidad.

Los CD´s de adoración de MorningStar comenzaron a ser reconocidos en todo el mundo. Puedo oír las canciones escritas por nuestros líderes de adoración y nuestros estudiantes por dondequiera que voy, aún en los lugares más aislados y remotos. Esto es muy gratificante porque esas canciones proyectan un mensaje y, aún más importante, ayudan a la gente a adorar al Señor. Sin embargo, esto no sucedió espontáneamente. Probablemente comenzamos con la adoración menos impresionante de la tierra. ¿Cómo cambió esto?

Puede haber una gran diferencia entre la abundancia y las riquezas. Las riquezas tienden a llegar de una manera rápida y fácil, pero también se van de la misma forma. Las verdaderas riquezas son el resultado de la diligencia, el trabajo duro, la fidelidad, la perseverancia y el carácter, todo ello ayuda a impartirle la sabiduría necesaria a aquel que tiene las riquezas, para ayudarlo a preservarlas y expandirlas. Con el verdadero tesoro del Reino sucede lo mismo.

El fruto require ser cultivado

Uno de los verdaderos tesoros del Reino es tener nuestros nombres escritos en el Cielo, donde somos conocidos. Es un gran tesoro que se nos confiaran los dones y ministerios del Espíritu Santo, junto con la autoridad e influencia en el Reino, todo lo cual está edificado sobre el carácter y se lo llama: “fruto del Espíritu”. Para crecer, el fruto debe ser cultivado. No puede plantar una semilla y esperar que surja del terreno como un árbol maduro lleno de frutos.

Confieso que me pongo impaciente con la gente que me pide que ore por ellos y les imparta el don que tengo para escribir, como si esto pudiera lograrse sólo por la imposición de mis manos. Me llevó cuatro décadas de trabajo duro desarrollar las habilidades que tengo. Podemos recibir el don de Dios, pero como los músculos que nos entregó, permanecerán pequeños o crecerán, dependiendo de cuánto los ejercitemos. Impartir dones espirituales no es como sacudir una varita mágica espiritual sobre las personas y entregarles un don que es instantáneamente poderoso. Es cierto que los dones se pueden impartir por la imposición de manos, pero si le impartimos algo a alguien que no tiene la disciplina y la devoción necesaria para desarrollarlo, lo estaremos ayudando a ser juzgado como el siervo “inútil y perezoso” (Mateo 25:26), que en la parábola de los talentos enterró aquello que le confiaron.

Muchas veces anhelé tener el don o el poder que me permita imponer manos sobre las personas para que maduren espiritualmente en un instante, pero no lo encuentro en ninguna parte de la Escritura. La sabiduría viene por medio de la devoción al conocimiento que se combina con la experiencia y la humildad para aprender de nuestras experiencias y las de otros. Es una mentalidad.

Le confiaré lo siguiente: Una de las mayores decepciones y cargas que debo llevar, es haber visto a algunas de las personas más espiritualmente dotadas fallar, deslizarse y enterrar los dones que les fueron confiados. Como mi llamado es a edificar gente, los “talentos” que recibí son las personas. Aunque comprendo que Dios le dio a la gente la libertad para tomar sus propias decisiones, siento un gran dolor por los que se pierden. No puedo más que anhelar que todo lo que les haya enseñado pueda ayudarlos a prevenir esto.

No se preocupe por mí o trate de aliviar este sentimiento, porque es básico que la autoridad viene con responsabilidad y no me interesa sentirme mejor, tanto como hacer lo mejor. La única manera como me sentiría mejor es por ver mejoras, y creo las estamos viendo, pero no quiero conformarme con barrer nuestras fallas debajo de la alfombra. Quiero aprender todo lo que pueda de ellas para poder hacerlo mejor con la gente que el Señor nos confió.

Por otro lado, tenemos muchas historias exitosas y me gozo mucho al oír sobre el crecimiento y el éxito mientras me apeno por las fallas. Con cada éxito o falla, siento que aprendí diferentes lecciones invaluables. Quiero transmitirle esto. Aunque no puedo imponer mis manos sobre la gente para que reciban madurez instantánea, el verdadero sabio que es humilde, aprenderá de las lecciones de otras personas, sean éxitos o errores.

Pasión + Práctica = Perfección

Pude ver un común denominador en todos los que considero que fallaron en producir frutos con los grandes dones que recibieron: todos ellos comenzaron a sentir que estaban tan dotados que no debían trabajar duro. Sólo quisieron la parte divertida. Por ejemplo, para un músico puede ser ministrar frente a grandes multitudes. Después de un tiempo, aprendimos que si la disciplina personal privada no crecía junto con su fama; su fama los derribaría.

Cierta vez, cuando iba a predicar a una Iglesia Internacional en Las Vegas, le pedí a un amigo mío que jugó en la NBA que me acompañara. Su nombre es Armen Gilliam, también conocido como “Armen, el martillo”, y fue uno de los jugadores élite de su tiempo. En el camino, Armen me habló sobre uno de sus colegas del equipo que para él era el mejor jugador de básquet que hubiera conocido, pero nunca logró permanecer en la NBA y jamás volvió a oír de él. Armen jugó al mismo tiempo que los grandes jugadores de básquet como Michael Jordan, Magic Johnson y Larry Bird. Cuando le pregunté si su amigo era mejor que ellos, me aseguró que sí y que cuando jugaban juntos en las ligas de verano, este hombre, John Flowers, ganaba el premio MVP.

Como Armen, me pregunté cómo un jugador tan grande como él podía desaparecer de esa manera. Luego, mientras me encontraba en un salón del templo preparándome para hablar, Armen regresó y vio a su amigo John Flowers sentado entre la audiencia. Le pedí que lo trajera y así lo hizo. Le dije a John lo que Armen me había dicho acerca de él y estuvo de acuerdo en que era el jugador con mayor talento, incluso mucho más que el resto de los jugadores de su tiempo. Cuando le pregunté por qué nunca pudo lograr el éxito en la NBA, su respuesta fue inmediata: Sintió que tenía tanto talento que no debía trabajar duro, entonces aquellos que sí trabajaban duro, lo sobrepasaron rápidamente. Ahora era portero en uno de los casinos.

Yo también aprendí una y otra vez que quienes mantienen una disciplina y se enfocan en el trabajo duro, pasarán rápidamente a aquellos que pudieran tener mucho más talento, pero no la disciplina o el enfoque para trabajar duro. Michael Jordan y Tiger Woods tienen talentos obvios, pero lo que realmente los separa del resto es una gran disciplina y ética de trabajo. Michael Jordan no permitía que alguno entrara a la práctica antes que él o se retirara después de él. Los compañeros de equipo y los entrenadores afirmaron que practicaba con un celo mucho mayor que el demostrado en los juegos.

Corra por el premio incorruptible

Piense acerca de esto: Cualquiera de ustedes que lea esto puede llegar a ser el mejor amigo de Dios en estos tiempos y realizar grandes hazañas para la causa del Evangelio. En ninguna parte dice que ninguno de nosotros no puede hacer lo que hizo Enoc: Estar tan cerca de Dios que simplemente lo tomó y se lo llevó directo al Cielo, sin pasar por la muerte. De hecho, así sería el rapto, cuando la Novia, la Iglesia, llegue a ser tan perfecta, sin manchas o arrugas y ame tanto al Señor que simplemente la tome.

Si los grandes atletas tienen semejante devoción por un deporte, ¿cuánto más deberíamos entregarnos a correr por la corona que es incorruptible?

“¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre” (1 Corintios 9:24-25)

Rick Joyner

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