Por Dr. Sandie Freed
Creyentes
¿No parece que todos tenemos que aceptar un cambio continuo? Según las estadísticas, a la mayoría de la gente no le gusta nada los cambios. Podemos pensar que sí, pero cuando llega el momento de abrazar algo nuevo, se vuelve incómodo. La cuestión es la siguiente: Nos gusta saber hacia dónde vamos. Puede que necesitemos experimentar algo diferente, pero queremos saber cómo es ese “diferente”, ¿verdad?
Desgraciadamente, nuestros problemas anímicos (miedo, inseguridad, preocupación, ansiedad, temor al fracaso, etc.), surgen cuando nos conducen por caminos no transitados y desconocidos. Cuando no estamos seguros o no tenemos claridad durante los tiempos de transición, nos sentimos inestables. Muchos flaquean durante la transición debido a las tentaciones del alma (la carne).
Sin embargo, queridos, a medida que el Reino de Dios avanza, se requieren más transiciones y cambios. Confiar en el Señor es obligatorio para un ejército que avanza, si se quiere experimentar la victoria y el avance. Sólo Él conoce la estrategia necesaria para cada uno de nosotros en este momento. Sigue leyendo, estoy yendo hacia alguna parte con esto, y sé que lo que Dios me mostró te dará poder, mientras cambias hacia una mayor realización.
Qué dice de ti el Gran Yo Soy
Muchas veces en nuestra mente, finalmente podemos visualizarnos a nosotros mismos llegando y experimentando nuestro avance. Ya sea que se trate de nuestra sanidad, un cambio financiero, que nuestros hijos vuelvan a casa, que nuestros hijos sean liberados de sus adicciones, de nuestra realización, etc.; nuestras claves de avance implican confiar en el Señor en todas las cosas (especialmente en sus directivas), para que lleguemos desde “aquí” hacia “allá”. Estamos en un cambio, pero para llegar allí debemos cambiar y hacer una transición. Todos queremos llegar “allí”, ¿verdad?
¿Dónde está ese
lugar? Me refiero a tu tierra (tu tierra prometida). Los israelitas tenían su
tierra prometida. Hoy la estudiamos como Canaán, la tierra de los gigantes que
había que derrocar, y una tierra de descanso que Dios les había prometido a sus
hijos. Hoy no representa necesariamente una tierra literal (aunque para algunos
de nosotros podría serlo); sobre todo es una promesa.
Nuestra “tierra de la promesa” es el suelo de nuestras vidas, donde Dios plantó su Palabra (su semilla), y ese suelo produce la promesa que fue sembrada allí por Él. Quizá vino en la forma de una Escritura que Dios le habló a tu corazón, una palabra profética que te entregó o en la forma de un sueño o un ministro a través del cual Dios te habló. Independientemente de cómo lo hayas escuchado o recibido, fue una promesa de Dios en forma de semilla, que fue liberada en la tierra de tu corazón para producir tu “allí”.
En esta época se está revelando mucho sobre nuestra identidad espiritual. Debemos recordar quiénes somos realmente. Somos lo que Él dice que somos. Deja que eso se profundice. Sí, el gran Yo Soy dice: “¡Tú eres! Tú eres quien Dios dice que eres, y sólo el Yo Soy puede llevarte hasta allí”. Con esto quiero decir que Él siempre nos persuade de que somos sus hijos. Romanos 8:14 nos recuerda esta verdad: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios”.
Aquí la palabra “hijos” se refiere a todos nosotros, tanto hombres como mujeres. En los tiempos bíblicos, el hijo recibía la herencia familiar y no la hija. Pero en Cristo, a cada uno de nosotros se nos concedió una herencia real (todos somos “hijos” de un Padre amoroso). Como hijos de nuestros padres naturales, puede haber sido difícil confiar en ellos, pero nuestro Padre celestial es digno de confianza y es fiel. Nuestros padres naturales pueden habernos defraudado, ¡pero Dios nunca lo hará!
Gracias a su fidelidad, podemos apoyarnos firmemente en sus promesas. Sus promesas incluyen la protección divina, la dirección, la provisión y su presencia continua en nuestras vidas. Él es realmente el Guardián de las Promesas (el único en quien podemos confiar plenamente), especialmente durante los tiempos de cambio y transición.
Transición y cruce… ¡otra vez!
La otra semana le hablé a nuestra Iglesia sobre el capítulo 1 de Josué, cuando el Señor le ordenó a Josué que se levantara y cruzara el río Jordán. Era otro momento de transición para él, así como para toda la nación de Israel. Para que Josué siguiera a Dios, primero tenía que levantarse antes de dar cualquier paso en la dirección correcta hacia su destino.
Cuando experimentamos temporadas difíciles, nos deprimimos y nos abatimos, a menudo nos invade un espíritu de desesperanza. Pero de nuevo, si queremos avanzar tenemos que levantarnos, confiar y seguir a Dios. Todo tiempo de transición requiere un tiempo de levantamiento.
El capítulo 1 de Josué nos dice que fue un tiempo difícil para Josué y para todo Israel. ¿Por qué? Porque Moisés estaba muerto. Un día subió a una colina y nunca regresó. Josué y el pueblo de Israel estaban devastados. Lloraron y lamentaron esta pérdida durante treinta días (Deuteronomio 34:8). ¿Puedes imaginar sus pensamientos? Preguntas como estas debieron pasar por sus mentes:
· ¿Quién nos guiará ahora?
· ¡Nadie es tan poderoso como Moisés!
· ¿Quién puede compararse con el hombre (Moisés), a quién Dios utilizó para
hablarnos todos estos años?
· ¿Quién intercederá por nosotros ahora? ¿Quién nos alimentará o nos dará
agua?
· Moisés era el único que podía escuchar a Dios por nosotros. ¿En quién podemos confiar ahora?
Moisés, su líder previamente ungido, estaba muerto y ahora tenían un nuevo líder y una nueva dirección. Cambio. Transición. Tenían miedo.
Sin embargo, Josué fue ungido por Dios para guiar a su pueblo hacia adelante. Fue elegido por Dios para ocupar el lugar de Moisés. Anteriormente fue el siervo y asistente de Moisés, pero ahora era el hombre clave. Su transición requería que se levantara y abrazara una transición de identidad, para entrar en una transición territorial. Lo mismo ocurre con nosotros hoy.
¡Levántate y conviértete!
Estuve hablando proféticamente sobre la revelación de nuestro ADN e identidad espiritual desde hace mucho tiempo. Sin repetir lo que se proclamó sobre nuestra identidad espiritual, permítanme ser contundente por el bien de este artículo: “Debemos levantarnos y convertirnos”. ¡Esta es la única manera de poder cruzar en esta temporada!
¡El Señor entendió el desafío de Josué! Como Josué probablemente estaba intimidado, desprevenido e inseguro, el Señor le dijo tres veces que fuera fuerte y valiente. Necesitaba recuperar la fuerza y el coraje que alguna vez tuvo. Si recuerdas, unos cuarenta años antes (cuando fueron enviados como espías a la Tierra Prometida), Caleb y Josué regresaron con un buen informe, diciendo que eran capaces de tomar la tierra. Aunque Josué vio gigantes en la Tierra Prometida, ¡confió plenamente en que Dios les daría la victoria!
Sin embargo, durante los siguientes cuarenta años en el desierto, soportó la muerte de toda una generación. Ahora se enfrentaba al reto de levantar una generación completamente nueva de guerreros que ni siquiera sabían luchar. Necesitaba coraje porque al mirar su situación en lo natural, parecería algo desesperado. Josué no había realizado ningún milagro y no había ninguna demostración externa de la gloria y el poder de Dios en su vida. ¿Cómo podría Josué convencer al pueblo para que lo escuchara y siguiera su ejemplo?
Piensa ahora en todo lo que Josué pudo haber estado pensando y diciéndole a Dios: “Señor, ¡esta gente me va a comparar con Moisés! ¡Yo no soy un Moisés! Moisés fue un líder impresionante, Dios. ¿No recuerdas todo lo que hizo? ¡Moisés tenía una vara impresionante! Todo lo que tengo es esta espada”
· Moisés convirtió el Nilo en sangre
· Lo usaste para proclamar las plagas en Egipto
· Condujo a Tu pueblo en el Éxodo
· Abrió el Mar Rojo y lo cruzaron en seco
· Sacó agua de una roca, ¡de una roca! Y más...
· ¡Dios! ¡No creo que pueda hacer todo eso!
Josué sabía que no podía llenar los zapatos de Moisés. Todo estaba cambiando y ellos estaban en una gran transición. Era el comienzo de una nueva temporada. Lo viejo se había ido, lo nuevo estaba allí.
Dios promete su presencia
¿Cómo consiguió Josué la fuerza para levantarse? ¿Cómo se levantó con el coraje necesario para dirigir a toda una nación hacia un nuevo territorio? Fue gracias a esto: Dios prometió estar con él. Si estudias detenidamente Josué 1, notarás que en el verso 5 Dios le aseguró: “... Así como estuve con Moisés, así estaré contigo. No te dejaré ni te abandonaré”.
En los versos 6-9, Dios le encargó a Josué estas directivas:
1) Sé fuerte y
valiente
2) Sé obediente
3) Sigue sus
directivas
4) No tengas miedo ni te desanimes
En el verso 9, Dios dijo estas palabras que sellaron el acuerdo para Josué: “... porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas”. Josué guiaría al pueblo de Dios porque se hizo fuerte y valiente. Se volvió obediente. Se convirtió en un líder que confiaba y seguía. Josué se convirtió en el líder que Dios dijo que sería: “fuerte, valiente, obediente y seguía sus directivas”. Pero, aún más importante, confió en Dios durante la transición porque, así como Él fue fiel con Moisés, ahora prometía ser fiel con él.
Lo mismo ocurre con nosotros hoy. Estamos en una transición de muchas maneras, pero la principal transición que estamos experimentando, es el proceso de convertirnos en lo que Dios dice que somos. Si creemos estar sanos, estamos confiando en Dios para nuestra sanidad. ¡Pero es más que eso! ¡Se trata de convertirse en el sanado!
La transición desde un lugar de enfermedad hacia una tierra de salud, puede requerir un milagro, sí. ¿Y no estamos agradecidos por eso? Por supuesto. Pero, en última instancia, es una transición, un cambio y un proceso de transformación, para llegar a ser todo lo que Dios quiere que seamos.
¡No recorriste este camino antes!
En Josué 3, leemos que llegó el momento de cruzar el Jordán. Como Dios lo ordenó, los sacerdotes que llevaban el arca del Pacto debían cruzar primero el Jordán. El arca era un símbolo de la presencia de Dios; así que el Señor le estaba demostrando a su pueblo que su presencia iba delante de ellos, como había prometido estar con ellos. Josué le dijo al pueblo: “Cuando vean el arca del pacto del Señor su Dios, y a los sacerdotes levitas que la llevan, abandonen sus puestos y pónganse en marcha detrás de ella. Así sabrán por dónde ir, pues nunca antes han pasado por ese camino. Deberán, sin embargo, mantener como un kilómetro de distancia entre ustedes y el arca; no se acerquen a ella” (Josué 3:3-4).
El pueblo debía fijar su mirada en el arca de la alianza, pues Dios redirigía el foco de su viaje desde sus incertidumbres hacia su constancia. Les decía lo siguiente: “Sé que no hicieron esto antes, pero si mantienen sus ojos en mí, les mostraré el camino”.
Su presencia es más importante que sus regalos
Era la forma en que Dios decía, una vez más: “Como fui... así seré”. El Dios “que Es, que Era y El que ha de venir” (Apocalipsis 1:4) sigue prometiendo lo mismo para nosotros hoy. Si su presencia va con nosotros, ¿cómo podemos fallar? Donde Él va, lo sigue su gloria. Durante muchas décadas nos hemos centrado en sus dones, sus “regalos” (dones para la Iglesia). Sin embargo, nos pide que confiemos en su presencia. Durante años nos hemos centrado en nuestra “tierra”. Pero, si mantenemos nuestros ojos fijos en su presencia y clamamos por ella, ¡Él nos dará la tierra! Puede que nunca hayamos estado así antes, pero podemos entrar en el descanso de saber esto: “Como fui... así seré...”.
Mi oración por nosotros
“Padre Dios, danos el poder para buscarte a Ti y a tu presencia divina. Le prometiste a Josué que lo guiarías y estarías con él. Le prometiste que estarías con él como estuviste con Moisés. Esa promesa le dio poder a Josué para que pudiera levantarse, tomar valor y convertirse en Tu líder. Señor, cada uno de nosotros cree que, en nuestro tiempo de transición, mientras cruzamos hacia nuestro nuevo territorio y destino completo, Tú estás con nosotros. Nos darás el poder para convertirnos en lo que Tú dices que somos”.
“Tomamos valor y nos levantamos, sabiendo que Tu presencia va delante de nosotros. Te honramos, confiamos en Ti y te amamos. Mientras permanecemos fijos en Ti, confiamos en que Tú nunca nos dejarás o nos abandonarás, y todo lo que prometiste hacer, seguramente lo harás. Mientras todos hacemos la transición, estamos decididos a ser fuertes y valientes, y a hacer avanzar Tu Reino. En el poderoso nombre de Jesús te lo ruego, ¡amén!”.
Sandie Freed
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